Por: César Coloma Porcari
Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo
La imagen representa a las desaparecidas y olvidadas "pallas" de Lima, en acuarela de Pancho Fierro
Por: César Coloma Porcari
Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo
LOS NACIMIENTOS
En su tradición “El mes de diciembre en la antigua Lima” (p. 1199), Palma afirma que “Como los altares de Purísima, eran los nacimientos motivo de fiesta doméstica”. Y “armábase en algunas casas un pequeño proscenio, sobre el que se veía el establo de Belén con todos los personajes de que habla la bíblica leyenda. Figurillas de pasta o de madera, más más menos graciosas, completaban el cuadro”. Además, “Todo el mundo, desde las siete hasta las once de la noche, entraba con llaneza en el salón, donde se exhibía el divino misterio. Cada nacimiento era más visitado y comentado que ministro nuevo”.
Don Ricardo Palma afirma en esa misma tradición (p. 1199), que “El más famoso de los Nacimientos de Lima era el que se exhibía en el convento de los padres bethlemitas o barbones. Y era famoso por la abundancia de muñecos automáticos y por los villancicos con que festejaban al divino Infante”.
En su tradición “Los Barbones” (p. 441-443), Palma describe ese famoso Nacimiento que tenían los frailes bethlemitas de Lima, que conoció en su niñez. Ocupaba un gran ambiente del convento de esos frailes, y había sido constituido con “figuras de automático movimiento”. Por ejemplo, “el Niño, que movía la manita como para bendecir a los rapazuelos que lo contemplábamos boquiabiertos”.
El tradicionista recuerda que “Allí se veía a los Reyes Magos, el blanco, el indio y el negro, lujosamente ataviados, descendiendo de un cerro sobre el portal de Belén, y seguidos por un perro que movía la cola”. Además, el Nacimiento mostraba a distintos personajes, e inclusive “Allí estaba Judas haciendo zapatetas, pendiente de un árbol”, y también, “casi todos los tipos populares de la ciudad figuraban en efigie en el Nacimiento de Barbones”.
Cabe destacar que en ese espectáculo participaban una “pallas que bailaban frente al Nacimiento” [se aprecian en las acuarelas de Pancho Fierro], y también la “banda de cantores y músicos dirigida por el maestro Hueso o el maestro Bañón”. Y los frailes “agasajaban a la concurrencia” con los famosos “orines del Niño”. Con ese poco higiénico nombre se conocía, en las fiestas de Navidad y Epifanía, a la “dulcísima aloja o chicha morada”, tradicional bebida no alcohólica, típica de la Ciudad de los Reyes, la cual era elaborada cociendo el maíz morado, variedad del Zea mays L. originaria del Perú.
LA IMAGINERÍA
En “La trenza de sus cabellos” (p. 554), Palma, al referirse al gran escultor Baltasar Gavilán, cuenta que “Baltasar, para distraerse en su forzada vida monástica, empezó por labrar un trozo de madera y hacer de él los bustos de la Virgen, el niño Jesús, los tres Reyes Magos y, en fin, todos los accesorios del misterio de Belén. Aunque las figuras eran de pequeñas dimensiones, el conjunto quedó lucidísimo y los visitantes del guardián propalaban que aquello era una maravilla artística. Alentado con los elogios, Gavilán se consagró a hacer imágenes de tamaño natural, no sólo en madera, sino en piedra de Huamanga, algunas de las cuales existen en diversas iglesias de Lima”.
Lamentablemente son pocos los imagineros que sobreviven en el Perú. Un pequeño grupo de éstos está concentrado en la ciudad del Cuzco. Por ello, las imágenes que se fabrican para los Nacimientos, en la actualidad, son de muy baja calidad y de materiales muy pobres, como el yeso. Y para colmo de males, llegan Nacimientos de plástico desde la lejana y budista China, los cuales han invadido los mercados locales. Además, arman las figuras usando un antiestético armatoste cubierto de papel salpicado en colores verde y marrón, en donde hacen una especie de cueva.
LA EPIFANÍA
En “El mes de diciembre de la antigua Lima” (p. 1199), el tradicionista don Ricardo Palma afirma que “como todo tiene fin sobre la tierra, el 6 de enero, día de los Reyes Magos, se cerraban los nacimientos. De suyo se deja adivinar que aquella noche el holgorio era mayúsculo”.
En varios lugares del Perú se celebraba, con mucho brillo, la fiesta de la Epifanía, el 6 de enero de cada año. En Tiabaya (Arequipa) se ha conservado esta fiesta, hasta el presente. Palma recuerda la antigua fiesta de la Epifanía que se celebraba en el pueblo de Quequeña, en su tradición “Haz bien sin mirar a quien” (p. 555). Allí cuenta que “A cinco leguas de Arequipa encuéntrase el pueblo de Quequeña, donde el 6 de enero de 1737 celebrábase, con la animación que hasta hoy se acostumbra, la fiesta de los Reyes Magos. Los habitantes de la ciudad del Misti habíanse dado cita para la alameda que une Quequeña con el, por entonces, caserío de Yarabamba, espaciosa alameda formada por corpulentos sauces plantados en regularidad de diez en diez varas”.
