Aymara Rock Art? Debate RAR

Llama labrada en oro, cultura Cusco Imperial, Perú.

NHM of New York. Foto por Gori Tumi, 2007.

Un debate sobre arte rupestre peruano en

la Revista Rock Art Reseach

A debate about Peruvian Rock Art on Rock Art Reseach

(The English version is at the bottom of the page)

Nota introductoria

La Revista Rock Art Research es una de las publicaciones sobre arte rupestre más importantes del mundo, siendo el órgano académico principal de la Asociación de investigación de Arte Rupestre de Australia (AURA) y de la Federación Internacional de Organizaciones de Arte Rupestre (IFRAO). Esta revista se publica en ingles y es editada por el profesor Robert Bednarik, uno de los más reputados investigadores de arte rupestre del planeta.

Como una edición semestral RAR publica artículos sobre arte rupestre de los cinco continentes la mayoría de ellos sobre la base de estándares explícitamente científicos aunque la revista incluye secciones editoriales comunes como reportes, reseñas, debates y otros. En general la revista RAR es sobresaliente destacando claramente entre sus pares internacionales de gran prestigio, como INORA de Francia,Purukala de la India, o La Pintura de América.

En la edición de noviembre del 2007 RAR publicó un artículo referido al arte rupestre de la zona del Titicaca en el Perú, el cual fue criticado por uno de los miembros de APAR. La crítica fue seguida por una replica y ambos textos se publicaron conjuntamente en la edición de RAR de noviembre del 2008 como un debate regular de la revista. El artículo inicial que originó el debate solo había aparecido en la edición impresa de RAR hasta que fue recientemente referida por un buscador independiente, cuyo enlace fue publicado en la lista de distribución de GIPRI (Colombia) al que puede accederse mediante este link:

http://findarticles.com/p/articles/mi_6922/is_2_24/ai_n28471625/pg_1?tag=artBody;col1 aunque lamentablemente solo se puede ingresar al texto y no a las imágenes.

APAR solicitó los permisos para la publicación digital del debate únicamente, por lo que el artículo original debe ser independientemente obtenido. APAR considera crucial que los artículos que involucran el arte rupestre peruano deban ser difundidos, dentro de lo posible, en el país para poder evaluar críticamente las contribuciones intelectuales que atañen a las reliquias arqueológicas peruanas, que son nominalmente protegidas por las leyes peruanas y estudiadas por la arqueología nacional.

Este debate en torno al arte rupestre del altiplano peruano se presenta en primer lugar en versión castellana para facilitar la lectura de los estudiosos nacionales, seguido inmediatamente de su versión original (en ingles) para confrontar la fuente. APAR desea hacer explícito su agradecimiento al profesor Robert Bednarik, editor de RAR, y a los autores de la replica a la crítica, Señores Matthias Strecker, Freddy Taboada, Carmen Pérez Maestro; y en especial el arqueólogo peruano Rolando Paredes Eyzaguirre, por ceder el permiso correspondiente para la publicación de su texto en la Página Web de APAR.

Por último APAR agradece a su presidente Gori Tumi Echevarría López por el interés en difundir este debate y hacer personalmente las solicitudes correspondientes.

Elvis Rojas Tirado

Secretario APAR

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Rock Art Research 2008 – Volume 25, Number 2

Debate RAR

Comentarios al artículo

‘AYMARA’ ROCK ART OF CUTIMBO, DEPT. OF PUNO, PERU

by Matthias Strecker, Carmen Pérez Maestro, Rolando Paredes Eyzaguirre and Pablo Gómez Jareca, RAR 24: 171–180.

“Aymara Rock Art”. Una crítica sobre las definiciones culturales relacionadas al arte rupestre en los andes.

Por GORI TUMI ECHEVARRÍA LÓPEZ

El artículo de Matthias Strecker et al. “‘Aymara’ rock art of Cutimbo, Dep. of Puno, Perú” es un ejemplo muy interesente de cómo se están entendiendo y definiendo en la actualidad algunos componentes culturales de las sociedades andinas pasadas sobre la base de mal comprendidas categorías culturales. Pensamos que la aplicación a priori de conceptos como “aymara”, para identificar complejos materiales reconocibles (como el arte rupestre) en el altiplano, constituyen gruesos errores de apreciación antropológica el cual puede acarrear serios problemas para la comprensión histórica de los desarrollos sociales andinos. En este sentido vamos a examinar algunos aspectos cruciales de este enfoque con el fin de exponer las falencias epistemológicas de tal apreciación.

¿Qué es “aymara”? La palabra aymara surge en el siglo XVI como una categoría fiscal derivada de la oposición entre agentes de un sistema tributario colonial aplicado en la zona altiplanica del lago Titicaca - entre Perú y Bolivia - (Torero, 1987), el cual se elaboró de acuerdo a la Tasa de la Visita General de Toledo hecha en 1571-1573. Este término, como sugiere Markhan (citado por Rowe, 1944), fue tomado del topónimo “Aimaraes” (un poblado de la zona del Cusco) y sirvió para describir una de las tres lenguas generales hablada en esa zona de los andes (“Aymara”, “Puquina” y “Quechua”, Torero, Idem.), y que fue utilizada para discriminar tácitamente a las poblaciones andinas cuya organización social y estructura jerárquica era altamente compleja y prácticamente inservible para los conceptos de tributación económica empleados por los españoles en el siglo XVI.

