Cronistas : Antonio de La Calancha

Fuente:
Antonio de La Calancha
Crónica moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, con sucesos ejemplares vistos en esta monarquía
Lima, 1977, T. IV, pp. 1543-1546

[escritura adaptada al castellano moderno]

CAPÍTULO XXX

DE LA FUNDACION DEL CONVENTO DE AREQUIPA, Y LOS MILAGROS QUE ALLI HA ECHO SAN JUAN DE SAHAGUN; I COMO SE CELEBRO EL DECIMO CAPITULO PROVINCIAL; I LA MUERTE DEL MAESTRO FRAY LUIS PROSPERO TINTO


Fundó la ciudad de Arequipa el Marqués don Francisco Pizarro, no en el año de mil y quinientos y treinta y cuatro, según el Cronista Real Antonio de Herrera, sino el de treinta y seis, y fundóse nuestro Convento a veinte y tres de agosto del año de setenta y cuatro, siendo Provincial el gran varón fray Luis López, pero admitióse por Convento de la Orden en este Capítulo Provincial de que vamos hablando. Fue por primer Prior el Padre fray Hernando de la Cruz, y con él los Padres fray Diego de Ledesma predicador de espíritu y observante, fray Diego de Arana, cuyas virtudes diremos en su lugar, y los Padres fray Juan Morejón i fray Juan de la Cueva, religiosos de aprobada virtud.

Está Arequipa en diez y seis grados y treinta minutos a esta parte del trópico de Capricornio; sus estrellas verticales son la estrella del Cansirio o Canículc. Es de primera magnitud, y de naturaleza de Marte, pasa por el meridiano de Arequipa, con seis grados y treinta y tres minutos de Cáncer. La estrella que está en el vaso cráter, que también es común a la Hidra, es de cuarta magnitud, y de naturaleza de Mercurio; pasa por el meridiano de Arequipa con ocho grados y cuarenta y cinco minutos de Virgo. De éstas y de otra estrella de las espaldas de Sagitario, se verán sus dimensiones e influencias en el fin de esta Crónica, y ya quedan dichos en el primer libro sus signos y planetas. Su propio nombre es Arequepay, que quiere decir bien está, quedáos; y llamóse así, porque pasando por aquel asiento uno de sus Reyes Ingas con numeroso ejército, volviendo victorioso, le pidieron sus rapitanes en nombre de muchos indios que, aficionados del país, deseaban fundar allí una población, que les diese ,licencia para fundarla y quedarse; y respondióles su Rey: Está bien, quedaos: y a esta devoción se le quedó el nombre al pueblo, que hoy corrupto le llamamos Arequipa.

La tierra es del temple mejor que se halla en este Reino, ni el frío es grande en invierno, ni el calor es enfadoso en verano; no es del todo sierra, ni del todo llanos, que en el Perú se llaman Chaupiyungas, si bien es más seco que húmedo. Llueve a sus tiempos copiosos aguaceros, pero ni truena en la ciudad, si bien se oyen los truenos de la sierra, no llegan allí los rayos, y al punto que escampa el mayor aguacero, se salen a pasear por las calles con el zapato blanco, porque es arenisco su terruño, y embebiendo el agua, deja enjuta y firme la superficie, es tierra muy sujeta a terremotos. En el año de mil y quinientos y ochenta y dos, hubo un temblor que casi asoló a toda la ciudad; después el año de mil y seiscientos, hubo una reventazón de un volcán, en que se vieron cosas extrañas, que por haber trabajado tanto en el servicio de Dios, y en la caridad de los prójimos nuestros frailes, dejo los portentos para contarlos el año que reventó el volcán. En el año de mil seiscientos y cuatro, en que otro temblor la asoló, están sujetas a iguales lástimas las ciudades y pueblos convecinos al mar; dista de ella por el camino de Vítor diez y seis leguas, y por el camino de las Lomas está [a] diez y ocho leguas del mar, y lo más conjunto es doce leguas. Está Arequipa distante de Lima casi al sureste ciento y treinta leguas como corre la costa, y [a] sesenta del Cuzco al sudoeste, y tiene por antípoda el puerto de Banda, que está entre Goa y Carapata en la India Oriental, según la tabla noventa y cuatro de Abraham Ortelio. El aire que la baña ordinario es el sur, y es tan sano país, que viven con salud los que la habitan, y llegan a la decrépita muchos que no la dejan, su cielo es claro, y de día muestra hermosos celajes, y de noche brillantes y alegres estrellas.

