ÁLVARO BURDIEL, IMPORTANTE EN SEVILLA

Del jolgorio jadeante de los días de figuras sólo se mantienen en la convocatoria para las novilladas los que durante todo un año se sientan en la misma piedra maestrante: volvió el aficionado cabal que tanto se añoraba en la feria abrileña. Y qué bueno que siga viniendo. La segunda novillada picada de abono, con utreros de Villamarta para Pablo Páez, Jaime González-Écija y Álvaro Burdiel. Este último sigue con el empeño de dejar huella allá por donde pasa y en Sevilla, no hizo menos.

La virtud de Álvaro Burdiel reside en el gusto (que no todo el mundo tiene al torear) y en la inteligencia. Sabe cuándo tiene que apretar y cuándo tiene que medir. Ya se dejó ver con el capote que aunque fue poco, fue bueno. Hincó las dos rodillas en tierra para comenzar por ayudados y le mostró al que paga que se puede estar “en novillero” y que a la vez, haya torería. Se olvidó del viento y con las series con buen trazo por el pitón derecho y los exquisitos remates (que subieron de tono el trasteo), recorrió el platillo en una vuelta al ruedo de las de antes, de las de peso. Con una sensacional estocada confirmó en este tercero las gratas sensaciones causadas en la vigente feria de San Isidro. Hay que seguir viéndolo.

La plata de Jose Manuel Mas sobresalió en su lidia al sexto. Sobresalió por suavidad y por temple, por medida. Tras brindar al público y barrerle el lomo al serio castaño por ayudados por alto, se echó la franela a la mano izquierda y sin probaturas, corrió la mano. La Maestranza lo esperaba por lo del tercero y así se lo hizo saber en todo lo que relucía de la faena. Se le vieron cosas, adornos que no se suelen ver en toreros de este escalafón. Colocación y de la buena también hubo. Faltó continuidad cuando las cimas surgieron, pero ya había calado Sevilla a este novillero.

Agradeció la serenidad y la enjundia de González-Écija el precioso castaño que se lidió en segundo lugar. Como el viento se quedó tras presentarse como invitado en el primer capítulo, Jaime templó cuando este se lo permitió. Siempre quiso hacerlo. La embestida del utrero tuvo clase pero estuvo falta de constancia en el ritmo. Faltó la indispensable capacidad de embestir con regularidad. Ovación con saludos y palmas en el arrastre.El para el quinto capítulo saltó al dorado un astifinísimo negro bragado de la divisa onubense que no pasó de soso. En una tarde en la que los novilleros siempre dieron la cara, González-Écija también se mostró muy predispuesto ante la poca transmisión de su oponente. No pudo hacer mucho ante tan poco.

La de Villamarta se abrió con un cuajado salpicado al que Pablo Páez recibió de hinojos en la puerta de los sustos. Pasó desapercibida la sensacional lidia de Cándido Ruiz, que trató con una suavidad magnánima al oponente. El viento quiso ser protagonista en una labor discreta de Pablo, siempre dispuesto ante una embestida irregular. Lo pasaportó con una buena estocada y el público premió a ambos con una ovación. Para el cuarto, un bello colorao ojo de perdiz al que le pesaron mucho los terrenos. Pero para pesadez, la de el viento de nuevo, que dejó a Pablo Páez sin poder mostrar más de su tauromaquia.

Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

14ª de abono / Un tercio de plaza.

Novillos de Villamarta: Bien presentados y de variado juego.

Pablo Páez: Ovación con saludos y palmas.

Jaime González-Écija: Ovación con saludos y silencio.

Álvaro Burdiel: Vuelta al ruedo tras leve petición y ovación con saludos.