La Navidad

y los Reyes Magos

en el Perú



La Navidad y la Epifanía

en el Perú


Por: César Coloma Porcari

Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo

En sus “Tradiciones”, Ricardo Palma no nos ofrece mucha información sobre las fiestas de la Navidad y de los Reyes Magos en el Perú colonial. Pero los datos que nos brinda, si bien escasos, son importantes para conocer cómo eran esas fiestas, antaño. Nosotros hemos revisado todas sus “Tradiciones”, y la información recogida, la ofrecemos a los lectores, indicando la página correspondiente, de “Tradiciones Peruanas Completas” (Madrid, Aguilar S. A. de Ediciones, 1968).

En primer lugar, mencionaremos los Nacimientos, recordando que en “El mes de diciembre en la antigua Lima” (p. 1199), nuestro célebre tradicionista señala que “Como los altares de Purísima, eran los nacimientos motivo de fiesta doméstica”. Y “armábase en algunas casas un pequeño proscenio, sobre el que se veía el establo de Belén con todos los personajes de que habla la bíblica leyenda. Figurillas de pasta o de madera, más más menos graciosas, completaban el cuadro”.

Asimismo, “Todo el mundo, desde las siete hasta las once de la noche, entraba con llaneza en el salón, donde se exhibía el divino misterio. Cada nacimiento era más visitado y comentado que ministro nuevo”. En esa tradición, Palma agrega que, en Lima, “El más famoso de los Nacimientos de Lima era el que se exhibía en el convento de los padres bethlemitas o barbones. Y era famoso por la abundancia de muñecos automáticos y por los villancicos con que festejaban al divino Infante”.

Además, en “Los Barbones” (pp. 441-443), nos ofrece una descripción del célebre Nacimiento que poseían los frailes bethlemitas limeños, que apreció cuando era niño. Este se exponía en un amplio ambiente de su convento, y había sido elaborado con “figuras de automático movimiento”, como “el Niño, que movía la manita como para bendecir a los rapazuelos que lo contemplábamos boquiabiertos”. Palma afirma que “Allí se veía a los Reyes Magos, el blanco, el indio y el negro, lujosamente ataviados, descendiendo de un cerro sobre el portal de Belén, y seguidos por un perro que movía la cola”. Asimismo, el Nacimiento mostraba a distintos personajes, e inclusive “Allí estaba Judas haciendo zapatetas, pendiente de un árbol”, y además, “casi todos los tipos populares de la ciudad figuraban en efigie en el Nacimiento de Barbones”.

Debemos tener presente que en esa fiesta navideña participaban unas “pallas que bailaban frente al Nacimiento” y también la “banda de cantores y músicos dirigida por el maestro Hueso o el maestro Bañón”. No se sabe cómo era la música que interpretaban, ni tampoco se conocen los pasos de sus bailes. Todo ha sido olvidado hace muchos años. Se conservan, únicamente, acuarelas de Pancho Fierro en donde figuran esas “pallas”. En esa fiesta, además, los sacerdotes “agasajaban a la concurrencia” con los famosos “orines del Niño”. Se conocía, con ese nada higiénico nombre, únicamente en las fiestas de Navidad y Epifanía, a la “dulcísima aloja o chicha morada”. Esta chicha, no alcohólica, es tradicional en el Perú, y era elaborada al cocer el maíz morado, variedad del Zea mays L. originaria de nuestro país, con diversas frutas.

Con respecto a la antigua imaginería, recordaremos que en “La trenza de sus cabellos” (p. 554), cuenta que el gran escultor Baltasar Gavilán, “para distraerse en su forzada vida monástica, empezó por labrar un trozo de madera y hacer de él los bustos de la Virgen, el niño Jesús, los tres Reyes Magos y, en fin, todos los accesorios del misterio de Belén. Aunque las figuras eran de pequeñas dimensiones, el conjunto quedó lucidísimo y los visitantes del guardián propalaban que aquello era una maravilla artística. Alentado con los elogios, Gavilán se consagró a hacer imágenes de tamaño natural, no sólo en madera, sino en piedra de Huamanga, algunas de las cuales existen en diversas iglesias de Lima”.

No son muchos, lamentablemente, los imagineros que han sobrevivido en el Perú actual. Existe un reducido grupo de ellos en la ciudad del Cuzco. En Arequipa han fallecido los que quedaban, en los últimos años, y no tienen seguidores. Seguramente, debido a esa razón, es que las imágenes que se elaboran para los Nacimientos, actualmente, son de bajísima calidad y de materiales ordinarios, como el yeso. Y por añadidura, los mercados son invadidos por figuras de plástico provenientes de la lejana China.

