RELATOS EN VERDE

TE PRESENTAMOS LOS GANADORES DEL CERTAMEN DE "RELATOS EN VERDE" QUE CONVOCA CADA CURSO EL DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA. 


CURSO 2020/2021

MAGALI, COCO Y LAS PLANTAS RECICLADORAS.

Javier Alfonso Trinidad, 1º ESO B

 

Magali era una niña que vivía feliz en un pequeño poblado de Australia con su familia. A ella le gustaba dar paseos por la selva en compañía de Coco, un koala que allí vivía.

Un día al regresar de un paseo, Magali escuchó a su madre decir que la selva se estaba quemando y que tenían que salir de allí. Salieron corriendo pero mientras corrían Magali se dio cuenta de que Coco se encontraba en la selva así que decidió ir a buscarlo.

Magali se armó de valor y logró rescatar a su querido amigo. ¿Quién podía haber hecho semejante maldad?

Una vez que los bomberos sofocaron el fuego, Magali y Coco volvieron a visitar lo que quedaba de la preciosa selva donde el pequeño koala se había criado.

Mientras contemplaban los restos del desolador incendio, Magali se fijó que en el suelo había restos de un pequeño bidón de combustible. Podía ser una pista, así que lo recogieron y lo llevaron a la comisaría de policía de su poblado.

Tras unos días de investigación, los agentes Kenny y Jefferson, descubrieron varias pistas más: un mechero, huellas dactilares y restos de pelo humano. Todo esto les condujo hacia una planta de incineración de residuos donde trabajaba el sospechoso. Después de un largo interrogatorio, las sospechas se confirmaron. Era un pirómano y no supo diferenciar su trabajo del delito.

La incineradora se demolió y en su lugar, se construyó una gran planta de reciclaje (de vidrio, de cartón, de plásticos…) y lo mejor de todo, se repobló toda la zona quemada en el incendio. Porque ¿qué mejor planta de reciclaje que una planta que recicla el CO2?

Así fue como en el pueblo de Magali los objetos y las plantas tuvieron una segunda oportunidad. 

DIARIO DE UNA BOTELLA

Jimena Baile González, 1º ESO B

 

Día uno.

Hoy por fin he salido de aquella fábrica, por fin podre salir a descubrir mundo, estoy seguro de que conoceré mucha gente, iré a muchos sitios maravillosos, veo que me va a ir bien en la vida.

Día tres.

Hemos llegado en un camión a una ciudad llamada Cáceres, y me han llevado a un sitio muy grande llamado Carrefour, pero me han separado de mis amigos.

Día doce.

Llevaba nueve días esperando a que me compraran y por fin ha llegado ese día, a conocer mundo.

Día veinte.

He estado yendo ocho días a un instituto, y se está muy bien, sobre todo me gusta cuando hay educación física, porque siempre me lleva al patio y me pongo a hablar con las otras botellas, esas son las mejores horas de la semana, pero hoy ha sido un poco diferente, me había vaciado y por el viento me caí al suelo, cuando mi dueña me recogió estaba sin tapón, se había perdido, pensaba que se acercaría mi fin, que me iban a tirar, que me iban a reemplazar, pero mi dueña tuvo una maravillosa idea, cuando llego a casa me ha secado y me ha pintado con acuarelas, y ahora estoy encima de su escritorio guardándole todos los lápices y rotuladores.

Día ciento tres.

Me encanta mi vida. 

HISTORIA DE UN BOLÍGRAFO

Adrián Gil Román, 1º ESO B

 

Imaginemos un bolígrafo. Un bolígrafo normal y corriente, sin vida, pero con la posibilidad de pensar. Este bolígrafo llevó una vida feliz y fue muy usado. Pero un día, mientras su dueña escribía una redacción, nuestro pobre bolígrafo se quedó sin tinta. Su dueña, que ya lo sospechaba, se había comprado otro bolígrafo para reemplazar al nuestro. El bolígrafo comprendió que ya le había llegado su hora, y esperó ser reciclado. Sin embargo, su dueña decidió tirarlo a la calle. Total, lo recogería el basurero, ¿no?

