SUSTENTO IDEOLOGICO DE LOS VIOLENTOS
Presentamos aqui los principales argumentos, las artimañas ideologicas y los recursos del lenguaje, que se usan para apoyar, justificar o tolerar la violencia.
El PACIFISMO PASIVO es gasolina para la violencia.
La humanidad parecía haber extraviado hasta el último gramo de esperanza. Los pronósticos de los analistas políticos y las cábalas de las pitonisas se disputaban quién pintaba más negro el panorama. Un cuadro tan sombrío no se veía desde la Segunda Guerra Mundial… salvo en un par de ocasiones que casi nos borran del mapa.
Tras los horrores de la guerra, los mejores cerebros del planeta —y algunos políticos con sentido común, hoy especie en vía de extinción— se sentaron a diseñar instituciones para evitar otro cataclismo, que sería más devastador y seguramente el último. Así nació la ONU, que pese a sus múltiples limitaciones y defectos ha cumplido en parte su cometido, con la OTAN como compañera de fórmula. Gracias a ese esfuerzo concertado “solo” hemos tenido unas 80 guerras mayores con “solo” 30 millones de muertos. Toda una ganga comparado con lo que pudo haber sido.
No solo han evitado que nos matemos tanto: se han creado unos 300 organismos multilaterales que mantienen algo de orden en finanzas (BM, FMI, BID), comercio (OMC), salud y educación (OMS, UNESCO, FAO, UNICEF), medio ambiente (PNUMA) y demás. Una especie de buró planetario para que la civilización no se caiga a pedazos del todo.
Todo parecía bajo control… hasta que llegaron internet, las redes sociales y el celular. Vino la oportunidad de exhibir la ignorancia en alta definición y los Narcisos colectivizaron la estupidez sembrando mentiras a granel. Como enseña la psicopatología no iban a buscar el bien común sino su show personal. Todas las instituciones que osaran cuestionar sus delirios de genialidad debían ser atacadas o eliminadas. Las pocas almas que todavía piensan —y saben algo de historia— venían advirtiendo del peligro de tanto Narciso en el poder. Basta oír los discursos en la ONU: Trump y Petro peleándose con su propia sombra y, en medio, Stubb de Finlandia intentando razonar
Pero entonces se nos reveló la “solución”. Petro anunció estar dispuesto a enlistarse como soldado para acabar a Netanyahu. Según varios informes, ya inspira a las primeras líneas, a las mingas, a las disidencias, a los elenos y a todo aquel que vive armado y con ganas de pelea, para que lo acompañen en su cruzada. Y como goza del respaldo masivo de todos los colombianos Maduro enviará una flotilla de barcos y aviones para transportarlos a Gaza. Aleluya.
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El argumento de que nuestra propensión a la violencia viene de los antepasados indígenas y los atropellos que sufrieron no tiene sustento ni en la historia ni en la lógica. Esa supuesta predisposición genética se desploma al mirar países con historias mucho más sangrientas que hoy son ejemplo de convivencia pacífica. Guerras civiles, genocidios y dictaduras no los condenaron al odio eterno; aprendieron a diagnosticar su realidad y aplicar la terapia correcta.
¿Por qué nosotros seguimos convencidos de que estamos destinados a matarnos? Porque un pequeño grupo logró instalar una narrativa cómoda y simplista, derivada del Marxismo: No existe comunidad. La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas. Cortes, Congreso, Registraduría, Fuerzas Armadas, universidades, gremios, prensa, médicos, científicos… nadie se salva del anatema. La receta del iluminado es refundarlo todo y, para conseguirlo, todo vale.
Así surge la paradoja: una izquierda que presume de superioridad moral mientras hace simbiosis con el crimen. Se asocian para “combatir el sistema injusto” y terminan fabricando una cultura mafiosa donde políticos y capos comparten cama, y controlan la crítica con plomo. No es casualidad que Colombia ocupe hoy el segundo lugar mundial en el índice global de crimen organizado (GI-TOC) y que quienes hablan claro y duro, sean silenciados por sicarios. Según la Defensoría del Pueblo hay 790 municipios —el 71 %— con presencia o amenaza de grupos armados. Cobran impuestos, controlan bienes públicos, dictan “justicia” y administran elecciones a punta de fusil. Y todo bajo la mirada cómplice de un gobierno que retribuye los aportes en bultos de billetes y cajas electorales llenas de votos.
De un Estado que impulsa el crimen se pasa, lentamente, a un Estado criminal. No es sino mirar Venezuela. Si hubiese que definir al fascismo en dos palabras, éstas serían las más apropiadas. Pero los incautos y tontos útiles siguen clamando que “no es para tanto”. Son incapaces de ver la degradación, que aun en las revoluciones más abruptas, ha sido paulatina. La meta está bien trazada y los pasos para lograrla se dan lentamente. Las dictaduras pasan inadvertidas porque se van implantando gota a gota.
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La fábula de la dignidad latinoamericana y el orgullo patrio ha dado para mucho. Sirve para inflar discursos, hinchar pechos y emocionar multitudes dispuestas a dar la vida contra el imperialismo. Lo curioso es que quienes promueven esas visiones jamás se detienen a explicar cómo un país, que también fue colonia, logró convertirse en una de las sociedades más prósperas de la humanidad. No dicen qué los hizo tan fuertes económicamente ni cómo alcanzaron a ser potencia militar. Prefieren la ruta fácil: ignorar que partimos de orígenes similares —indígenas invadidos por europeos— y que en apenas dos siglos unos llegaron a la luna mientras nosotros seguimos hundidos en el barro. La salida mágica: culparlos de todos nuestros males y reciclar el eterno discurso, que está precisamente en la raíz de nuestra pobreza.
De ahí el cuento de que la coca es menos dañina que el whisky. Que la hojita es sagrada, que nuestros ancestros la mascaban para hablar con los dioses. De ahí la desfinanciación del Ejército, la eliminación de la erradicación, el aumento frenético de los cultivos. Y de ahí el respaldo a Maduro, jefe del cartel de los soles, quien convirtió a Venezuela en el más exitoso de los narcoestados, mucho más de lo que Pablo Escobar hubiese podido imaginar. De ahí que sea tan tonto aconsejar que no nos metamos en el lio de Venezuela cuando la alianza es esencial a la supervivencia de ambos. Paradójicamente, la ineptitud para gobernar contrasta con la eficacia para delinquir. Son incapaces de sacar a la gente de la pobreza, pero maestros en impulsar el negocio criminal.
Han creído, fruto de su ilusoria megalomanía, que la operación podía sostenerse indefinidamente, alimentada con dólares fáciles, corrupción institucional y elecciones robadas. Pero han sido tan descarados que los vecinos del norte, recipientes de todo el veneno, resolvieron cerrar la llave del jugoso flujo que mantiene la maquinaria aceitada. los sostiene en el poder y les permite un discurso cínico y ventijuliero.
Si el bloqueo naval logra afectar el flujo verde o la presión logra liberar a Venezuela del totalitarismo criminal, veremos caer el peso como plátano maduro, convirtiendo en humo otro “logro” del gobierno. El mismo estado gaseoso de tanta mentira empacada en épica revolucionaria, mezcolanza ecológica y batiburrillo socialista.
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La izquierda se arroga el deber moral de liberar a los explotados de las cadenas que la oligarquía ha soldado con fuego y miedo. El sistema, afirman, se sostiene gracias a fuerzas armadas que imponen la justicia con pólvora. Por eso, dicen, la lucha debe estar respaldada por las armas. Grupos violentos dispersos por el país no son accidentes: son la estrategia. Y como el poder del sistema se basa en la riqueza, para combatirlo hace falta mucho dinero. El método más eficaz y rentable: el narcotráfico. Además de llenar las arcas, permite cobrarse venganza contra el “imperio” envenenando a su juventud. Así nació la aberración de las narcoguerrillas. Por eso los prontuarios en la DEA de los Maduro y tantos otros. Y por eso funcionan como relojes las donaciones de campaña que luego se pagan con intereses desde el poder.
La estrategia se logra combinar con un truco perverso: vender la ilusión de paz. Como el clima de violencia se vuelve insoportable, cualquiera que prometa paz recibe respaldo. La maniobra es brillante y cínica: culparnos a todos de la violencia. Hoy mismo, editoriales llaman a “desarmar los espíritus”. El resultado es infalible: los pacíficos se callan, los violentos se multiplican.
En 2002, el país parecía sin retorno. Tres gobiernos hablando de paz y haciéndoles concesiones a los criminales, habían dejado una nación rota. Entonces apareció un político distinto: proclamó que la seguridad es la base de la prosperidad, y que la pobreza se combate con desarrollo basado en confianza. Eso rompió el libreto, así que intentaron matarlo siete veces. Como no pudieron acuden a montajes con testimonios de delincuentes para perseguirlo judicialmente.
La historia se repite. Con el país en el abismo, surge un segundo Uribe, con el carisma y la capacidad para convertirse en una nueva esperanza. Su fortaleza para haber superado el horror sin rencor, lo mostraba como un ser excepcional.
Esta vez no fallaron: lo asesinaron gracias a la desidia para protegerlo.
Desfilan ante su féretro en un silencio que no es de paz. Para unos es triunfo, para otros es miedo. Las flores se marchitarán pronto porque también han perdido una esperanza. Y los millones que nunca hemos creído en la violencia y jamás hemos empuñado un arma, volvimos a escuchar la eterna monserga: que nos desarmemos… para que ellos puedan seguir matando.
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Como todo lo susceptible de ser afectado por el mundo digital, el conflicto se reduce a dos bandos.Si tiene familiares o amigos palestinos, seguro recibe información constante sobre los atropellos sufridos por su pueblo durante los últimos 50 años, después de ser despojados de sus tierras. Una mayoría buena, trabajadora y pacífica termina bajo el liderazgo de una minoría fanática que decide que la única respuesta a la humillación es la violencia. Todo intento de entendimiento pacífico es saboteado por quienes sólo conciben las soluciones al ritmo de explosivos. La moderación de la OLP y los avances en Cisjordania parecían dar frutos. Pero en Gaza, la agresividad de Hamás solo endureció las condiciones de vida, atrapando a su propia población entre el yugo y el cañón. En ese contexto de desesperanza, muchos justifican la rebelión violenta contra un sistema que sienten injusto. Pero al hacerlo, tienden a cerrar los ojos ante atrocidades innegables. Prefieren pensar que las decapitaciones, los secuestros de mujeres y ancianos, son invenciones del enemigo. Así funciona el sesgo tribal: creemos solo lo que nuestra tribu valida.
Del otro lado, quienes conocen judíos y admiran su disciplina y talento, reconocen una nación que se construyó despues de un enorme sufrimiento. Con esfuerzo y apoyo internacional, lograron una sociedad vibrante y tecnológicamente avanzada. ¿Podrían los palestinos haber hecho algo similar con el territorio asignado en 1947 y el respaldo del poderoso mundo árabe?
Esa nación admirable ha sido atacada sin piedad por grupos que promueven el odio como ideología, y consideran que la única solución consiste en su desaparición, lo que la ha inducido a ser potencia militar. Su supervivencia, depende de su fuerza y con el liderazgo equivocado, la ha usado para perpetrar horrendas matanzas.
Al final, uno escoge bando según a quién escucha más. Y lo hace creyendo que está bien informado, cuando en realidad está bien sesgado. Porque si algo es cierto en toda guerra, es que ninguna es justa, ni equilibrada, ni limpia, y quienes más sufren no son los responsables de la barbarie. Por eso, cuando un jefe de Estado toma partido con fervor —sin matices, sin dudas—, no se alinea con la justicia: se compromete con el oprobio. Un escenario más del galimatías moral que justifica la violencia.
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Asesinos de niños! Es el grito que con frecuencia se dirige a quienes piden seguridad. En la retorcida moral de ciertas galaxias ideológicas, se refiere a que, cuando el Ejército o la Policía actúan, matan “niños”.
Desde hace décadas, la estrategia de los mal llamados revolucionarios ha sido el reclutamiento de menores para usarlos como carne de cañón. Así ha operado la guerrilla, secuestrando hijos de campesinos e indígenas. Así funcionan las “primeras líneas” en las ciudades, contratando menores. Manipulan mentes jóvenes, inexpertas, con una mezcla de sueños y amenazas. Con ellos se planean tomas de pueblos, atentados, bloqueos, incendios de buses y bancos. Cuando las fuerzas del orden reaccionan y hay muertes o excesos, se activa el libreto: “terrorismo de Estado”, “asesinos de niños” y los uniformados se inmovilizan. En Cali, es bien conocida la estrategia que destruyó y paralizó la ciudad dos meses. Pero fueron ellos —los que hoy se toman fotos con sus pelos canosos y sus barrigas prominentes— quienes los reclutaron. Ellos los entrenaron, los armaron, los lanzaron al frente y ahora ahogan su culpa con whisky, coca y discursos poéticos incoherentes. Son quienes los involucran en la adrenalina de la violencia, los responsables de su muerte. El Código de Infancia y Adolescencia de Colombia define que niño es menor de 12 años y adolescente de 12 a 18. Calificar de “niño” a un grandulón de 17 años cuya madurez física le da toda la capacidad para agredir no sólo es equivocado e ilegal sino que distorsiona la realidad. No tendrá la madurez mental para que sus actos se juzguen como los de un adulto pero no es un niño. Igual error se comete al llamar “niña” a una joven de 16 años con madurez biológica, mientras se ignora que ese tratamiento infantilizante contribuye a más de cien mil embarazos adolescentes en Colombia, y quince millones en el mundo.
Los 18.000 menores reclutados por la guerrilla, las “primeras líneas” y los “niños sicarios” que con tanta petulancia justifica y protege el compañero presidente, invalidan cualquier autoridad moral de quienes los abusan desde la comodidad de sus cargos. No hay niños asesinos ni asesinos de niños. Hay criminales cobardes instigando adolescentes en la danza de la muerte. Logran esconderse bajo una ampulosa oratoria gracias a una justicia distraída en el palabrerío.
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A los cuatro años, Miguel Uribe Turbay vivió el secuestro y asesinato de su madre, Diana Turbay, a manos de Pablo Escobar, aliado del M-19. A los once, fué separado de su padre, encarcelado injustamente. Lo cuenta sin dramatismo ni autocompasión, con serenidad, frente a un grupo que lo escuchó con atención y asombro hace pocos días en Cali. Salimos impresionados por su coherencia, madurez, claridad mental y entusiasmo carismático. Lejos de la promesería política, sus propuestas son modernas, concretas y realizables.Con preparación, experiencia y firmeza, transmite una convicción clara: no puede haber bienestar sin seguridad, ni vida social sin control de la violencia. Propone un país donde emprender no sea un vía crucis, donde la educación sea competitiva y FECODE un aliado, no un obstáculo; donde la salud mejore fortaleciendo lo privado, que hoy responde por la mayoría de atenciones. Insiste en que defender la democracia exige vigilancia ciudadana activa. Por eso ha organizado redes de veeduría electoral, como hizo María Corina Machado en Venezuela.
Su discurso no es de odio, sino de responsabilidad. Por eso resulta obscena la esquizofrenia oficial tras el atentado que sufrió. No es difícil imaginar un Bogotazo si el candidato baleado hubiera sido del Pacto Histórico y el presidente Iván Duque. Tampoco se puede negar la cadena causal entre el ambiente que ha promovido este gobierno —odio, desacato a la ley, deslegitimación de las instituciones— y el clima de violencia. ¿Dónde están ahora los colectivos de abogados que antes hallaban “conexidad” entre la vía institucional de un Presidente que busca dar seguridad y los excesos de los militares? Hoy, quienes ven una relación causal entre el discurso incendiario, que llama al alzamiento general, violando la constitución, y el atentado contra el nieto de “Turbay, torturador de diez mil”, son tildados de “ratas de alcantarilla”.
