La virgen María leyendo en confortables interiores flamencos del siglo XV, como San Jerónimo en su estudio. Las mujeres de Vermeer escriben y reciben cartas en la Holanda comercial del siglo XVII, cuando los hombres pasaban tantas temporadas fuera de casa. Leer y escribir, siempre en relación… . Pero será en el siglo XVIII que se produce una mayor “democratización” de la lectura: se publican novelas de “folletín” y se abren bibliotecas al público.
Goya retrata un Jovellanos pensativo, que ha leído mucho para poder escribir. El Setecientos también pondrá en boga la lectura femenina, bien vista en principio como contención de los impulsos pasionales en el espacio privado, al mismo tiempo que será también signo de distinción intelectual. Pero pronto la avidez por la lectura va a percibirse como algo pernicioso, terreno abonado para las “Bovary” de turno. La lectura como invitación a la subversión del orden y al cuestionamiento del mismo, he aquí el “peligro”, antes, ahora y siempre.