Aunque la lengua, con el vocablo “aymara”, es reconocida, la naturaleza de los grupos sociales, altamente compleja, es también explícitamente identificada como se evidencia por la “Visita de Chucuito” hecha por Garcí Díez de San Miguel en 1565 (Espinoza: 2005), y en donde se puede ver que en una misma entidad socio cultural, la nación Lupaca, existían diversos grupos socio económicos y diversas lenguas interactuando conjuntamente. Durante el periodo precolonial andino, antes y durante el Tahuantinsuyu (previo a 1533), la palabra “aymara” fue prácticamente desconocida en términos socio políticos – salvo mejor data, utilizándose las nomenclaturas de identificación sociopolítica originales en las variantes nativas usadas, sean estos nombre de “etnias” o simples gentilicios. Por ejemplo Lupaca, Colla, Pacajes, Charcas o Chichas; y en mayor escala usando una de las nominaciones macrodivisorias imperiales de los cusqueños a partir de Pachacuti: Collasuyo.

El concepto de “aymara” aparece definitivamente entonces durante la colonia, y salvo raras excepciones, no fue utilizado para identificar socio políticamente ningún grupo poblacional en esa zona de los andes. Todas estas formaciones socio políticas, verdaderas naciones durante el siglo XV y XVI, fueron agrupadas bajo la etiqueta “aymara”, para fines económicos como ya dijimos, pero manteniéndose las nominaciones originarias para describir por ejemplo las organizaciones políticas más relevantes de acuerdo a los intereses económicos, eclesiásticos o administrativos territoriales fluctuantes de la colonia. Aunque se reconoce una encomienda “aymaraes” para el Distrito Colonial de La Paz; nombres jurisdiccionales nativos como “Carangas”, “Soras”, “Casayas”, “Aullagas”, “Uruquillas”, “Asanaques” y “Quillazas” son usados para el Distrito deLa Plata (Torero Idem.); y hasta el siglo XVIII no existe una subdivisión política reconocida como “aymara” por la colonia. Durante esta época el Obispado de La Paz mantiene una organización administrativa utilizando las nominaciones originales de Sicasica, Pacajes, Omasuyos, Larecaja, Paucarcolla y Chucuito (Cosme Bueno, S. XVIII - 1951).

Hay que advertir que el termino “aymara” jamás fue reconocido socialmente por los pobladores nativos durante toda la colonia, y así continuo durante los periodos de Independencia y República (después de 1821 hasta la actualidad), manteniéndose su acepción original colonial la cual ha sido usada siempre desde una perspectiva externa o foránea. Esta perspectiva se ha mantenido y sólo empezó a utilizarse sistemáticamente en términos sociológicos a partir de la primera mitad del siglo pasado cuando se establecieron los primeros parámetros antropológicos descriptivos de las sociedades andinas actuales hechos desde una perspectiva lingüística. Un ejemplo relevante es la clasificación de Greemberg (en Steward and Faron, 1959) que incluye al “quechua”, “aymara” y “uro” dentro de la subfamilia lingüística “andina”. La identificación cultural “aymara” obvió, en términos antropológicos, los complejos sistemas socioculturales de auto reconocimiento de las poblaciones del altiplano andino y la cuenca del lago Titicaca, lo que no paso con las poblaciones “quechuas”, que se entendieron en forma más diversificadas.

Aunque la aproximación lingüística es evidentemente una distinción clasificatoria muy primaria, la falta de una más profunda aproximación académica ha generado una corriente falsa de reconocimiento socio cultural, la cual no ha estado basada en la identificación real de las variaciones antropológicas o etnográficas de las poblaciones nativas, lo que refleja los parámetros colonialistas de identificación social del siglo XVI. Hasta ahora, la antropología peruana reconoce claramente que los conceptos de “aymara” o “quechua” no reflejan la concepción nativa de pertenencia socio cultural. De acuerdo al antropólogo Rodrigo Montoya la percepción exógena de las poblaciones andinas esta marcada por un sesgo academicista. Montoya (1986: 254) dice: “los quechuas y aymaras de los andes peruanos perciben su realidad dentro de una concepción localista del universo en que viven (…). Los términos ‘sociedad’, ’sociedad andina’, ‘sociedad quechua’, o ‘sociedad aymara’ son ajenos a su lenguaje cotidiano y no existen como categorías conceptúales. Estas son categorías inventadas por los “estudiosos” de los problemas andinos”.

Esta aseveración refleja claramente los problemas de identificar sociedades complejas en la actualidad, utilizando categorías de origen colonial y los criterios tácitos de reconocimiento social usados por la antigua antropología culturalista americana. Esta es probablemente una de las razones por la cual categorías como “aymara” o “quechua” no son aplicadas en la identificación de materiales arqueológicos, ya que estas categorías no identifican, explican o relacionan ningún elemento material vinculado a alguna formación sociocultural andina del pasado; al menos desde el año 1200 de nuestra era, donde las formaciones sociales y los rasgos materiales de estas civilizaciones están plenamente identificadas por la etnohistoria y la historia contemporáneas; de allí por que no hay una “cultura” aymara, una “fase” aymara, un “periodo”aymara, o un “estilo” aymara. Y ese es el problema.