Fue aquesta ciudad antes del terremoto del año de 1582, como dice el doctor Solórzano, y del diluvio de la ceniza, alegre en sus plazas, calles y edificios, los más labrados de piedra, y todos de buena cantería, las vistas del campo agradables por lo ameno y deleitosas por lo florido, las huertas rodeaban la ciudad, y la diversidad de frutas castellanas y criollas, con la variedad de flores, formaban en cada casa un recreable jardín, fue tan abundante en sus cosechas, que las viñas pagaban su agosto con ciento y treinta mil arrobas de vino en los valles de Vítor y de Siguas; en su jurisdicción están las Provincias de Condesuyo, de los Ubinas, Collaguas y Chuquiguanitas, y contábanse cincuenta mil indios tributarios, y vecinos españoles en la ciudad cerca de seiscientos, y entre éstos casas muy nobles de caballeros lustrosos y familias principales, tan ostentosas en su fausto, que remedaban a las casas de un Título o señor; entre una docena de damas le dieron en joyas una gran suma de oro en servicio gracioso al Rey, que pasó de treinta mil ducados; de todo abundaban las cinco Ordenes Mendicantes con la Compañía de Jesús, dos Conventos de Monjas y un Hospital. Derribó el temblor lo mejor de los edificios, y abrasó la ceniza las raíces de las cepas; pero si antes daban las sementeras ocho fanegas por una, dieron con la ceniza treinta y dos, piedad del castigo, multiplicando el pan lo que quemaba al vino la fertilidad de la tierra; fue cobrando fuerzas aunque la sujetaban el parte las cenizas, pero poco a poco recobró su fecundidad, y hoy se cogen el valle de Vítor de setenta a ochenta mil botijas; en los Majes de diez a doce mil; en la ciudad se cogen de quince a diez y seis mil fanegas de trigo, y de dos mil y quinientos a tres mil de maíz. En sus lomas hay grandes olivares, y dan diez y seis mil botijuelas de aceite, lo generoso en los caballeros y plebeyos es casi el que fue, porque queriendo fundar allí la Orden un Convento de Recolección, pedí yo la limosna, y en solos cinco días ofrecieron por escrituras sesenta y cinco mil pesos, dando más de siete mil don Diego de Cabrera, antiguo bienhechor de nuestra Orden, y doña Paula de Peralta su mujer, que en rentas y limosnas en veces dio más de veinte mil ducados. Por raro es fuerza encarecer lo que se ve en una peña prodigiosa que está en Guasacache legua y media de Arequipa; está por partes levantada del suelo tres estados y más, y por otra contigua con la tierra, aquí no tiene agua, y por la parte cóncava está continuamente destilando agua por infinitas partes a la traza y al modo mismo que un rostro y un cuerpo cuando abochornado de calor suda por todos sus poros, no se le halla a esta peña acueducto ni humedad a que se pueda atribuir esta destilación, sino sólo a la hermosura de las obras de Dios.

Hoy aunque en algunas quebradas se aglomera tanta ceniza, que se miran algunas con dos o tres estados, y los cerros de su contorno, a trechos son nevados por ser cordillera, algunos de los que más cerca la ciñen, compiten en la blancura con éstos los que cubren las cenizas, y no está libre la ciudad de las que en ella quedan; con todo es deleitosa floresta su terreno, pártela un río de agua sana, tiene dos manantiales que acá se llaman puquios, y son tan copiosos, que mueve un molino cada uno, y es el agua la mejor del Perú; con estas aguas se fertiliza tanto la tierra, que cría muchas y regaladas frutas y flores todo el año, y los perales que dan las mejores peras del reino, todo el año las producen, porque todo él están los árboles con flor, con fruto verde y con fruto maduro, ¡cosa notable! La ciudad no ha vuelto a edificarse a su antigua hermosura, mucho está mostrando la ruina de su antiguo estrago, llevóse un convento de monjas a la ciudad del Cuzco de Santa Catalina de Siena, en que se ve la santidad de la mayor clausura; la pobreza con que las dejó el temblor y la ceniza, las obligó a pedir mudanza al Obispo del Cuzco, que entonces no era catedral y cabeza de obispado como lo fue después, y estaba en la jurisdicción del obispado del Cuzco. El virrey don Francisco de Toledo mandó cerrar las puertas del convento que se edificó, y que no tañesen campanas por no haberle pedido licencia para fundarlo; los clérigos desenterraron el cuerpo de Diego Rodríguez Solís, que nos había dado renta y capellanía. La república clamó en nuestra defensa, y la Religión pidió su desagravio al Rey Filipo, que por cédula del año de 1581, a cinco de marzo mandó al virrey don Martín Enríquez le informase, y sabida nuestra justicia, y el gran fruto que allí hacían los religiosos de San Agustín en leer gramática a los mozos, y enseñar virtudes con la predicación a los ciudadanos y a los indios (que así lo expresa en su cédula), mandó que el convento se prosiguiese, y el difunto se llevase, y que diesen vino, aceite y medicinas al convento de Arequipa. Nuestro convento va acabando una iglesia de cantería bien labrada, y tiene hasta las cornijas de las bóvedas, que hechas serán de lo primero del Perú; está acabada la capilla mayor, y muchas buenas celdas en tres lienzos, porque el cuarto es de la iglesia, es claustro de piedra blanca, no permite arcos el miedo de los temblores, es de sillería el claustro con curiosas almenas, y rematándolas unas bolas y puntas de diamante, con que es vistosa la curiosidad, y el jardín que cercan un huerto de alegre recreación. Hay frailes allí que a veinte y treinta años que asisten con salud. Allí tomó el hábito el padre fray Gabriel de Jesús, gran varón en virtudes, penitencias, oración, caridad y consuelo de la república, porque teniéndole por santo, se confesaba todo el pueblo con él, y vivió fraile más de cuarenta años, sin haber visto otro convento de la provincia, y allí murió con la opinión que en vida tuvo.

Los milagros que en Arequipa ha echo San Juan de Sahagún, son muchos, y de ellos escogeré algunos por más auténticos y más campanudos...

[sigue…]