El agua desalada es uno de los recursos fundamentales para abastecer con agua apta para el consumo humano. A pesar de su elevado coste, en algunas zonas del mundo, este sistema se consagra como una de las únicas opciones disponibles. En este artículo hablaremos de cuáles son las plantas desaladoras más importantes de España y a qué zonas abastecen con agua en la actualidad.
La obtención de agua desalada es una práctica muy común en algunos lugares del mundo donde el acceso a fuentes de agua dulce es limitado. La desalinización en España es una de las formas de obtención de agua potable más frecuentes. De hecho, España es uno de los países con más plantas desaladoras del mundo.
Pero a pesar de este hecho, hay otros países que producen aún más agua desalada. Más concretamente, Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos son los países que más agua desalada producen del mundo. La producción de agua desalada en España sitúa al país en el cuarto lugar. Pero si España es un país con grandes ríos y reservas de agua subterránea, ¿dónde se desala más el agua?
Actualmente, España cuenta con un total de 765 plantas desaladoras que producen más de 100 m³/día. De estas 765 plantas, 360 son desaladoras de agua de mar y 405 de agua salobre.
No obstante, la capacidad productiva de estas plantas varía mucho, siendo solo 99 de ellas plantas desaladoras de gran capacidad. Se entiende como planta de gran capacidad aquella que puede producir entre 10.000 y 250.000 m³/día. De estas 99 plantas, 68 son de agua de mar y 31 de agua salobre.
Por su parte, se considera plantas de capacidad media aquellas que pueden producir entre 500 y 10.000 m³ de agua desalada al día. En España hay un total de 450 plantas desaladoras de capacidad media (207 de agua de mar y 243 de agua salobre).
Finalmente encontramos las plantas desaladoras de capacidad pequeña. En el territorio español hay un total de 216 plantas, utilizando 85 de ellas agua de mar y 131 agua salobre.
La primera planta desaladora de agua de mar de España se instaló en la isla de Lanzarote en 1964 y producía 2.500 m3/día de agua potable. Así, el crecimiento económico ha estado muy vinculado a la desalación de agua de mar. En total Canarias cuenta con 281 plantas desaladoras en la provincia de Las Palmas y 46 en la provincia de Santa Cruz de Tenerife.
Como se puede observar, gran cantidad de las 765 plantas desaladoras que hay en el país se sitúan en las Islas Canarias. Esto sucede porque este archipiélago sufre un estrés hídrico crónico, como sucede en el archipiélago balear y en el litoral mediterráneo.
Estas zonas presentan un gran desequilibrio hídrico, que se genera por el incremento de la demanda de agua, que no va acompañado por un aumento proporcional de la disponibilidad del bien hídrico. Por esta razón, la desalinización en España se convierte en una de las mejores opciones para obtener agua potable.
La desaladoras de la Cuenca Mediterránea son:
Torrevieja (Alicante). Produce 80 hm3 /año, siendo así mayor de las plantas desaladoras en España. Contribuye al abastecimiento de 140.000 habitantes y 8.000 hectáreas beneficiadas.
Del Bajo Almanzora (Almería). Produce 15 hm3/año. Garantiza el agua a 140.000 habitantes y beneficia a más de 24.000 hectáreas de regadío.
Carboneras (Almería). Produce 42 hm3 /año. Beneficia a 200.000 personas. Garantiza el agua a una de las provincias más secas de España asegurando el riego a más de 7.000 hectáreas de regadío.
Campo de Dalias (Almería). Produce 30,1 hm3 /año. Agua para más de 300.000 habitantes.
Oropesa (Castellón). Produce 13,5 hm3 /año. 150.000 personas beneficiadas.
El Atabal (Málaga). Produce 76 hm3 /año. Una de las mayores plantas desaladoras de España y del mundo con una gran calidad del agua.
Valdelentisco (Murcia). Capacidad de producción hasta 70 hm3 /año. Son beneficiadas 7.577 hectáreas de regadío y abastece a 60.000 personas.
Águilas/Guadalentín (Murcia). Capacidad para producir 70 hm3/año y beneficia a 130.000 personas. Una infraestructura básica para la Región de Murcia
Sagunto (Valencia). Produce 25,6 hm3/ año y 65.000 personas beneficiadas.
De La Marina Baja (Alicante). Produce 18hm3/año. Beneficia a 200.000 personas.
Moncofa (Castellón). Capacidad de producción hasta 19,8 hm3/año. 120.000 personas beneficiadas.
Marbella (Málaga). Suministra agua de calidad para la Costa del Sol. Pieza clave para el desarrollo turístico de alta calidad.
De L’Eliana (Valencia). Agua de gran calidad. Abastece a 30.000 personas.