Nuestro bolígrafo pensó que aquel era su fin, que pasaría el resto de sus vidas en un triste y abandonado basurero, pudriéndose para toda la eternidad. Para su suerte, en aquel país existía la patrulla del reciclaje. Estos guardianes de las calles se dedicaban a recoger todos los residuos existentes de su querida ciudad para convertirla en la ciudad más limpia del mundo. Ese día, un recluta encontró a nuestro bolígrafo roto en mitad de la acera, y se lo llevó al cuartel. En este cuartel se reciclan todo tipo de objetos, y los convierten en otros objetos cotidianos. Nuestro bolígrafo sintió miedo, y pensó que lo habían recogido para incinerarlo. Pero no fue así. Una vez dentro de aquella fábrica, le repusieron la tinta y le ataron una cuerda a la capucha. “¿Qué están haciendo conmigo?” Se preguntó el bolígrafo. “¿Y qué será de mí?” Su duda fue resuelta en unas horas. Nuestro pequeño bolígrafo estaba colgado de una fina viga junto con otros bolígrafos, formando un corro. En el centro de aquel corro estaba encendida una bombilla. ¡El bolígrafo estaba formando parte de una bonita lámpara de color azul!

Al día siguiente se llevaron al bolígrafo (perdón, a la lámpara) a una gran exposición de objetos reciclados. Allí había objetos de todos los tipos: Huertos hechos por botellas, cuadros de lápices, y muchos más. Pero todas las miradas se dirigieron a la lámpara azul, que fue vendida por el precio de veinticinco euros a una amable señora que vivía en el centro de la ciudad, y cuando el bolígrafo vio la cara de su nueva dueña se quedó muy sorprendido. ¡Aquella señora era la antigua dueña del bolígrafo! Desde aquel día el bolígrafo intentó llamar la atención de su dueña con escaso éxito. Y la señora nunca se dio cuenta de que en la flamante lámpara que había comprado estaba su antiguo bolígrafo. 

LA TORTUGA OCHO

Javier González Gómez, 2º ESO B

 

Hola, soy la tortuga Ocho, me llamo así porque tengo forma de ocho, cuando todas mis demás amigas tienen forma de cero, de una “O”, ellas son redondas.

Yo tengo forma de ocho porque cuando estaba creciendo, mi cuerpo se quedó atrapado en la goma de una mascarilla, y mi cuerpo crecía y crecía y la mascarilla ahí seguía, y ahora todas mis amigas tienen un cuerpo normal, mientras que yo tengo un cuerpo con forma de ocho, gracias a alguien que tiró la mascarilla.

Haberle quitado las gomas. 

CUIDAR MONK

Jorge Rebollo Sánchez, 1º ESO A

 

 

Hoy era el día de la evacuación. Todos los habitantes debían abandonar el planeta Monk. Desde hacía años sus ríos cada vez estaban más secos y apenas había agua para los más pequeños. Ya no se podía salir de casa sin usar las mascarillas, porque el aire era tóxico. Era el tercer planeta que los humanos debía dejar atrás y buscarse un sitio nuevo para vivir. Y es que las enfermedades cada vez eran mayores.

Las naves estaban preparadas para despegar. Sin embargo, la familia Smith esta vez no iba a emprender ningún viaje. No querían irse a otro planeta para también estropearlo. Ellos querían devolver a Monk todo su antiguo esplendor. Llevaban años trabajando y cuidándolo, pero eran los únicos. Ellos sí habían aprendido a reciclar y a no dejar el agua correr si no era necesario.  Querían darse una oportunidad de arreglar las cosas. Lo fácil era desistir y abandonarlo todo. Pero ellos querían luchar y no estar cambiando de planeta cada pocos años. Sabían que si la humanidad seguía destrozando la naturaleza, pronto no quedaría ningún rincón en la galaxia en el que poder vivir.