En realidad lo que huele a alcantarilla es el oportunismo de usar el sufrimiento de una familia para congraciarse con Hamás, su condolencia con la “madre árabe”, (re-Colombiana, nieta de libanés), su preocupación con el “niño” asesino (un gradulón bien armado) y su afán por culpar a los de seguridad, repitiendo la narrativa de victimizar a los atacantes que tan bién le ha funcionado desde el holocausto del Palacio de Justicia.
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“La paz se hace con el enemigo” escribió Rodrigo Guerrero, médico, salubrista, exalcalde de Cali, maestro lúcido que desarmaba los gritos con argumentos. En las aulas, enfrentaba a los “revolucionarios” que agitaban consignas. Él respondía con razones. Al final, solo les quedaba el ruido. Sabía desnudar la torpeza.
Repasando sus escritos en los que enfoca la violencia como un problema de salud pública, presenta un análisis racional de sus causas y la medición cuidadosa de los efectos de las intervenciones. Sigue la tasa de homicidios por 100.000 habitantes, una de las medidas más usadas en el mundo como indicador del nivel de violencia. Colombia ha cargado como un cáncer una de las tasas más altas del mundo y Cali es la ciudad campeona de la muerte en el país, con tasas que en los últimos 15 años que han oscilado entre 90 y 50, con la caída más dramática –30%–precisamente en la segunda alcaldía del Dr. Guerrero. Logró cambiar la cháchara de paz por prevención efectiva.
Aún así, asumo el riesgo de disentir con el experto. Para hacer la paz con el enemigo, es preciso que exista. En la guerra entre países, el enemigo tiene bandera. En la guerra civil, un bando, una causa. Pero aquí no hay guerra. Hay crimen. Bandas armadas que se disfrazan de proyecto político. Narcos con discurso. Sicarios con retórica.
La cultura de violencia en Colombia comienza por adoptar el lenguaje de la guerra para describir la proliferación y empoderamiento de bandas armadas con estructura y comportamiento típicamente criminal. Han logrado envolverse en un discurso político que toda la sociedad incorpora. Por eso se puede hablar de “cultura”. Algo en lo que todo el mundo cree.Tanto que su vocero más preclaro fue elegido presidente y desde ese cargo es su más firme defensor. Pero en realidad no hay un “enemigo” porque no hay guerra. Solo criminalidad desbordada, que ahora exige diálogo, cuotas, pactos. Si creemos en los números, la caída más profunda en homicidios —50%— se dio durante el gobierno de Álvaro Uribe, cuando se les llamó por su nombre: delincuentes. Hoy, en cambio, empoderados, expanden su influencia y sus dominios, repitiendo el gastado y anacrónico relato de la lucha armada que no tiene sustento alguno en la realidad.
En la mal llamada “paz total”, la mal llamada “guerra” sigue con su horrenda cuota de muertes.
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Es la palabra más socorrida por quienes se inflan llamándose progresistas, aunque sus ideas generen tan evidente regresión. Fue la favorita de Fidel para aislar a Cuba y condenarla a una pobreza irremediable, llevando a la mayoría de los cubanos a vidas miserables y forzándolos a huir en balsas, al realizar que perdían toda opción para una vida digna. Abandonar su país, su entorno y su familia es el mayor golpe a la dignidad de una persona. El destierro se consideró por siglos peor castigo que la cárcel o la muerte.
Es la palabra que brilló en una mente turbada en la mitad de la noche, desatando un absurdo duelo de narcisos. El loro tropical desafió al oso blanco y salió desplumado. Un arranque impulsivo que nada tiene de valentía, sino que está cargado de irracionalidad y desprecio por las consecuencias para su país. Más allá de las fijaciones ideológicas, es fácil entender que es mucho más inteligente cooperar con los poderosos, esquivando abusos con astucia. Japón, Alemania e Italia lo hicieron tras humillantes derrotas, y muchas naciones pequeñas han prosperado priorizando la cooperación y el lenguaje respetuoso sobre el discurso hirsuto y agresivo. En cambio, quienes eligen la confrontación siguen el camino seguro de la pobreza.
Honradez, nobleza, integridad y coraje son valores admirables, pero cuando nacen de un ego desproporcionado, llevan a un país al desastre. Vociferar orgullo no otorga superioridad; basta con revisar los discursos guerreristas que han desatado las peores tragedias. Pueden tener siempre una amplia corte de áulicos que aplauden pero termina sufriendo una gran masa empobrecida.
No podemos confundir el impasse con un asunto de principios. Condenamos con firmeza el trato de criminales a unos desvalidos migrantes. Se trata de gobernar con sensatez y no con arranques emocionales de un trasnochado incapaz de medir las consecuencias de un twitazo. De consultar opiniones y discutir opciones creativas y prudentes. Para no mencionar su carta de amor a Trump, una joya para una clase de psiquiatría, confirmatoria de la severidad de su trastorno, que merece toda una nota.
En medio de todo el barullo que se produjo, reconforta ver que el país, incluyendo a sus cercanos colaboradores, demostró la capacidad para negarse a seguir el camino de la indignidad de un trastocado aspirante a poeta.
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Los americanos que todo lo abrevian, hablan de “nukes”, para referirse a las bombas nucleares. Con Ucrania calentándose muchos han vuelto a revisar los arsenales y el significado de una guerra nuclear, y así calcular cuántas veces se puede destruir el planeta con la “limitada colección” que lucen los 9 miembros del Club de Exterminio. Desde las 20 de Corea del Norte hasta las 5977 de Rusia solo se puede meditar en cuanta estupidez hay que sumar para seguir caminando por el filo del precipicio. Un documental de Hiroshima, es espeluznante. No cabe en la imaginación, multiplicarlo por treinta mil. No puede ser que la suma de todas las arrogancias y ficciones de unos pocos puedan poner a la humanidad en riesgo de extinción.
Pero asusta revisar la historia de barbarie que han sido las guerras. Desde que los primeros grupos de machos inventaron historias para salir a matar al prójimo, primero con palos y cuchillos, y luego con fusiles, cañones, bombas y misiles demostraron que tienen una gran creatividad para mejorar la eficiencia en destrucción y muerte. Con visos de imbecilidad difíciles de creer. Alinear 10.000 jovencitos de un lado, para que se disparan mutuamente con 12.000 que están al frente pareciera de una crueldad inadmisible pero es lo que se sigue repitiendo con tanques, artillería y bombardeos. Buena parte del oficio de la historia, ha sido contar los muertos, que guardan estrecha relación con el tamaño del monumento que sustenta el mito de la “Gloria”. No sea que las futuras generaciones entren en razón y dejen de matarse.
Por un tiempo se pensó que la cadena de horrores se vería interrumpida con la invención de los “nukes” pues su uso no permite terminar en la victoria de un bando sino en un absurdo suicido colectivo, que se extiende a todo el planeta.
Pero ahí están, a un botón que puede activar el dedo inquieto de un enfermo mental que ha decidido creer la elaborada sarta de falacias de su distorsionada mente. ¡Imposible! nos repetimos mientras Kim y Putin siguen blandiendo sus cohetes.
Que la estupidez humana es infinita, ya lo dijo quien sentó las bases físicas para llegar a la barbaridad nuclear. Ojalá haya tiempo para educar en psicopatología para no seguir entregando poder a enfermos mentales, y que ellos puedan desarmar sus juguetes mortales mientras ellas se sientan a dialogar y cooperar.
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En medio de las críticas que les llueven a libertarios como Milei, hay que rescatar la revalorización de los empresarios. Ha sido muy bien visto por cierta arrogante intelectualidad universal, despotricar de las empresas, sus triunfos, su crecimiento y sobre todo sus dueños. Cuando son muy exitosos, sólo reciben reconocimiento en “lo social” si crean fundaciones que suelen ser mucho más eficientes que el Estado a la hora de ayudar a los necesitados. Se ha logrado distorsionar el lenguaje para que empresario sea sinónimo de avaricia, ambición desmedida y explotación. Por eso vale la pena mirar lo que significa la contabilidad de las empresas. Aunque los datos pueden variar, los siguientes son datos típicos.
El 30% de la facturación se va en nómina, es decir empleo digno y bienestar para la sociedad. Un 40% se va en insumos y proveedores, lo que representa también dinero que se le entrega a la sociedad en forma muy distribuida.Un 20% puede representar, servicios, planta, costos de venta, distribución, mercadeo. En suma, el 90% del dinero que le entra a una empresa recircula y se le devuelve a personas que participan en su actividad. Si le va bien suele dejar un 10% de utilidades de las cuales un 40% van para el Estado, lo que constituye otro aporte solidario a la sociedad.
Así que la empresa típica puede quedar con un 5 o 6% de toda su actividad económica para entregar a quienes han aportado su capital, tomando un riesgo para generar un producto o un servicio.
Mirar estas sencillas cuentas, casi universales, demuestra que la acción más “social” y más compasiva con una comunidad, es favorecer la creación de empresas. Lo que se logra es mover el dinero de manera que una gran parte vuelve a la sociedad que paga por los productos o servicios que se generan.
Como no se ha inventado una forma más eficiente de generar riqueza e ir acabando con la pobreza, los gobiernos que entienden esta sencilla dinámica económica, se dedican a proteger e impulsar a los empresarios de todos los tamaños, conduciendo a sus países a la prosperidad con mejoria dramáticas en la inequidad.
Los que no lo entienden, se dedican a perseguir, regular, acosar y dificultar la vida de los empresarios, logrando que pierdan interés en su comunidad y se lleven su capital, ideas y talento para otro lado. Es la fórmula perfecta para generar pobreza.
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En 1486 Kramer escribió “El Martillo de las brujas” (Malleus Maleficarum) y fue un best seller inmediato. La inventada conspiración de las brujas satánicas se hizo viral (21 ediciones) y generó terror y muerte, montada en la Sagrada Inquisición durante más de 200 años.
En 1867 Marx publicó “El Capital” y fueron Engels y Lenin quienes volvieron viral el concepto de la lucha de clases. Se inventaron un inconciliable mundo dividido entre explotadores y explotados. Stalin y Mao, fieles creyentes, superaron por mucho a las muertes y torturas de la cacería de brujas.
En los últimos dos meses he tenido la fortuna de participar en un congreso científico, dos torneos deportivos, una reunión de empresarios, un concierto, la celebración de las actividades de una fundación y conocer una fábrica.
En todos, he podido apreciar cómo conviven en el mundo real gentes de todas las razas, sexos, condiciones sociales y económicas. Cómo quienes están en labores logísticas, de aseo, de servicio o entretención expresan satisfacción y agradecimiento por tener trabajo digno y bien remunerado. Cómo el trato de quienes tienen más con los que tienen menos es amable, respetuoso y de camaradería. Si, todos se sienten camaradas viviendo bajo un mismo cielo y buscando objetivos similares: compartir el hecho de estar vivos, sanos con la meta de mejorar cada día aportando al bienestar de sus comunidades.
Por ningún lado pude experimentar la lucha de clases que con tanto fervor y odio pretenden diseminar Petros y similares. En ningún momento pude percibir maltrato, agresión, humillación o resentimiento. Ver el mundo real tan distinto a los horrores que nos pintan me llevó a concluir que el invento de la lucha de clases tiene mucho en común con el de las brujas. La historia falsa se disemina con tanta rapidez y genera tantos adeptos que la expanden y ramifican que se crea una realidad intersubjetiva con una enorme burocracia que la amplifica y la canoniza convirtiéndola en una verdad desgraciada. Los inquisidores modernos justifican sus atropellos, torturas y matanzas en la defensa de la doctrina del proletariado explotado y terminan, como con las brujas, quedándose con todas las riquezas y privilegios.
Si no se observa y aprecia la realidad, es fácil caer en aquelarres fatídicos que amargan la sana convivencia.
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En la larga historia de Colombia, la promoción de la violencia ha contado con múltiples actores agazapados. La hipótesis central es que la inequidad económica conduce necesariamente a la violencia, y que mientras no se logre el nirvana de la igualdad social, estamos condenados a matarnos los unos a los otros.
El armamentario que sustenta esta doctrina consta de un vocabulario que se disemina con mucha habilidad y que la sociedad repite sin mucha elaboración. Todos los incautos han adoptado términos como “estallido social”, “actores en conflicto”,”cese bilateral de fuego”, “guerra civil”, “razones humanitarias”, “terrorismo de estado” y muchas otras que he ido compilando en el Diccionario de Barbarismos. Se ha logrado implantar una “cultura” que puede considerarse única de la Colombianidad que explica cómo un país diverso, rico en recursos, con gente educada, capaz y trabajadora, logre la paradoja de ser uno de los más violentos del mundo. Son tantas sus cualidades y tan inmenso su potencial que a pesar del enorme lastre que significa la violencia, ha logrado sobreaguar y de hecho navegar lentamente hacia la prosperidad.
Hasta ahora, y con excepción de las épocas de Samper, la deformación cultural había sido sutil y discreta. Se ha logrado que todos comiencen a usar el mismo lenguaje por osmosis. Así como se acabaron los adjetivos porque todo es “complicado”, se implantan palabras por moda y pocos meditan sobre las implicaciones de lo que están diciendo.
Pero ahora se han destapado las cartas con la pieza maestra concebida por la fiscal
Camargo en su directiva. Las “situaciones caóticas en las que se comenten delitos..se deben a emociones intensas” y no se pueden considerar criminales. Las “alteraciones del orden público” y los insultos y agresiones verbales a las autoridades son “metáforas”. Cuando se cometen “hurtos o agresiones sexuales” en medio de una protesta, no se pueden considerar relacionadas. Los ataques y agresiones a la policía son “legítima defensa”.
En la legislación de la mayoría de los países el lenguaje que promueve la violencia es ilegal. Y aquí, nadie menos que la fiscal, produce un pasquín que invita a la destrucción, al hurto, a la agresión, prohibiendole a la policía actuar. Así, con eufemismos bárbaros, seguiremos diseminando violencia.
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El derecho a la protesta establecido en la constitución no condona de ninguna manera pisotear los derechos de los demás. Debe rechazarse la tesis que sostiene que una forma legítima y pacífica de expresar inconformidad es violar el derecho al trabajo, a la libre movilización, a la provisión de alimentos e insumos, a la atención de enfermos. Los gobernantes que no protegen los derechos de los ciudadanos son cómplices de un acto delictivo y un atropello a la constitución.
La verdad es que los bloqueos son violentos y criminales. Son violentos porque, basta que un ciudadano corriente trate de pasar, para poner en evidencia que tan pacíficos son quienes lo mantienen. Y hay que ver la reacción tan civilizada cuando llega la policía: piedras, bombas, quemas constituyen la culta respuesta. Los bloqueos son criminales porque violan derechos fundamentales de TODOS los ciudadanos.
Los sitios de las ciudades tienen en la historia de la ignominia un pedestal reconocido de crueldad. En un acto de truculento malabarismo ideológico, se ha logrado validar una forma despiadada de generar dificultades y penurias a poblaciones enteras con énfasis en los más pobres.
En vez de rechazar verticalmente el atropello y hacer lo posible por prevenirlo o evitarlo nos tratan de obnubilar con cortinas de humo que desnudan la ineptitud de un gobierno que todavía se cree “primera línea” y que tiene también responsabilidad en la miseria, pobreza y sufrimiento que dejan los bloqueos. Tolerarlos y llamarlos “paro” es una distorsión más del barbarismo que infecta con tanto éxito el lenguaje. Todos los daños y perjuicios que ocurren como consecuencia de los bloqueos deberían llevar a la judicialización de los líderes y a lograr que sus organizaciones indemnicen a los afectados. Pero según los nuevos valores, recibirán medallas y subsidios.