¿Pero, qué dice el arte rupestre? La asociación culturalista “aymara” del arte rupestre de Cutimbo no solo es discutible, es incluso rebatible si consideramos además que estos materiales presenta claros problemas de identificación técnica, y varias de las formas del análisis muestran serias deficiencias o ambigüedades, lo que genera notables vacíos analíticos. En primer lugar el arreglo de la muestra es ambiguo y fragmentado. Sin una descripción detallada, las imágenes no se comparan entre si para establecer parámetros mínimos de asociación y contemporaneidad, sino que se comparan con materiales aislados y sin un contexto explícito de procedencia; lo que debilita el análisis. Este tipo de procedimiento implica únicamente patrones de similaridad y no relaciones culturales definidas, temporales o espaciales de algún tipo. Usando este parámetro el arte rupestre de Cutimbo puede ser relacionado con formas “similares” en el arte rupestre del Cuzco, del nororiente peruano, e incluso del southwest norteamericano.

Sobre esta base todas las demás conclusiones merecen ser revisadas. Especialmente la asociación cultural del arte rupestre que fue “producido durante el Periodo Intemedio Tardío” (1000-1200) y el “Horizonte Tardío” (1200-1533) que son identificados, según los autores, sobre la base de criterios “estilísticos” y en la comparación con “artefactos excavados”, lo cual es interesante porque los materiales usados para esta asociación no tienen contextos de procedencia, como ya dijimos, y no están definidos estilísticamente. Por otra parte, el artículo no menciona si el arte rupestre de estos dos periodos esta emparentado en alguna forma entre si, y cual es la relación de estos con una “fase temprana” (¿) de arte rupestre reconocida en el sitio e identificada como una tradición rupestre particular. A esto le podemos sumar la presencia de otra “tradición” llamada “Salcedo” que es datada al periodo “arcaico”. ¿Cómo se articulan todos estos componentes rupestres presentes en Cutimbo?

El hecho es que es bastante obvio que los autores no logran identificar técnicamente los componentes rupestres del sitio, limitándose ha hacer agrupaciones grosso modo sobre la base de algunos rasgos técnicos o figurativos similares, confundiendo el concepto de “tradición” con el de variación formal o estilística. Para que haya una tradición es un requisito indispensable que exista una continuidad del ejercicio rupestre en alguna variable (formal o técnica por ejemplo) identificada en el arte rupestre de la zona; ésta hasta el momento no existe o no mejor no ha sido definida. Si aceptamos el concepto de tradición tal como está expuesto, cualquier variación técnica representativa puede ser usada para justificar un sin número de tradiciones rupestres locales, lo cual se complica porque, como sugiere el artículo, muchos de los abrigos tienen secuencias independientes complejas.

Lo más interesante, no obstante, no es la presencia de estas “tradiciones” sino la reducción de todo el componente rupestre del sitio (porque no se hacen claras exclusiones grupales) a lo que se denomina arte rupestre “Aymara”, del cual no se especifica si es una “tradición” en el concepto de los autores, o un “estilo” representativo específico. De acuerdo a la escena principal del abrigo No 1, que es usado para definir este tipo de arte rupestre, las variaciones figurativas para establecer asociaciones relevantes incluyen conexiones con variados estilos cerámicos locales (p.e. “Collao”), y figuraciones representativas de materiales utilitarios característicos de la cultura cuzqueña imperial (Inca) sean estas, llamas de museo, “unkus”, y “quipus”. ¿Si este arte rupestre es aymara, yo me pregunto por qué sus figuraciones más características se asocian más a formas típicas cuzqueñas y no “aymaras”? Por supuesto todas las referencias interpretativas, ya sea la presencia de “unkus” o “quipus” son discutibles.

Hasta aquí creo haber expuesto claramente que la identificación “aymara” del arte rupestre de Cutimbo, propuesta por los autores, presenta serias falencias tanto a nivel conceptual como analítico. Yo particularmente pienso que el término “aymara” no hace inteligible los contextos particulares de desarrollo de los “estilos” o expresiones artísticas del arte rupestre local -vinculados a las nación Lupaca; que pueden ser similares a los de otras partes del área altiplánica del lago Titicaca, y que, a pesar de este parecido, no necesariamente constituyen tradiciones representativas particulares de esta área o estilos generalizados socialmente vinculantes.

Gori Tumi Echevarría López

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Asociación Peruana de Arte Rupestre - APAR

Bibliografía

Bueno, C. 1951. Geografía del Perú Virreinal. Publicado por Daniel Valcarcel, Lima

Espinoza Soriano, W. 2006. Aclarando a J. V. Murra: Descubrimiento, redescubrimiento y edición de la visita de Garcí Díez de San Miguel.Cantuta 16: 159–160.

Strecker, M., C. Perez Maestro, R. Paredes Eyzaguirre and P. Gómez Gareca 2007. ‘Aymara’ rock art of Cutimbo, Dept. of Puno, Peru. Rock Art Research 24: 171–180.

Montoya, R. 1986. Identidad y luchas agrarias en los andes peruanos. Identidades andinas y Lógicas del Campesinado, pp. 247–278. Mosca Azul Editores, Institut Universitaire d’Etudes du Développement Ginebra, Lima.

Rowe, J. 1946. Inca culture at the time of the Spanish conquest. Handbook of South American culture. Vol 2, pp 183–330. PUBLISHER PLEASE, Washington.

Steward, H. J, and L. Faron 1959. Native peoples of South America. McGraw-Hill Book Company, U.S.A.

