Alfonsina Storni
Crepúsculo

El mar inmóvil,

desprendido de sus mandíbulas,

exhala un alma nueva.


No tiene fondo,

buques hundidos,

almas, abrazadas

a sus algas.


Recién nacido,

la cara de Dios,

pálida,

lo mira.


Buques no lo escribieron.

Hombres no lo descifraron.

Peces no lo pudrieron.



Baja a buscarlo

el sol,

precipitándose en llamas

entre bosques violáceos,

y al tocarle la frente

abre puertas de oro

que calan —túneles—

espacios desconocidos.


Escalinatas lentas

descienden al agua

y llegan, desvanecidas,

a mis pies.


Por ellas

ascenderé

un día

hasta internarme

más allá del horizonte.


Paredes de agua

me harán cortejo

en la tarde

resplandeciente.