Alfonsina Storni
Y la cabeza comenzó a arder

Sobre la pared

negra

se abría

un cuadrado

que daba

al más allá.


Y rodó la luna

hasta la ventana;

se paró

y me dijo:

“De aquí no me muevo;

te miro.


No quiero crecer

ni adelgazarme.


Soy la flor

infinita

que se abre

en el agujero

de tu casa.


No quiero ya

rodar

detrás de

las tierras

que no conoces,

mariposa

libadora

de sombras.


Ni alzar fantasmas

sobre las culpas

lejanas

que me beben.


Me fijo.

Te miro".


Y yo no contestaba.

Una cabeza

dormía bajo

mis manos


Blanca

como tú,

luna.


Los pozos de sus ojos

fluían un agua

parda

estríada

de víboras luminosas.


Y de pronto

la cabeza

comenzó a arder

como las estrellas

en el crepúsculo.


Y mis manos

se tiñeron

de una substancia

fosforescente.


E incendio

con ella

las casas

de los hombres,

los bosques

de las bestias.