Ya los caleños vivimos la tragedia y el atraso que significó tener la ciudad sitiada por los inocentes niños de Petro y la inepta banalidad de un Alcalde. El Cauca sigue el camino seguro a la ruina gracias a que el bloqueo de carreteras se ha instaurado como recurso central de los promotores del parasitismo social. Argentina con sus continuos “piquetes” mostró como la pobreza mental conduce a la pobreza real.
Está probado que es posible hacer grandes protestas sin vulnerar la vida y libertad de los demás.
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Es muy evidente que la educación en historia del líder del “pacto histórico” fue más bien estrecha. Su discurso, no evoca a los grandes estadistas que suelen apoyarse en citas históricas trascendentales y relevantes logrando la inspiración de sus seguidores.
Lamentable porque hoy, es posible educarse sin depender de una gran biblioteca. Basta con exponerse a la gran cantidad de videos, documentales y películas que dejan valiosas lecciones cuando han sido hechas con rigor. La segunda guerra mundial ha sido uno de los temas más fértiles en producción audiovisual, permitiendo al interesado llegar a un entendimiento amplio, equilibrado y profundo de esos terribles años. No es fácil entender cómo fue que Hitler logró convencer y entusiasmar a un pueblo tan inteligente, tan disciplinado y tan ponderado como el alemán, para terminar en semejante aventura de horror y destrucción. Podría especularse que si el novio de Eva Braun hubiese tenido una instrucción en historia que lo hubiese separado de las ideas radicales de una juventud violenta, dominada por la amargura y el resentimiento, habría podido usar su talento para impulsar a Alemania por un camino inteligente, llevándola a la preponderancia mundial sin necesidad de invasiones y guerras.
Por eso es llamativo que el líder mesianico con el que nos ha castigado la historia, padezca de una ignorancia tan crasa en ese campo. Pareciera que toda su educación se limitó a ver una sola película de Hitler porque en su mundo no existen sino dos categorías. Quienes piensan como él, comprenden su sabiduría, lo apoyan irrestrictamente, y todos los demás, que invariablemente son calificados de nazis. Demuestra así un muy limitado conocimiento del amplio espectro del pensamiento.
Hay que recomendarle que amplíe su educación y vea una segunda película: el documental “Hitler y los nazis, la maldad a juicio” en la que muchos, como Martillo en su columna de “Las dos orillas”, tuvimos una sensación de “deja vu” al captar todos los detalles de su comportamiento y su personalidad. Ver El Führer en acción, nos recordaba constantemente al líder galáctico.
Así, después de reconocerse, podrá dilucidar las oscuras raíces sicológicas de su obsesión nazi y hasta acudir a un popular programa presentándose como “yo me llamo Adolfo”. Nos veríamos obligados a aplaudir el asombroso parecido.
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La humanidad venía evolucionando hacia la integración y prosperidad universal. A los pesimistas y conspiracionistas guiados por aves y nubes negras se les azucaraba la amargura con las buenas nuevas. Nunca antes habían ocurrido menos guerras, menos muertes violentas, menos hambrunas y menos miseria. La cooperación pacífica entre las naciones, el libre intercambio de bienes, servicios y personas se estaba convirtiendo en la norma. El gasto militar había bajado del 50% al 7% en casi todos los paises. Después de dos cruentas confrontaciones mundiales con millones de muertes, la guerra lograba cada vez más reconocimiento en el podio de la imbecilidad.
Pero la capacidad de la mente para inventar historias de odio ha producido un resurgimiento de conflictos, impulsados como siempre, por enfermizos narcisos. Cuando en las posiciones de liderazgo proliferan los Putin, los Khamenei, los Netanyahu, los Kim, los Trump, o los Maduro, el mundo se va viendo cada vez más peligroso.
La serie documental “Turning Point” evidencia lo cerca que hemos estado del armagedón nuclear y la suerte que tuvo la humanidad de haber contado con personajes como Juan Pablo II, Reagan y Gorbachov, pero deja la incómoda sensación de un fin cercano si se llega a dar una mezcla fatídica de líderes desquiciados.
Quien oye las intrincadas diatribas de Putin para justificar su guerra, o las visiones radicalmente opuestas de los embajadores de Iran e Israel en la ONU, tiene derecho a pensar que ya está empezando la tercera guerra mundial. La invasión de Polonia por los nazis, no fue descrita en su momento como el inicio de la segunda guerra.
Solo que esta vez, como lo advierte Annie Jacobsen en su libro “Guerra Nuclear”, hay listas 15.000 ojivas nucleares, muchas con un poder destructivo 1000 veces superior al de Hiroshima. Explica con gran detalle la facilidad con que un loco puede hundir el boton, que llevará a la sexta extinción masiva en este insignificante punto azul, perdido en el universo. Es tan espeluznante la proyección del proceso destructivo que se termina deseando estar en el centro de la explosión para evitar el horrendo sufrimiento que sigue para los supervivientes distantes. O que más bien, como vaticina el inspirado líder climático, aspirar a morir ahogados en las montañas de Colombia como consecuencia de las fuerzas del mercado.
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Los fundamentalistas religiosos se creen poseedores de la verdad e imbuidos de la única moral aceptable. Citan pasajes bíblicos, coránicos, o de cualquier otro libro que consideren sagrado como inspiración para su comportamiento. Invocando siempre la paz, la justicia y la bondad han sido capaces de involucrarse en toda clase de atrocidades: sacrificios humanos para aplacar Dioses, bombas o actos suicidas que generan destrucción y muerte, explotación, tortura de mujeres y esclavitud descarada o encubierta, asesinatos selectivos y crueles de quienes se atreven a criticar o caricaturizar a sus profetas, para mencionar solo algunos de los más conocidos.
Por suerte en occidente, con excepción de USA, quedan pocos, pero se dan silvestres en otros lares y generan indescriptible sufrimiento a sus semejantes que con frecuencia son connacionales o inclusive correligionarios.
Lo que si padecemos es la diseminación viral del fundamentalismo ideológico. Al igual que sus pares en la religión, fueron educados con unos pocos textos que repiten distintas versiones de lo mismo y se les enseñó que era la fe en esas creencias lo que valía. Se llegó a la osadía de calificar esa visión como científica lo que la volvió indiscutible. Se les prohibió la lectura de “basura” y el intercambio de ideas por fuera del culto. Se les enseñó que si había contradicción entre la realidad y el ideario, había que interpretarla y torcerla hasta adaptarla a su verdad. Se los convenció que solo su moral era humanista, que solo ellos se ocupaban del prójimo y la naturaleza en forma adecuada y que su sistema social era tan puro que muchos, ni siquiera los beneficiados, lo iban a entender. Por eso había que imponerlo con violencia. Los no creyentes son nazis o fachos y si no se tiene el poder, es legítimo matarlos, secuestrarlos, amedrentarlos y despojarlos. Si se tiene el poder, hay que encarcelarlos, exiliarlos o desaparecerlos con el amplio menú de opciones que ha sabido desarrollar la perfidia humana.
En nombre de un bien superior común, encuentran validación moral para destruir, asaltar, quemar o matar uniformados o cualquiera que se les oponga, invirtiendo los valores sociales, premiando, nombrando y promoviendo criminales mientras se persigue con toda clase de restricciones y regulaciones a los que están tratando de producir.
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Desde que el cerebro humano evolucionó con la inteligencia para imaginar historias, pudo hacer grandes proyectos colaborativos que le permitieron ser el amo absoluto del planeta. La inteligencia que nos sirvió para mejorar es la misma que nos ha llevado a las iniciativas horrendas como las guerras y la incontrolada destrucción del planeta y sus muchas formas de vida.
Y es la misma que sirvió para crear por primera vez en la historia, otra inteligencia muy superior a la nuestra con el potencial de mejorar nuestras vidas, pero que al igual que la natural tiene el potencial de refinar la maldad al propagarse a una velocidad nunca imaginada.
Con tres segundos de grabación de su voz, lo pueden poner a llamar al banco a autorizar transacciones a una persona conocida. Con unas pocas fotos de sus hijos en una piscina se pueden elaborar videos porno que los pedófilos consumen con avidez. Es posible con pocos recursos, crear videos de cualquiera haciendo y diciendo barbaridades sin que tenga mayor valor la rectificación porque el sensacionalista afán de reenviar sin chequear está firmemente codificado en nuestro ADN. Es el gen del chisme.
Hasta ahora todos los avances tecnológicos han empoderado al ser humano. Todos , invariablemente han generado temor de disrupción. Cuando los primeros trenes lograron 40 km por hora se creía que el cuerpo a esa velocidad se iba a desintegrar. En cambio la IA quita poder porque por primera vez va a haber un agente extranatural tomando decisiones. Cuando va donde un médico que usa IA para orientar su tratamiento ya no es la capacidad de un humano sabio decidiendo su futuro.
No se saben las consecuencias del desarrollo de la IA que va a velocidades impresionantes. Solo estamos viendo el principio y la evolución va a ser muy rápida.
Hasta ahora las tecnologías de comunicación habian sido utilizadas para diseminar las ideas creadas por los humanos. Todas nos han empoderado. La IA representa una disrupción nunca vista, nos reemplaza. Puede escribir historias inventadas sin intervención de humanos. Cada Religión a través de la historia defiende que sus libros son sagrados y dictados por Dios. Por primera vez en la historia puede ser verdad que una Religión sea extra humana, no inventada por la imaginación del hombre.
Las implicaciones de una nueva Religión así diseñada son impredecibles.
Por eso lo que sugieren los expertos no es que se controle la investigación en IA sino su diseminación. Igual que ocurre con la industria farmacéutica donde las drogas son cuidadosamente chequeadas antes de diseminarse. Primero se comprueba la seguridad y efectos colaterales de un medicamento antes de permitir su comercialización. Igual debe ser con los distintos programas de IA.
El riesgo es que la IA destruya la conversación, el diálogo cuya base es el idioma y la confianza. ¿Qué pasa cuando una IA crea intimidad y genera emociones en un ser humano, quien no sabe que está interactuando con un programa?
Muchos algoritmos han ganado la atención de un número cada vez mayor de usuarios estimulando dos áreas críticas del comportamiento humano: el odio y el miedo. El miedo a que “otros” nos vayan a afectar nuestro nivel de vida, nos lleva a odiarlos. Pueden ser de otra raza, de otra nacionalidad, de otra religión o de otro grupo político.
La forma mas efectiva de lograrlo ha sido generando intimidad. Un bot es capaz de generar intimidad porque llega a conocer a la víctima mejor de lo que él mismo conocía. Logra crear una cercanía con la persona que no tiene idea de estar siendo manipulado por un programa. Por eso es necesario que sea ilegal falsificar humanos. En la interacción con IA el participante humano debe saber siempre qué está tratando con un bot. El desastre que se puede generar es comparable al que ocurriria si el dinero no fuese confiable. Por eso es ilegal y tiene cárcel falsificar dinero. La interacción con la IA aumenta y podría ser muy provechosa, pero no se debe tolerar la falsificación de humanos.
La gente cree que está mirando los hechos y la realidad, cuando lo que está viendo es una farsa creada en redes sociales y secundada con frecuencia por medios irresponsables. El el 2021, toda una ciudad estuvo sitiada por un pequeño grupo de delincuentes organizados y apoyados por una campaña de desinformación tan efectiva que logró involucrar a los medios internacionales y paralizar la acción de las autoridades. La ciudad de 3 millones de habitantes llegó a extremos dramáticos de inmovilidad y parálisis, falta de provisiones que generaron enorme sufrimiento, especialmente a los más pobres. A pesar de lograr finalmente el desmonte del bloqueo, los daños materiales a la infraestructura pública de la ciudad y a la economía, lograron un retraso estimado de 10 años. Sin Embargo la interpretación que predominó fue que había ocurrido un “estallido social” en el que los pobres se habían sublevado contra la injusticia social de los ricos. Casi sin excepción, la historia se repitió con tanta fidelidad que fue sustrato importante para ganar una elección nacional.
La esencia de la democracia es la confianza y el diálogo. En la medida en que se crea adicción a ver historias cortas que concatenan, se va encendiendo el botón de la ira y el odio con la creación de grupos cada vez más radicales. Desaparece la confianza y toda posibilidad de diálogo. Este es el terreno perfecto para las dictaduras. No es posible llegar a acuerdos con otros bandos tan distintos. En el ambiente de desconcierto y desorden, la solución está en un salvador que con mano dura impone el orden y una visión nueva de la sociedad.
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No se cansan politólogos y violentólogos de hacerse la misma existencial pregunta: ¿Por qué no hemos logrado acabar la guerra en Colombia a pesar de tan loables esfuerzos? Quien tenga memoria, y algún recorrido recordará que todos los programas de gobierno han tenido un gran capítulo que describe cómo acabar la guerra.
Como estamos comprobando ahora, entre más denso ha sido el discurso alrededor de guerra y paz, peor ha sido la matanza. Si se revisan los datos de homicidios la única reducción importante ocurrió en el período 2004-2010.
Y en realidad la explicación es muy sencilla: aquí no hay, ni ha habido guerra y por tanto no habrá quien pueda acabar lo que no existe.
Desde luego que apropiar el lenguaje de la guerra para describir una situación de violencia, resulta muy tentador, y es práctica universal. Quienes sufren o ven la inseguridad, fácilmente caen en las trampas del lenguaje y repiten, sin pensar, el discurso. Se exhibe ilustración cuando se habla de los “combates”, de los “actores en conflicto”, del “cese bilateral del fuego”, “retenciones humanitarias”, “intercambio de prisioneros”,“enfrentamiento”, haciendo toda clase de mezcolanzas que barbarizan el lenguaje para torcer la realidad.
Las guerras se dan entre ejércitos que representan países o grandes comunidades. Una vez declaradas, se enfrentan durante un tiempo al cabo del cual, uno gana, el otro pierde y se acaban. Es obvio que esto no describe a Colombia.
Aquí lo que abunda son grupos de delincuencia organizada y bandas criminales cometiendo atrocidades que pretenden envolver con un disfraz de camuflado y una verborrea pseudopolítica. Ninguno respeta normas de guerra o convenciones internacionales, no representan los intereses de ningún grupo humano que los respalde y todos los jefes exhiben el comportamiento propio de los capos de la mafia.
No hay país en el mundo que no sea azotado por el crimen organizado. Mexico y Ecuador han visto cómo se expande y aumenta su poder despues de legitimarlo dándole categoría de guerra. Quienes viven en paz, han hecho el diagnóstico correcto y llaman al hampa por su nombre, enfrentan las bandas con firmeza y no se confunden en esfuerzos por entender y justificar la actividad criminal y mucho menos buscar negociaciones que busquen apaciguarlos o pagarles para que no sigan delinquiendo.
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Lo único que le faltaba al voluminoso vecino para completar su perfil de sátrapa era inventarse una guerra. Con un plebiscito “histórico” obtuvo la votación típica de todo régimen comunista: 95% aunque solo la mitad respondieron el llamado. Ese es el numerito preferido por todos cuando consultan a “su pueblo”. Usando un manido argumento con el que pretenden atropellar a los vecinos, deciden regresar al momento de la historia que mejor se acomoda a su arbitrariedad. Por ese camino, los Colombianos tendríamos que anexar a todos los vecinos para rearmar la gran Colombia. O ir un poco más atrás y devolverle el Esequibo a los Ingleses, o más todavía y sería a los holandeses que estuvieron allí casi dos siglos. O según el año que se escoja, devolverle a España todo lo que legítimamente había conquistado. Y siguiendo hacia atrás, tendríamos que expulsar a todos los blanquitos devolviéndole esto a los indígenas. Pero podríamos abusar aún más de la tontería histórica y echar a los indígenas que usurparon las tierras de los chigüiros y los micos, aunque se molestarán las iguanas y los caimanes que estaban antes.
La fascinación con el historicismo acomodado es tan ridícula que no logra encubrir el conocido recurso del dictador cuando ve el abismo desde su desprestigio . Inventarse una guerra patriotera para ver a cuantos muchachos logra matar en ambos bandos en un intento por reencauchar su vapuleada tiranía.
