72 HNO BENJAMIN XAVIER Cyprien Loubat 1880 + 7 V 1941
Nació Cyprien en Saint Léger du Malzieu de la diocésis de Mande
Con los recursos de una modesta granja, la familia Loubat, educó en las verdades principales del cristianismo a sus numerosos hijos verdadera bendición del cielo. Cinco vocaciones religiosas surgieron de este hogar ejemplar. Dos de ellos murieron prematuramente en nuestro Instituto. Cyprien el tercero heredó el nombre de su hermano mayor
Entró al noviciado menor de Vals y en diciembre de 1893 pasó al de Buzenval, bajo la dirección paternal y activa del Hermano Antonio Denis que hacía reinar un verdadero espíritu de familia, tuvo la influencia de una élite de religiosos educadores. Atento y cuidadoso realizó grandes progresos. Encargado de un grupo de recreación, les pedía que hablaran de las lecturas del comedor como lo indicaba la Regla, antes de conocerla.
Su postura, en la capilla, era de recogimiento y hacia numerosas visitas al Santísimo, comulgaba frecuentemente, cosa rara en aquella época, se le veía como, un alma atraída por Dios.
Tres años de estancia en este medio favorable le había ayudado a acrecentar su instrucción y sus cualidades morales; que le permitieron emprender la gran obra de su probación canónica. En el Noviciado de París, a donde entró el 24 de septiembre de 1896, se entregó con toda su alma a su formación, con la santa alegría de los hijos de Dios. Se benefició de las enseñanzas del Hermano Rainfroy director notable por el conocimiento de las almas, la claridad y profundidad de sus conferencias, la apertura y seguridad en su dirección. El carísimo Hermano Benjamín Javier aprovechó con creces estas oportunidades.
Ocho meses de estudio en el Escolasticado lo prepararon para presentar los exámenes que lo acreditaban para la obtención del Diploma que le daban el derecho a enseñar. Durante las vacaciones siguió los cursos, que excelentes profesores daban a los nuevos maestros enseñándoles métodos de trabajo personal, en nuevo maestro los desarrolló en los tres años con entusiasmo y celo juvenil en el medio internado de Franc- . que se acaba de abrir con los internos provenientes de la escuela de San José de Versalles.
Al inicio del año escolar de 1904, lo encontramos como responsable de la clase de los mayores en la escuela de la parroquia de Grenelle. Él contribuyó en gran forma para hacer de esta comunidad, que dirigía el virtuoso Hermano Benjamín Julio un santuario de trabajo asiduo, de oración, recogimiento y alegría tonificante. El conservó un grato recuerdo de esta comunidad que un fatal decreto del ministerio hirió de muerte en 1907. Los cuatro proscritos se dirigieron al Escolasticado misionero de Clermont Ferrand para iniciar el estudio de la lengua castellana, bajo la dirección del eminente Hermano Antonino Gabriel.
Aquejado de fuertes migrañas, el Hermano Benjamín Javier hacia diversión del estudio con trabajos manuales, que realizaba con gran destreza y los empleaba en la decoración propia de las ceremonias de adiós de cada grupo que partía a misiones. El 20 de julio de 1908, se abordó el barco que los llevaría a Veracruz y el 7 de agosto siguiente el pronunció en Saltillo su Profesión Perpetua, dando su corazón por entero a la Santísima Trinidad, como él lo escribió en su agenda.
Pocos días después llega a Monterrey, primer teatro de su apostolado en tierras mexicanas. Él trabajo ayudando a los albañiles y obreros que estaban concluyendo la nueva construcción para la escuela y para los Hermanos, el 1 de septiembre los Hermanos, todos llegados de Francia, se presentaron ante un auditorio, que les escuchó, aunque ellos se enfrentaban a un conocimiento imperfecto de la lengua española. Nuestro Hermano se hizo responsable de una docena de niños, que eran inquietos, pero también amables y dóciles. Los vales distribuidos en buena forma produjeron un magnífico efecto para obtener silencio, trabajo, y puntualidad.
