Invasión de andalucía

Llamaba singularmente la atencion del gabinete de las Tullerías el destruir el ejército inglés, situado ya en Portugal á la derecha del Tajo. Pero el gobierno de José preferia á todo invadir las Andalucías, esperando así disolver la Junta Central, principal foco de la insurreccion española. Por tanto, puso su mayor ahinco en llevar á cabo esta su predilecta

empresa.

Despliegue francés

Destináronse para ella los tres cuerpos de ejército 1.º, 4.º y 5.º, con la reserva, y algunos cuerpos españoles de nueva formacion, en que tenian los enemigos poca fe, constando el total de la fuerza de unos 55.000 hombres. Mandábalos José en persona, teniendo por su mayor general al mariscal Soult, que era el verdadero caudillo.Sentaron los franceses sus reales, el 19 de Enero, en Santa Cruz de Mudela. A su derecha, y en Almaden del Azogue, se colocó ántes el mariscal Victor con el 1.er cuerpo, debiendo penetrar en Andalucía por el camino llamado de la Plata. A la izquierda apostóse, en Villanueva de los Infantes, el general Sebastiani, que regia el 4.º, y que se preparaba á tomar la ruta de Montizon. Debia atravesar la sierra, partiendo del cuartel general de Santa Cruz, y dirigiendo su marcha por el centro de la línea, cuya extension era de unas veinte leguas, el 5.º cuerpo, del mando del mariscal Mortier, al que acompañaba la reserva, guiada por el general Dessolles.

Proyectos de fortificaciones en Andalucía

Los franceses, así distribuidos, y tomadas tambien otras precauciones, se movieron hácia las Andalucías. No habian de aquel suelo pisado anteriormente sino hasta Córdoba, y la memoria de la suerte de Dupont traíalos todavía desasosegados. Sepáranse aquellas provincias de las demas de España por los montes Marianos, ó sea la Sierra-Morena, cuyos ramales se prolongan al Levante y Ocaso, y se internan por el Mediodía, cortando en varios valles con otros montes, que se desgajan de Ronda y Sierra-Nevada, las mismas Andalucías, en donde ya los moros formaron los cuatro reinos en que ahora se dividen; tierra toda ella, por decirlo así, de promision, y en la que, por la suavidad de su temple y la fecundidad de sus campos, pusieron los antiguos, segun la narracion de Estrabon , con referencia á Homero, la morada de los bienaventurados, los Campos Elisios.

Pocos tropiezos tenian los enemigos que encontrar en su marcha. No eran extraordinarios los que ofrecia la naturaleza, y fueron tan escasos los trabajos ejecutados por los hombres, que se limitaban á várias cortaduras y minas en los pasos más peligrosos y al establecimiento de algunas baterías. Se pensó al principio en fortificar toda la línea, adoptando un sistema completo de defensa, dividido en provisional y permanente, el primero con objeto de embarazar al enemigo á su tránsito por la sierra, y el segundo con el de detenerle del todo, levantando detras de las montañas y del lado de Andalucía, unas cuantas plazas fuertes, que sirviesen de apoyo á las operaciones de la guerra y á la insurreccion general del país. Una comision de ingenieros visitó la cordillera y áun dió su informe; pero como tantas otras cosas de la Junta Central, quedóse ésta en proyecto. Tambien se trató de abandonar la sierra y de formar en Jaen un cuerpo atrincherado, de lo cual igualmente se desistió, temerosos todos de la opinion del vulgo, que miraba como antemural invencible el de los montes Marianos.

Despliegue Español

Dió ocasion á tal pensamiento el considerar las escasas fuerzas que habia para cubrir convenientemente toda la línea. Despues de la dispersion de Ocaña, sólo se habian podido juntar unos 25.000 hombres, que estaban repartidos en los puntos más principales de la sierra. Una division, al mando de D. Tomas de Zerain, ocupaba á Almaden, de donde ya el 15 se replegó, acometida por el mariscal Victor. Otra, á las órdenes de D. Francisco Copons, permaneció hasta el 20 en Mestanza y San Lorenzo. Colocáronse tres con la vanguardia en el centro de la línea. De ellas la 3.ª, del cargo de D. Pedro Agustin Jiron, en el puerto del Rey, y la vanguardia, junto con la 1.ª y 4.ª, gobernadas respectivamente por los generales D. José Zayas, Lacy y Gonzalez Castejon, en la venta de Cárdenas, Despeñaperros, collado de los Jardines y Santa Helena. Situóse á una legua de Montizon, en Venta-Nueva, la 2.ª, á las órdenes de D. Gaspar Vigodet, á la que se agregaron los restos de la 6.ª, que ántes mandaba D. Peregrino Jácome.

