Anne Sexton
Los rastreadores del mal
Hemos nacido con suerte
que es como decir con oro en la boca.
Tan frescos y lisos como una uva,
tan puros como una laguna en Alaska,
tan buenos como el tallo de una habichuela verde-
hemos nacido y esto debería bastar,
debemos ser capaces de sacar provecho de esto,
pero hay que saber acerca del mal,
saber lo que es subhumano,
saber cómo la sangre brota como un grito,
hay que ver la noche
antes de que se pueda comprender el día
hay que oír al animal en uno
hay que andar como un sonámbulo
en el caballete del tejado,
hay que echar un pedazo de su cuerpo
en la boca del diablo.
Extraño material, dices tú.
Pero yo digo
tienes que morir un poco,
saber cómo una caja de cerillas se enciende en tu mano,
ver cómo tu mejor amigo copia tu examen,
visitar una reserva de indios y ver
sus plumas de plástico,
el sueño muerto.
Hay que ser prisionero una vez para oír
el cerrojo entrar en sus armellas.
Después de todo esto
uno está libre para alcanzar los árboles, las piedras,
el cielo, los pájaros que hacen algo curioso con el aire.
Incluso en una cabina de teléfono
puede el mal gotear del auricular
y debemos cubrir eso con una cubierta,
y arrancarlo de sus raíces
y enterrarlo,
enterrarlo.