Localización de las principales plantas desaladoras en España. Foto: Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente
Proteger los arrecifes de coral es un objetivo necesario para garantizar la salud de los océanos y el disfrute de un planeta vivo para las nuevas generaciones. Estos fértiles ecosistemas marinos están amenazados por el cambio climático y por impactos directos causados por la actividad humana.
Los arrecifes de coral son uno de los ecosistemas más ricos del mundo. Son hábitats altamente diversos y productivos que tienen una influencia crucial en el equilibrio de los océanos y en la vida de muchas especies marinas. Albergan una inmensa variedad de especies y son hábitats fundamentales para peces, crustáceos, moluscos, esponjas y muchas otras formas de vida oceánica.
Se estima que alrededor del 25% de todos los organismos marinos dependen de ellos en algún momento de su ciclo vital, y eso a pesar de que menos del 1% de la superficie del océano está cubierta por corales.
Para apreciar la importancia de los arrecifes de coral hay que tener en cuenta sus múltiples funciones: sirven como lugar de reproducción y alimentación de multitud de especies y generan un entorno abundante en vida que acelera la circulación de nutrientes; además, ayudan a mantener el buen estado de las costas, ya que, por ejemplo, modifican la velocidad y dirección de las corrientes marinas y funcionan como barrera natural frente a huracanes. Y todo ello gracias a la acción de unos minúsculos invertebrados, los pólipos coralinos, que viven en colonias y se alimentan filtrando el agua. Los pólipos tienen la capacidad de crear en torno a ellos estructuras de carbonato cálcico. Son esos edificios calizos lo que conocemos como arrecife o como coral, aunque realmente el ser vivo que los crea es un pequeño animal invertebrado que vive oculto en ellos y pasa inadvertido.
Los arrecifes de coral, una maravilla de la evolución biológica, se encuentran amenazados en nuestros días por diversos motivos. Uno de los principales es el cambio climático, que genera impactos de todo tipo sobre ellos.
El aumento de la temperatura del agua provoca el efecto conocido como blanqueamiento de los corales. Para prosperar, los pólipos de coral viven en simbiosis con unas algas microscópicas conocidas como zooxantelas que habitan dentro de ellos y realizan el proceso de fotosíntesis, proporcionando al coral energía y nutrientes. Cuando las temperaturas del mar ascienden, los corales expulsan a estas algas y pierden a estas aliadas esenciales para su alimentación. Los corales pueden sobrevivir a un evento de blanqueamiento, pero se debilitan y mueren si la ola de calor marina dura demasiado o se repite a lo largo de varios años.
El cambio climático también afecta a los corales de un modo que tiene que ver con la química de las aguas marinas. El océano absorbe buena parte de las emisiones generadas por los combustibles fósiles. A medida que los océanos capturan dióxido de carbono (CO2), se vuelven más ácidos. Lo que sucede es que el carbonato cálcico del que están formados los corales, similar al de crustáceos y moluscos, se disuelve en un medio ácido. De este modo, corales, langostas o almejas, por poner ejemplos de cada uno, se debilitan a medida que el mar se hace más ácido por la absorción del exceso de dióxido de carbono generado por la actividad humana.
Peces nadando en un arrecife de coral
Además de estas amenazas globales, los corales llevan décadas padeciendo impactos directos, como la sobrepesca, la extracción de corales de valor comercial y por y el uso en algunos lugares de prácticas de pesca ilegales como arrojar veneno o explosivos al agua para pescar más fácilmente. Todo ello se suma a amenazas más globales, como la contaminación de los arrecifes y la entrada de aguas cargadas de sedimentos que enturbian el océano. También los microplásticos, presentes cada vez en más cantidad en los mares, afectan a la salud de los corales.
Para cumplir con el ODS 14 Vida Submarina de la ONU, que aboga por lograr un buen estado de conservación de los océanos para el año 2030, es esencial proteger un punto caliente de biodiversidad como son los arrecifes de coral. Desde 2009, ha habido una disminución global de corales con una pérdida del 14% en todo el mundo, según aseguraba la Reef Resilience Network en su informe de 2020.
¿Cómo proteger los arrecifes de coral?
La destrucción de los arrecifes de coral es una tragedia invisible que aún podemos revertir. Protegerlos es crucial para preservar la biodiversidad marina y mantener los ecosistemas saludables. Estas son algunas estrategias válidas para ayudar a los corales y paliar las amenazas a las que se enfrentan:
Reducir las emisiones de CO2: El cambio climático es una de las principales amenazas para los arrecifes de coral debido a la subida de la temperatura del agua y al aumento de acidez del medio marino por la absorción de CO2. Para reducir las emisiones de CO2 se deben adoptar acciones a nivel individual y colectivo, como reducir el uso de combustibles fósiles, fomentar las energías renovables y apoyar políticas y acciones que mitiguen el cambio climático.