El ataque del 5º cuerpo y de la reserva

El 20 de Enero se pusieron los franceses en movimiento por toda la línea. Su reserva y su 5.º cuerpo dirigiéronse á atacar el puerto del Rey y el de Despeñaperros, ambos de difícil paso á ser bien defendidos. Por el último va la nueva calzada, ancha y bien construida, abierta en los mismos escarpados de la montaña de Valdazores, y á grande altura del rio Almudiel, que bañándola por su izquierda, corre engargantado entre cerrados montes, que forman una honda y estrechísima quebrada. La angostura del terreno comienza á unos trescientos pasos de la venta de Cárdenas, yendo de la Mancha á Andalucía, y termina no léjos de las Correderas, casería distante una legua de la misma venta. En este trecho habian los españoles excavado tres minas, levantando detras, en el collado de los Jardines, una especie de campo atrincherado. Por la derecha de Despeñaperros lleva al puerto del Rey un camino que parte de la venta de Melocotones, ántes de llegar á la de Cárdenas; éste era el antiguo, mal carretero y en parajes sólo de herradura, juntándose despues, y más allá de Santa Helena, con el nuevo. Entre ambos hay una vereda que guia al puerto del Muradal, existiendo otras estrechas, que atraviesan la cordillera por aquellas partes.

En la mañana del indicado 20 salió del Viso el general Dessolles con la reserva de su mando y ademas un regimiento de caballería. Dirigióse al puerto del Rey, que defendia el general Jiron. La resistencia nofué prolongada; los españoles se retiraron con bastante precipitacion, y del todo se dispersaron en las Navas de Tolosa. Al mismo tiempo la division del general Gazan acometió el puerto del Muradal con una de sus brigadas, y con la otra se encaramó por entre este paso y Despeñaperros, viniendo á dar ambas á las Correderas, esto es, á la espalda de los atrincheramientos y puestos españoles. El mariscal Mortier, al frente de la division Girard, con caballería, artillería ligera y los nuevos cuerpos creados por José, pensó en embestir por la calzada de Despeñaperros, y lo ejecutó cuando supo que á su derecha el general Gazan, habiendo arrollado á los españoles, estaba para envolver las posiciones principales de éstos. Las minas que en la calzada habia reventaron, mas hicieron poco estrago; los enemigos avanzaron con rapidez, y los nuestros, temiendo ser cortados, todo lo abandonaron, como tambien el atrincheramiento del collado de los Jardines. Perdieron los españoles 15 cañonesy bastantes prisioneros, salvándose por las montañas algunos soldados, y tirando otros, con Castejon, hácia Arquillos, en donde luégo verémos no tuvieron mayor ventura.

Areizaga, que todavía conservaba el mando en jefe, acompañado de algunos oficiales y cortas reliquias, precipitadamente corrió á ponerse en salvo al otro lado del Guadalquivir. Los franceses llegaron la noche del mismo 20 á la Carolina, y al dia siguiente pasaron á Andújar, despues de haber atravesado por Bailén, cuyas glorias se empañaban algun tanto con las lástimas que ahora ocurrian.

El ataque del 1er cuerpo

El mariscal Soult y el rey José no tardaron en adelantarse hasta la citada villa, en donde pusieron su cuartel general. Llegó tambien luégo á Andújar el mariscal Victor, que desde Almaden no habia encontrado grandes tropiezos en cruzar la sierra. La junta de Córdoba pensó ya tarde en fortificar el paso de Mano de Hierro y el camino de la Plata, y en juntar los escopeteros de las montañas. La division de Zerain y la de Copons tuvieron que abandonar sus respectivas posiciones, y el mariscal Victor, despues de hacer algunos reconocimientos hácia Santa Eufemia y Belalcázar, se dirigió sin artillería ni bagajes por Torrecampo, Villanueva de la Jara y Montoro á Andújar, en donde se unió con las fuerzas de su nacion, que habian desembocado del puerto del Rey y de Despeñaperros.

Enlace con el 4º cuerpo

De éstas, el mariscal Soult envió la reserva de Dessolles, con una brigada de caballería, por Linares, sobre Baeza, para que se diese la mano con el general Sebastiani, á cuyo cargo habia quedado pasar la sierra por Montizon.