Como es costumbre, toda la tropelía la hacen en nombre de la Unión y la Paz. El nivel de vida de los Guyaneses, quienes son los que deberían votar en un referendo, ha mejorado desde que la Exxon descubre y explota el petróleo. Por eso, la motivación no es el hambre de ese petróleo ya que viene del país con las mayores reservas del mundo, bien enterradas que están gracias a la ineptitud y corrupción de uno de los déspotas que más daño le ha podido hacer a un país en nombre del socialismo.
Tal vez se dé un histórico pacto entre las dos naciones para unir ejércitos y arrebatar un territorio del tamaño de Amazonas y Antioquia en una campaña genocida que se justificaría como extensión de la Paz Total y para combatir algún Hitler que sea capaz de inventar una estrecha imaginación.
Combinando las ideas no extraccionistas con la incompetencia lograrán devolver a los sufridos habitantes del Esequibo a la miseria.
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“Le exijo que me respete”, “ Lo que es a mi me respeta”, son dos frases muy frecuentes en las controversias de estos trópicos. Cuando, sin haber usado insultos, se pone en evidencia la estupidez, la ignorancia o la ridiculez de un argumento, el implicado solicita indignado que lo respeten. “Al Presidente de Colombia se lo respeta” hemos oído varias veces a raíz de la intervención en los asuntos internos de otro país con disparatados trinos.
El respeto es un don que se gana con la coherencia de las ideas y honestidad de los actos. No se pide y mucho menos se exige.
Simplemente se tiene. Porque se ha tratado al interlocutor con decencia, sin manipularlo ni engañarlo. Porque el discurso se basa en hechos y datos comprobables, porque se asume que quienes oyen y ven, tienen también memoria, conocimiento y capacidad de análisis.
O no se tiene. Porque el comportamiento no concuerda con las palabras. Por no tener integridad en principios y ser capaz de acomodarse a la tendencia que suena más popular. Por hacer acusaciones sin bases y tomar decisiones apresuradas. Por ignorar o distorsionar la historia. Por deformar los argumentos del otro revistiendolos con su limitado arsenal de prejuicios.
El respeto no se decreta. Se gana. Pero hay quienes creen que pueden atropellar, insultar, mentir, engañar y cuando son develados, todo lo van a poder ocultar con un espeso bálsamo de autobombo que los hace inmunes.
Quienes son respetables y respetados, nunca lo piden, ni sostienen con vehemencia que “se lo merecen”. No tienen que esmerarse en darle brillo a su ego ni rodearse de adulones que fabriquen la apología de su historia, para lograr ese particular status.
Una vida de entereza, apego a la verdad, adherencia a la ética y respeto a los demás, es lo que los convierte en respetables.
Que Petro se haya convertido en el Rey de Burlas de la comunidad internacional nos podrá avergonzar, pero no extrañar. Pasó de ser el Mesías de la “Colombia ensangrentada” a ser el salvador de “la humanidatt”. Los asistentes a los innumerables foros en los que derrama su poesía mística- espacial- humanitaria- ancestral- apocalíptica, pudieron estar confundidos y hasta interesados en el exótico personaje.
Pero ya se ha ido entendiendo que sus retruécanos verbales ocultan una estratagema de confusión, que le funcionó de maravilla para ser elegido. Consiste en convertir a los violentos en héroes y víctimas. Son héroes porque han reaccionado ante una injusticia. Asi ve a Hamas que ha sido la desgracia del pueblo Palestino, condenandolo al sufrimiento y la miseria. Las atrocidades, innegables porque ellos mismos las diseminan, son deslices ignorables. Así ve a la primera línea que empeoró con sus bloqueos y abusos, las dificultades de los pobres de Cali. Convierte a los violentos y patanes en los voceros de comunidades pacíficas. Y acto seguido los gradúa de víctimas. Cuando alguien reacciona, resulta que son unas almas de Dios, que hay que proteger
Los abrazos que Petro se ha dado con genocidas de medio mundo, le quitan toda autoridad para referirse a la reaccion de Israel que esta causando indecible sufrimiento al pueblo Palestino.
Y ciertamente no merece ni el más mínimo respeto.
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Que las ideas llevan a la guerra ha sido la constante en la historia de la humanidad. La capacidad para inventar historias y lograr que se las crean grandes grupos, es la explicación del dominio de Sapiens y sentó las bases de la civilización. Cuando esas historias fueron de amor, respeto, solidaridad y justicia, las comunidades que se las creyeron, lograron prosperar en paz. Cuando fueron de odio, rechazo, discriminacion, temor y egoísmo, invariablemente llevaron a la guerra.
El poder de las ideas organizadas, con una estructura y con un llamado a acciones específicas es indiscutible. El mundo siempre cuenta con miles dedicados a diseminar la primera versión que se ven apabullados por los que riegan con ahínco la segunda.
Tan contundente es el poder de las ideas que muchos países han llegado a prohibir algunas por la convicción de que invariablemente van a llevar a la confrontación entre sus ciudadanos. El ejemplo más conocido es el Nazismo, muy obvio para todos porque están frescas las horrendas consecuencias de la segunda guerra y el holocausto producto del liderazgo de Hitler.
Pero hay muchas variantes a las prédicas rencorosas y de segregación, que por no tener una marca tan reconocida como la esvástica, se disimulan para hacerlas más digeribles, creando divisiones irreconciliables, formando bandos que solo ven al otro lado, demonios merecedores de exterminio. Se permiten burdas expresiones de odio y se elaboran “complejas” e intelectuales explicaciones para la barbarie.
Como en todo conflicto, tanto árabes como judios tienen su pedazo de razón. Para compensar los horrores del Nazismo las potencias ganadoras le entregaron un trozo de desierto a las víctimas para que crearan una Nación. Para los palestinos fue una terrible injusticia y en vez de usar la inteligencia para adaptarse y construir un proyecto conjunto optaron por seguir líderes que solo vieron la opción de guerra. En 70 años de ataques y batallas que siempre terminan perdiendo, cada vez se ven más acosados, acorralados y maltratados.
Conocí de cerca un odio tan diseminado y profundamente arraigado que no se concibe opción alguna de reconciliación. El ideario genera los hechos de violencia y la violencia conduce a la humillación que refuerza el ideario. Un círculo maligno que empeora cada vez más y lleva a que se cometan atrocidades irracionales como el reciente ataque de Hamas. El mundo entero ha reaccionado como debe ser siempre: condenando la matanza, independiente de cual fue la motivación. Con excepción del Ayatollah Raisi del clero combatiente y Petro, quien habiendo apoyado el sitio de Cali debería conocer la diferencia entre el asedio a una ciudad y un campo de exterminio. Cada que las circunstancias permiten ver a través de su disfraz de paz, se expone el alma de sociópata que justifica la violencia como salida a todos los conflictos.
Si la historia de horror y sufrimiento generada por el feroz y equivocado liderazgo palestino no nos sirve para develar y devolver a la calle al “adalid de la paz” y sus 100.000 milicianos, tendremos que aprender a llorar los muertos como lo hacen Israelíes y Palestinos y padecer las atrocidades de una confrontacion sin salida.
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No son muchas las culturas que han logrado el nivel de sofisticación del lenguaje de Colombia, para justificar la violencia.
Si una persona toma un arma y agrede a otro, causando heridas o la muerte, eso suele llamarse delito y es castigado por las leyes en todas las sociedades. Si lo que motivó al agresor fue satisfacer una necesidad, sigue siendo delito, no importa si era para llevar comida a sus hijos o para lucir un reloj costoso. Entra en la categoría del simple, pobre o ignorante delincuente.
Ahora, si el agresor es educado y logra armar un discurso con visos intelectuales y llama a su motivación “política”, entonces no solo lo tenemos que entender, sino justificar y aplaudir.
Una buena parte de la sociedad vive fascinada con el mito de los “freedom fighters” o luchadores de la libertad, que tanta inspiración le proporciona a cierta intelectualidad europea mientras toman vinos elegantes, y a una que otra adolescente danesa despistada.
El horror de las torturas a secuestrados, los despedazados por bombas y minas, los quemados y desfigurados por molotov y otros artefactos caseros, se encubre con la diseminación de un neolenguaje que toda la sociedad comienza a repetir con obediencia de monja devota.
“El secuestro es político” sentencian con propiedad, como si eso aliviara en algo el sufrimiento de la víctima y su familia. “Fue un delito político” dictaminan, borrando la carne quemada, los huesos destrozados, y las lágrimas de los padres de unos inocentes y desarmados muchachos que disfrazaron con camuflado para convertirlos en “objetivo militar”. La letra la lanzan los mismos criminales y asesinos y luego todos cantan al unísono.
La justificación política para agredir o matar debería ser un agravante, no un atenuante, y endurecer el juicio y el rechazo social. Precisamente por ser personas educadas, informadas de lo que ha sido la desgracia de la violencia a través de la historia. Y porque, debido a su capacidad intelectual, están en posición de defender sus ideas sin necesidad de recurrir a la violencia. Pretender imponer la violencia a bala y con crueldad no solo es cobarde sino que representa una de las más burdas expresiones de la estupidez humana
Pero en nuestra desquiciada cultura, hemos resuelto que la palabra “político” es el más válido de los atenuantes y somos, por mucho, los más eficaces del mundo en aplicarlo, con lo que hemos merecido por muchos años el poco deseable título de ser el país más violento del mundo.
En la trampa cultural caen muchos, inclusive los más pacíficos y con las mejores intenciones. No se dan cuenta que al incorporar el léxico justificatorio de atropellos y abusos, están contribuyendo a su diseminación. El lenguaje es nuestra forma de interpretar el mundo y la banalidad para usarlo, conduce a empeorar el horror. Se debe ser claro. Las diferencias sociales no son “formas de violencia”. Quien quiera contribuir a un país civilizado que se acerque en algo a la paz y prosperidad, tiene que ser consciente de sus palabras. Un sumario de las barbaridades más frecuentemente usadas, generadoras de confusión y que contribuyen a perpetuar la violencia, pueden consultarse en https://bit.ly/diccionariodebarbarismos.
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Todo un capítulo, esencial en la ideología Marxista es la lucha de clases. Una elaboración que aun en el siglo 19 fue equivocada, se sigue reciclando para interpretar la sociedad encajonando la realidad en unos preceptos falsos. Una falacia repetida incansablemente por décadas y grabada en la mente de los creyentes como dogma. ¿Está realmente conformada la sociedad por clases inamovibles? Y si fuese así, el destino es que estén en lucha violenta permanente hasta que una clase aniquile a la otra? Es indiscutible que toda sociedad, incluyendo las que han logrado estadíos avanzados de comunismo, tienen su población distribuida en un amplio espectro de ingresos económicos, privilegios y nivel cultural, que difícilmente constituyen “clases”. Se pueden dar grados de educación y cultura muy variables en todos los segmentos. Millonarios ignorantes e incultos rodeados de brillos con una vida amargada y campesinos pobres y sabios con una existencia sobria y equilibrada. La movilidad ocurre en todos los sentidos. Desde el pobre, visionario, trabajador, disciplinado y recursivo que se sube en pocos años a la cima económica hasta el super rico vago y botaratas que acaba con una fortuna y termina en la calle. Y una enorme “clase” media en constante mutación, que difícilmente se puede encasillar.
Esa visión de opresores y oprimidos es esencial para justificar las medidas autoritarias que van configurando gradualmente la dictadura del proletariado. Los autodenominados intelectuales no son capaces de entender la sociedad como una compleja red de capacidades e intereses que pueden interactuar en paz, respetando un marco legal, por lo que terminan con el simplismo de dos facciones incompatibles, en guerra permanente. Sencillo y fácil de vender. Obviamente no hay espacio para el diálogo y la cooperación porque lo que prima es el odio a “los otros”. Las mentes no infectadas por tan dañina falacia, viven la vida real y perciben una sociedad muy distinta en la que, a pesar de las muchas diferencias, se forjan relaciones de ayuda y cooperación mutua con fuertes lazos de amistad y solidaridad.
Hay quienes sostienen que mencionar el peligro totalitario no tiene sentido en este país tan estructurado y para nada aplica al gobierno del cambio que solo nos quiere llevar hacia una socialdemocracia moderna.
Los deseos no les permiten leer los afiches minuciosamente preparados por funcionarios en la escuálida marcha del gobierno: “el poder destructor, perverso y satánico de los medios…que le hace creer a la clase trabajadora que es mejor ser esclavo…eso solo lo hace satanás”
¿No ven como se sigue el guión de la confrontación? Para acallar la crítica, hay que satanizar los medios. Lo novedoso es que es literal. No se libra una guerra contra los opresores, sino contra el mismísimo lucifer y su infernal fábrica de pobres.
No podrán entender que nadie fabrica pobres y que los países son ricos porque han logrado que un gran número de sus ciudadanos entiendan que lo que hay que hacer es proponerse a crear riqueza.
Que desperdicio lograr que la juventud salga a la calle portando carteles que parecen salidos del purgatorio de la ignorancia.
23168
Los americanos no acaban de entender lo que les está pasando. 131 masacres o “mass shootings” en lo que va del año que suman a las 50.000 muertes violentas por año, relacionadas con armas. Casi a diario sale algún loco armado (gunman) y dispara indiscriminadamente a los que lo rodean, en los más variados escenarios. Siguen siempre sesudos análisis que tratan de explicar tan dramática evolución. Casi siempre se centran en la fácil disponibilidad de armas, pero poco han analizado lo que representa la cultura de violencia. Si miran a Colombia se acercan a entender. Tenemos las armas muy restringidas y sin embargo los triplicamos en tasa de muertes violentas. La respuesta claramente está en la cultura, entendida como la suma de creencias y comportamientos de un grupo social. Algunos rasgos culturales predominantes terminan definiendo justa o injustamente a las naciones. Los japoneses son disciplinados y laboriosos. Los suizos son precisos y organizados. Los Italianos habladores y festivos. La lista es larga, imprecisa, subjetiva y muchas veces inapropiada o incorrecta. Los rasgos más diseminados de los Colombianos los clasifican de violentos y ladrones. Podrá ser injusto pero no son muchos los sitios en este mundo, en donde a uno le clavan un cuchillo por robarle un celular. O donde las pandillas armadas reciban tratamiento de movimiento político.
Tenemos bultos de libros que describen nuestra historia de violencia, sus actores, las causas inmediatas y el tremendo sufrimiento que han generado. Lo cierto es que casi todos aceptamos que “somos violentos”.
Partiendo de las gloriosas guerras que nos dieron la libertad, casi todos los pensadores y expertos en el tema han creado una corriente de pensamiento que valida y justifica la violencia. No poseemos la exclusividad pero sí hemos sido aventajados en su diseminación.
La esencia está en considerar la falta de igualdad, como una injusticia, que todos tenemos el deber de “combatir”. (la terminología siempre es bélica). El derecho a echarle mano a lo que no tengo nos lleva a un país de ladrones. Con la misma lógica se encuentra la justificación moral para secuestrar, torturar, asociarse con mafiosos, colocar bombas, incendiar o destruir.
Se enseña que es válido usar la fuerza y la agresión para lograr lo que en la mente de cada cual constituye la justicia, se sientan las bases para que la violencia se disemine y se perpetúe.
Como toda cultura, su generación (o degeneración), se instaura cuando todos, al describir la realidad repiten “estallido social” “paz total”, “cerco humanitario”, “cese bilateral de fuego” “actores en conflicto” siguiendo el guión de confusión de los violentos. El más abusado es precisamente “violencia”. Todo lo injusto “es una forma de violencia”, y así ya ni siquiera se distingue qué es violencia. Por eso los movimientos de no-violencia, fuertes en casi todo el mundo, aquí no se entienden y poco se diseminan.