Ahora ya estaban solos. Había mucho trabajo por hacer. Y aunque las condiciones eran muy duras, pronto empezaron a encontrar pequeños regalos que les hacía el planeta Monk. Un día descubrieron un sabroso tomate que les daba la tierra. Y al poco tiempo, todas las semanas podían recoger una cesta de frutas y verduras. Sin embargo, la gran sorpresa fue ver aparecer una vaca y una gallina. En tan sólo unos meses los prados volvieron a ser verdes y los árboles y las flores volvieron también a cubrir el suelo.

La familia Smith nunca había estado tan feliz. Descubrieron que si uno cuida la naturaleza, esta sabe dar las gracias con infinidad de regalos. El resto de la humanidad había llegado al planeta Tink quien, al poco tiempo, ya empezaba a dar señales de estar enfermo. Antes de ordenar una nueva evacuación, los que mandaban miraron a Monk y encontraron en él un nuevo paraíso. Así fue como comprendieron que debía seguir el ejemplo de la familia Smith. Ahora Monk y Tink eran dos planetas bellos, ideales para vivir. 

JULIA, LA EMPRENDEDORA ECOLÓGICA

Olivia Rodríguez Pérez, 1º ESO A

 

En un país no muy lejano, hace no mucho tiempo, vivía una niña llamada Julia.

Ella siempre había soñado con ser diseñadora de moda, pero en el cole le habían enseñado que confeccionar prendas hacía mucho daño al medio ambiente. Con lo cual decidió buscar una profesión más ecológica.

Diez años después no había encontrado ninguna profesión que le volviera tan loca como aquella que le gustaba desde que tenía uso de razón, con lo cual decidió que buscaría la forma de crear prendas ecológicamente.

Cuando por fin encontró una manera se puso a saltar de emoción, le contó a su familia que había descubierto la manera de crear prendas a partir de otras ya usadas y viejas.

¡Cada día se desecha tanta, tanta ropa, que podría incluso crear una colección!

Creía en ella misma y tenía suficientes conocimientos como para emprender su propia empresa, diseñando nuevas ropas a partir de otras.

Julia continuó con su pequeña empresa y le fue tan bien que fue creciendo y creciendo hasta que esta joven con un sueño desde pequeña consiguió lo nunca visto, realizar diversas colecciones con prendas ecológicas.

Un año después, gracias a ese gran esfuerzo y dedicación, consiguió hacerse con su primera colección, y cambió el mundo no solo con sus prendas tan bonitas, que parecían de alta costura, sino que también hizo famosa su labor reutilizando prendas antiguas. 

LA BATIDORA INSERVIBLE

Elena Ingrid Solís López, 1º ESO C

 

Había una vez una batidora que había dejado de ser útil para la familia Pascual. Ya no hacía purés ni batía claras ni gazpachos. Una pequeña reparación hubiese bastado para que la batidora volviese a funcionar, pero la familia Pascual prefirió tirarla a la basura y comprar una nueva.

La batidora estaba muy triste, perdida y sola en un montón de basura junto a otros electrodomésticos que, como ella, había dejado de funcionar. Hasta allí llegó un viejo juguetero que recopilaba piezas para sus creaciones. Cuando vio a la batidora, prácticamente nueva, enseguida pensó que podría dar nuevo uso a sus piezas. La guardó junto a otros objetos en su mochila y puso rumbo a su taller.

El taller del juguetero estaba lleno de herramientas, piezas, tuercas, tornillos y mil cosas más que había ido recopilando en distintos lugares y a los que daba un nuevo uso con sus creaciones para los niños y niñas. Una vez que desarmó la batidora, utilizó la carcasa para construir un barco de vela. Con el brazo de la batidora hizo la pierna de un robot. El motor lo acopló a un coche teledirigido que había dejado de funcionar y, cosas de la vida, cuando el juguetero fue al mercadillo a vender sus juguetes, el hijo pequeño de la familia Pascual vio el coche y le pidió a sus padres que se lo comprasen, por lo que, en cierto modo, la batidora regresó al hogar de donde un día tuvo que marcharse. 