Cuidar la calidad del agua: La erosión del suelo provoca que el agua proveniente de tierra firme llegue cargada de sedimentos al mar. Esta agua turbia y llena de materiales puede asfixiar a los corales e interferir en su capacidad de alimentarse, desarrollarse y reproducirse, señala la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. La misma entidad también advierte de que el exceso de nitrógeno y fósforo que llega al mar debido a la actividad humana hace que las algas proliferen y estas ocupen el lugar de los corales.
Usar protectores solares inocuos: Al nadar o bucear en áreas cercanas a los arrecifes de coral es importante utilizar protectores solares que no contengan sustancias como oxibenzona o dióxido de titanio, que diversos estudios han señalado que dañan a los arrecifes. Se puede optar por cremas que usan óxido de zinc como filtro UV o prescindir del uso de ellas cuando se visitan ecosistemas tan frágiles. En lugares como Tailandia y las Islas Vírgenes, las autoridades han puesto normas para prohibir el uso de cremas dañinas a los bañistas.
Participar en programas y proyectos de preservación: Muchas organizaciones y grupos locales se dedican a la conservación de los arrecifes de coral. Puedes unirte a estos programas y proyectos, ya sea como voluntario, donante o participante en actividades de educación ambiental. Es esencial promover la conciencia y la educación sobre la importancia de los arrecifes de coral y su conservación. Cada pequeño paso individual cuenta, y al tomar medidas para proteger los arrecifes de coral contribuimos a su supervivencia a largo plazo.
Costa cubierta por el crecimiento de corales en barrera
Para saber más sobre arrecifes de coral
Los corales se encuentran principalmente en aguas tropicales y subtropicales poco profundas, donde las condiciones son favorables para su crecimiento. Se encuentran en regiones como el Triángulo de Coral en el Pacífico (que incluye Indonesia, Filipinas, Papúa Nueva Guinea), el Caribe, el Golfo de México, el Mar Rojo y la Gran Barrera de Coral en Australia.
Son un sistema altamente productivo que debe su existencia a unos curiosos organismos, los pólipos coralinos, un minúsculo invertebrado filtrador que vive en colonias y que recubre su cuerpo con carbonato cálcico para protegerse del exterior.
El lento crecimiento de estas colonias durante miles de años crea estructuras que pueden extenderse durante cientos de kilómetros y ocupar decenas de metros de profundidad. En esas montañas calcáreas, creadas por los pólipos coralinos en largos periodos de tiempo, se generan las condiciones necesarias para multiplicar exponencialmente la fertilidad y productividad del medio marino.
Los sistemas de polinización artificial permiten la fecundación de las plantas cuando faltan o escasean los polinizadores naturales, como las abejas y otros insectos. ¿Son los polinizadores artificiales una solución de emergencia a la desaparición de las abejas?
Todo el planeta depende de las plantas. Los seres humanos, la vida silvestre y los ecosistemas en general vivimos gracias a la productividad vegetal. La base de la cadena alimentaria está formada por los organismos vegetales y, sobre ella, tejen su vida depredadores, carroñeros, descomponedores y todo tipo de organismos, desde los más grandes hasta los microscópicos.
Y para que las plantas puedan dar fruto, ofrecer semillas y perpetuarse, la gran mayoría de ellas, es decir, las plantas con flor, necesitan la polinización, un proceso que transfiere el polen de las anteras masculinas a los estigmas femeninos, lo que permite la fertilización. Algunos vegetales fían al viento la dispersión de su polen, pero muchos se apoyan en los insectos, las aves y los murciélagos para completar su ciclo vital. Ahí reside la importancia de los polinizadores.
La señal de alarma salta cuando descubrimos que, a estas alturas del siglo XXI, la desaparición de hábitats y el uso de pesticidas está provocando la pérdida de polinizadores en todo el mundo, como alerta la ONU en un informe de 2019. Más del 40% de las especies de insectos está en declive y un tercio ya se encuentra en peligro de extinción, según Naciones Unidas, que añade que la población global de insectos disminuye a un ritmo del 2,5% anual.
La ciencia señala que los polinizadores esenciales para la reproducción de más del 75% de los cultivos alimentarios están disminuyendo a un ritmo alarmante. Así lo indica el informe Polinizadores: primer índice de riesgo global para la disminución de especies y sus efectos en la humanidad elaborado por la Universidad de Cambridge y publicado en la revista Science en 2021.