Si los vecinos del norte nos estudian, podrán entender cómo han armado con el cine y los videojuegos, una cultura en la que todo se resuelve disparando y los jóvenes aprenden a disociarse matando primero en la virtualidad y luego en la realidad.
Hace 75 años Adolfo Hitler se pegó un tiro y pidió al último guarda que lo incinerase y enterrase con Eva, a la salida del bunker. No quería que su cuerpo se convirtiese en el espectaculo macabro que había protagonizado Mussolini. Muchos politólogos de la posguerra quedaron convencidos que un Narciso loco e irracional, nunca más iba a desacomodar el mundo.
Los horrores que siguieron, se consideraron exclusivos de tiranuelos de tercer mundo. Pol Pot en Camboya, Mao en China, Castro en Cuba, Sadam en Irak, Idi Amin en Uganda, Kadafi el Libia, los tres Kim en Corea del norte, Chavez-Maduro en Venezuela, para mencionar sólo los más horrendos. Algunos fueron linchados, otros exiliados y varios murieron cómodamente en el poder al que estaban atornillados. Compiten en los libros de historia por el número de muertos que generaron en sus guerras internas y externas, las hambrunas, los desplazamientos, las migraciones.
Si se dispone de la paciencia para revisar el discurso de todos, resultan una serie de patrones comunes que comparten con Hitler, Mussolini y muchos otros enfermos mentales que han conquistado el poder, precisamente en virtud de un narcisismo desorbitado. Han subido con elecciones o golpe, diseminando la mentira de un país desastre. Todo está arruinado y el narciso es el único que tiene la fórmula mágica, pero siempre hay un enemigo que daña los planes, por lo que hay que combatir, encarcelar, liquidar o expulsar. Las fuerzas armadas se doblegan hasta convertirlas en policía secreta al servicio del régimen, y en paralelo se organizan milicias (paracos que llaman por acá) leales al líder. Se controlan precios y se manipula la moneda, para esquilmar a todos los que tengan algún poder económico, y se reparten dádivas, siempre a nombre del salvador. Los políticos, si adulan, concentran todos los privilegios económicos. Los críticos se compran o silencian. A los empresarios se los deja operar con la cabeza agachada. El guión se repite con precisión para desgracia y sufrimiento de los súbditos y la gloria, que a veces parece eterna, del iluminado. Invariablemente se ha tratado de mentes, que no pasarían sin diagnóstico en la primera hora de un examen psiquiátrico. A estos prudentes profesionales se les prohíbe por ley referirse a la salud mental de los presidentes. Y así ha ocurrido lo que nadie creía posible. Otra vez narcisos desquiciados en posiciones de gran poder, con el dedo en el botón nuclear. Putin logra con éxito, convencer a millones con su discurso egocéntrico plagado de falacias, que invalida todo lo que se salga de sus designios.
Después de años de un relativo equilibrio, el espectro MAD vuelve a asustar al planeta. Destrucción mutua asegurada o LOCO por sus siglas en inglés.
Un país en el norte de Suramérica, vive su drama, gracias a la misma enfermedad. Después de 20 años de estabilidad y prosperidad, comienzan a caer todos los indicadores. Siempre ha sido la pasividad de la sociedad la que permite que los neotiranos vayan acabando la democracia en forma lenta y decidida. Cuando una gran masa empobrecida y engañada se da cuenta que todos los poderes estan concentrados en una élite corrupta, ya no hay nada que hacer.
Manuel Andres Lopez Obrador (MALO), ha logrado con el bonito lema de “abrazos por balazos” la tasa más alta de homicidios de la historia de México. Devastando el profesionalismo de los uniformados, el madurismo chavista, envuelto en verborrea pacifista, ha logrado medalla de plata en la clasificación mundial de muertes violentas. En Colombia, hemos podido establecer una muy confiable asociación entre el número de veces que un Presidente pronuncia la palabra paz y la cantidad de muertes perpetradas por bárbaros de todas las categorías.
Por más que nos incomode reconocerlo, todas las sociedades padecen en algún grado el acoso de delincuentes y criminales. Sin ninguna excepción todas han tenido que crear instituciones que monopolizan la fuerza para imponer el orden, en asocio con un sistema de juzgamiento y castigo efectivo.
Es de un candor muy tropical repetir que los países más prósperos tienen tasas de homicidio bajas porque la gente es muy educada, la policía es amable y no hay pobreza.
Solo hay que mirar la proporción de policías por habitantes, el presupuesto de la fuerza pública y recorrer los países que llamamos civilizados para darse cuenta que una policía fuerte, organizada y profesional, es la clave de la convivencia. Lo han comprobado gobernantes de todas las especies. Una fuerza bien equipada, que se hace respetar, garantiza los derechos y la existencia tranquila a la gran mayoría de ciudadanos pacíficos y respetuosos de la ley. El factor que mejor correlaciona con una sociedad funcional no es la equidad, sino la capacidad para hacer respetar la ley y proteger el bien común. Aun en los países más ricos, civilizados y socializados, hay desigualdades abrumadoras, pero es cuando falta la autoridad, que florecen los delincuentes que acorralan la sociedad.
Colombia tiene una larga historia de violencia gracias a que en múltiples ocasiones, dirigentes, jueces y políticos han logrado demostrar que el crimen si da réditos. Tan cierto es, que resultamos siendo muy decentes porque la única restricción que tiene la gente para no ganarse la vida con el delito es la probidad moral. Cada vez más, diseñamos un sistema para garantizar al criminal su modo de vida con una razonable seguridad de no recibir castigo y ni siquiera rechazo. Hemos dado el ejemplo de premiar a los más atroces delincuentes con sueldos, prebendas y protección del estado, por el solo argumento de tener motivaciones políticas para su crueldad. Pero ahora, ya no es necesario un cuento político. Basta con demostrar capacidad para matar y destruir, para que el gobierno se siente a escuchar y negociar, en aras de la paz. Quienes defienden estas tesis no son conscientes que van a sufrir como todos, el imperio del crimen y tendrán que inventar una ingeniosa y retorcida explicación para el desastre que están ayudando a crear.
El apaciguamiento de los violentos ha mostrado en todas las épocas y culturas, que multiplica las muertes. El discurso de Paz Total parece plagio de Chamberlain, postrado con sus ilusos deseos ante Hitler. Nuestros antepasados dieron la vida por la libertad. Nosotros negociamos la libertad para que nos dejen vivir. El resultado será perder ambas.
La falacia absolutista del todo o nada se rebela con pose intelectual. Según esta “nueva doctrina”, tan vieja como la filosofía política, si no se logra la totalidad del objetivo en cualquier emprendimiento humano, no se ha logrado nada, y hay que desistir en el empeño.
Así nos presentan la guerra contra el crimen y el narcotráfico. Como no se ha logrado erradicar, como sigue siendo exitosa la producción y exportación y toda la criminalidad que de allí se genera, eso quiere decir que hemos perdido la guerra y debemos cambiar de estrategia, legalizando todas las drogas, y arrodillarnos ante los más temibles hampones. Desconociendo que las drogas son peligrosas por la facilidad con que producen adicción, nos entregarán una generación de jóvenes con cerebros quemados por la libertad para consumir.
Como no hemos podido acabar con la guerrilla y demas hampones con disfraz politico, eso quiere decir que ha sido una guerra inútil. Tenemos que cambiar y dejar de combatir a los criminales en la esperanza que asi se volverán buenitos. Con esa estrategia nos están entregando una sociedad cada vez más violenta, con cada vez más robos, homicidios, atracos, bombas a policías y restricciones a la sociedad civil.
Como no hemos logrado las metas en la emision de gases invernadero, eso quiere decir que perdimos la batalla climatica y la solucion es cambiar para acabar con el capital (Si “das Kapital” es el responsable de las inundaciones), porque ese enorme defecto de la humanidad de querer prosperar y vivir cada vez mas y en mejores condiciones, nos ha trazado el camino del suicidio colectivo. La solución es una dirección central que defina cuánta energía debemos consumir, como lo hace China, que sigue siendo el peor contaminante del mundo y el que menos ha implementado los acuerdos de París. Con resignación, podremos comenzar a contribuir con cortes de energía y escasez de gasolina y gas.
Como no hemos logrado acabar con el hambre, eso quiere decir que nuestra infraestructura de producción de alimentos fracasó y debemos cambiarla por una muy bien planeada agricultura minifundista de mujeres, que con su saber “ancestral” nos colmarán nuestras predefinidas y bien calculadas necesidades. Avanzaremos triunfalmente, con tan novedosa estrategia, hacia la escasez, las tarjetas de racionamiento y la multiplicación de quienes no tendrán lo esencial para sobrevivir.
Solo falta declarar el fracaso de los antibióticos, porque todavía hay bacterias que resisten. Los mandaremos a incinerar, junto con las drogas para el cáncer, la diabetes, la hipertensión, y tantas otras en las que no hemos podido ganarle la guerra a la enfermedad.
El absolutismo además de ser una falacia que se debe develar, está basado en información falsa y sesgada. Nunca antes en la historia de la humanidad hubo menos muertes violentas, que ahora. Muere mucha más gente de suicido que de homicidio. Nunca antes hubo menos hambre. Mueren más por obesidad que por desnutrición. Han ocurrido grandes avances en el control de gases invernadero. aún insuficientes pero se puede tener la certeza que es la innovación de la libertad económica, la que va a lograr las metas, sin condenar al atraso a la mitad de la humanidad.
Un tsunami de literatura surgió a raíz del informe de la Comisión de la Verdad. Parece que no la encontró porque han llovido críticas en todos los sentidos y no ha sido posible discernir una conclusión del relato recogido. Un capítulo de la historia Colombiana que ha generado tanto sufrimiento está expuesto a los filtros ideológicos de los responsables, de las víctimas, de quienes han querido contar la historia y quienes la leen.
Me refiero a tres de las conclusiones que los autores del documento han diseminado y que demuestran que la tragedia Colombiana es consecuencia de la cultura de la aceptación y justificación de la violencia
La primera es la anestesia social. ¿Cómo fue posible que hubiese tanto horror y la sociedad no hizo nada? se preguntan. Donde estaba la sociedad, las autoridades civiles y eclesiásticas, los líderes de opinión? y un largo etcétera? El interrogante parece incomprensible. Porque todos los que vivimos esa época lo sabemos muy bien. Todos los que estábamos en contra de la escalada de violencia expresamos con vehemencia nuestro rechazo,mientras trabajamos arduamente para construir país asumiendo múltiples riesgos. Miles, perdieron la vida en el esfuerzo. Algunos por escribir y hablar contra el horror y muchos por ser simples ciudadanos honestos que no huyeron. La gran marcha nacional contra las FARC, de unas dimensiones y una fuerza moral que nunca se había visto ni se ha vuelto a ver, es la prueba para la historia.
El segundo planteamiento, que se recicla con frecuencia desde Samper, es que todos somos responsables. Por acción u omisión, agregan con pontificia solemnidad . Se logra diluir la verdadera responsabilidad en toda la población y terminar absolviendo y bendiciendo a los criminales que torturaron y asesinaron sin compasión. Lo he dicho y creo que lo puedo repetir en voz alta al lado de millones de compatriotas. Yo no soy responsable de violencia alguna. Nunca he atacado a nadie por ningún motivo. Nunca he usado un arma para agredir a nadie. Nunca he justificado o promovido los comportamientos violentos. Siempre he trabajado por la solución pacífica de los conflictos. Nunca he explotado ni abusado a nadie. Siempre he procurado que las personas que me acompañan reciban un trato respetuoso y un ingreso digno.
La tercera es la prueba reina de como esa tan Colombiana cultura, está incrustada en las mentes: “mientras no haya justicia social, no habrá paz”. Y en la medida en que se repite el credo, el país sigue en guerra. No existe el país que haya logrado eliminar las injusticias. Podrán ser menos protuberantes en algunos, siempre que no muestren el horrendo trato que le dan a los inmigrantes.
Claro que indigna que una comunidad tenga personas que no comen, que no tienen techo, que mueren sin atención médica. Pero eso no es, como tantos repiten, “una forma de violencia”. Si los esfuerzos de tantos que trabajan para evitar la tragedia, no son suficientes, eso no le da aval alguno de violencia a quienes creen tener la fórmula para eliminarla. Seguir condicionando la paz a una justicia social que difícilmente será satisfactoria, es perpetuar la guerra y sus hijas predilectas: la pobreza y el hambre.
Cuando una sociedad cree que se está inventado algo muy novedoso, resulta que hace más de 2000 años, los griegos demostraron su futilidad.
Pasamos de tribus aisladas a formar comunidades grandes que terminamos llamando países, y lo primero que ocurrió fue que el jefe de la tribu decidió llamarse rey. Tenía que haber una autoridad central muy poderosa para que la sociedad no entrase en desorden. Pero casi sin excepción el rey y sus allegados se llenaban de privilegios a costa del empeoramiento de las condiciones de los súbditos. Ante esto los griegos inventaron la democracia. Un mecanismo mediante el cual, un extracto de la población, debe velar por los intereses de sus representados, con la capacidad y el poder para dirigirlos. Después de muchos siglos en los que las sociedades se movieron entre extremos de despotismo y desgobierno, un buen porcentaje de la humanidad terminó adoptando el invento de los griegos, con toda clase de ajustes y variantes. Con excepción de Corea del norte y Latinoamérica la ciencia social ha concluido que la combinación de democracia con libertad económica es lo que lleva a los pueblos a la prosperidad y equilibrio social. Pero la codicia y la ambición encuentran la manera de dominar las mentes en la medida en que acceden al poder, lo que está llevando al desprestigio y, según algunos, al fin de la democracia. Si creemos en Polibio, el “padre de la historia”, las democracias degeneran en oclocracias o gobierno de la muchedumbre. Y aquí ayuda la teoría política de magistrados y demagogos, quienes creen que paralelo a la estructura representativa del poder democratico, y en el mismo nivel, está el poder de “la calle”. A la capacidad para perturbar a la sociedad con marchas, bloqueos y paros se le da carácter de “legítima voluntad popular”. La elección de agitadores y violentos al congreso confirma la tendencia. No usarán su posición para el diálogo, sino para agitar la protesta, disfrazada siempre de pacífica, que estará perfectamente orquestada para terminar en destrucción y agresión, llevando al desconcierto y asegurando la culpa para la policía. Hace más de 2300 años Polibio lo describió con precisión. Los “colectivos” que no son representativos, ni elegidos por nadie, terminan imponiendo su voluntad, basados en su capacidad para apabullar una sociedad pacífica. Ya anunciaron que incendiarañán las ciudades, si la votación no les cuadra. La pasividad del estado se garantiza con una campaña que lo ha desprestigiado y caracterizado como represor y violador de derechos humanos.
Cuando se legitima la capacidad de imponer los puntos de vista mediante actos de barbarie, entramos en la oclocracia.
Las reglas de representatividad de la democracia no operan. Su degeneración llega al peor punto con el “despotismo del tropel”, que dista mucho de la voluntad popular. Del caos surge el hombre providencial que concentra el poder y se convierte en el tirano. ¿Estaremos condenados a repetir la historia de la anaciclosis que confirmaron Maquiavelo, Robespierre y tantos otros? Asi será si se vota con la emoción producida por discursos demagógicos llenos de fanatismo, promesas imposibles, odios y miedos infundados.
Cada cual encuentra una inspiración para hacerlo. Desde la tradicional peregrinación para buscar favores, dar agradecimientos o pagar penitencias, hasta el sencillo reto de cumplir un largo trayecto haciendo uso del ecológico recurso de las piernas, disfrutando pausadamente de la naturaleza.
