UNA BARAJA CON LA QUE JUGAR

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18-10-21

En el toreo existen numerosas afirmaciones que a lo largo del tiempo se han reformulado en normas, leyes o incluso sentencias que han de cumplirse si queremos que este arte siga vivo. Una de ellas es la que menciona que “el toreo tiene que abrirle el camino a los jóvenes” y claro, en una época en la que las ilusiones decaen y sólo unos pocos elegidos llevan gente a la plaza pues toca mirar en el dichoso banquillo para ver qué se puede hacer. Estamos obligados sabiendo que hay hombres con cualidades innatas para ser gente importante en este mundo. Siendo más directo: hay que potenciar el relevo generacional.

En este juego de intereses cruzados que es la tauromaquia sólo respiran aquellos que tienen la batuta que dirige la orquesta, el cetro que dictamina quién sí y quién no; pero estos van a estar puestos contra la pared del deber cuando les alcance una actualidad donde no gocen de los que salvan la taquilla a día de hoy. En cada punto de la geografía taurina española saltan nombres que tienen mucho que gritarle al mundo con el capote y la muleta. Por este sur tan históricamente destacado en cuanto a toreros tocados por la varita, Ángel Jiménez sigue deslumbrando en cada paseíllo que trenza. Sabe lo que hace y tiene la seguridad que proporciona eso mismo. De Mario Diéguez hay que decir que tiene gusto para hacer medio toreo y por desgracia es un espectro del olvido a día de hoy. Lama de Góngora mantiene su compromiso de llegar a ser. De Borja Jiménez (menor de los dos hermanos) siguen hablando maravillas los que le ven en el campo y lógicamente en la plaza. De Javier más de lo mismo. Por Cádiz, David Galván sigue macerando un concepto con el que ya ha pegado serios toques de atención mientras Miguel Ángel Pacheco forja su camino con lo más duro en “La France”. En Huelva hay otro joven que ya goza del privilegio de haber abierto la puerta grande de Madrid como es David de Miranda. Adrián de Torres toreó de maravilla en su tierra, Linares. Esperen que sigo por arriba. En la capital Ángel Sánchez le enseñó hace poco a Cenicientos como torear a un bravo sin dejarse llevar por nada y esa misma plaza la reventó este año un salmantino con su capacidad, Damián Castaño. ¿Qué tal si hablamos de Tomás Rufo? Ese mozo de Toledo que en su misma alternativa le pegó un sopapo a medio escalafón sólo con sus formas. Por no hablar de esa sonrisa valenciana que torea como Román o del discípulo de Urdiales Tomás Campos, que deletrea el toreo como un (otro) elegido allá por La Rioja. Sumemos a todo esto la erupción como figura de Emilio de Justo y las ilusiones traídas por Pablo Aguado y Juan Ortega más esos Ginés Marín, Álvaro Lorenzo, etc.

Antes de que llegue esa época de obligación donde ya no estén ni Juli, ni Manzanares, ni Morante ni compañía, el que es empresario tiene la oportunidad de utilizar la variable que se usó en el hiriente 2020: figuras y jóvenes. Cuando queramos ver cosas nuevas no podremos ni pagar la entrada. Hagan juego. ¿Por qué no apuestan por esta baraja?