RELATO EN VERDE

Alfonso Tomé, 1º ESO A

 

Yo era un brik, pero no era un brik cualquiera, era un brik de leche que tenía una función, viajar por el mundo con la misión de convencer a las personas que tenían que reciclar.

–¿Cómo conseguir esto si soy un objeto inerte?, pensé, pero aún así no me desanimé.

Mi destino sería un instituto. Uno de los chicos del instituto me había tomado en uno de los recreos y me había tirado en una de las papeleras que había en clase, sin saber que yo tenía que ser depositado en uno de los contenedores instalados a la entrada del instituto. ¿Cómo conseguir que todos mis amigos los briks, las botellas de agua y plásticos que había en todas las papeleras de las clases pudieran llegar a nuestra casa que era el contenedor de plásticos?

Había que inventar un plan, aprovecharíamos cuando los chicos se fueran a sus casas y antes de que vinieran a limpiar, para salir de las papeleras y aparecer tirados por todo el suelo del instituto. Así al llegar el servicio de limpieza pondrían el grito en el cielo y se quejarían a la dirección de que nosotros los plásticos teníamos que ser tirados en el contenedor de plásticos y no en el suelo ni en las papeleras. Al sonar el timbre, conseguí llegar a todas las papeleras de las clases y explicar el plan a mis colegas y nos pusimos manos a la obra.

A las 16 horas empezó a venir el servicio de limpieza y al encontrarnos esparcidos por los suelos se pasaron la tarde entera recogiéndonos en lugar de limpiar las clases, despachos y aseos del instituto.

Todo se iba desarrollando como había planificado, la encargada llamó a la directora y le contó lo que había sucedido, comprometiéndose al día siguiente a dar una orden a todos los alumnos de que los plásticos teníamos que ser depositados en el contenedor de plásticos para así ser reciclados.

Así sucedió y sigue sucediendo hasta la fecha. Con los contenedores de plástico llenos el Instituto recibió un premio al instituto que más reciclaba. Y aquí termina mi primer destino. Con rumbo a otro lugar. 

EL RECICLAJE: De cómo los objetos pueden llegar a tener una segunda vida.

Claudia Vázquez Suero, 1º ESO B

Yo empecé siendo un pequeño granito de arena, insignificante a la vista de cualquiera que pasease por esa espléndida playa de Asturias en la que solía vivir. Todo comenzó cuando un día, nada más amanecer, llegó un camión del que se bajaron unos cuatro o cinco hombres. Al pasar un rato ya habían recogido un montón de sacos de arena y en uno de ellos, en el fondo, ahí, estaba yo.

Ese mismo día por la tarde nos llevaron a una fábrica, de la que vagamente recordaba haber escuchado hablar a algún bañista anteriormente. Allí empezó lo interesante: sin saber cómo, al cabo de unas horas, había pasado de ser un pequeñito grano de arena a formar parte de una botella de vidrio. En una caja, dentro de otro camión, me llevaron acompañado de otras botellas que, la verdad, fueron muy agradables y divertidas durante el viaje. El final del trayecto fue otra fábrica, esta vez mucho más grande y fuera de la ciudad.

Me pusieron etiqueta, me rellenaron de un refresco color naranja, me pusieron el tapón y me mandaron a trabajar a un pequeño establecimiento de pueblo. Se vive bien siendo una botella, estaba rodeada de otros tipos de botellas, tartas, envases de comida y de otras cosas que suele haber en una nevera.

Cuando llevaba varios días metida en la cámara frigorífica de aquel barecillo, por fin llegó mi día. Un niño de unos diez años me compró y me llevó a la plaza del pueblo con sus amigos. Eso me sirvió como un pequeño tour por aquel sitio que no conocía pero que ya se había convertido en mi hogar.