Dicho general, aunque no fué en su movimiento ménos afortunado que sus compañeros, halló, sin embargo, mayor resistencia. Guarnecia por aquella parte D. Gaspar Vigodet las posiciones de Venta-Nueva y Venta-Quemada, y las sostuvo vigorosamente durante dos horas con fuerza poco aguerrida é inferior en número, hasta que el enemigo, habiendo tomado la altura llamada de Matamulas, y otras que defendió con gran brío el comandante D. Antonio Brax, obligó á los nuestros á retirarse. Vigodet mandó, en su consecuencia, á todos los cuerpos que bajasen de las eminencias y se reuniesen en Montizon, de donde, replegándose con órden y en escalones, empezó luégo á desbandársele un escuadronde caballería, que con su ejemplo descompuso tambien á los otros, y juntos atropellaron y desconcertaron la infantería, disolviéndose así toda la division. Con escasos restos entró Vigodet el 20 de Enero, despues de anochecido, en el pueblo de Santistéban, y al amanecer, viéndose casi solo, partió para Jaen, á cuya ciudad habian ya llegado el general en jefe Areizaga y los de division Jiron y Lacy, todos desamparados y en situacion congojosa.

Sebastiani continuó su marcha, y cerca de Arquillos tropezó el 29 con el general Castejon, que se replegaba de la sierra con algunas reliquias. La pelea no fué reñida; caido el ánimo de los nuestros, y rota la línea española, quedaron prisioneros bastantes soldados y oficiales, entre ellos el mismo Castejon. El general Sebastiani se puso entónces por la derecha en comunicacion con el general Dessolles, y destacando fuerzas por su izquierda hasta Úbeda y Baeza, ocupó hácia aquel lado la márgen derecha del Guadalquivir.

Lo mismo hicieron por el suyo hasta Córdoba los otros generales, con lo que se completó el paso de la sierra, habiendo los franceses maniobrado sabiamente, si bien es verdad tuvieron entóncesque habérselas con tropas mal ordenadas y con un general tan desprevenido como lo era D. Juan Cárlos de Areizaga.

Toma de Jaén y Córdoba

Prosiguiendo su movimiento, pasó el general Sebastiani el Guadalquivir y entró el 23 en Jaen, en donde cogió muchos cañones y otros aprestos, que se habian reunido con el intento de formar un campo atrincherado.

El mariscal Victor entró el mismo dia en Córdoba, y poco despues llegó allí José. Salieron diputaciones de la ciudad á recibirle y felicitarle, cantóse un Te Deum y hubo fiestas públicas en celebracion del triunfo. Esmeróse el clero en los agasajos, y se admiró José de ser mejor tratado que en las demas partes de España.

Movimientos del ejército de extremadura

Detuviéronse los francesesen Córdoba y sus alrededores algunos dias, temerosos de la resistencia que pudiera presentar Sevilla, é inciertos de las operaciones del ejército del Duque de Alburquerque. Ocupaba este general las riberas del Guadiana despues que se retiró de hácia Talavera, en consecuencia de la rota de Ocaña; tenía en Don Benito su cuartel general. En Enero constaba su fuerza en aquel punto de 8.000 infantes y 600 caballos, y ademas se hallaban apostados, entre Trujillo y Mérida, unos 3.100 hombres, á las órdenes de los brigadieres D. Juan Senen de Contreras y D. Rafael Menacho; tropa ésta que se destinaba, caso que avanzasen los franceses, para guarnecer la plaza de Badajoz, muy desprovista de gente.

La Junta Central, luégo que temió la invasion de las Andalucías, empezó á expedir órdenes al de Alburquerque, las más veces contradictorias, y en general dirigidas á sostener por la izquierda la division de D. Tomas de Zerain, avanzada en Almaden. Las disposiciones de la Junta, fundándose en voces vagas más bien que en un plan meditado de campaña, eran por lo comun desacertadas.

El Duque de Alburquerque, sin embargo, deseando cumplir por su parte con lo que se le prevenia, trataba de adelantarse hácia Agudo y Puertollano, cuando, sabedor de la retirada de Zerain, y despues de la entrada de los franceses en la Carolina, mudó por sí de parecer, y se encaminó la vuelta de la Andalucía, con propósito de cubrir el asiento del Gobierno. Este, al fin, y ya apretado,ordenó á aquél hiciese lo mismo que ya habia puesto en obra, mas con instrucciones de que acertadamente se separó el general español, disponiendo, contra lo que se le mandaba, que las tropas de Senen, de Contreras y Menacho partiesen á guarnecer la plaza de Badajoz.

Con lo demas de la fuerza, esto es, con 8.000 infantes y 600 caballos, encaminándose Alburquerque el 22 de Enero por Guadalcanal á Andalucía, cruzó el Guadalquivir en las barcas de Cantillana, haciendo avanzar á Carmona su vanguardia, y á Écija sus guerrillas, que luégo se encontraron con las enemigas.

