Olga Orozco
Allá lejos, ¿para qué?

La carne es triste, ¡ay!

y he leído todos los libros

¡Huir! ¡Allá lejos, huir!

Mallarmé

Ni mi carne fue triste, ni tampoco leí todos los libros.

Sé que es triste la carne que interroga tan sólo por

    ausencia,

porque toda respuesta de otro cuerpo la sume en el error

    y el desencuentro,

y la devuelve oscura, vacía, desolada, a su playa desierta.

Pero cuando dos cuerpos elegidos para el amor se

    buscan y se encuentran,

cada cuerpo es entonces una respuesta exacta para cada

    pregunta del deseo.

Y la carne vertiginosa asciende por el revés de la caída.

Y es delirio de fuego y alabanza, un aluvión de soles,

hasta precipitarse en el suspenso donde vuelan juntas

    las dos almas,

y hay un solo aleteo enamorado, contra las puertas de

    la eternidad.

No, ninguna tristeza tiene la bendición de un prodigioso

    encuentro

que nos lleve más lejos que todas las victorias sobre

    los límites del mundo.

Y tampoco leí todos los libros.

Pero abrí muchos libros como puertas que daban a

    circulares laberintos de puertas.

¿No cambia cada página el eco de otras páginas y lo envía

    más lejos, y es el mismo y es otro cuando vuelve?

Eso es lo que hace el mar con cada ola, el viento con

    el olvido y los recuerdos.


Asombrosa tarea la de este desmesurado, ilegible

    universo.

Nunca sentí el hastío del jardín atrapado en su estación

    sombría,

ni el del ciego papel que me interroga en vano.

No pasó por mi casa la costumbre por su alevosa ráfaga,

    congelando los años;

ni me arrojó a la cara su enrarecido aliento de animal

    enjaulado.

Solamente el milagro, amargo, deslumbrante o tormentoso,

    no la hierba oxidada, creció bajo mis pies.

¿De quién huir y a dónde y para qué?

Dondequiera que vaya soy yo misma pegada a mi

    aventura,

a mi ansioso destino tan ajeno a quedarme o a partir

con mi bolsa de fábulas y el indeciso mapa de lo desconocido.

Allá lejos estoy tan cerca de las revelaciones y

    las dichas como aquí, como ahora,

donde no logro descifrar jamás el confuso alfabeto

    de este mundo.

Olga Orozco  [Inédito]