Alfonsina Storni
Selvas de ciudad

En semicírculo

se abre

la selva de cosas:

unas al lado de otras,

unas detrás de otras.

unas delante de otras,

todas lejos de todas.

Moles grises que caminan

hasta que los brazos

se le secan

en el aire frío del Sur.

Moles grises que se multiplican

hasta que la bocanada

de horno del Norte

les afloja las articulaciones.

Siempre haciendo el signo

de la cruz.


Reproduciéndose por ángulos

Con las mismas ventanas

de juguetería.

Las mismas azoteas rojizas.

Las mismas cupalas pardas.

Los mismos frentes destañidos.

Las mismas rojas sombrías.

Los mismos buzones rojos.

Las mismas columnas negras.

Los mismos focos amarillos.

Debajo de los techos,

otra selva,

una selva humana,

debe moverse:

pero no en línea recta.

Troncos extraños,

de luminosas copas,

se agitan indudablemente

movidos por un viento

que no silba.

Pero no alcanzo sus actitudes

ni oigo sus palabras,

ni veo el resplandor

de sus ojos.

Son muy anchas las paredes;

muy espesos los techos.