Las divisiones de Zerain y Copons se retiran al condado de Niebla

La Junta Central habia mandado que se uniesen á Alburquerque las divisiones de D. Tomas Zerain y de D. Francisco Copons, únicas de las que defendian la Sierra que quedaron por este lado. Mas no se verificó, retirándose ambas separadamente al condado de Niebla. La última, más completa, se embarcó despues para Cádiz en el puerto de Lepe. Lo mismo hicieron en otros puntos las reliquias de la primera.

La Junta se traslada a la Isla de León

Siendo las tropas que regía el Duque de Alburquerque las solas que podian detener á los franceses en su marcha, déjase discurrir cuán débil reparo se oponia al progreso de éstos, y cuán necesario era que la Junta Central se alejase de Sevilla, si no queria caer en manos del enemigo. Ya conforme al decreto, en su lugar mencionado, del 13 de Enero, habian empezado á salir de aquella ciudad, pasado el 20, varios vocales,enderezándose á la isla de Leon, punto del llamamiento. Mas estrechando las circunstancias, casi todos partieron en la noche del 23 y madrugada del 24, unos por el rio abajo y otros por tierra. Los primeros viajaron sin obstáculo; no así los otros, á quienes rodearon muchos riesgos, alborotados los pueblos del tránsito, que se creian, con la retirada del Gobierno, abandonados y expuestos á la ira é invasion enemigas. Corrieron, sobre todo, inminente peligro el presidente, que lo era á la sazon el Arzobispo de Laodicea, y el digno Conde de Altamira, marqués de Astorga, salvándose en Jerez ellos y otros compañeros suyos como por milagro de los puñales de la turba amotinada.

Conspiraciones

Aseguróse que, contando con la inquietud de los pueblos, se habian despachado de Sevilla emisarios que aumentasen aquélla y la convirtiesen en un motin abierto para dirigir á mansalva tiros ocultos contra los azorados y casi prófugos centrales. Pareció la sospecha fundada al saberse la sedicion que se preparaba en Sevilla, y estalló luégo que de allí salieron los individuos del Gobierno supremo. De los manejos que andaban tuvo ya noticia el 18 de Enero D. Lorenzo Calvo de Rozas, y dió de ello cuenta á la Central. Para impedir que cuajáran mandóse sacar de Sevilla á D. Francisco de Palafox y al Conde del Montijo, que, aunque presos, se conceptuaban principales motores de la trama. La apresuracion con que los centrales abandonaron la ciudad, el aturdimiento natural en tales casos y la falta de obediencia estorbaron que se cumpliese la órden.

Alejado de Sevilla el Gobierno, quedaron dueños del campo los conspiradores de aquella ciudad, y el 24 por la mañana amotinaron al pueblo, declarándose la Junta provincial á sí misma suprema nacional, lo que dió claramente á entender que en su seno habia individuos sabedores de la conjuracion. Entraron en la junta ademas D. Francisco Saavedra, nombrado presidente, el general Eguía y el Marqués de la Romana, que no se habia ido con sus compañeros, y salia de Sevilla en el momento del alboroto con Mr. Frere, único representante de Inglaterra despues de la ausencia del Marqués de Wellesley. Agregáronse tambien á la Junta los señores Palafox y Montijo, que al efecto soltaron de la prision; el último esquivó por un rato acceder al deseo popular, fuese para aparentar que no obraba de acuerdo con los revoltosos, fuese que, segun su costumbre, le faltára el brío al tiempo del ejecutar.

La Romana al mando del ejército de la izquierda en sustitución de Del Parque, y Blake toma el mando del ejército del centro en sustitución de Areizaga

Creóse igualmente una junta militar, que fué la que realmente mandó en los pocos dias de la duracion de aquel extemporáneo gobierno, y la nombró ésta al Marqués de la Romana general del ejército de la izquierda, en lugar del Duque del Parque, que destinaba á Cataluña, y encargó el mando del que se llamaba ejército del centro á D. Joaquín Blake.

Expidiéronse ademas á las provincias todo linaje de órdenes y resoluciones,que ó no llegaron, ó felizmente fueron desobedecidas, pues de otra manera, nuevos disturbios hubieran desgarrado á la nacion, entónces tan acongojada. Quedaron, sin embargo, con el mando, segun verémos, los generales Romana y Blake, habiéndose posteriormente conformado el verdadero Gobierno supremo con la resolucion de la Junta de Sevilla.