En “La desolación de Castrovirreina” (p. 413), don Ricardo Palma se refiere, con sorna, a los tres Reyes Magos de los amantes del alcohol:
“Los tres reyes de Oriente:
Vino, chicha y aguardiente”
EL PASEO DE ALCALDES EN LA EPIFANÍA
Lima, la Ciudad de los Reyes, fue nombrada así por los Tres Reyes Magos, debido a que fue fundada en el mes de enero de 1535; y además, al recibir su escudo de armas, por gracia del Emperador Don Carlos V, se consagró esa dedicación a los Santos Reyes, figurando en éste, tres coronas de oro sobre la estrella de Belén.
Palma, en su tradición “La casa de Francisco Pizarro” (p. 36), recuerda que “Anualmente, el 6 de enero, se efectuaba en lima la gran procesión cívica conocida con el nombre de paseo de alcaldes”. En ésta “El virrey, oidores, estudiantes, miembros de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos y todos los personajes de la nobleza, así como los jefes de las oficinas del Estado, se presentaban en magníficos caballos lujosamente enjaezados. Tras de cada caballero iban dos negros esclavos, vestidos de librea y armados de gruesos plumeros con los que sacudían la crin y arneses de la cabalgadura. Los inquisidores y eclesiásticos acompañaban al arzobispo, montado en mulas ataviadas con no menos primor”. Además, debido a que “El estampido de las camaretas y cohetes se hacía más atronador”, entre “los vivas y gritos de la muchedumbre se dirigía la comitiva a la Alameda”. Y “Las damas de la aristocracia presenciaban desde los balcones el desfile de la comitiva, o acudían en calesín, que era el carruaje de moda, a la Alameda, luciendo la proverbial belleza de las limeñas”.
LA EPIFANÍA EN LA CULTURA POPULAR
Don Ricardo Palma no menciona ninguna costumbre particular con respecto a la fiesta de los Reyes Magos. En “El mes de diciembre de la antigua Lima” (p. 1199), indica, únicamente, que el 6 de enero “se cerraban los nacimientos” y que “De suyo se deja adivinar que aquella noche el holgorio era mayúsculo”.
Mucho tiempo después apareció una nueva costumbre, exclusiva de las clases populares, la que consistía en guardar los nacimientos el 6 de enero, pero con fiesta incluida, en que se elegía a los “padrinos” de los Reyes Magos, quienes estaban obligados a entregar cantidades de dinero, por ese motivo, a los dueños de casa.
Don José Gálvez, en “Estampas Limeñas” (Lima, Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1966, pp. 21-23), cuenta que “En los hogares pobres, las gentes sencillas” colocaban “un platillo para recibir las limosnas para los ‘orines del Niño’”. Y en esos “Nacimientos populares se divertían todos desde el 24 de diciembre hasta el día de Reyes, y se armaban jolgorios grandes”.
Agrega el Dr. Gálvez que en los callejones, corralones y casas de vecindad, “La jarana era de las gordas el día de la bajada de los Reyes, con los padrinos, nombrados con anticipación. Obsequiaban algo para el Nacimiento del diciembre por venir, o corrían con el gasto de la fiesta en los hogares pobres. El último día de la zambra y el bullicio subían de punto y hasta de contrapunto, y en presencia del sagrado Misterio, los mozos malos hacían de las suyas (…). Y a la calle iban exaltados, armándose zalagarda y marimorena menudeadora de golpes y palabras gruesas hasta la llegada de la policía”.
En años recientes, algunas personas pertenecientes al proletariado urbano y migrantes provenientes del interior del país, asentados en los pueblos jóvenes o “barriadas”, han inventado una nueva fiesta, que llaman “Bajada de Reyes”, que no es sino la reinterpretación de una de las celebraciones de las clases sociales menos favorecidas, de un siglo antes, llamada originalmente y con mayor propiedad, “Bajada de los Reyes”, como nos lo cuenta don José Gálvez.
La actual “Bajada de Reyes” tiene una vinculación muy cercana con las también modernas “polladas”, en donde se demuestra la gran solidaridad de las personas de escasos recursos con sus familiares o amigos. La organización, venta y consumo de estas “polladas” puede tener un fin sumamente positivo, como sería contribuir con dinero (producto de la venta y consumo de las “polladas”), para construir el techo de la casa del que organiza la “pollada”, o sufragar la atención médica de algún compañero de trabajo. Y el resultado puede ser, también, extremadamente negativo, cuando los “padrinos” de la “Bajada de Reyes” entregan su dinero al dueño de casa, para la adquisición de bebidas alcohólicas, que serán consumidas en exceso en esa “fiesta”.
* Extracto de la ponencia presentada al XVI Encuentro Internacional Re-Visión de las Tradiciones de Ricardo Palma, organizado por la Universidad Ricardo Palma.
(Publicado en “Voces”, Revista Cultural de Lima, año 17, N° 64, Lima, 2016, pp. 42-43).
Las desaparecidas y olvidadas "pallas" de Lima, en acuarela de Pancho Fierro