Los motivos de este deterioro son la destrucción de los hábitats naturales, el abandono de las prácticas agrarias tradicionales y el empleo de productos químicos, señalan los expertos. Por ejemplo, algunos de los pesticidas empleados contra insectos dañinos para los cultivos perjudican también al resto de insectos auxiliares, que no dañan la producción o que incluso aportan beneficios ambientales al ecosistema. Las consecuencias se amplifican en cascada, porque la ausencia de insectos deja sin alimento a aves y reptiles y genera hábitats empobrecidos en diversidad y cantidad de especies.
Estrategia nacional
Para proteger los polinizadores, en España existe una Estrategia Nacional aprobada en 2020. Entre las medidas clave, en línea con las directrices de la UE, está reducir en un 50% el uso global de plaguicidas químicos antes de 2030.
Otras indicaciones de la Estrategia de la UE sobre biodiversidad para 2020 transferidas a la estrategia española sobre polinizadores consisten en garantizar que al menos el 10% de la superficie agraria vuelva a estar ocupada por elementos paisajísticos de gran diversidad y fomentar la agroecología, estableciéndose el objetivo de que, para 2030, al menos el 25% de las tierras agrícolas se dedique a la agricultura ecológica. Todo ello conecta con el ODS 2, Hambre Cero y el ODS 12 Producción y Consumo Responsables recogidos en la Agenda 2030 de la ONU.
¿Es posible reemplazar a las abejas?
Actualmente, la desaparición de abejas y otros insectos polinizadores es una amenaza real para el medio ambiente y la prosperidad humana. Ante esta situación, en muchos campos de cultivo hace tiempo que se emplean métodos para suplir la falta de polinizadores naturales. Algunos son muy sencillos, como tomar polen de las flores masculinas y depositarlo en las flores femeninas, usando herramientas manuales como pinceles o vaporizadores; otras veces se adquieren o alquilan poblaciones domesticadas de abejas y abejorros.
Las más innovadoras y futuristas propuestas apuestan por crear minúsculos dispositivos que reemplacen la función de los insectos. Pueden ser drones dirigidos remotamente y equipados con mecanismos para transferir el polen de una flor a otra, o incluso robots o máquinas autónomos que tienen la libertad de moverse según una programación sencilla y sistemas de referencia espacial. Diversas universidades y centros de investigación han presentado en los últimos años prototipos de este estilo.
Una abeja libando sobre una flor de girasol
Para sus diseñadores, las abejas artificiales podrían ser beneficiosas en ciertas situaciones, como en áreas de campo donde los polinizadores naturales son escasos, y también en invernaderos o en entornos urbanos donde la presencia de polinizadores naturales es limitada.
¿Podría ser la polinización artificial una alternativa real a los polinizadores naturales? ¿Pueden los aparatos de diseño solucionar la desaparición de insectos polinizadores?
Lo cierto es que, en estos momentos, la polinización artificial mediante robots autónomos no es una alternativa comercial y la mayoría de las propuestas planteadas se encuentran en una fase muy preliminar de investigación y no han escalado desde el laboratorio a la aplicación masiva y operativa.
La opinión extendida entre los especialistas es que los polinizadores artificiales resultarían costosos de implementar a gran escala y requerirían un monitoreo y mantenimiento constantes. A nivel de coste, sería difícil que pudieran competir con lo que aporta totalmente gratis una vida silvestre bien equilibrada.
Por otra parte, esos robots difícilmente serían capaces de replicar la interacción con el entorno que los insectos ofrecen, afirman los biólogos. Por ejemplo, cualquier insecto polinizador, al final de su vida, es aprovechado por otros organismos o es integrado en el suelo devolviendo sus nutrientes al ciclo de la vida. Un mini-dron polinizador inutilizado es un objeto inerte que no devuelve nada al sistema. Y, además, carece de la capacidad de adaptarse a las condiciones cambiantes del entorno siguiendo las leyes de la variación genética, la adaptación y la evolución.
Los insectos aparecieron sobre la Tierra hace 400 millones de años, en el periodo Devónico, y unos 160 millones de años después surgían las plantas con flor. Desde entonces, plantas con flor y polinizadores han tejido una exitosa relación de coevolución. ¿Cuánto tiempo tardarían la ingeniería y la inteligencia humana, incluso la artificial, para replicar de forma eficiente esta relación?, se preguntan los investigadores.
Sin duda, la forma de abordar el reto que supone la disminución de polinizadores es afrontar sus causas y tomar medidas para conservar y restaurar los hábitats naturales de los insectos, reducir el uso de pesticidas dañinos, promover la agricultura sostenible y crear conciencia sobre la importancia de los polinizadores en los ecosistemas y la producción de alimentos.