Miles de caminantes de todo el mundo forman una inmensa, ordenada y respetuosa romeria por alguna de la múltiples vias del Camino de Santiago, establecidas por una tradición que se acerca a los mil años. Perfectamente mantenido y señalizado, con cientos de albergues y paradores en los que descansan, se hidratan y comen los decididos andantes, en un ambiente de paz y camaradería internacional inigualable.
La prosperidad se ha irradiado a todos los sectores: aldeas y pueblos con restaurantes y tiendas bien equipadas, campos y huertas cultivados con milimétrica precisión, agroindustria moderna y poderosa, casas campesinas renovadas con acabados perfectos y llenas de comodidades, carreteras, puentes, viaductos estupendos por los que fluye un trafico organizado y siempre respetuoso de los peatones.
No hay duda que España ha escogido el camino correcto. El camino de la paz y la prosperidad. El camino que atrae a 80 millones de turistas cada año. Después de haber superado una cruel y destructiva guerra civil y una larga dictadura, España logro entrar en la modernidad con orden y sin violencia. Logró liberar una economía dominadas por roscas y privilegios. Con mucha controversia y polarización, la sociedad ha entendido que no se trata de lograr que todos piensen igual, o que haya satisfacción universal o eliminar diferencias, sino de defender la democracia y sus permanentes mecanismos de ajuste, que han permitido una seguridad social muy razonable, mezclada con una libertad económica admirable. Las denuncias de corrupción son constantes y demoledoras. Las críticas a ministros y funcionarios ácidas y perturbadoras. Pero a nadie se le ocurre que la forma de expresar la discordia es alentar a grupos violentos para que destruyan los muy apreciados y cuidados bienes públicos.
Ahora que es tan bien visto que busquemos nuestras “raices ancestrales” no sobra que miremos tambien hacia la madre patria de la que heredamos tanto acervo cultural. Le echamos la culpa de nuestros males, y poco diseminamos lo mucho que nos podría enseñar la España actual.
Es cierto que hemos sido lentos en resolver problemas urgentes. Que no hemos podido reducir la corrupción con la eficiencia requerida. Que aun padecemos una economía dominada por circulos de poder. Pero lo que hay que entender es que buena parte de nuestras dificultades son consecuencia de la deformada cultura de tolerancia con la violencia. Mientras sigamos creyendo que el robo, el atraco callejero o la guerrilla son la inevitable consecuencia de la injusticia social, seguiremos por el camino equivocado. Estamos ante una disyuntiva sin precedentes : o aceptamos el discurso del odio, el resentimiento, la lucha de clases que llevará irremediablemente a pobreza, inflación y emigración o escogemos el camino correcto de seguir prosperando en una democracia estable, llena de controversias, con una economía libre y en paz.
En la revisión de los resultados de las elecciones de marzo en Colombia, la palabra “fraude” se diseminó con bastante ligereza por muchas corrientes y comentaristas. Quienes con tanta liviandad, hablan del tema, no parecen percatarse de la gravedad del asunto. Las democracias tienen muchos defectos y la Colombiana no es precisamente el ejemplo más admirable. Pero lo que es indiscutible es que su sistema electoral ha sido muy confiable y el proceso de votar y contar los votos, sigue una metodología muy estricta, en la que es muy difícil hacer trampa. La Registraduría y el proceso electoral ha sido limpio con muy escasas excepciones, no comprobadas del todo.
Claro que se pueden nombrar ejemplos de trucos diversos: testigos electorales de algunos partidos que no pudieron vigilar, jueces que entregaron votos sin firmar, otros que tapaban papeletas electivas, intentos de rayar votos a la hora del conteo buscando invalidarlos, para mencionar solo algunos que sonaron. Probablemente ocurren otros, pero el sistema tiene muchos chequeos y es muy difícil trampear en una escala que cambie resultados. En la última elección lo que hubo fué chamboneo por inexperiencia en un conteo complejo, y es muy improbable que aparezcan pruebas confirmatorias de fraude.
Se debe exigir responsabilidad con la palabrita. No se puede popularizar, siguiendo el ejemplo de Trump y sus fieles seguidores, pisoteadores de la democracia.
Para protegerla son indispensables unas regulaciones que le darían tranquilidad a todos y callarían a los tramposos.
Lo primero es imponer a los candidatos el compromiso de aceptar el resultado. Es un contrato con los electores. Les oímos sus discursos, pensamos, discernimos y salimos a votar. Tienen que aceptar el resultado. Si tienen dudas del proceso, lo deben haber revisado antes. No puede de ninguna manera aceptarse el cínico engendro que se predica: Si gano, todo bien, pero si pierdo es porque hubo fraude. De hecho, la norma debería producir la exclusión automática, con el solo hecho de un candidato haciendo esa mención. Quien no acepta las reglas del juego, no puede jugar. Eso se aprende en primaria y es elemental.
La segunda es reconocer la validez de la estadística. ¿Cuál es la probabilidad de que un candidato muestre un margen del 10% durante los reportes del primer 90% y en el último 10% todos los votos sean en contra y pierda?. Cuál es la probabilidad de que a última hora lleguen votos de los pueblos de la costa en los que votó el 100% de la población, cuando en todas partes la abstención promedio es del 50%. Estadísticamente ninguna, pero eso ocurrió en la segunda elección de Santos y nadie sacó calculadora.
La tercera es que en una cuenta de millones, la regla no puede ser la mitad más uno. Si la diferencia es muy pequeña, si es posible hacer fraude, moviendo unos pocos votos. Se tiene que establecer un margen de al menos 1%. Si no lo hay, no se puede declarar ganador.
Mientras esto ocurre hay que esperar que el gobierno sea capaz de defender la democracia, ante los muchos indicios que sugieren que cuando pierda, el auto decretado ganador va a gritar fraude, y va a llamar a incendiar el país. Ya tiene experiencia y ha probado que puede.
No hay como opinar de cualquier evento que conmocione de alguna manera al mundo sin traer a cuento la palabreja. Desde que jóvenes profesores alemanes popularizaron el término que justificó el expansionismo alemán, todo el que quiere mostrar comprensión del complejo mundo del poder, sabe que tiene que usar “razones geopolíticas”. El discurso en el que confluyen personajes diversos y variopintos de todo el espectro ideológico es como sigue:
La culpa de lo que le está ocurriendo a Ucrania la tiene USA y la Unión Europea, por crearle la “ilusión” a los Ucranianos de volverse Europeos. Los estimularon y atrajeron con el bombón de una democracia real, libertad económica, y prosperidad pacífica. Y eso fue insoportable para Putin, quien no podía tolerar a un “enemigo” en su frontera poniendo en peligro su país con misiles nucleares a 500 km de Moscú. Por estas razones “geopolíticas” no tuvo otra opción que invadir y arrasar a Ucrania.
Perorata intelectualoide y falsa, porque una Ucrania libre, próspera y europea sólo significaba riesgo para el tirano. Nunca para los hermanos rusos, a quienes sí les servía el ejemplo de una sociedad abierta y floreciente.
Además Europa, USA y el mundo habían establecido interdependencia pacífica con Rusia, promoviendo el comercio y el turismo. Así, no hay ninguna razón para que esta concepción, que elude la “compleja” geopolítica, no sea la visión moderna y civilizada que guíe las interacciones de la humanidad. Porque una Ucrania europea e inclusive miembro de OTAN, no representaba ningún peligro para Rusia, cuando ningún líder moderno piensa en guerras o invasiones como estrategia para que su país progrese. La macabra idea solo sale de la mente de un narciso paranoico e imperial.
Tiene algún sentido que Ucrania debía ser un “buffer” para los asustados rusos en pleno siglo XXI? Cuando las bombas se envían con misiles y aviones o submarinos desde largas distancias, cuando la comunicación y la información no depende de vecindades, cuando la cultura y las costumbres se han universalizado, cuando la fuente de riqueza está mucho más en el conocimiento que en minas y campos, ¿ese cuento de dominar terrenos, tiene alguna validez?
¿Y el asunto de la división geopolítica del mundo? Nuestro candidato puntero es timorato para condenar la barbarie porque le parece coherente que Putin no pueda tolerar vecinos occidentales, mientras se abraza con Cuba, Nicaragua y Venezuela con su reciente “línea Maginot” rusa en la frontera Colombiana.
La política internacional entendida como el ajedrez “geopolítico” de 4 líderes mundiales quienes reparten cuadritos, representa una visión desueta que solo sirve para justificar guerras estúpidas. Se debe enterrar por inhumana y cruel, y porque siempre desconoce lo más elemental: la vida, libertad y voluntad de los afectados. Los Ucranianos han sido contundentes: armaron la revolución de Maidán en el 2014 y sacaron al títere ruso, precisamente porque querían ser europeos.
La invalidez de la geopolítica, se confirma con la evolución de latinoamérica hacia regímenes totalitarios, en el “patio de atrás” de la que, hasta hace poco, fue la democracia más reconocida y admirada del mundo.
Nadie, en este valle de lágrimas, puede extrañarse que hayan sido precisamente los Narcisos más morbosos quienes salieron a darse palmaditas con Putin. Es absolutamente inconcebible que a estas alturas del relativo orden mundial, pueda existir un personaje que decida, por las razones que sean, que es legítimo arrasar un país y masacrar su población. Supera los límites de la repugnancia que salgan los psicópatas del mundo a respaldarlo. Los regímenes y visiones totalitarias han encontrado identidad. Muy cerca de Danielito y Madurote, se ubica nuestro tirano en ciernes, relativizando y justificando los horrendos bombardeos y matanzas de los invasores. Todos son capaces de autocondecorarse como adalides de la paz, mientras los primeros mandan a reprimir, asesinar y encarcelar a todo aquel que levante la voz para criticarlos, y el segundo promueve protestas que invariablemente terminan en muerte y destrucción.
La severidad del trastorno mental es evidente porque supera incluso las diferencias ideológicas. De hecho, es posible afirmar que los Narcisos extremos que nos ocupan, carecen de cualquier ideología. Lo único que los guía es su gloria personal y su arrogancia. Se identifican con otros que parecen estar en orillas muy distintas del pensamiento, pero comparten ese afán de importancia, grandeza y talento sociopático que los faculta para irrespetar la vida y las reglas de convivencia. Por eso personajes como Trump y nuestro exitoso proyecto de dictador, se hermanan con la P de Putin en el autoritarismo y la agresión y son capaces de alinearse con la cruel escabechina orquestada por el nuevo Zar.
Para el super-Ego no hay límites. Donald llegó a enardecer a una muchedumbre que pretendía linchar a los senadores que le iban a “robar” su permanencia en el poder.
¿Cómo es posible que una humanidad que reconoce como valores la verdad, la amabilidad, la compasión y la bondad, produzca de manera tan silvestre estos siniestros personajes y nos terminen dominando? Lo explica muy bien Brian Klass en su libro “Corruptible”. Casi todos tienen habilidades maquiavélicas extraordinarias. Son capaces de crear una realidad alternativa a la que ingresan sus aturdidos admiradores. Su discurso es encantador porque son magníficos actores y son capaces de asumir el papel que cada audiencia admira, generando un efecto embriagante que desborda cualquier análisis racional.
Pero ¿cómo es posible que la historia se repita con tanta ignominia, y haya tantos que caen en el engaño? Klass lo rastrea al instinto de supervivencia que llevó al humano primitivo a admirar al “hombre fuerte” y someterse a sus designios, para obtener protección. Así evolucionamos a Jefe, Rey y Presidente. Si la democracia es imperfecta y con fallas y se logra diseminar el pesimismo, se crea en la sociedad una sensación de desprotección de la que solo se sale con un cambio drástico. Surge el gran narciso quien ha venido preparándose, rodeado por su corte de devotos. Con paciencia y disciplina va construyendo el régimen totalitario, con la valiosa ayuda de sus pares que le enseñarán todos los preceptos del despotismo. Narcisos Inc. va tomando visos de gran corporación multinacional.
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Es muy seguro que usted ha conocido a más de uno. Tiene un sentido desproporcionado de su importancia. El mundo vive pendiente de él y por tanto quienes lo rodean no pueden sino admirarlo. Exagera hasta la fantasía su dominio de poder, dinero, belleza y éxito, y se convierte en el “número 1”, “el mejor” de toda clasificación en que participa. Quienes lo rodean solo están para servirle y apoyarlo en sus grandes metas, y por tanto son sus inferiores y no merecen mayor atención o interés. Siempre tiene la razón y si algo sale mal es por haberse rodeado de ineptos o incapaces. Quien se atreva a criticarlo es un enemigo, y los valores se definen sólo por lo que le gusta o le conviene.Si no reconoce en esta descripción a algún familiar o alguien cercano, con toda seguridad lo encontrará en los periódicos actuales y de todas las épocas.
Porque el narcisismo suele ser la “virtud” que mejor adorna a los políticos, al punto de considerarse requisito esencial para ascender. Crear una corte de adulones, que vean en el gran orador, al dueño de toda la sabiduría, es clave para seducir incautos electores. Einstein sentó las bases para medir el tamaño del universo pero fue incapaz de establecer la magnitud de la estupidez, que llegó a calificar de infinita. Tal vez falló por no estudiar a los grandes narcisos de la historia y su capacidad para embaucar a los incautos. El mundo se asombró con la capacidad de Hitler. Logró integrar un amplio grupo de psicópatas amigos y colaboradores generando una de las más grandes tragedias colectivas de todos los tiempos. A pesar de esto, la tierra ha seguido siendo campo fértil para el surgimiento de narcisos convertidos en tiranos, que terminan dispensando atroz martirio a sus súbditos.
Desde Stalin, los Kim de Corea, pasando por Mao, Hussein, Idi Amin, Khadafi, Castro, Chaves, Ortega, Trump y Putin, todos han seguido el mismo guión: identificar frustraciones, alborotar odios y encontrar un culpable. El amado líder sale del pueblo, y es quien tiene la fórmula redentora. Es sencilla, fácil de entender y se empaca en una buena campaña llena de símbolos y abundantes mentiras. Se impulsa un escenario de violencia que desestabiliza y asusta. Se presenta al Mesías como el único capaz de controlar la situación, con lo que conquista el respaldo.
Una vez en el poder, aplasta a sus rivales, compra lealtades, instalando la cleptocracia de todos los fieles. Los cercanos que no aprenden rápido a arrodillarse, son humillados, exiliados o apresados. Una eficiente policía secreta, confirma la maldad del chivo expiatorio escogido, que se debe erradicar para lograr fines superiores.
La ley se vuelve un arma, con la que persigue a todo el que se opone, incluyendo los medios que se pliegan o desaparecen. Las instituciones se debilitan en la medida en que el poder se concentra. Crea un culto, inventa héroes, corrompe la ciencia, construye un legado, manipula visitantes, exporta su doctrina, se eterniza y crea una dinastía. Es el guión del Padre de todas las Rusias quien está logrando a bombazos que sus dominios estén llenos de hijos de Putin.
Las emocionadas juventudes que le apostaron a la nueva sociedad, lamentan sin cesar su ingenuidad.
“Ni qué ocho cuartos” fue el comentario de un aspirante a tirano. Título que se diferencia claramente de estadista en muchos aspectos significativos. Un estadista es una persona ilustrada que conoce la historia universal y la geografía mundial. Que es capaz de distinguir una democracia vigorosa y organizada del remedo vulgar donde chapotean los tiranos. Un estadista es un auténtico hombre de paz, que rechaza categóricamente todos los intentos por dominar con la fuerza a sus ciudadanos u otras naciones. Un estadista sabe distinguir entre pantomima de paz y paz real. El tirano vomita una verborrea pacifista mientras manda a asesinar, a quemar, a destruir y se abraza fraternalmente con todos los de su misma calaña.
Un estadista es capaz de calificar la invasión de Ucrania como un acto criminal, abusivo, prepotente, que solo puede ser ordenado por un psicópata a quien lo tiene sin cuidado las miles de muertes que genera en hombres, mujeres y niños, por el solo hecho de no ser sus obcecados súbditos, o las de los jóvenes de su nación, a quienes disfraza de camuflaje para mandarlos a matar y hacerse matar.