Sevilla no se defiende

Procuró ésta alentar á los moradores de la ciudad á la defensa de sus hogares, y excitar en sus proclamas hasta el fanatismo de los clérigos y los frailes, que por lo general se mantuvieron quietos. Duró el ruido pocos dias, poniendo pronto término la llegada de los franceses. Ya se la temian el Conde del Montijo y los principales instigadores de la conmocion, y alejándose aquél el 26 del lugar del peligro, con pretexto de desempeñar una comision para el general Blake, quedaron los sediciosos sin cabeza, careciendo para defender la ciudad del ánimo que sobradamente habian mostrado para perturbarla. Cierto que Sevilla no era susceptible de ser defendida militarmente, y sólo los sacrificios y el valor de Zaragoza hubieran podido contener el torrente de los enemigos, de cuya marcha volverémos á tomar ahora el hilo de la narracion.

La invasión de Andalucía constituye un nuevo desastre para el ejército del centro. Se pueden estimar sus bajas, en unos 15000 como mínimo, porque de los 35000 hombres con los que contaba a principios de enero sólo quedaban al principiar febrero unos 20000 repartidos entre Cádiz y Murcia (sin tener en cuenta los 8000 de Alburquerque).

Sebastiani persigue a los restos del ejército del centro en Granada

Dueños los franceses de la márgen derecha del Guadalquivir, y habiéndose adelantado el general Sebastiani hasta Jaen, prosiguió éste sumovimiento para acabar con el ejército del centro, cuyas dispersas reliquias iban en su mayor parte la vuelta de Granada. Por decirlo así, no quedaban ya en pié sino unos 1.500 jinetes á las órdenes del general Freire, y un parque de artillería compuesto de 30 cañones, situado en Andújar. Los oficiales que mandaban dicho parque, no recibiendo órden alguna del General en jefe, juzgaron prudente, sabiendo las desventuras de la Sierra, pasar el Guadalquivir y encaminarse á Guadix, lo que empezaron á poner en obra, sin tener caballería ni infantería que los protegiese.

El general Sebastiani, al avanzar de Jaen el 26 de Enero, tomó con el grueso de su fuerza la direccion de Alcalá la Real, enviando por su izquierda, camino de Cambil y Llanos de Pozuelo, al general Peyremont, con una brigada de caballería ligera. El 27, pasado Alcalá la Real, alcanzó Sebastiani la caballería española de Freire, que resistió algun tiempo; pero que despues fué rota y en parte cogida y dispersa, atacada por un número superior de enemigos, y sin tener consigo infantería alguna que la ayudase.

Tocóle á la otra columna francesa, que tiró por la izquierda á Cambil, apoderarse de la artillería que dijimos habia salido de Andújar. Caminaba ésta con direccion á Guadix á la sazon que el Conde de Villariezo, capitan general de Granada, impelido por el pueblo á defenderse, ordenó á los jefes de la artillería indicada que desde Pinos de la Puente torciesen el camino y viniesen á la ciudad en que mandaba. Obedecieron; pero luégo que estuvieron dentro, notando que todo era allí confusion, trataron de salvar sus cañones, volviendo á salir de Granada. Desgraciadamente, para continuar su marcha se vieron forzados á tomar un rodeo, retrocediendo al ya mencionado Pinos de la Puente, pues entónces no era camino de ruedas el de los Dientes de la Vieja, más corto y directo que el otro para Diezma y Guadix. Con semejante atraso perdieron tiempo, dando en Isnalloz con los caballos ligeros del general Peyremont; en donde, como no tenian los artilleros españoles infantes ni jinetes que los protegiesen, tuvieron, bien á pesar suyo, que abandonar las piezas y salvarse en los caballos de tiro. Así iba desapareciendo del todo aquel ejército, que dos meses ántes inundaba los llanos de la Mancha.

Blake toma el mando de los restos del ejército del centro

Por fin, al espirar Enero, tomó en Diezma el mando de tan tristes reliquias D. Joaquin Blake, quien, yendo á Málaga de cuartel, de vuelta de Cataluña, recibió en aquel pueblo el nombramiento que le habia conferido la Junta de Sevilla. Cedióle el puesto sin obstáculo el mismo D. Juan Cárlos de Areizaga, y dió, en efecto, Blake prueba de patriotismo al encargarse en semejantes circunstancias de empleo tan espinoso, sin reparar en la autoridad de que procedia. No habia otro cuerpo reunido sino el primer batallon de guardias españolas, mandado por el brigadier Otedo; lo demas del ejército reducíase á dispersos de varios cuerpos. Blake retrocedió todavía á Huércal Overa, villa del reino de Granada, en los confines de Murcia; y despachando proclamas y órdenes á todas partes, consiguió juntar en los primeros dias de Febrero hasta unos 5.000 hombres de todas armas; no habiéndosele incorporado otros generales de los que mandaban divisiones en la Sierra, sino Vigodet y ademas Freire, con unos cuantos caballos.