Palma también se ocupa, aunque muy a la ligera, sobre la fiesta de la Epifanía, en “El mes de diciembre de la antigua Lima” (p. 1199). Allí señala que “como todo tiene fin sobre la tierra, el 6 de enero, día de los Reyes Magos, se cerraban los nacimientos. De suyo se deja adivinar que aquella noche el holgorio era mayúsculo”.

En algunos lugares del Perú se celebraba, de manera especial, la festividad de la Epifanía, el 6 de enero de cada año. En Tiabaya (Arequipa), se conserva esta fiesta hasta el día de hoy. El tradicionista no la menciona, pero si se refiere a la antigua fiesta de la Epifanía que se celebraba en Quequeña, en su tradición “Haz bien sin mirar a quien” (p. 555). Cuenta allí que “A cinco leguas de Arequipa encuéntrase el pueblo de Quequeña, donde el 6 de enero de 1737 celebrábase, con la animación que hasta hoy se acostumbra, la fiesta de los Reyes Magos. Los habitantes de la ciudad del Misti habíanse dado cita para la alameda que une Quequeña con el, por entonces, caserío de Yarabamba, espaciosa alameda formada por corpulentos sauces plantados en regularidad de diez en diez varas”.

Además, en “La desolación de Castrovirreina” (p. 413), don Ricardo Palma se refiere, de manera muy burlona, a los tres Reyes Magos adorados por los aficionados al alcohol:

“Los tres reyes de Oriente:

Vino, chicha y aguardiente”

A Lima, la Ciudad de los Reyes, fundada en el mes de enero de 1535 y nombrada así por los Tres Reyes Magos, le fue otorgado su escudo de armas, por gracia del Emperador Don Carlos V. En éste se perpetuó esa vinculación con los Tres Magos, al aparecer en sus armas las tres coronas bajo la estrella de Belén. Además, en “La casa de Francisco Pizarro” (p. 36), Palma cuenta que “Anualmente, el 6 de enero, se efectuaba en lima la gran procesión cívica conocida con el nombre de paseo de alcaldes”.

En la cultura popular, la fiesta de los Reyes Magos presenta, en la actualidad, algunas curiosidades. Palma no se refiere a ninguna costumbre especial vinculada a la fiesta de la Epifanía. En su tradición “El mes de diciembre de la antigua Lima” (p. 1199), solamente afirma que el 6 de enero “se cerraban los nacimientos” y que “De suyo se deja adivinar que aquella noche el holgorio era mayúsculo”.

Tiempo después se inició una nueva costumbre, de uso exclusivo de las clases populares. Consistía en guardar los nacimientos el 6 de enero, en una fiesta, en donde se nombraba a los “padrinos” de los Reyes Magos. Ellos entonces entregaban pequeñas sumas de dinero a los dueños de casa. El escritor, doctor José Gálvez, en “Estampas Limeñas” (Lima, Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1966, pp. 21-23), afirma que “En los hogares pobres, las gentes sencillas” ponían “un platillo para recibir las limosnas para los ‘orines del Niño’”. Además, en esos “Nacimientos populares se divertían todos desde el 24 de diciembre hasta el día de Reyes, y se armaban jolgorios grandes”.

El doctor Gálvez señala que en los antiguos callejones, corralones y casas de vecindad, “La jarana era de las gordas el día de la bajada de los Reyes, con los padrinos, nombrados con anticipación. Obsequiaban algo para el Nacimiento del diciembre por venir, o corrían con el gasto de la fiesta en los hogares pobres. El último día de la zambra y el bullicio subían de punto y hasta de contrapunto, y en presencia del sagrado Misterio, los mozos malos hacían de las suyas (…). Y a la calle iban exaltados, armándose zalagarda y marimorena menudeadora de golpes y palabras gruesas hasta la llegada de la policía”.

Actualmente, un reducido grupo de personas ha creado una fiesta nueva, a la cual le han puesto el nombre de “Bajada de Reyes”. Esta no es sino una adaptación, bastante modificada, de la anterior “Bajada de los Reyes”. Esta “Bajada de Reyes” de los tiempos actuales está muy vinculada con las llamadas “polladas”. En ellas se comprueba la gran solidaridad que tienen las personas que carecen de recursos económicos, para con sus familiares, amistades o compañeros de trabajo.

Debemos tener presente que tanto la organización como la venta y el consumo de estas “polladas, puede tener un fin extremadamente positivo, como en el caso de que el dinero recaudado se emplee para construir el techo de la casa del que organiza la “pollada”, o para sufragar la atención médica de algún compañero de trabajo. Pero su resultado puede ser muy negativo, cuando esos “padrinos” de la “Bajada de Reyes” dan su dinero, al dueño de casa, solamente para la adquisición de bebidas alcohólicas, para ser consumidas en esa reunión.

* Conferencia ofrecida en radio Filarmonía el 16 de diciembre de 2016.

(Publicado en el diario “El Pueblo”, Arequipa, sábado 24 de diciembre de 2016, p. 8).