Homenaje póstumo al Prof. Miguel Ángel Gómez. “Educación y Ciencia”

Homenaje póstumo al Prof. Miguel Ángel Gómez. “Educación y Ciencia”

Federico Mayor Zaragoza. Fundación Cultura de Paz.

“Escribo desde un naufragio…

Pero escribo también desde la vida,

escribo de un tiempo venidero…”

José Ángel Valente en “Sobre el tiempo presente”.

Educación es “dirigir la propia vida”, definió magistralmente D. Francisco Giner de los Ríos, fallecido ahora hace un siglo. No es formación ni poseer habilidades y destrezas. Sobre todo, no es información, basada en las noticias, que describen hechos insólitos, extraordinarios, no habituales. La Constitución de la UNESCO, en su artículo 1º, establece que ser educado es ser “libre y responsable”. Libre para volar alto, sin adherencia alguna, sin lastre, en el espacio infinito del espíritu, para ejercer plenamente las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, inventar. Cada ser humano único capaz de crear, esta desmesura inverosímil, esperanza de la humanidad. Esperanza individual y colectiva.

Educación para todos a lo largo de toda la vida. Recuerdo cuando, siendo Director General de la UNESCO, me visitó el Presidente de Tanzania, Julius Nyerere. Le llamaban el “mualimu”, maestro en swahili. Vino a decirme la incoherencia de que la UNESCO, que a través de la educación, la ciencia y la cultura debía “elevar los baluartes de la paz en la mente de los hombres”, para cambiar la tendencia histórica de considerar que “si quieres la paz, prepara la guerra” por “si quieres la paz ayuda a construirla con tu comportamiento cotidiano”, careciera de un gran proyecto educativo a escala global. En efecto, la “alfabetización y educación básica”, reflejaba el espíritu colonialista que todavía prevalecía en algunos Estados “fundadores” y no permitía la liberación de los educandos sino que facilitaba que siguieran sumisos y obedientes.

Por este motivo, con gran enfado de algunos, especialmente del Vice- Secretario de Estado del Partido Republicano en el poder en los Estados Unidos, Sr. John Bolton, el nuevo programa de la UNESCO se denominó, como no podía ser de otra manera, “Educación para todos, a lo largo de toda la vida”, en todos los niveles, en todas las edades, para que nadie pudiera nunca decir que había perdido el tren de la educación en un momento dado de su vida.

La UNESCO ha contado con la inspiración de pedagogos mundialmente reconocidos como Paulo Freire, Jean Piaget, José Blat Gimeno, Edgar Morin, María Montessori… Por eso es incomprensible que en la actualidad, en un contexto estrictamente monetarista, los ministros, como sucede en España, se inspiren en los Informes PISA, preparados por Organizaciones económicas y financieras, como la OCDE, que agrupa a los países más desarrollados del mundo.

A principios de la década de los noventa, solicité al Presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, que encabezara una notoria concentración de maestros y maestras, pedagogos, sociólogos, filósofos,… para trazar las grandes líneas del proceso educativo en el siglo XXI. El informe “La educación encierra un tesoro”, marca cuatro grandes pilares para alcanzar a ser “libres y responsables”:

aprender a ser

aprender a conocer

aprender a hacer

aprender a vivir juntos

y, añadí, por considerarlo pertinente, aprender a emprender.

Lo primero, por tanto, es que se ejerzan sin cortapisas las facultades exclusivas de los seres humanos y que todos actúen en virtud de sus propias reflexiones y nunca al dictado de nadie, ni movidos por emociones, fanatismos, supuestos dogmáticos,…

Ser libre, ser responsable, consciente de estas cualidades que le permiten ser “los ojos del universo”, los únicos seres vivos apercibidos de su existencia y de su entorno, los únicos dotados de consciencia, capaces de sentirse solidarios y de reconocer su responsabilidad en garantizar el legado que deben transmitir, tanto conceptual como físicamente, a las generaciones venideras.

Aprender a conocer. La información se convierte en conocimiento mediante la reflexión. Es necesario conocer en profundidad la realidad, porque sólo de este modo puede, en su caso, transformarse en profundidad. De otro modo, los cambios pueden ser superficiales, epidérmicos, incluso sesgados. Por eso, es necesario que contemplemos el conjunto y no únicamente aquellos aspectos que son fugazmente iluminados por los medios de comunicación. Es preciso cerrar los ojos y ver los invisibles, todo aquello que no forma parte de la noticia que, por su propia naturaleza, versa sobre lo accidental. “En la medida en que seamos capaces de ver los invisibles, dijo el Prof. Bernard Lown en su investidura como Premio Nobel de la Paz en 1985, seremos capaces de hacer los imposibles”. Imposibles hoy, posibles mañana, si aprendemos a conocer y, en consecuencia, a hacer, a poner en práctica el conocimiento.

El conocimiento es siempre positivo, la aplicación puede no serlo. Puede, incluso, atentar contra los principios éticos esenciales. No todo lo factible es admisible y, por tanto, es necesario que sepamos siempre distinguir entre el “aprender a conocer” y el “aprender a hacer”, ya que es, repito, en la puesta en práctica del conocimiento donde pueden cometerse grandes errores, incluso grandes horrores.

