El té y el café son productos preciosos y aromáticos que llegan como exóticos a la Europa moderna. Originario de Etiopía, el café se extendió por Oriente Medio en el siglo XVI llegando hasta Venecia, que era la puerta de entrada a cualquier exquisitez oriental. También el té llegará a Europa en el siglo XVII y lo lleva a Inglaterra una reina portuguesa, puesto que los navegantes lusos hacía más de un siglo que señoreaban aventuras ultramarinas y comerciales con Oriente.
Ambas son bebidas que han conseguido la virtud de aglutinar a su entorno una ritualidad social: la británica “hora del té” o ir a “tomar un café” con cualquier excusa poco consistente. Pero también su ingesta se hace agradable en soledad, cuando nos programamos la jornada o nos sumergimos en meditaciones profundas. Tostadas por la mañana o pastas de jengibre por la tarde; uno y otro acompañan lecturas, confidencias y vida social. Con leche o sin? Con azúcar, sacarina o solo?