Torero, A. 1987. Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI. Revista Andina 5(2): 329–368.

RÉPLICA

Arte Rupestre ‘Aymara’ e ‘Inca’

Por: MATTHIAS STRECKER, FREDDY TABOADA, CARMEN PÉREZ MAESTRO Y ROLANDO PAREDES EYZAGUIRRE

Estamos agradecidos por la oportunidad de explicar o discutir diversos aspectos los cuales Gori Tumi Echevarría ha mencionado. Nosotros deseamos puntualizar que hemos presentado una aproximación preliminar al contexto cultural y cronológico del arte rupestre pre-Hispanico tardío de la cuenca del lago Titicaca basado en nuestra detallada documentación y parcialmente soportada por información arqueológica y etnohistórica; sin embargo, estamos concientes que nuestro trabajo debe ser continuado en futuras investigaciones.

Nosotros nos lamentamos que Echevarría López solamente refiera a nuestro artículo publicado en RAR 24: 171-180 donde presentamos algunos resultados de nuestra investigación en Cutimbo Chico, Puno, Perú. Como claramente establecimos al inicio de nuestro artículo, nosotros lanzamos la exploración, investigación y registro del arte rupestre del lago Titicaca en Bolivia donde hemos registrado algo de 50 sitios a lo largo de 17 años. Los resultados de este estudio fueron publicados en RAR 21 (Strecker y Taboada 2004). Combinando los resultados de ambos proyectos de investigación en Bolivia y Perú reconocimos ciertos rasgos comunes que aparentemente corresponden a un largo periodo cuando gente Aymara-hablante se asentó a lo largo del lago Titicaca. Nos referimos al Periodo Intermedio Tardío (también llamado Desarrollos Regionales en reportes arqueológicos) o periodos tardíos. Nosotros establecimos dos tradiciones de arte rupestre (no hablamos de estilos y preferimos usar aproximaciones generales más cautelosas): una tradición abstracta relacionada a ciertos motivos en la cerámica “Colla”; y unatradición de animales estilizados y estáticos, sobre todo “camélidos”, claramente distinguible de una tradición más temprana de “camélidos” que son más pequeños y dinámicos. Nosotros nos referimos al modelo propuesto por Klarich y Aldenderfer (2001) cuya data concuerda con la nuestra y nos permite distinguir entre figuras de camélidos creados por cazadores tempranos y aquellas pertenecientes al Intermedio Tardío y periodos tardíos. Presumimos que esas dos tradiciones existieron al mismo tiempo, incorporando algunos otros rasgos también.

Nuestro objetivo fue el establecer conexiones entre el arte rupestre tardío en ambos lados del lago Titicaca. Nosotros logramos esta meta como puede observarse de una lectura cuidadosa de nuestros artículos.

Nosotros usamos el término “aymara” en un sentido general y en nuestros artículos en RAR refiriéndose como una tradición de arte rupestre del lago Titicaca ha sido usado siempre entre comillas. No hay duda que siempre es posible criticar el uso de este término lingüístico como unadenominación cultural o arqueológica. Al avance de la investigación, otros términos más apropiados pueden ser encontrados. Por ejemplo, podríamos hablar de “arte rupestre pre-Hispánico de los Desarrollos Regionales en la región del lago Titicaca”.

Fuentes etnohistóricas informan acerca de grupos de habla Aymara, asentados a lo largo de ambos lados del lago y conquistados por los Incas. En el caso de los Lupaka, estas fuentes – a las que nos hemos referido en nuestro artículo – son muy claras y confirman que Cutimbo Chico fue uno de los principales sitios rituales de los Lupaka antes y durante el periodo Inca. El registro arqueológico no es tan completo como nos hubiese gustado, pero sustenta esta visión. Somos muy afortunados en tener lazos entre arte rupestre y hallazgos arqueológicos, que faltan en otros casos.

No puede haber duda acerca de la similaridad estilística entre un fragmento de cerámica (nuestra Fig. 7a) encontrada en una torre funeraria (Chullpar) en Cutimbo Chico y las figuras antropomorfas del arte rupestre pre-Hispánico, no solo en varios paneles del abrigo No. 1, sino también en otros sitios en Cutimbo. Además hay otros elementos mostrando lazos de este arte rupestre a los rasgos culturales del Periodo Intermedio Tardío, por ejemplo las figuras armadas también aparecen en otros sitios en diferentes regiones de los Andes del sur tal como hemos demostrado en un reciente estudio (Strecker at al. 2007, publicación en preparación).

De esta forma nosotros creemos que la asociación cronológica de este arte rupestre al Perido Intermedio Tardío es precisa. Los rasgos culturales que hemos mencionado continúan hacia el Horizonte Tardío, periodo el cual fue culturalmente y políticamente dominado por los Incas. De hecho, en nuestros artículos no hemos definido el arte rupestre Inca o el arte rupestre del Horizonte Tardío. En el futuro puede ser posible definir mejor ciertos estilos y su respectiva cronología. Nosotros hemos llamado la atención a una excepcional figura de “llama” incisa (Fig. 10a) que recuerda figuras de “llamas” manufacturadas en oro o plata por artesanos Incas (Fig. 10b). Es posible que una influencia Inca sea revelada por este particular gravado; sin embargo, dejamos que esta pregunta sea decidida por futura investigación.