Al término de este año laborioso, el Hermano Benjamín Javier fue cambiado a Morelia, para realizar el trabajo del temporal. Hermanos, y alumnos reconocieron muy pronto el buen trabajo del activo y generoso Hermano ecónomo.
Sus múltiples y exige entes ocupaciones le tenían separado de los Hermanos, pero el amaba la vida comunitaria y experimentaba una gran alegría cuando podía participar en las recreaciones y paseos.
En sus notas íntimas, reconoce que su actividad desbordante no le permite hacer los ejercicios espirituales con la comunidad, y se propuso remediarlo, en particular con la renovación de la presencia de Dios, la preparación de la oración y en la práctica del silencio.
En enero de 1914, una clase le fue confiada en la escuela de Toluca, que llevo con gran éxito hasta el estallido de la revolución mexicana. La salida precipitada por parte de los Hermanos puso en relieve las cualidades del Hermano para organizar la salida. Él formó parte del grupo que fue hasta Nueva York, mientras que otro grupo regresaba a Francia y uno más se embarcó para la Habana.
Después de una rápida iniciación en la lengua inglesa, nuestro Hermano fue enviado a Lincolndale como enfermero y sacristan, después se encargó del comedor y de la ropería en Albany. Lo enviaron al noviciado Menor de Pocantico Hills cuando una obediencia lo nombraba subdirector de las casa de Fall River, y profesor del curso comercial. En este medio de difícil adaptación supo dejar un muy buen recuerdo de su estancia.
En septiembre de 1918, el Hermano Benjamín Javier se preparaba para reiniciar sus clases, cuando fue llamado por el Hermano Visitador del Distrito del México Santa Fe, para ser el responsable de la reconstrucción del colegio de Santa Fe. Al fin del curso escolar fue enviado a Covington que lo recibió como prefecto de los alumnos mayores. Tomó muy en serio su nueva función y la vigilancia de la cual tenía un alto concepto, que definía en estos términos: “Tiene que ser realizada con calma, leal, preventiva, general e individual, sobrenatural y en forma de oración.
Nada escapaba a la mirada viva y perspicaz, a pesar de su corta estatura, todos lo respetan, algunos le decían el “pequeño prefecto”. Evitaba las cosas que fueran peligrosas para la autoridad y motivaba las buenas costumbres y el buen espíritu, la caridad. Su tacto creaba entre los jóvenes un espíritu de familia. La piedad estaba en lugar de honor, así como la frecuentación de los sacramentos, gracias a la colaboración de capellán, un hombre de Dios. Los padres de familia apreciaban esta disciplina sabia y se vio reflejada en el aumento del número de internos creció notablemente.
Ni la vigilancia ni las numerosas ocupaciones, así como la organización material de su sección no eran motivos para dispensarlo de sus ejercicios, que él no podía hacer con la comunidad. la parte de Dios y de su alma permanecen intangibles.
A mediados de julio de 1925, el Hermano Benjamín Xavier, tomó la dirección de la nueva escuela de Franklin. Desde el inició estableció relaciones corteses con el señor Cura, la señora fundadora de la escuela, las autoridades civiles del lugar. De manera que de esa forma obtiene beneficios para la nueva obra. Hombre de orden y autoridad, exigía a los profesores y a los alumnos la limpieza en sus vestidos y personas, así como una gran urbanidad y cortesía. Los alumnos le tenían una estima que duró siempre: poco antes de su muerte el recibió la visita de un antiguo alumno, que en presencia de la comunidad hizo la siguiente declaración: “Querido Hermano Benjamín con toda sinceridad puedo decirle que a pesar de los diferentes alumnos que pasaron bajo su dirección, ninguno ha podido quejarse de injusticia o parcialidad.
Como cabeza de la comunidad predicaba con el ejemplo y la palabra, asi como la regularidad y una religiosa cortesía que favorecía la cordialidad en los encuentros fraternos. Consideraba las actividades extraescolares como una pérdida de tiempo y de peligro para los Hermanos por lo que las redujo a lo mínimo.
