Olga Orozco
Cantos a Berenice III

Quiero pensar que no eras la cría repudiada,

hija de gato errante y de gata cautiva

—la pareja precaria, victoriosa en la ley de un solo

    acoplamiento

y sumisa al decreto de algún Malthus tardío que impera

    en el desván—.

Puedo creer que no eras trofeo ni residuo

arrojado al azar desde lo alto de la roca,

ni yo la tejedora que detiene con redes milagrosas el

    vuelo o la caída.

Algo más que piedad, que providencia y desatino

erigió nuestra carpa invulnerable entre las carcomidas

    fundaciones.

Algo que comenzamos a saber entre un plato de leche

y huesos, sólo huesos de desapariciones, tan duros de roer.