Es interesante que en la actualidad existan diversas aproximaciones al arte rupestre del Periodo Intermedio Tardío y del Horizonte Tardío, tal como estudios de representaciones de “guerreros” (Strecker et al. 2007; Nielsen 2008), que demuestran rasgos comunes en los Andes del sur (Perú, Bolivia, Chile y Argentina). Es sintomático de la presente situación que Nielsen (2008), en su profundo estudio, hable de artefactos “tardíos” y no haga una distinción entre el tiempo antes y después de la conquista española. Hay una discusión en progreso de si el arte rupestre Inca existió o no, como puede ser vista, por ejemplo, en publicaciones por Hostnig (2006, 2007), quien establece pinturas rupestres relacionadas a la cultura Inca debido a su asociación con monumentos funerarios del Horizonte Tardío y parcialmente por sus características icnográficas. Aparentemente en varias regiones marginales del imperio Inca, existió el arte rupestre al momento de la dominación Inca que no tienen nada en común con los rasgos de la cultura imperial Inca, tal como el caso de los petroglifos en los valles de Lluta y Azapa del norte de Chile (Valenzuela et al. 2004). En muchos casos no han podido establecerse conexiones entre el arte rupestre y la cultura Inca, tal como Berenguer y Cabello (2005) han demostrado. Entonces, al presente, en la mayoría de los casos, el pedido de Echevarría López para distinguir entre arte rupestre del Perido Intermedio y del Horizonte Tardío no puede ser realizado.

Nosotros necesitamos también más investigación para clarificar el desarrollo del arte rupestre en la región de Cutimbo, encontrado en las colinas de Cutimbo Chico y Cutimbo Grande, y la relación del arte rupestre tardío con las tradiciones precedentes. En nuestra publicación hemos presentado una aproximación preliminar limitada a las manifestaciones tardías.

Matthias Strecker and Freddy Taboada

SIARB

Casilla 3091

La Paz

Bolivia

E-mail: siarb@acelerate.com

Carmen Pérez Maestro

Travesia de pajeros 9, 4ºE

Mérida

Spain

E-mail: mamenarqueo@hotmail.com

Rolando Paredes Eyzaguirre

E-mail: paredeseyzaguirre@hotmail.com

Bibliografía

Berenguer, R. and G. Cabello B. 2005. Late Horizon rock art in the Atacama Desert? A view from the Inka road. Rock Art Research 22: 83–86.

Hostnig, R. 2006. Distribución, iconografía y funcionalidad de las pinturas rupestres de la época Inca en el departamento del Cusco, Perú. SIARB Boletín 20: 46–76.

Hostnig, R. 2007. Hallazgos recientes en el valle del Vilcanota, Cusco, refuerzan la hipótesis sobre existencia de arte rupestre Inca. SIARBBoletín 21: 68–75.

Klarich, E. and M. Aldenderfer 2001. Qawrankasax waljawa: arte rupestre de cazadores y pastores en el río Ilave (sur del Perú). Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 8: 47–58.

Nielsen, A. 2008. Armas significantes: tramas culturales, guerra y cambio social en el sur andino prehispánico. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 12: 9–41.

Strecker, M. and F. Taboada 2004. ‘Aymara’ rock art of lake Titicaca. Rock Art Research 24(2): 111–125.

Strecker, M. et al. 2007. ‘Guerreros’ y armas en el arte rupestre del área centro sur Andina. Paper presented at XVI Congreso Nacional de Arqueología Argentina,

Jujuy, 8–12 October 2007. Publication in preparation.

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RAR DEBATE

Comment on

‘AYMARA’ ROCK ART OF CUTIMBO, DEPT. OF PUNO, PERU

by Matthias Strecker, Carmen Pérez Maestro, Rolando Paredes Eyzaguirre and Pablo Gómez Jareca, RAR 24: 171–180.

‘Aymara’ rock art: a critique of cultural definitions related to Andean rock art

By GORI TUMI ECHEVARRÍA LÓPEZ

The article of Matthias Strecker et al., ‘ “Aymara” rock art of Cutimbo, Dept. of Puno, Peru’, is a very interesting example of how some cultural components of Andean past societies are being studied and defined at the present time on the basis of badly understood cultural categories. I contend that the a priori application of concepts like ‘Aymara’, to identify material complexes (like rock art) in the Andes constitutes errors of anthropological appreciation, which can bring serious problems for the historical understanding of Andean social developments. In this sense I am going to examine some crucial aspects of this approach, with the purpose of exposing the epistemological failures of such appreciation.

What is ‘Aymara’? The word aymara arises in the 16th century, basically defining a fiscal category derived from the colonial tribute system applied by the Spanish in the Andean area around the Titicaca lake — between Peru and Bolivia — which was elaborated according to the imperial rate or Tasa de la Visita General de Toledo established in 1571–1573 (Torero 1987). This term, as Markhan suggests (mentioned by Rowe 1944), was probably taken from the toponym Aymará — plural Aymaraes (an ‘ethnic group located south-west from Cusco), and served originally to describe one of the three general languages spoken in that zone of the Andes in the 16th century: ‘aymara’, ‘puquina’ and ‘quechua’; being used later to tacitly differentiate between Andean populations whose highly complex social organisation and hierarchic structure were practically unsuitable for the concepts of economic tribute used by the Spanish.