El niño, después de beberse lo que había en mi interior y de usarme como balón de fútbol, me tiró a la basura. Era un sitio oscuro y no muy acogedor; por suerte, estuve poco tiempo. A las ocho de la tarde pasaba el camión de la basura, que me recogió. Desde un contenedor que se encontraba en frente de la iglesia me llevaron a un centro de reciclaje.

En ese momento no tenía ni idea de qué era ese lugar. Nada más llegar me preguntaron “qué quieres ser” y en ese momento no entendí nada. ¿Cómo que qué quería ser? Una señora me explicó que reciclar es someter materiales usados o desperdicios a un proceso de transformación o aprovechamiento para que puedan ser nuevamente utilizados. Entonces pensé en todas las cosas que podía hacer… Podría ser las lentes de las gafas de un piloto y vivir un motón de aventuras por todo el mundo, una piedra preciosa de un collar para una modelo y salir en una pasarela de moda o incluso la vitrina en la que está la corona real.

Al final me decidí por algo muchísimo mejor: al pasar por muchas pruebas y muchos cambios en mí, al fin conseguí lo que quería. Me convertí en parte de una gran puerta de aquella fábrica, así podría ver a otros objetos llegar a ser cualquier cosa.

Y aquí estoy actualmente, viendo cómo reciclan cualquier tipo de material. 

APUNTES

Lorenzo Villanueva Corrales de 2º ESO C

 

¡RING!

Ese es el sonido que todos los adolescentes y preadolescentes querían escuchar, el sonido de la libertad, el sonido de la campana que da por finalizado el curso, el sonido que les permite mirar por la ventana cómo un profesor quema todos los apuntes de ese año, curso 2015-2016, entre vitoreos, gritos y aplausos.

Papel por papel, en unos escasos cinco minutos, desaparecen miles y miles de ejercicios, millones de palabras e incluso cientos de números. Todo esto desapareciendo y ardiendo, convirtiéndose en ceniza en cuestión de tiempo.

Pero un folio rebelde, un superviviente de esta masacre, logra escapar de esta quema de deberes y huir fuera del instituto hacia un lugar seguro. Esta hoja, llena de rabia, idea un plan. Un plan que requiere la unión de billones y billones de deberes que lograron escapar de alguna tragedia. Pero este plan es imposible de cumplir en una corta vida que transcurre en un solo día, ya que este papel, después de lo sufrido, solo conseguirá mantenerse vivo veinticuatro horas más. No obstante, está feliz. Sabe que algún día, los asquerosos humanos que solo se preocupan por el dinero, tendrán su merecido cuando el mundo se vea afectado por el derretimiento de los casquetes polares, por la destrucción de la capa de ozono, la falta de oxígeno por la tala de árboles, etc., pero a la vez, se siente impotente porque sabe que no solo la raza humana se va a ver afectada, sino que muchos animales y folios como él sufrirán las consecuencias y encima él, no a va a poder nacer nada.

Me parece que los humanos no saben lo que se les viene encima.

EL CAMBIO DE WASTE CITY

Irene Vinagre Muñoz, 1º ESO A

 

No hace muchos años, en una ciudad industrial perdida en Europa llamada Waste City, vivía un grupo de personas aparentemente normal. Estaba caracterizada por ser la ciudad más contaminada del mundo, ya que la gente no era consciente del daño medioambiental que estaban produciendo. Era oscura y nunca se veía el Sol por las grandes masas opacas de nubes, el césped no crecía y las flores habían dejado de florecer. Estaba llena de basura y desechos por todos lados. Los habitantes estaban cabizbajos y vestían con ropas tristes. La ciudad cada vez tenía menos turistas porque era seria, apagada y no llamaba la atención.

Félix, un niño de aspecto escuálido, vivía en un barrio a las afueras de la ciudad. Su familia era pobre y apenas tenían dinero para comer y mantener los gastos del hogar. El techo de su casa estaba lleno de placas solares, las cuales nunca se usaban porque en el cielo no resplandecía el Sol.