Un tirano se regodea con las canalladas del “tovarisch” porque demuestran cómo la voluntad de los déspotas se impone.
Un estadista trabaja incansablemente para mejorar las condiciones de los habitantes de su país, oyendo y sopesando las diversas opiniones y tratando de sacar la síntesis que parezca más acertada. Un tirano obedece solo a su genial e iluminado instinto, y la única medida que le vale es su gloria personal y el peso de las arcas de su leal camarilla.
Un estadista sabe que un país sale adelante contagiando la voluntad colectiva hacia un propósito común y superior. Un tirano cree que por tener suficientes tanques, puede adueñarse de un país para imponer su voluntad. Putin, un tirano, podrá aplastar a Ucrania con la bota militar, pero no la va a dominar, porque los Ucranianos han demostrado un temple, que es ejemplo para todo el mundo. Están dando lecciones de valentía que inspiran a los europeos, quienes tanto sufrieron con los líderes pusilánimes que no fueron capaces de llamar a Hitler por su nombre.
Un estadista entiende que el resultado de la guerra desatada por el gélido narciso es crucial para el mundo porque todos sufriremos las consecuencias del triunfo de los matones.
Igual que el despistado aprendiz de tirano, muchos Colombianos han caído en la superficialidad de asumir que Ucrania nos importa dos rublos, o que Putin tiene “razones geopolíticas”. Convertirse en caja de resonancia del maquiavelo ruso es ignorar que Kyiv fue metrópoli mucho antes que Moscú y que Ucrania tiene más de mil años de historia e identidad cultural. La única posición coherente que nos cabe a los distantes Colombianos, es ser solidarios con el sufrimiento del pueblo Ucraniano, que va a ser largo y doloroso. Que su sacrificio nos impulse a actuar rechazando la infame invasión ante todas las embajadas rusas del mundo reales y virtuales. Podemos tener la certeza de que aun si los rusos logran imponerse matando a la mitad de la población, la otra mitad seguirá erguida y rebelándose. Su determinación está probada y vale mucho más que ocho cuartos.
He visto muchos afligidos de pesimismo. Se envuelven en negras capas para predicar sobre los horrores que nos rodean y el inmundo pantano en el que vivimos. El discurso nos revela todo contaminado por corrupción, esfumando la esperanza de ser una sociedad viable. La epidemia se disemina por su propia dinámica: entre más comentamos sobre lo mal que estamos, peor nos sentimos y más negativismo distribuimos. Hay que saber que el fenómeno no es del todo espontáneo. Entre más se disemine la pestilencia, mejores las posibilidades de un líder salvador, merecedor del voto de todos los crédulos, quienes ven salir de sus preciadas manos el fin de las desgracias.
¿Cómo sacudirse el pesimismo? Todo el que ha superado una época de negros nubarrones , valora lo que significan los antidepresivos. Así que la primera medida puede ser un tratamiento bien orientado que le ayude a despejar el horizonte.
También es posible que esté viviendo en la meta-realidad de las redes donde un buen porcentaje de la información que consume es distorsionada, exagerada o es una elaborada mentira. Así que viva su realidad, salga y vea su entorno, ojalá caminando. Verá una ciudad con muchos parques, llena de árboles y vida. Si lo tiene abrumado la pobreza, vaya a un barrio popular y recorra una calle bien concurrida, llena de asaderos y panaderías.
Si lo apabulla la inequidad vea uno de los muchos videos de TED con cientos de iniciativas para ayudar en forma efectiva a los demás. Deje de ver noticieros que ganan rating diseminando tragedias, robos, asesinatos, corrupción, solo porque Ud y otros los ven. La única forma de cortar el ciclo es dejar de verlos. En la medida en que pierdan audiencia, se convencerán de su erróneo enfoque y realizarán que su afán por priorizar lo maligno, genera un daño social real. Tenga la seguridad que no se va a perder de nada importante y si va a sentir un gran alivio.
Si lo tiene derrotado creer que estamos de últimos en cuanto ranking se publica, recorra el mundo de la forma más barata que hay, leyendo información gratuita en los muchos medios de buena calidad de otros países. Se dará cuenta que con mayor o menor intensidad, los mismos problemas se encuentran en todos los continentes. Pasee con google earth y maps viendo lo bonito y lo mucho feo y pobre que hay en tantas partes. No deje de ver los barrios miserables y los campos de concentración de inmigrantes de las grandes economías civilizadas y equitativas.
Si lo que siente es que vamos por un despeñadero, lea historia y entérese de los enormes problemas que tenía la humanidad hace siglos o décadas y cómo hemos mejorado en casi todo. Y que los problemas que nos parecen horribles e irresolubles, han existido siempre, pero antes eran mucho peor. Vea a Hans Rosling en TED.
Y si lo desespera la corrupción, estudie los muchos métodos que han mezclado tecnología con iniciativas creativas y han probado ser efectivos para reducirla. Busque un congresista honrado (los hay) y proponga una ley severa anticorrupción. Entenderá las limitaciones, verá lo difícil que es lograrlo, pero sobre todo dejará de pensar en la simplona solución de votar por el gran cambio que nos arreglará todos los problemas.
La hipocresía, cuando se ejerce con maestría, se disfraza de virtud. La poesía combina palabras que hacen bellos dibujos en la imaginación. Igual gracia se hace con un lenguaje, que usado con habilidad casi poética, sirve para exaltar las muy variadas expresiones de violencia que abruman a la sociedad. En boca de un criminal en el monte, con camuflado y fusil, tiene un toque de coherencia. Pero cuando un fiel representante de la “Jai”, que vive entre lujos, y nunca ha tenido una pizca de solidario, se declara indignado y ofendido con los “arrogantes y clasistas” que no entienden ni reconocen a los pobres, porque rechazan la violencia y sus símbolos, es cuando el exabrupto toma un cariz virtuoso.
Conocer de verdad las áreas más marginadas de la ciudad, es saber que la inmensa mayoría son laboriosos y honestos ciudadanos. Ni son violentos, ni es cierto que su condición de pobreza los haya forzado a la criminalidad. Son víctimas de los violentos. De hecho son quienes más sufrieron con los bloqueos y quienes siguen padeciendo la política de tolerancia con el delito. Sin duda mucho más que quienes les manifiestan dudosa simpatía desde sus camionetas blindadas.
Si los encopetados pedagogos de la confusión moral hiciesen un sincero esfuerzo por conocer la realidad de la mitad pobre de la ciudad, aprenderían que la gran mayoría aborrece a quienes la destruyeron. Entenderían que la mejor forma de solidaridad no es escribirles panegíricos conmemorativos, ni llevarles mercaditos, sino permitirles vivir y trabajar con dignidad y seguridad. Los vándalos les roban sus pertenencias, les destruyen sus viviendas y les queman la poca infraestructura y servicios que la ciudad les ha proporcionado, cerrando el círculo de pobreza. Difícil encontrar una muestra mayor de insensibilidad y despiste, que graduar a los dos mil de la resistencia (0.06%) como los representantes del Cali más pobre.
Quienes validan y justifican la violencia y el crimen, siempre con un discurso “pacifista”, exhiben además, una ignorancia muy esparcida. Es cierto que, en general, hay una correlación entre nivel de desarrollo equitativo y la criminalidad. Pero los estudios de casos específicos, muestran que la cultura de tolerancia con el delito de una sociedad, que se traduce en laxitud y permisividad de las autoridades, es el factor que más pesa en la diseminación del delito. Y se ha demostrado una y otra vez, que la forma más efectiva de perpetuar la pobreza y afianzar el desequilibrio es crear un ambiente de inseguridad en el que nadie pueda tener confianza en preservar su vida o sus escasas pertenencias. No es sino mirar en la vecindad.
Es desafortunado que los filtros ideológicos impidan revisar la historia y recorrer la geografía con objetividad. Los recursos de la inteligencia, como el impulso tecnológico, y la libertad de empresa en un marco legal confiable, han empujado muchas sociedades hacia la prosperidad, mientras que los que han adoptado la violencia como acelerador del cambio, se despeñan vertiginosamente hacia la miseria y el hambre.
La suerte está echada. Cada cual debe evaluar la coherencia de su discurso y resolver hacia donde está empujando.
“Doctur, Alhamdulillah.. Bin Laden..number one”, fue el saludo del portero. Seguí con la recepcionista, técnicos, colegas. Todos sonrientes, todos pulgar arriba. Se felicitaban, se abrazaban. Allí estaba el colega que se había ido con su mujer a Estados Unidos, con grandes sacrificios, solo para que su hija fuese americana.
Habíamos pasado la noche en vela, viendo noticieros en forma continua. Primero los aviones incrustandose en las torres y el pentágono. Luego el colapso. Había 100.000 personas trabajando en las dos torres y esa era la cifra de muertos que creíamos haber presenciado en vivo y en directo. El horror de tanta destrucción y muerte nos tuvo, como al mundo entero, en vela, siguiendo minuto a minuto los detalles de lo que parecía el apocalipsis. Recuerdo haberme sentado a describir cómo se iban a complicar los viajes haciendo un estimado de cuántas aerolíneas iban a desaparecer.
Así que hicimos acopio de fuerzas, después de habernos abrazado y llorado y pensamos que tenía que dar ejemplo en mi condición de Director. Convencido de que íbamos a experimentar una catarsis de condolencias, entre todos los que tendríamos el valor de ir a trabajar.
Así que ver la reacción de felicidad y orgullo de todos los miembros del equipo, fue más que desconcertante. Cómo íbamos a interactuar con unas personas que eran capaces de celebrar semejante tragedia.
Alli entendimos lo que era el Islam moderado. Tal vez había musulmanes moderados, en algunos sitios de occidente, pero ciertamente allí, los que nos rodeaban y habíamos considerado amigos, parecían muy distantes. Habíamos salido de Colombia, huyendo de la guerra y ahora estábamos en lo que parecía ser el centro de la caldera mundial. Especialmente cuando oímos que 19 de los terroristas eran Saudíes. (Sauúdi, como lo dicen ellos). Varios colegas occidentales decidieron montarse en el primer avión que saliera del país. Nosotros decidimos cumplir el contrato, y nos faltaban 9 meses.
Independiente del posible riesgo que estuviésemos tomando, lo que más nos sacudía era la realización de cómo una cultura de odio y violencia se puede diseminar y puede invadir y dominar las mentes de personas que parecen llevar una vida civilizada y normal. Y claro, viniendo de una Colombia en guerra no podía faltar el símil con nuestra cultura. Gente, también aparentemente normal, que había aceptado la agresión, la trampa y el odio como parte de la vida.
En la comida de despedida hacían chistes con el hecho de que ellos, los saudíes, habían sido los que tumbaron las torres, pero fueron los afganos los que recibieron las bombas. En respuesta yo manifesté un agradecimiento inusual. Hasta ese momento, en todos nuestros viajes internacionales, habíamos sufrido el pasaporte Colombiano. En todas partes, nos sacaban aparte, nos interrogaban y solo después de comprobar que éramos conferencistas invitados a algún evento, nos soltaban. Después del 911 comenzamos a cruzar fronteras con una fluidez inusitada. Nadie nos volteaba a mirar. Los pasaportes musulmanes eran la nueva peste. Asi que les agradeci a nuestros colegas árabes habernos quitado el puesto del peor pasaporte del mundo.
Para muchos, el eje de todos nuestros males es la corrupción. La condición esencial para cualquier acción que tomemos como sociedad es “acabar con la corrupción”. Con henchida vergüenza patria reconocemos allí el origen de todos nuestros males y pobrezas y si logramos el cometido, nos convertiremos por arte de magia en escandinavos, llenos de prosperidad y con la inequidad social borrada.
Nadie va a negar que la corrupción es un penoso lastre para cualquier país, especialmente si tiene niveles de pobreza aberrantes.
Pero por más lamentos que somos capaces de proferir, la corrupción sigue ocurriendo. Con Presidentes honestos, con Alcaldes de izquierda, con Ministros verdes. A todos se las hacen, con variaciones ingeniosas o descaradas de la trampa y con cifras de todos los tamaños. Cada que estalla un escándalo, proliferan las soluciones con nuevas leyes, restricciones, prohibiciones, que invariablemente serán violados.
Son tantos los desesperados lamentos que muy pocos escarban las raíces.
La más gruesa es la disociación moral. ¿Cuántos no se encomiendan a la Virgen o le piden ayuda a un Santo para que la trampa les salga bien y no los cojan?, y no se dan por aludidos los responsables de la educación moral.
Otra gruesa raíz está formada por un orden jurídico obsesionado con la interpretación literal de la ley. Armamos una impenetrable maraña legal que pretende frenar las incorrecciones, pero la imaginación termina inventando lo que no está explícita y literalmente prohibido. No hay lugar al criterio moral.
Una raíz de amplísima aceptación tiene que ver con la habilidad en los negocios. Quien usa su habilidad verbal o manipula cifras, logrando comprar barato para después vender con un margen muy superior al razonable, es ensalzado como un genial negociante. Si en el camino a la riqueza quedan viudas o huérfanos desamparados o pequeños empresarios arruinados, eso es “the art of the deal”, para citar la biblia escrita por uno de los más conocidos ejemplos.
Una tercera, es la acumulación de poder. Sea con la cantidad de ceros en bancos, o la jugosa cuota de puestos oficiales, la ambición humana ha probado una y otra vez, que comparte podio con la estupidez: no tiene límites.
La cuarta raíz del frondoso árbol de la corrupción tiene que ver con el concepto de porcentaje en los negocios. Casi la regla en el terreno de la ingeniería, las finanzas, la propiedad raíz, el derecho, y endémico en casi todos los pantanos de la contratación. No se paga según el nivel intelectual y la cantidad de trabajo, sino en porcentaje del total del contrato. Un personaje con las amistades apropiadas, facilita un negocio y tiene derecho a una suma enorme que no guarda relación alguna con su preparación o su esfuerzo. Eso es aceptado, está bien y a nadie se le ocurre ponerle un nombre distinto a inteligencia para los negocios.
Mientras no se corten las raíces de la hipocresía moral y jurídica, mientras no se promueva una ética de negocios y mientras no se limite la concentración de poder y se elimine el gozoso porcentaje, el fértil árbol de la corrupción seguirá floreciendo. Y muchos seguirán cobijando sus lamentos bajo sus ramas.
Trescientos mil hombres entrenados y el gasto de un trillón(US) de dólares, se desmoronan como castillo de polvo Afgano en pocos días. Los principales protagonistas se pasan, en círculo, la papa caliente de la culpa. Muchas aterradas mujeres buscan veneno para no tener que tolerar el oprobio del régimen Talibán.
Solo los cándidos les creen que vienen con una version mas “light” de su absurda y criminal interpretacion del Islam. Ya mataron a culatazos a una viuda, delante de sus 4 hijas, porque se atrevió a desobedecer sus designios y van muchos otros asesinatos documentados.
Conocí de primera línea lo que significa para la mujer la no muy distinta versión wahhabi de los Saudis. El indignante atropello a todos los derechos de la mujer, que no puede estudiar, no se puede mover, no puede decidir, con el pretexto de que solo así es protegida y respetada. La más aberrante restricción a la libertad de la mitad de la población. Condenadas a pasar la vida como bultos negros anonimos y amorfos, embrutecidas por la ignorancia y el aislamiento, pierden hasta el sentido de humanidad.