Although the language with the name ‘Aymara’ is recognised, the nature of the local social groups is also explicitly identified with general administrative purposes, as it is demonstrated by Visita de Chucuito by Garcí Díez de San Miguel in 1565 (Espinoza 2006), and where can be seen that in a same cultural organisation, the Lupaca nation, existed diverse socio-economic groups and diverse interacting languages. During the Andean pre-colonial period, before and during the Tahuantinsuyu (previous to 1533), the word ‘aymara’ was practically unknown in socio-political terms in the Titicaca lake area, having been used in the original nomenclatures of socio-political identification in its native variants. These were names of ethnic groups, nations, or simple social names. For example Lupaca, Colla, Pacajes, Charcas or Chichas; and in greater scale using one of the Tahuantinsuyu imperial macro-divisions such as Collasuyo, imposed since Pachacuti.

The concept of ‘Aymara’ then appears definitively during the colonial period, and except for rare exceptions, it was not used to identify any socio-political population group in that area of the Andes. All these socio-political formations, true nations during 15th and 16th centuries, were grouped under the label ‘Aymara’ for economic purposes, but maintaining the original nominations to describe, for example, the more relevant political organisations according to the fluctuating economic, ecclesiastical or administrative territorial interests of the colony. Although one ‘Aymaraes’encomienda is recognised for the Colonial District of La Paz, native jurisdictional names like Carangas, Soras, Casayas, Aullagas, Uruquillas,Asanaques and Quillazas are used for the District of La Plata (Torero 1987); and until the 18th century an ‘Aymara’ political subdivision recognised by the colony does not exist. During this time the Bishopric of La Paz maintains an administrative organisation using the original nominations of Sicasica, Pacajes, Omasuyos, Larecaja, Paucarcolla and Chucuito (Cosme Bueno 1951).

It is necessary to note that the term ‘Aymara’ was never recognised socially by the native populations during the entire colonial period, and this continued during the periods of Independence and Republic (1821 to the present time), maintaining its original colonial meaning which has always been used from an external or foreign perspective. This vision has stayed and the word ‘Aymara’ only began to be used systematically in sociological terms since the first half of the last century, when early descriptive anthropological parameters of the present Andean societies were made from a linguistic perspective. An excellent example is the classification of Greemberg (in Steward and Faron 1959) that includes ‘Quechua’, ‘Aymara’ and ‘Uro’ within the ‘Andean’ linguistic subfamily. The cultural identification ‘Aymara’ avoided, in anthropological terms, the social systems of self-recognition in the Andean populations of the Titicaca lake basin, which never happened with the ‘Quechua’ populations that were understood in more diversified form.

Although the linguistic approach is evidently a very primary classificatory distinction, the lack of a deeper anthropological approach has generated a false socio-cultural perspective, which has not been based on the real identification of the anthropological or ethnographical variations in native populations. This reflects the colonialist parameters of identification of the 16th century. Peruvian anthropology recognises clearly that the concepts of ‘Aymara’ or ‘Quechua’ do not reflect the native conception of socio-cultural affiliation. According to the anthropologist Rodrigo Montoya, the exogenous perception of the Andean populations is defined by an academic sense. Montoya (1986: 254) says: ‘Quechuas and Aymaras of the Peruvian Andes perceive their reality within a local conception of the universe in which they live (…). The terms “society”, “Andean society”, “Quechuas society” or “Aymara society” are foreign to their daily language and they do not exist like conceptual categories for them. These are categories invented by the “students” of the Andean problems’ (my translation).

This asseveration reflects clearly the difficulty to identify complex societies at the present time, using categories of colonial origin and the tacit criteria of social recognition used by the old American cultural anthropology. This is probably one of the reasons why categories such as ‘Aymara’ or ‘Quechua’ are not applied to the study of archaeological materials, since these categories do not identify, explain or relate any material element associated to some Andean socio-cultural formation of the past — at least from 1200 C.E. onwards, when the Andean nations and the characteristic material remains of these societies are well identified by contemporary history. This is why there is not an ‘Aymara’ culture, an ‘Aymara’ phase, an ‘Aymara’ period, or an ‘Aymara’ style. And that is the problem.

What about the rock art? The ‘Aymara’ cultural association of the Cutimbo rock art is not only debatable, it is even refutable if we considered in addition that these materials present clear problems of technical identification, and several analytical aspects show serious deficiencies which generate remarkable analytical emptiness. In the first place, the adjustment of the sample is ambiguous and fragmented. Without a detailed description, the images are not compared to each other to establish minimum parameters of association and temporality, but are compared with isolated materials without an explicit context of origin, which debilitates the analysis. This type of procedure implies only similarity patterns and not defined relations of some cultural, temporal or spatial type. Using this parameter the Cutimbo rock art can be related to ‘similar’ forms in the rockart of Cusco, San Martín (Peruvian jungle), and even of the American Southwest.

On this basis, all the other conclusions deserve to be reviewed. Especially the chronology and the cultural association of the rock art ‘produced during the Late Intermediate Period’ (1000–1470 C.E.) and the ‘Late Horizon’ (1470–1533 C.E.), identified according to the authors using ‘stylistic’ criteria and comparison with ‘excavated artefacts’. This is interesting because the materials used for this association do not have contexts of origin and are not defined stylistically. Also, the article does not mention if the rock arts of these two periods are related in some form to each other, and what the relation of these periods is with an ‘early phase’ of rock art recognised on site and identified as a particular rock art tradition. To this we can add the presence of another ‘tradition’ called ‘Salcedo’ that is dated to the ‘archaic’ period. How are all these rock art components present in Cutimbo articulated?

