La nueva subjetividad que llega con la época moderna va a comportar que a parte de retratar a burgueses y miembros de la nobleza, el artista reivindique también su parcela de eternidad junto a la liberalidad de su oficio, que aún no era considerado “arte”. Será de este modo que se autorretratará en la intimidad de su estudio, como Rembrandt, que nos deja reseguir su biografía a través de sus arrugas, o Velázquez, que se autorretrata en presencia de los Reyes y la Infanta, reclamando honores y dignidad que no hallaba reconocida. El pintor contemporáneo también se representará a sí mismo con la modelo, a menudo desnuda y como reflejo actualizado de la leyenda mitológica de Pigmalión.
Pero si la cultura humanista supondrá un cambio sustancial en la concepción del artista y su voluntad de reconocimiento, no es extraño que sea en este momento que aparezcan los primeros autorretratos de mujeres artistas, como Caterina van Hemessen o Sofonisba Anguissola, la pintora cremonesa que será la primera gran artista moderna y que, como la boloñesa Lavinia Fontana, se nos mostrará no solamente como pintora, sino tocando un instrumento como prueba de una educación refinada y autoafirmación de su valía. Artemisia Gentileschi, en cambio, se autorepresenta no mirando al espectador con actitud complaciente y sosteniendo una paleta de pinturas o unos pinceles, sino en la acción concentrada y decidida de pintar, quién sabe si reflejo de una determinación y un carácter forjado desde la libertad de saberse fuera de la norma.
Judith Leyster sonríe al espectador con el brazo recostado en el respaldo de la silla en actitud despreocupada y parece encarnar la autoconfianza holandesa en su edad de oro. En el siglo XVIII, la Ilustración enaltecerá el ejercicio de la maternidad como deber y virtud femenina, que Elizabeth Vigée-Lebrun no ve reñida con su oficio de pintora y se autorretrata al mismo tiempo y en actitud maternalmente amorosa con su hija Julie.
La paleta y los pinceles permanecerán como atributo en los autorretratos de las pintoras contemporáneas en el interior de sus estudios, donde Frida Kahlo se auto representa en silla de ruedas y pintando un retrato en homenaje a su médico: “Me pinto a mi misma porque paso mucho tiempo sola… Y porque soy el motivo que mejor conozco”. Finalmente, también tenemos algún ejemplo de pintora que se autorretrata con la modelo, adoptando una tipología representativa más propia de los pintores masculinos, pero que probablemente les sirva para reivindicarse en condiciones de igualdad profesional.