Sebastiani entra en Granada

El general Sebastiani entró en Granada el 28 de Enero. Quiso el pueblo defenderse; mas disuadiéronle los hombres prudentes y los tímidos con capa de tales; tambien contribuyó á ello el clero, que en estas Andalucías mostróse sobradamente obsequioso á los conquistadores. Se envió una diputacion á recibir á Sebastiani, y agregóse á éste, poco despues de su entrada, el regimiento suizo de Reding. Trató el general frances congravosísima y extraordinaria contribucion.

Carrera de Alburquerque hacia Cádiz

Entre tanto el primero y quinto cuerpo avanzaron, por disposicion de José, hácia Sevilla, tiroteándose el mismo dia 28, cerca de Écija, con las guerrillas de caballería del Duque de Alburquerque. Noticioso este general de que los enemigos avanzaban por el Arahal y Moron para ponerse en Utrera á su retaguardia, y cortarle así la retirada sobre la isla gaditana, abandonó á Carmona y comenzó su marcha retrógrada hácia la costa. La caballería y la artillería las envió por el camino real, dirigiendo la infantería por las Cabezas de San Juan y Lebrija para unirse todos en Jerez. Fué tan oportuno este movimiento, que al llegar á Utrera dejóse ya ver desde Moron un destacamento enemigo. Tomóle, pues, Alburquerque la delantera; y recogiendo en Jerez todas sus fuerzas, pudo entrar, al principiar Febrero, en la isla de Leon, sin ser particularmente incomodado, y habiendo sólo la caballería sostenido en su marcha algunas escaramuzas. Si en esta ocasion hubieran los franceses andado con su acostumbrada presteza, hubieran tal vez podido interponerse entre el ejército español y la isla gaditana, y muy otra fuera entónces la suerte de aquel inexpugnable baluarte. El Duque de Alburquerque contribuyó en cuanto pudo á salvar tan precioso rincon, y con él quizá la independencia de España. Por ello justas alabanzas le son debidas.

El mariscal Victor entra en Sevilla

Los franceses, recelosos en aquellas circunstancias de comprometerse demasiadamente, midieron sus movimientos, anteponiendo á todo el apoderarse de Sevilla, posesion codiciada por sus riquezas y renombre. Presentóse á vista de sus muros, al finalizar Enero, el mariscal Victor.

De la nueva junta, casi todos los individuos habian desaparecido, por lo que su formacion de nada aprovechó, sino de sobresaltar á los pueblos, acrecentar la division de los ánimos, é impedir la salida de cuantiosos é importantes efectos.

Sevilla, ciudad vasta y populosa, y en la qué brillan, segun se explica en su lenguaje sencillo la Crónica de San Fernando, «muchas y grandes noblezas....., las cuales pocas ciudades hay que las tengan», habia sido, por mandato de la Central, circunvalada de triples líneas, para cuya guarnicion se requerian 50.000 hombres. Invirtiéronse, por tanto, inútilmente en dicha fortificacion muchos caudales, pues no pudiendo defenderse aquel recinto conforme á las reglas de la milicia, y sólo sí acudiendo al patriotismo y brío del vecindario, hubiera debido la Central pensar, más bien que en fortalecerla regularmente, en entusiasmar los ánimos y cuidar de su disciplina y buena direccion.

Preparábanse los franceses á acometer á Sevilla, cuando el 31 les enviaron de dentro parlamentarios. Querian éstos, entre otras várias cosas, que se distinguiese aquella ciudad de las otras en la capitulacion, como una de las principales cabezas de la monarquía, y tambien hicieron la notable peticion de que se convocasen Córtes. No accedió el mariscal Victor, como era de presumir, á la última demanda; y en respuesta á las proposiciones que se le presentaron, envió una declaracion, segun la cual prometia amparo á los habitantes y á la guarnicion, como tambien no escudriñar los hechos ni opiniones contrarias á José, anteriores á aquel dia; otorgaba ademas otras concesiones, y señaladamente la de no imponer contribucion alguna ilegal; articulo que pronto se quebrantó, ó que nunca tuvo cumplimiento.

Accediendo los sevillanos á las condiciones de Victor, entraron los franceses en la ciudad el 1.º de Febrero, á las tres de la tarde. La víspera por la noche habia salido la escasa guarnicion hácia el condado de Niebla, á las órdenes del Vizconde de Gand, cuyo camino tomaron tambien algunos de los más respetables individuos de la antigua junta provincial, enemigos del desbarato y excesos de los últimos dias; y establecidos en Ayamonte, se constituyeron luégo en autoridad legítima de los partidos libres de la provincia.