Un día el niño salió a pasear por un bosque cercano. Félix iba distraído viendo el paisaje cuando de repente sus pies descalzos sintieron el corte de una lata oxidada, esa interrupción hizo bajar la mirada del joven y sus ojos se pusieron como platos al ver parte del camino lleno de chatarra. En ese instante se iluminó su cara, había tenido una magnífica idea. Se llevó aquellos objetos a su casa con el fin de darles otro uso.

Al cabo de unas horas, Félix, con la ayuda de su padre, había conseguido fabricar un extraño vehículo, que además de no contaminar, también recogía basura, funcionaba con desechos y en los lados tenía grandes pancartas en las que ponía “LAS COSAS TIENEN UN SEGUNDO USO, JUNTOS PODEMOS PARAR ESTO”.

Finalmente fue por las grandes calles de su ciudad reciclando y reutilizando. Llamó tanto la atención de la gente que todos querían uno y así el niño consiguió su pequeño negocio en el que fabricaba distintos vehículos con materiales reciclables que recogía en la basura de la ciudad.

Félix obtuvo el suficiente dinero para su humilde familia. Aquel invento causó tanta revolución que la población se organizó para recoger los residuos de las fábricas.

GANADORES DEL CONCURSO "RELATOS EN VERDE" DE 2022/2023

LA VIDA DE UNA BOTELLA

DANIEL RODRÍGUEZ SÁNCHEZ - 1º de ESO

Mi nombre es Agua Mineral Natural, o al  menos eso es lo que pone en mi etiqueta, y soy una botella de plástico. Nací en una fábrica de China, donde nos juntaron en grupos de seis botellas. A mí me tocó con las mejores, que ahora son como mi familia. 

Viajamos hasta España, donde una persona nos adoptó y nos llevó a su casa de la playa. Pasamos todo el día allí, bronceándonos al sol. 

 Cuando se cansaron de nosotras, nos abandonaron.  A tres de mis amigas las arrojaron al contenedor,  estrujándolas como si fuesen basura. A nosotras tres nos dejaron tiradas en el mar, y las olas nos llevaron.

Pasé un montón de años en el mar, muriéndome poco a poco, y matando a todos los peces que se enganchaban en mí, hasta que una red me atrapó y subí a la superficie con un montón de pececillos.

Los pescadores que me atraparon me arrojaron al contenedor amarillo. Desde allí me llevaron a una fábrica donde me dieron una segunda vida, convirtiéndome en botella joven y sana otra vez.

EL VIAJERO ECOLÓGICO

PABLO SOLÍS NÚÑEZ - 1º de ESO

Hacía ya varias semanas que había llegado el otoño, pero todavía no había caído ni una sola gota. Estaba siendo el año menos lluvioso desde 2014.  A Noel Vidal le encantaba salir al campo en esta época, pero ahora le daba angustia al ver lo seco que estaba todo.  El río de su pueblo llevaba solo un hilo de agua. 

Miró las fotografías que estaban en su habitación. Habían pasado más de veinte años desde que se hizo alguna de ellas. Ya no era ese jovenzuelo mochilero al que tanto le gustaba ir de un sitio a otro. Primero, en autobús, luego en tren y con su primer sueldo logró comprar un billete de avión a Ecuador, donde pudo cumplir uno de sus sueños: visitar las islas Galápagos. Mira una foto ya amarillenta posando con una gran tortuga, y le da nostalgia. 

Hay muchas fotos más: en Argentina, Bolivia, Brasil, Dinamarca, Alaska y Japón. También las hay de España. Los viajes le han hecho realmente feliz. 

Abrió un periódico por Internet y empezó a leer las noticias tras teclear su clave. "El avión es el medio de transporte más contaminante". "Al parecer, el avión emite unos 285 gramos de CO2. ¡Qué barbaridad!

De pronto, Noel miró otra de las imágenes que tenía puestas en su habitación. Era una foto en blanco y negro, un poco borrosa. Allí estaba la fotografía de su futura hija Gea, que iba a nacer dentro de dos meses. 