Su alegría y buen humor ayudaban a que reinara una franca alegría en las recreaciones. Era fácil de aborda, se mostraba generoso pero firme en cuanto exigir el deber. Si las debilidades de un inferior eran dudosas, él obtenía su cambio oportunamente.
El reclutamiento para nuestras casas de formación le preocupaba. En un retiro se leyó. “Porque no hay vocaciones en nuestra escuela este año? ¿No será porque falta la caridad siendo esto un obstáculo? Las vocaciones se obtienen por el sacrificio, la vida interior, la regularidad y la oración”
Nuestro Hermano fue nombrado reclutador, función para la cual él tiene todas las cualidades. Su primera preocupación fue salvaguardar su vida religiosa: “ante todo, sobre todo hacer mis ejercicios espirituales” escribió acudía con devoción a sus intercesores: “Su buena Madre, San José , mi ángel guardián y San Juan Bautista de La Salle, vengan en mi ayuda”
Enumeraba, enseguida las cualidades que quería descubrir en los aspirantes: piedad, pureza, juicio recto, inteligencia y buena salud. Para el medio familiar el pedía: que fueran realmente cristianos y de una condición social respetable.
La distinción, la reserva y la modestia el empleado viajero del Divino Maestro, le valió la estima y aprecio del clero, así como de los miembros de la enseñanza pública y privada; lo que le permitía visitar libremente las escuelas de este vasto territorio que se le había asignado. Su aparición en hábito religioso causa sorpresa y curiosidad, pero su presencia noble y a la vez irradiante por la vivacidad de su mirada captaban pronto la atención de su joven auditorio.
Uno de sus primero reclutados escribió: “Reconozco la favorable impresión que me causó y me llevo abrir mi corazón para recibir la buena simiente, eso mismo lo sintieron muchos de mis compañeros de la escuela. Todo en él, mostraba las bondades de la vida religiosa, aunque dejaba entrever las dificultades y espinas que se encontraban como en toda vida humana.
Era muy bondadoso en ayudar tanto a las familias como al joven en la separación de la familia. Después de la llegada al Noviciado Menor, llevaba a los papás palabras de consuelo y les aseguraba que su hijo iba a ser la alegría y su honor. Sus visitas eran prudentes, rápidas, acompañadas de una conversación franca, sencilla y amistosa de espiritualidad y sabiduría, digna y respetuosa.
El rosario en el volante del auto, era su compañero de ruta de una escuela a otra. “Hijo de María amaba pensar en ella y sentirse como un hijo amado por Ella su madre”
En el mes de agosto de 1934, las necesidades administrativas lo ponen al frente del Noviciado Menor. Conocía ya a todos los novicios menores y era querido por ellos eso favoreció que su entendimiento fue inmediato, ayudó a la formación de los caracteres y a corregir los defectos desde sus raíces. Si alguna vez se mostraba severo, con algunos que tenían necesidad que se les tratara así, tenía también para ellos palabras afectuosas para reconfortar sus almas, más que una reprimenda dura que les fuera a desanimar. Exigía la disciplina que el mismo cumplía e invitaba a pequeños sacrificios que disciplinaban la voluntad y preparaban para superar obstáculos o contrariedades que jalonean el camino de la vida.
Los recién llegados eran recibidos con ternura casi maternal, que pronto los acercaba a su familia de adopción. A pesar de esto algunos siguen con la nostalgia de su familia. Las primeras semanas, nos dice uno de ellos, “yo extrañé mucho” El Hermano director me consolaba y daba valor afectuosamente. No olvidaré jamás sus palabras de valor y un día me dijo: “Cuando la nostalgia te invada y quieras llorar, ven a mi oficina para llorar los dos juntos, eso lo hice más de una ocasión.”
Adversario absoluto de las conversaciones aisladas durante las recreaciones, les dejan a los novicios menores la libertad que les permitía mejor conocerlos. Se las ingeniaba para mantener el interés en los juegos, y las recompensas a los ganadores. En las clases los motivaba para realizar los estudios y avanzar. En su libreta se encontró este escrito: “Los Novicios menores son los futuros religiosos, almas escogidas por Dios: Que gran prudencia tengo que tener con ellos.