It is apparent that the authors do not manage to technically identify the rock art components of the site, limiting themselves to created general groups on the basis of some similar technical or figurative characteristics, confusing the concept of ‘tradition’ with formal or stylistic variation. To have a tradition is an indispensable requirement for the existence of a continuity of the rock art in some variable (formal or technical for example) identified in the sites with rock art of the region; until now this does not exist or it has not been defined. If we accepted the concept of ‘tradition’ as this was proposed, any representative technical variation can be used to justify many local rock art traditions, which becomes even more complicated because some of the shelters, as the article suggests, have complex independent sequences.

Most interesting, however, it is not the presence of these ‘traditions’, but the reduction of most rock art components of the site (because there are no clear group exclusions) to what is defined as ‘Aymara’ rock art, and it is not specified if it is a ‘tradition’ in the concept of the authors, or a specific representative ‘style’. According to the main scene of the Shelter No. 1 that is used to define this rock art (Fig. 5 in the article), the figurative variations to establish relevant associations include connections with various local ceramic styles (e.g. ‘Collao’), and representative figurations of utilitarian materials characteristic of the imperial Cusco culture (Inca): llamas from a museum, unkus and quipus. If this rock art is ‘Aymara’, why are their characteristic figurations more associated to typical Cusco forms and not ‘Aymaras’? Obviously all the interpretative references like the presence of unkus or quipus are debatable.

I believe to have exposed clearly that the identification name ‘Aymara’ for the rock art of Cutimbo as proposed by the authors presents serious problems at a conceptual as much as analytical level. I particularly think that the term ‘Aymara’ does not make intelligible the particular contexts of development of the ‘styles’ or artistic expressions of the local rock art — culturally associated to the Lupaca nation. Such expressions can be similar to those of other parts of the Titicaca lake basin, and in spite of this similarity not necessarily constitute a particular representative ‘tradition’ of this area, or generalised ‘styles’ defined socially.

Gori Tumi Echevarría López

San Marcos University

Peruvian Association of Rock Art (APAR)

Plaza Julio C. Tello 274 No. 303 Torres de San Borja

Lima 41

Peru

E-mail: goritumi@gmail.com

References

Bueno, C. 1951. Geografía del Perú Virreinal. Publicado por Daniel Valcarcel, Lima

Espinoza Soriano, W. 2006. Aclarando a J. V. Murra: Descubrimiento, redescubrimiento y edición de la visita de Garcí Díez de San Miguel.Cantuta 16: 159–160.

Strecker, M., C. Perez Maestro, R. Paredes Eyzaguirre and P. Gómez Gareca 2007. ‘Aymara’ rock art of Cutimbo, Dept. of Puno, Peru. Rock Art Research 24: 171–180.

Montoya, R. 1986. Identidad y luchas agrarias en los andes peruanos. Identidades andinas y Lógicas del Campesinado, pp. 247–278. Mosca Azul Editores, Institut Universitaire d’Etudes du Développement Ginebra, Lima.

Rowe, J. 1946. Inca culture at the time of the Spanish conquest. Handbook of South American culture. Vol 2, pp 183–330. PUBLISHER PLEASE, Washington.

Steward, H. J, and L. Faron 1959. Native peoples of South America. McGraw-Hill Book Company, U.S.A.

Torero, A. 1987. Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI. Revista Andina 5(2): 329–368.

REPLY

‘Aymara’ and ‘Inca’ rock art

By MATTHIAS STRECKER, FREDDY TABOADA, CARMEN PÉREZ MAESTRO and ROLANDO PAREDES EYZAGUIRRE

We are grateful for the opportunity to explain or discuss several aspects which Gori Tumi Echevarría López has mentioned. We wish to point out that we have presented a preliminary approach to cultural context and chronology of late pre-Hispanic rock art of Lake Titicaca basin based on our detailed documentation and partly backed up by archaeological and ethnohistorical data; however, we are aware that our work should be continued in future investigations.

We regret that Echevarría López only refers to our article published in RAR 24: 171–180 where we present some results of our investigation at Cutimbo Chico, Puno, Peru. As we clearly state at the beginning of that article, we launched the survey, investigation and recording of Lake Titicaca rock art in Bolivia where we registered some 50 sites over 17 years. The results of this study were published in RAR 21 (Strecker and Taboada 2004). Combining the results of both research projects in Bolivia and Peru we recognised certain common traits that apparently correspond to a long period when Aymara-speaking people sett led along the Titicaca lake. We refer to the Late Intermediate Period (also called Regional Developments in archaeological reports) and later periods. We established two rock art traditions (we are not talking of styles and prefer to use a cautious general approach): an abstract tradition related to certain motifs in ‘Colla’ ceramics; and a tradition of stylised and static animals, above all ‘camelids’, clearly distinguishable from an earlier tradition of ‘camelids’ which are smaller and dynamic. We have referred to a model proposed by Klarich and Aldenderfer (2001) whose data match our own and enable us to distinguish between ‘camelid’ figures created by early hunters and those belonging to the Late Intermediate and later periods. We presume that these two traditions existed at the same time, incorporating some other traits as well.

