Antes que Rousseau teorizara sobre su educación, la primera infancia “visible” como sujeto “agente” en las obras de arte será la holandesa del siglo XVII. Niños que juegan y comparten espacio femenino en un contexto de nación comercial y ultramarina y que contrastan con la figura del “pícaro” sin casa y que es un niño de la calle.
La infancia que representa el artista contemporáneo en casa son hijos, mayoritáriamente, de una clase burguesa y como tales pasan el tiempo educándose, jugando y aburriéndose. Algunos hacen travesuras, puesto que es difícil entretener a los críos en casa. “Ayudar” en las tareas domésticas, jugar a juegos de mesa entre hermanos y recibir incluso las atenciones paternas -figura, la del padre, más bien extraña en el espacio doméstico y la interacción infantil-, más allá de los besos y caricias maternas. Al fin y al cabo, cuando somos niños, nuestra “casa” no son las cuatro paredes que nos limitan, sino los brazos de mamá que nos libran de todo mal.