En Sevilla cogieron los franceses municiones, fusiles, gran número de cañones de aquella magnífica fábrica y muchos pertrechos militares. Asimismo otra porcion de preciosidades y valores, particularmente tabacos y azogues, tan necesarios los últimos para el beneficio de las minas de América; botin que debió el enemigo, parte á descuido é imprevision de la Junta Central, parte, segun apuntamos, á los alborotos y al atropellamiento que en Sevilla hubo.

Los franceses ante Cádiz

Sojuzgada esta ciudad, se encaminó el primer cuerpo frances, á las órdenes de su jefe el mariscal Victor, la vuelta de la isla gaditana, cuyosalrededores pisó el 5 de Febrero. La anterior llegada á aquel punto del Duque de Alburquerque previno los hostiles intentos del enemigo, é impidió todo rebate. Paróse, pues, Victor á la vista, quedando su cuerpo de ejército destinado á formar el bloqueo.

La reserva y el quinto cuerpo a Extremadura

Aprestóse en Córdoba la reserva, bajo el mando de Dessolles, y el quinto, del cargo del mariscal Mortier, despues de dejar una brigada en Sevilla, asomó á Extremadura, y dióse más adelante la mano con el segundo, que desde el Tajo avanzó, á las órdenes del general Reynier. En seguida se encaminó Mortier á Badajoz, y habiendo inútilmente intimado la rendicion á la plaza, volvió atras y estableció en Llerena su cuartel general.

Sebastiani ocupa Málaga

Sebastiani, por su lado, dió á sus operaciones cumplido acabamiento. Tranquilo poseedor de Granada, quiso recorrer la costa, y sobre todo enseñorearse de la rica é importante ciudad de Málaga, con tanta mayor razon, cuanto allí se encendia nueva lumbre insurreccional.

Era atizador y caudillo un coronel de nombre D. Vicente Abello, natural de la Habana, hombre fogoso y arrebatado, mas falto de la capacidad necesaria para tamaño empeño. Siguió su pendon la plebe, tan enemiga allí como en las demas partes de la dominacion extraña. Agregáronse á Abello pocos sujetos de cuenta, asustados con los desórdenes que se levantaron, y previendo la imposibilidad de defenderse. Los únicos más notables que se lo juntaron fueron un capuchino, llamado Fr. Fernando Berrocal, y el escribano San Millan, con sus hermanos; de ellos los hubo que partieron á Velez-Málaga para sublevar aquella ciudad y su partido.

Cometiéronse tropelías y se empezaron á exigir forzadas y exorbitantes derramas, habiendo embargado y cogido al solo Duque de Osuna unos 50.000 duros. Prendieron á los individuos de la junta del casco de la ciudad y al anciano general D. Gregorio de la Cuesta, que vivia allí retirado, pero que al fin pudo embarcarse para Mallorca.

El general Sebastiani, procediendo de Granada, por Loja, á Antequera, adelantóse el 5 de Febrero á Málaga. Al atravesar la garganta llamada Boca del Asno, dispersó una turba de paisanos, que en vano quisieron defender el paso, y se aproximó al recinto de la ciudad. Fuera de ella le aguardaba Abello, tan desacertado en sus operaciones militares como en las políticas y económicas. Su gente era numerosa, pero allegadiza, y la mitad sin armas. Al primer choque quedó deshecha, y amigos y enemigos entraron confundidos en la ciudad. Empezó el pillaje, mediaron las autoridades antiguas, que habia quitado Abello, ofreció Sebastiani suspension de hostilidades, pero no cesaron éstas hasta el dia siguiente.

Cayeron en poder del general frances intereses públicos y privados, incluso el dinero del Duque de Osuna; é impuso ademas á la ciudad una contribucion de doce millones de reales, de que cinco habian de ser pagadosal contado.

(...)

La defensa de Cádiz

Ahora, que hemos ya echado la vista sobre la pasada gobernacion de la Central, y dado idea del comienzo y composicion de la Regencia y Junta de Cádiz, será bien que entremos en la relacion de las principales providencias que estas dos autoridades tomaron en union ó separadamente. Empezaron, pues, por las que aseguraban la defensa de la isla gaditana.