Animado de un ardiente amor a Jesús Eucaristía, comunicaba su devoción en su entorno: “en la Capilla, nos dice un testigo, yo observaba seguido, durante la Misa y después de la comunión; como me impresionaba su profundo recogimiento. Viéndole a él durante la acción de gracias nos inspiraba gran devoción. Cada vez que iba a reunir a los novicios menores, antes iba a la capilla y se arrodillaba al pie del sagrario.
Para inculcar en el fondo de los corazones la devoción a la Santísima Madre, empleaba oraciones o canto como el Salve Regina al final de la oración verpertina o en fiestas de María. Su confianza en los santos ángeles era notable, por haber sentido su protección en su función de vigilante.
Pero he aquí la hora de un gran sacrificio: “El 5 de julio de 1936. Escribió en las notas de su retiro, el Hermano Visitador me anuncia que me ha nombrado director de Santa Fe; mis protestas no sirvieron de nada. Que se cumpla la voluntad de Dios, Señor haz que no sea yo un obstáculo de tus gracias sobre esta obra y sobre las almas.
No sin miedo, pero con voluntad enérgica asume sus responsabilidades en una situación difícil. Todas las cualidades que le conocemos ayudaron a ser el piloto ideal que condujo el buque con mano firme y con un espíritu lucido. Solo en casos de fuerza mayor, se ponía a la cabeza de la comunidad y daba ejemplo de dedicación a las menores necesidades. “yo le debo, declara uno de sus subordinados, haber comprendido la importancia de la regularidad y el sentido del deber, me afirmó en mi vocación por sus insistentes exhortaciones a que llegara una vida religiosa digna de nuestro santo estado, y por la franqueza y lealtad en señalarme mis defectos.
Sus resoluciones nos enseñan que había declarado la guerra al menor esfuerzo, e igualmente estaba atento a no hablar de sí mismo, él sufría, pero no dejaba ver su sufrimiento, su punto de apoyo era Dios y las opiniones humanas no podían hacer cambiar.
Un serio deterioro de su salud, hizo que le relevaran de su cargo, en febrero de 1938, fue enviado a descansar en la casa de Retiro de Lafayette. Durante el verano un viaje a su familia, pareció haberle dado una gran mejoría dentro de su estado patológico.
A su regreso le confían la dirección de la casa de Franklin. Pero su organismo cansado lo traiciona, sospechaba que su fin estaba cercano. Pero pareció redoblar el esfuerzo para asegurar el funcionamiento normal del establecimiento.
En el retiro de 1940, lo hizo con un gran fervor el describe así el estado de su alma: “para guardar bien el silencio hay que hablar con Dios; la sola forma de ser eterno es trabajar por Dios en el prójimo, así será fácil ser caritativo, prudente en las relaciones con los otros. La dicha consiste en la unión con Dios y esta unión es necesaria para hacer un verdadero bien. Estas fueron las últimas líneas escritas en sus notas espirituales. El supremo momento del abrazo de su alma con Dios estaba pronto en cumplirse.
Enviado a la casa del Noviciado el Hermano Benjamín Xavier, empleo sus últimas fuerzas en hacer pequeños trabajos de reparación, así como en el cuidado delicado de los Hermanos enfermos. Más que nunca practicó esta divisa: “Sufrir en silencio” cada vez más economizó sus palabras, incremento su recogimiento y las visitas al Divino anfitrión en el altar.
En la cercanía de la pascua, después de un trabajo un poco arduo, sufrió sofocación; el médico advirtió que podía morir súbitamente. En la tarde del 7 de mayo, su corazón había cesado de latir. El capellán avisado le dio la absolución bajo condición, mientras que los Hermanos rezaban las oraciones de la recomendación del alma. Así fue como este valiente soldado de Cristo quedó en el surco, con las armas en la mano, como el lo quería vivamente. Si el Distrito perdió un miembro prominente, también adquirió un poderoso intercesor cerca del Trono de la Misericordia.