Todo comenzó como una labor social para el rescate de los muros vandalizadas en el pueblo mexicano de Cocorit, ubicado a unos minutos de Ciudad Obregón.
La idea partió de la promotora cultural Edda María Chávez García, proyecto que consistió en un principio en pintar aves y flores características de la región, más tarde los muros y casas se pintaron con los juegos que se usaban antes como el trompo, las canicas, para que vean cómo vivía antes la infancia.
Esta actividad despertó el interés de sus habitantes para que los murales se pintaran no sólo en muros sino también en sus viviendas. El proyecto nació en los talleres que se hacían en la localidad y se inició el pintado de los murales para utilizar el talento de los participantes en beneficio de la comunidad. Los primeros trabajos fueron plasmados como pasatiempo y debido a su éxito se convirtió en un programa apoyado por la comunidad.