No son convincentes los análisis y explicaciones que por estos días pululan. 4 años conviviendo con el Islam radical, me dan elementos para pensar que la explicacion mas sólida esta en los vericuetos de la mente. Los americanos dieron entrenamiento técnico militar. Los equiparon y les enseñaron estrategia de batalla. Pero les respetaron sus creencias y religión, siguiendo una tradición muy americana. Mientras los talibanes trabajan pacientemente moldeando los cerebros, inculcando la Sharía y el odio a los infieles, en el otro lado les enseñaban a armar una ametralladora o calcular la trayectoria de un misil. Sus fundamentos ideológicos no cambiaron y cuando llegó la hora, tiraron las armas y cambiaron sus uniformes, al no entender para qué iban a pelear.
No es muy forzado hacer un símil con lo que ha pasado y sigue ocurriendo cada vez más en Colombia. El sistema educativo entrega armas técnicas y profesionales. Pero poco es el esfuerzo y tiempo invertido en enseñar los valores de democracia, libertad, responsabilidad, propiedad y bien común. Y tenemos unos fanáticos “talibanes” que, paciente y disciplinadamente, complementan con su sesgo la educación. Han logrado diseminar en la juventud una diatriba ideológica de odio, explotación y lucha de clases, que combinada con la dosis apropiada de violencia pueden derrumbar como castillo de hojarasca, nuestra democracia. Así, respetando las ideas, empoderamos a quienes aspiran asfixiar la libertad.
Significa tanto perderla, que los hemos visto morir pretendiendo colgarse de los aviones para escapar del horror. Va a ser muy valioso oir a los que, con orgullo humanitario, vamos a recibir.
Hace 20 años, con la invasión de Afganistán, salí de Arabia huyendo de la violencia que se veía venir, convencido que al menos la mujer si iba a vivir momentos mejores. Pero millones siguen sometidas, abusadas y sin libertad, para vergüenza del mundo libre.
El valor y resiliencia que tantas están mostrando, son un campanazo para los que piensan que la libertad es negociable y puede entregarse a cambio de imaginarios paraísos de un nuevo orden.
Parecieran dos terminos opuestos y faciles de distinguir. Pero la infinita elaboracion del pensamiento humano es capaz de mezclarlos en un melcocha indistinguible. El tropico andino ha sido uno de los ambientes mas fertiles para las revolturas morales. La habilidad de pensadores y dirigentes para volver "complejos", principios elementales y distorsionar de la evidente realidad, contrasta con la gran masa de la poblacion que es capaz de distinguir entre el bien y el mal, entre politica y crimen, entre estadistas y delicuentes, entre guerreristas y pacifistas.
El lenguaje se usa para comunicar y tambien para engañar y confundir. Se dice que a la gente hay que creerle lo que dice. Pero si se quiere hacer un esfuerzo por entender las intenciones de alguien hay que tomarse el trabajo de oirle todo lo que dice y correlacionarlo con sus actos. Este sencillo ejercicio lo hicieron periodistas y analistas en la Europa de los treintas y si los dirigentes hubiesen escuchado, posiblemente se habria evitado la matanza y sufrimiento de millones de personas causada por un demente mesianico.
Hoy en dia esta a disposicion de cualquier ciudadano medianamente instruido toda la informacion que se requiera, para saber que dicen y para donde van los dirigentes. No hay necesidad de recurrir a analistas, editores o interpretes. Los datos estan alli, crudos listos para ser vistos por cualquiera que tenga la inquietud de aproximarse a la realidad. Los videos y textos de los discursos de Chavez muestran sin lugar a dudas un hombre pendenciero, estimulador de odios, generador de rencillas internas y externas. Agresivo, vulgar, torpe, contradictorio, confuso, folclorico, abiertamente mentiroso, entrometido, imprudente y desfachatado, pero siempre violento. Tiene eso si, como todo caudillo tropical que se respete, una gran simpatia y un don de gentes que le permite hacer empatia con todo el que le haga la debida venia. Y por breves momentos habla de paz. Y cuenta cuentos para los niños. Y canta cancioncitas de amor. Y entonces todos nos confundimos, y vemos a un buenecito preocupado por la humanidad. Y dormimos mas tranquilos porque nos podemos olvidar del enorme arsenal en el que ha malgastado la fortuna de su pais, de la forma como ha armado a media poblacion y la envenena con sus arengas de resentimiento y odio, , de sus expresas aspiraciones territoriales y de su hermano apego a uno de los grupos de crimen organizado mas rechazados de la historia.
De igual manera, cualquiera puede hacer una revision directa de lo que escribe y habla el Presidente Uribe. Es un lenguaje de tolerancia, de hermanadad entre Colombianos y de estos con el resto del mundo. Nunca utiliza epitetos soeces ni ofensivos, siempre respetuoso de las opiniones de los demas, inclusive sus mas feroces contradictores. Preocupado por el bienestar y el entendimiento de sus compatriotas, cuidadoso en el lenguaje, con una linea moralsin dobleces, que no es cambiante ni negociable. Reconoce sus errores y los de sus funcionarios y pide perdon cuando es pertinente. Ante los insultos y provocaciones de Chavez ha respondido con una decencia muy dificil de encontrar en las expresiones de la mayoria de los Colombianos. Su lenguaje se endurece cuando se trata de criminales, secuestradores, mafias o narcoterroristas. Los llama por su nombre y no utiliza ninguno de los sofismas con los que han comprado proteccion la mayoria de politicos y comentaristas de la historia reciente. Le da los calificativos que son a los actos de horror cometidos por ellos, y aun asi, les tiende constante y permanentemente la mano a quienes esten dispuestos a abandonar su actividad delictiva.
Estan tambien a la vista los hechos, para cualquiera que quiera mirar la realidad. Chavez recibio un pais estable, prospero y en paz. Y le ha tocado en suerte tener los ingresos petroleros mas altos de la historia,4 y 5 veces mayores que los que tuvieron cualquiera de los gobiernos anteriores. Y cual es el resultado de su gestion? Decepcionante baja en la productividad petrolera, fuga de capitales y talento, disminucion de la inversion, desaceleracion de la produccion industrial y del agro, desabastecimiento tragico de los bienes mas esenciales, incremento de los indices de violencia con empeoramiento del crimen a niveles nunca vistos, narcotrafico, secuestros e inseguridad en todas sus formas. Hospitales publicos padeciendo restricciones y miseria nunca vistas. Cierre progresivo de periodicos y canales de television. Establecimiento de un regimen brutal de control policial y militar a la oposicion que ha generado una polarizacion nunca antes vista. Compra descarada de votos con la reparticion de mercaditos a los pobres, generando una cultura de dependencia del estado y el aplauso emocionado de todos los que ven un "lider social".Ha concentrado todas las instancias del poder acabando la democracia y consolidando la dictadura.Ha montado un sistema electoral controlado, dependiente y corrupto, lo que provoco la desconfianza de la poblacion que tuvo que desplegar un inmenso esfuerzo en la ultima eleccion para impedir el robo. Ha llevado a Venezuela al aislamiento internacional y alineamiento con los paises mas pobres y regimenes mas totalitarios y abusadores de la historia: Cuba, Iran, Corea del Norte, Libia, Nicaragua.
Simultaneamente, la transformacion de Colombia durante los 5 y medio años de Uribe ha sido asombrosa: Recibio un pais que era reconocido como un caso perdido, una sociedad "no viable" en la que la mayoria de los Colombianos habian perdido toda esperanza, y si no se habian ido, estaban tratando en forma desesperada y por todos los medios hacerlo. Con una linea firme de autoridad y respeto por las leyes, le devolvio al pais la confianza en un futuro mejor. Los indices de criminalidad, secuestros, asaltos, muertes violentas han bajado han bajado a una velocidad sin antecedentes, lo que se ha acompañado de una mejoria de todos los indicadores economicos positivos y disminucion de todos los negativos: Ha aumentado el ingreso per capita, ha disminuido la pobreza, ha aumentado la inversion, la produccion industrial y agricola, ha disminuido el desempleo. Ha aumentado la inversion extranjera y la repatriacion de capitales y ha disminuido la fuga de talentos y recursos. Ha establecido las mas amplias garantias y protecciones para la oposicion, a un grado que ya produce irritacion en ciudadanos ecuanimes. La prensa libre, incluyendo todas las agresiones, mentiras y montajes financiadas y apoyadas por los violentos, ha prosperado de una manera que asombra hasta los visitantes mas libertinos. Ha consagrado la absoluta independencia de poderes aun a expensas de cargar con un sistema de justicia politizado que ha frenado un gran numero de reformas fundamentales. EL sistema electoral se ha consolidado como uno de los pilares de la democracia, presidiendo unas elecciones que han sido ejemplo de transparencia, independencia y eficiencia, lo que le ha valido el respeto de la gran mayoria de la poblacion y el reconocimiento de evaluadores internacionales. Ha profesionalizado,equipado y educado e Ejercito y Policia, que reciben el respeto, reconocimiento y admiracion de la poblacion.Ha cambiado la imagen de Colombia ante el mundo: somos reconocidos como una sociedad civilizada y viable, que lucha por eliminar los ultimos residuos de barbarie.
Son sinembargo muchos los "pensadores", editorialistas, y politicos que llaman a Uribe "guerrerista" y se refieren a Chavez como un hombre de paz. Y la mayoria de los Colombianos, 80% cada que nos miden con alguna objetividad, tratamos de entender, con mucha dificultad, como es que les funciona el cerebro a esos personajes que se niegan a reconocer la realidad y que para justificar su absurda interpretacion de solidos e irrebatibles hechos, producen increibles piezas de ilusionismo moral y malabarismo verbal. Con asombro el 80% de los Colombianos nos preguntamos: como es posible que estos distorsionados, negativos o despistados personajes tengan tanta cabida en paginas de periodicos, revistas, radio y television. Con similar asombro, ellos se preguntan: como es posible que haya tantos que no nos entienden?
La gran mayoria de los compatriotas, sabe donde esta la guerra y donde esta la paz. Tenemos que contribuir a que una gran mayoria de Venezolanos sean capaces de hacer esa distincion y no se vayan a dejar envenenar con patrioteros y altisonantes discursos ni vayan a seguir con entusiasmo paranoicas ordenes de atacar a sus hermanos al otro lado de la frontera.
Se habían demorado. Surge un clamor ciudadano espontáneo e inmenso que no le pide permiso ni apoyo a los políticos, ni a los medios, ni al gobierno, ni a los violentos. Es la voz de protesta del ciudadano promedio que no se siente interpretado por los auto denominados lideres de opinión. Se disemina como pólvora en Internet el mensaje de rechazo a la violencia y a todos los que la han justificado. Y aunque el mensaje es claro y sencillo, ya empezaron los interpretes de la realidad con sus "complejos" análisis. Ellos se creen poseedores de la verdad revelada y de una inteligencia muy superior a todos estos simplistas chicos de Internet, muchachos de facebook. Como para ellos es tan difícil entender el fenómeno de la convocatoria, ya han salido con sus alrevesados y contradictorios análisis para ver si logran confundir y deformar un mensaje simple y claro:
NO MAS MUERTES. Quiere decir que nos oponemos a toda forma de violencia política. Desde luego que nos preocupan las muertes por accidentes de transito o las de accidentes laborales y todas las demás muertes prevenibles. La convocatoria a protestar contra las muertes sustentadas en la confrontación política no quiere decir que no entendamos que en el país se muere mucha gente por muchas causas. Significa que estamos asqueados por todos los personajes que son capaces de recurrir a fusiles y bombas para expresar sus ideas o defender sus intereses, y hastiados de todos los que con su turbio lenguaje los justifican. Y desde luego que en este contexto estamos protestando contra todos los agentes de la muerte a la izquierda y derecha del espectro. Queremos una sociedad en la que las diferencias se resuelvan con la dialéctica o a través de la justicia y no se recurra mas a la primitiva estupidez del ataque físico. Creemos tener un sistema político y jurídico que permite resolver los enfrentamientos con la palabra. Y desde luego que sabemos que hay fallas, abusos y atropellos, pero estamos convencidos que se pueden corregir con actos pacíficos y firmes de la comunidad. Queremos evolucionar hacia una sociedad mas civilizada en la que los individuos y los grupos estén en libertad de disentir y las opiniones no estén coaccionadas por las armas, una sociedad que permita y estimule la confrontación sin violencia. Estamos seguros que el camino para lograrlo pasa por el rechazo vertical a los agentes de la muerte.
NO MAS FARC. No mas ELN, no mas EPL, no mas grupos armados al margen de la Ley. Creemos que las únicas fuerzas que tienen derecho tener armas son las Fuerzas Armadas de Colombia, quienes cumplen la misión constitucional de proteger la vida y bienes de sus habitantes. Las FARC son el grupo mas importante, mas numeroso, mas dañino y por tanto pueden considerarse representativos y emblemáticos del absurdo que representan unos personajes uniformados y armados, escondidos en la selva, matando y destruyendo cada que los dejan, con el supuesto objetivo de implantar un anacrónico régimen comunista, que muy pocos en el país apoyan o quieren. Queremos que las FARC lo sepan: la gran mayoría de los Colombianos rechazan su proyecto político, detestan sus métodos, abominan sus actos criminales. Queremos hacerles entender que no hay ninguna posibilidad de llegar al poder por las armas. Que no les reconocemos validez o legitimidad alguna. Que en 40 años Colombia y el mundo han cambiado. Que si de verdad tienen ideas, ingresen a la sociedad, defiendanlas con vehemencia e inteligencia, para que se den cuenta que hay respeto y tolerancia con todas las corrientes del pensamiento y espacio para vivir en paz. Pero que si persisten en su absurdo proyecto de destrucción y muerte, lo único que van a lograr es el inútil y triste sacrificio de unos jóvenes campesinos y unos viejos embrutecidos por el monte.
NO MAS MENTIRAS. De las FARC. De Chavez y sus ministros. De todos los periodistas que los apoyan y tratan de confundir a la opinión y trastocar la realidad. De las ONG que no tolerarían jamas la acción violenta en sus respectivos países pero aquí plantean una argumentacion filosofico-cantinflesca, para justificar la "liberación del pueblo". De los tonticos daneses que venden camisetas con fusiles pintados, para contribuir a la causa, cuando en su país no podrían levantar ni una piedra contra el establecimiento. De los que tratan de pintar a Colombia como un país dividido en el que la mitad apoya a un dictador y la otra mitad la lucha armada, cuando la realidad es que mas del 90% pide acción contra los grupos violentos y solo un 1% se declaran simpatizantes de la guerrilla. De los que pintan un ejercito en manguala con criminales, violando permanentemente los derechos humanos, cuando lo que percibimos y vivimos la mayoría de los Colombianos es un ejercito profesional, respetuoso, abnegado, subequipado, que hace esfuerzos heroicos para permitir la convivencia.
NO MAS SECUESTROS. Significa que rechazamos tajantemente el secuestro en todas sus formas y modalidades, por considerarlo uno de los crímenes mas deleznables en el catalogo de las atrocidades de los hombres. Utilizar la vida de una persona para conseguir un objetivo, cualquiera que sea, es la mas grosera de las violaciones a la dignidad humana y al concepto mismo de vida. Si el fin es político o militar, el secuestro tan atroz, como si el propósito es económico. Confundir el secuestro con prisioneros de guerra es una grosera mentira. Llamar a los secuestrados retenidos es solo muestra desvergüenza y cinismo. Repetir estos términos para lavar el crimen y congraciarse con los responsables merece el mas expresivo de los repudios. No hay ninguna causa o razón que justifique un secuestro y no reconocemos ninguna de las tergiversaciones que se han inventado para disfrazarlo o encubrirlo.
No mas muertes, no mas FARC, no mas mentiras, no mas secuestros. Si, la protesta es sencilla. No mas comentaristas tratando de enturbiarla y complicarla. Esta es una breve explicacion para quienes se manifiestan turbados porque gentes del comun han resuelto expresar lo que piensan. Y quienes se sientan como una vaca a cuadros en la mitad de la marcha, deben tomarlo como evidencia que sus escritos no representan ni la realidad ni el pensamiento de la gran masa de Colombianos.