Aprender a emprender. He contado con frecuencia que cuando llegué a Oxford en 1966, a trabajar en el laboratorio de bioquímica que dirigía el Premio Nobel Prof. Hans Krebs, me interesó mucho leer en el emblema del Condado las siguientes palabras: “Sapere aude”, atrévete a saber. Pensé que encajaba muy bien en lo que Oxford representaba ante el mundo científico: hay que atreverse a saber. Cuando regresaba, después de más de un año pensaba que atreverse a saber es muy importante pero tal vez todavía más “saber atreverse”. En efecto, el riesgo sin conocimiento es peligroso, pero el conocimiento sin riesgo es inútil. Es preciso, para ampliar el conocimiento, para ir “des-cubriendo” las capas que ocultan un nuevo aspecto de la realidad, saber contemplarla desde distintos ángulos y con diferentes lentes. “Investigar es ver lo que otros ven y pensar lo que nadie ha pensado”, me dijo el Prof. Hans Krebs, que unía a su saber bioquímico una extraordinaria sabiduría.

Aprender a vivir juntos, recordar cada amanecer que el plural de “yo” es “nos-otros”. Esta “solidaridad intelectual y moral” la que debemos tener permanentemente en cuenta para que contribuyamos a ser artífices de un mañana basado en el gran principio ético, raíz de todos los derechos humanos: la igual dignidad. Todos iguales en dignidad.

Es con esta responsabilidad que tenemos que contemplar y diseñar nuestro futuro individual y colectivo. Hoy ya es posible, por primera vez en la historia, la participación ciudadana. Hasta hace unas décadas no podíamos expresarnos. Los seres humanos eran invisibles, anónimos, espectadores,… Hoy pueden pasar de ser súbditos a ciudadanos plenos que expresan sus puntos de vista libremente. Este gran adelanto permitido por la tecnología digital, debe ser aprovechado, porque, como sucede en todo, hay usos y abusos nocivos que deben descartarse. Deben y, actualmente, pueden descontarse, ya que, al fin, existe la posibilidad de que sean “los pueblos” –como acertadamente se inicia la Carta de las Naciones Unidas- los que tomen en sus manos las riendas del destino común, en una oportunidad histórica que no debe soslayarse.

Ser… comprometidos, implicados, cuidadosos con el entorno ecológico y, desde luego, con el ser humano… No olvidar nunca que no se trata sólo de cambiar de una vez la mano alzada por la mano tendida sino que se trata también de escuchar, de aprender de la sabiduría acumulada en la experiencia vital de cada ser humano. Hasta hace muy poco tiempo, las personas nacían, vivían y morían en un espacio muy restringido. Este confinamiento llevaba a que muchas trayectorias humanas quedaran sin dejar prácticamente huella. Hoy, en cambio, podemos aprovechar la inmensa luz que representa la experiencia y que la mayor longevidad permite.

Escuchar, incorporar saberes y experiencias para actuar lúcidamente, para poder no sólo aconsejar sino anticiparnos, ser vigías del mañana. El pasado debe conocerse con la mayor nitidez posible, pero ya está escrito. En cambio, el por-venir está por-hacer y la mayor responsabilidad de todo ser humano es contribuir a que, utilizando la capacidad de anticipación, puedan ponerse en práctica los diseños del futuro que anhelamos.

El conocimiento profundo de la realidad nos permite saber cómo somos y cómo es nuestro entorno ecológico. Y desde el cómo adentrarnos en el misterio del quién.

Educación… y ciencia, poseyendo saberes que permiten vivir en los claroscuros de la existencia humana, entre certezas e incertidumbres, no rehusando en circunstancia alguna a la plenitud de “ser” que proporciona el conocimiento.

Miguel Ángel Gómez, maestro del arte de la educación científica. El conocimiento nos hace libres y nos permite ser responsables. Las “competencias” vienen por añadidura. Son ramas que forman parte de un árbol que tiene profundas raíces y buen tronco. El ser y el saber. Aprender a ser y no a tener, para encauzar debidamente el proceso educativo. El fomento de la creatividad, con enseñanzas artísticas y con filosofía, es un aspecto esencial de la formación científica. Saber para prever, prever para prevenir. Creatividad para des-cubrir, para inventar, para hallar nuevos caminos hacia el mañana que anhelamos.

Reflexión y expresión para pasar progresivamente de anónimos a identificables, de espectadores a actores y protagonistas de nuestra propia vida, de participantes plenos para que, de este modo contemos y no sólo seamos contados como sucede en las frágiles democracias actuales.

Existe una enorme presión mediática que nos aturde, que no nos permite estar atentos para argumentar científicamente nuestros puntos de vista. No distrae, nos uniformiza, hasta llegan a conseguir que los sentimientos y las emociones prevalezcan sobre la razón. Es necesaria urgentemente una reapropiación del tiempo, disponer todos los días de unos momentos en que seamos nosotros mismos y actuemos responsablemente.

Por primera vez en la historia, podemos manifestar nuestras opiniones de forma irrestricta gracias a los nuevos medios de comunicación e información. Por primera vez en la historia sabemos lo que acontece en tiempo real en todo el mundo y vamos adquiriendo una conciencia global, una ciudadanía mundial. Y, lo más importante, no me canso de repetirlo, la piedra angular de la nueva era, la mujer, con sus virtudes inherentes, avanza decididamente hacia la completa igualdad de género.

Ciencia y educación, educación y ciencia para una nueva era que se avecina, en la cual, como establece tan certeramente la “Carta de la Tierra” la humanidad deberá elegir su futuro. Miguel Ángel Gómez procuraba hacer realidad aquel verso de Miquel Martí Pol que dice: “Todo está por hacer y todo es posible… pero, ¿quién si no todos?”. Sabía que las actuales asimetrías y desigualdades fruto del poder absoluto darían paso muy pronto, a “Nosotros, los pueblos…”. Un nuevo planteamiento de la toma de decisiones en la gobernanza en el que la visión y acción educativa del Prof. Miguel Ángel Gómez se hallará presente de forma indeleble.