Pensó que estaba en sus manos dejarle un mundo mejor y que quizá habría que plantearse no hacer viajes tan largos ni en medios de transporte tan contaminantes. 

Por ejemplo, en Cáceres es mucho más fácil no contaminar, ya que todo está cerca y se puede usar la bici, y si alguna vez necesitas ir un poco más lejos, puedes ir en transporte público.  Noel pensó que a Gea podría enseñarle muchas cosas bonitas sin tener que dar la vuelta al mundo. Ese era el regalo que le haría a su hija. 

ÁLVARO Y LA LATA

MACARENA MAHILLO FERNÁNDEZ - 2º de ESO

Álvaro es un niño muy sensato, que cada día acude al contenedor para clasificar la basura. Un día como cualquier otro, estaba colocando unos viejos cartones en el contenedor azul, cuando, de repente, escuchó que del contenedor salía una voz.

El niño se asomó y,  través de una pequeña ranura, vio cómo desde lo más profundo del contenedor, lleno de papeles y cartones, una pequeña lata de refresco reclamaba su servicio.

-Por favor, sácame de aquí -gritaba la lata-. Alguien por error me ha tirado a este contenedor. 

- ¿Quién eres? -preguntó Álvaro, sorprendido por estar hablando con una lata.

- No soy una lata cualquiera. Soy una lata viajera.

Era, sin dudarlo, una lata parlanchina que no podía estar en el contenedor azul. Tenía que estar  junto a los briks y otros plásticos en el contenedor amarillo.

Álvaro iba a lanzar a la lata cuando, de nuevo, ella habló. 

-No me tires. Ya te dije que era una lata viajera. Llévame para tu casa y seré un práctico portalápices para tus rotuladores de colores. ¿Sabes? He tenido muchas vidas y todas ellas divertidas. En casa de carnicero fui un práctico cenicero; un hermoso collar para el cuello de Pilar; un colgante muy elegante para un famoso cantante, y...y....

-Vale, vale, no sigas hablando, que me estás mareando -dijo Álvaro.

El niño cogió la lata con mucho cuidado sin poder evitar que unas gotas del refresco de cola que aun estaban en el fondo se derramaran por su mano, dejándola pegajosa. 

A partir de ese día Álvaro fue recogiendo todas las latas de refresco del vecindario, y montó un taller de manualidades reciclables en el garaje de su casa. Cada día, después de hacer los deberes y estudiar, se reunía con sus amigos para construir prácticos y hermosos juguetes. 

Construyeron miles de objetos y se los regalaron a niños que no tenían juguetes. 

Y así, entre todos, ayudaron a salvar el medio ambiente. 

RECUERDOS DE COLOR, REALIDADES DE GRIS

SARA PULIDO PÉREZ - 2º de ESO

Marjolein miró por la ventana y todo era color. 

Ella vivía a las afueras de una ciudad de Holanda, en una granja hermosa, repleta de flores, animales y vida. Su hogar estaba rodeado de verdes hectáreas llenas de hierba fresca y con todos aquellos árboles frutales rebosantes de deliciosos frutos.

Ring, ring, ring...

Al oír el despertador, Marjolein se entristeció, sabiendo que toda esa vida y alegría cn las que había soñado eran ahora falsas, un mero recuerdo que cada noche inundaba su mente, pero que al despertar se desvanecía. Cuando por fin decidió levantarse de la cama, se dirigió hacia la ventana, con una pizca de esperanza de volver a ver todos esos colores. 

Pero desapareció en el momento en que se asomó y vio lo mismo de cada mañana, ese mundo gris que había acabado así por culpa de la inacción de los gobiernos mundiales. 

Ahora no había vuelta atrás.  La contaminación, la deforestación, el deshielo de los polos, las sequías... Todo eso se había apoderado del planeta. Ya no hay animales, colores ni alegría. Todo por no haber cuidado el mundo, como algunos avisaron. 

Desde que esto pasó, echo de menos mis recuerdos de 2022.

¿En qué año estamos?