Our objective was to establish connections between late rock art on both sides of the Titicaca lake. We achieved this aim as will be seen from a careful reading of our articles.

We use the term ‘Aymara’ in a general sense and in our articles in RAR referring to a rock art tradition of Lake Titicaca have always used it in inverted commas. There is no doubt that it is possible to criticise the use of this linguistic term as a cultural and archaeological denomination. As investigation advances, other more suitable terms may be found. For example, we might talk of ‘pre-Hispanic rock art of the Regional Developments in the Lake Titicaca region’.

Ethnohistorical sources inform about the Aymara speaking groups, sett led along both sides of the lake and conquered by the Incas. In the case of the Lupaka, these sources — which we have referred to in our article — are very clear and confi rm that Cutimbo Chico was one of the principal ritual sites of the Lupaka before and during the Inca period. The archaeological record is not as complete as we would have liked, but sustains this vision. We are very fortunate to have links between rock art and archaeological finds, lacking in other cases.

There can be no doubt about the stylistic similarity between a ceramic fragment (our Fig. 7a) found in a burial tower (chullpar) at Cutimbo Chico and the anthropomorphous figures of late pre-Hispanic rock art, not only in various panels of Abrigo No. 1, but also in other sites at Cutimbo. Besides, there are other elements showing links of this rock art to cultural traits of the Late Intermediate Period, for example the armed figures also appearing at other sites in different regions of the southern Andes as we have demonstrated in a recent study (Strecker et al. 2007, publication in preparation).

Therefore, we believe that the chronological association of this rock art to the Late Intermediate Period is accurate. The cultural traits we have mentioned continue into the Late Horizon, the period which was culturally and politically dominated by the Incas. As a matter of fact, in our articles we have not defined Inca rock art or rock art of the Late Horizon. In the future it may be possible to better define certain styles and their respective chronology. We have drawn attention to an exceptional incised ‘llama’ figure (Fig. 10a) that recalls ‘llama’ figures crafted in gold or silver by Inca artists (Fig. 10b). It is possible that an Inca influence is revealed by this particular engraving; however, we leave this question to future investigations to decide.

It is interesting that currently there are several approaches to rock art of the Late Intermediate Period and Late Horizon, such as studies of ‘warrior’ representations (Strecker et al. 2007; Nielsen 2008), that demonstrate common traits in the southern Andes (Peru, Bolivia, Chile and Argentina). It is symptomatic of the present situation that Nielsen (2008), in his indepth study, talks of ‘late’ artefacts and does not make a distinction between the time before and after the Spanish conquest. There is an on-going discussion whether or not Inca rock art exists, as can be seen, for example, in publications by Hostnig (2006, 2007), who establishes rock paintings related to Inca culture due to their association with funerary monuments of the Late Horizon and partly because of their iconographic characteristics. Apparently in various marginal regions of the Inca empire, rock art existed at the time of Inca domination that has nothing in common with the traits of imperial Inca culture, such as the case of petroglyphs in the Lluta and Azapa valleys of northern Chile (Valenzuela et al. 2004). In many cases, no connection between rock art and Inca culture can be established, as Berenguer and Cabello (2005) have demonstrated. So at present, in the majority of cases, the request by Echevarría López to distinguish between rock art of the Intermediate Period and that of the Late Horizon cannot be fulfilled.

We also need more research to clarify the development of rock art in the Cutimbo region, found at Cutimbo Chico and Cutimbo Grande hills, and the relation of late rock art to preceding traditions. In our publications we have presented a preliminary approach limited to the late manifestations.

Matthias Strecker and Freddy Taboada

SIARB

Casilla 3091

La Paz

Bolivia

E-mail: siarb@acelerate.com

Carmen Pérez Maestro

Travesia de Parejos 9, 4ºE

Mérida

Spain

E-mail: mamenarqueo@hotmail.com

Rolando Paredes Eyzaguirre

E-mail: paredeseyzaguirre@hotmail.com

RAR 25-878

References

Berenguer, R. and G. Cabello B. 2005. Late Horizon rock art in the Atacama Desert? A view from the Inka road. Rock Art Research 22: 83–86.

Hostnig, R. 2006. Distribución, iconografía y funcionalidad de las pinturas rupestres de la época Inca en el departamento del Cusco, Perú. SIARB Boletín 20: 46–76.

Hostnig, R. 2007. Hallazgos recientes en el valle del Vilcanota, Cusco, refuerzan la hipótesis sobre existencia de arte rupestre Inca. SIARBBoletín 21: 68–75.

Klarich, E. and M. Aldenderfer 2001. Qawrankasax waljawa: arte rupestre de cazadores y pastores en el río Ilave (sur del Perú). Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 8: 47–58.

Nielsen, A. 2008. Armas significantes: tramas culturales, guerra y cambio social en el sur andino prehispánico. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 12: 9–41.

Strecker, M. and F. Taboada 2004. ‘Aymara’ rock art of lake Titicaca. Rock Art Research 24(2): 111–125.

Strecker, M. et al. 2007. ‘Guerreros’ y armas en el arte rupestre del área centro sur Andina. Paper presented at XVI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Jujuy, 8–12 October 2007. Publication in preparation.

Valenzuela, D., C. Santoro and A. Romero 2004. Arte rupestre en asentamientos del período tardío en los valles de Lluta y Azapa, norte de Chile.Chungara 36(2): 421–437.