Alfonsina Storni
Voz

Te ataré 

 a los puños 

 como una llama, 

 dolor de servir 

 a cosas estultas. 

 Echaré a correr 

 con los puños en alto 

 por entre las casas 

 de los hombres. 

  

 Hemos dormido, todos, 

 demasiado. 

  

 Dormido 

 a plena luz 

 como las estrellas 

 a pleno día. 

  

 Dormido, 

 con las lámparas 

 a medio encender; 

 enfriados 

 en el ardimiento solar; 

 contando el número 

 de nuestros cabellos, 

 viendo crecer 

 nuestras veinte 

 uñas. 

  

 ¿Cuándo 

 los jardines del cielo 

 echarán raíces 

 en la carne de los hombres, 

 en la vida de los hombres, 

 en la casa de los hombres? 

  

 No hay que dormir, 

 hasta entonces. 

 Abiertos los párpados; 

 separados con los dedos, 

 si quieren ceder, 

 hasta enrojecerlos 

 por el cansancio, 

  

 como los círculos 

 lunares, 

 cuando la tormenta 

 quiere 

 desmembrar 

 el universo.