La naturaleza y el arte han hecho casi inexpugnable este punto; en él se comprenden la isla de Leon y la ciudad, propiamente dicha, de Cádiz. Distan entre sí ámbas poblaciones, juntándose por predio de un extendido istmo, dos leguas. Tres tiene de largo toda la isla gaditana, y de ancho una y cuarto, en la parte más espaciosa. La separa del continente el brazo de mar que llaman rio de Santi Petri, profundo, y el cual se cruza por el puente de Suazo, así apellidado del Dr. Juan Sanchez de Suazo, que le rehabilitó á principios del siglo xv. El arsenal de la Carraca, situado en una isleta contigua á la misma isla de Leon, y formada por el mencionado rio de Santi Petri y el caño de las Culebras, quedó tambien por los españoles. El vecindario de Cádiz, en el dia bastante disminuido, no pasa de 60.000 habitantes, y el de la isla, que está en igual caso, de unos 18.000. La principal defensa natural de la última son sus saladares, que empezando á poca distancia de Puerto-Real, se dilatan por espacio de legua y media hasta el rio Zurraque, enlazados entre sí é interrumpidos por caños é impracticables esguazos, de suelo inconstante y mudable. Al Sur hay otras salinas, llamadas de San Fernando, rodeando á toda la isla por las demas partes, ó el Océano, ó las aguas de la bahía. En medio de los saladares y caños que hay delante del rio de Santi Petri se levanta un arrecife largo y estrecho, que conduce al puente de Suazo. En su calzada se practicaron muchas cortaduras y se levantaron baterías, que hacian inexpugnable el paso. Al llegar Alburquerque, estabanmuy atrasados los trabajos; pero este general y sus sucesores los activaron extraordinariamente. Fortificóse, en consecuencia, con una línea triple de baterías el frente de ataque del rio de Santi Petri, avanzando otras en las mismas ciénagas ó lagunajos, y cuidando muy particularmente de poner á cubierto el arsenal de la Carraca y la derecha de la línea, parte la más endeble. Aun ganada la isla de Leon, no pocas dificultades hubieran estorbado al enemigo entrar en Cádiz. Ademas de várias baterías apostadas en la lengua de tierra que sirve de comunicacion á ambas poblaciones, construyóse en lo más estrecho de aquélla, y bañada por los dos mares, una cortadura, en que trabajaron con entusiasmo todos los habitantes, erizada de cañones y de admirable fortaleza, quedando despues por vencer las obras del recinto de Cádiz, ejecutadas segun las reglas modernas del arte, y que sólo presentan un frente de ataque.

Para guarnecer punto tan extenso como el de la isla gaditana y tan lleno de defensas, necesitábase gran número de tropas de tierra y no poca fuerza de mar. El ejército de Alburquerque, aumentado cada dia con los oficiales y soldados dispersos que de las costas aportaban á Cádiz, llegó á contar, á últimos de Marzo, de 14 á 15.000 hombres. Tambien los ingleses enviaron una division, compuesta de soldados suyos y portugueses. Pidió aquel socorro á lord Wellington la Junta de Cádiz, por medio del cónsul británico lord Burghest, que al efecto partió á Lisboa ántes que se supiese la venida á la isla del Duque de Alburquerque. Llegó á ascender en Marzo esta fuerza auxiliar á unos 5.000 hombres, reemplazando en el mismo mes en el mando de ella á su primer jefe Stewart el general sir Tomas Graham.

La guardia de la plaza de Cádiz se hacia, en parte, por la milicia urbana y por los voluntarios, cuyos batallones, de vistoso aspecto, los formaban los vecinos honrados y respetables de la ciudad, constando su número de unos 8.000 hombres, inclusos los que se levantaron extramuros y en la isla de Leon; servicio que, si bien penoso, era desempeñado con celo y patriotismo, y que descargaba de muchas faenas á las tropas regladas.

Fuerzas navales y catástrofe naval

Siendo esencial la marina para la defensa de posicion tan costanera, fondeaban en bahía una escuadra británica, á las órdenes del almirante Purvis, y otra española, á las de D. Ignacio de Álava. Padecieron ambas gran quebranto en un recio temporal, acaecido en el 6 de Marzo y dias siguientes; de la inglesa se perdió el navío portugués María, y de la nuestra perecieron otros tres de línea, una fragata y una corbeta de guerra, con otros muchos mercantes. Los franceses se portaron en aquel caso inhumanamente, pues en vez de ayudar á los desgraciados que arrastraba á la costa la impetuosidad del viento, hiciéronles fuego con bala roja. Varados los buques en la playa, ardieron casi todos ellos.

No cesando por eso los preparativos de la defensa, se armaron, asimismo, fuerzas sutiles, mandadas por D. Cayetano Valdés, que vimos herido allá en Espinosa. Eran éstas de grande utilidad, pues arrimándose á tierra, é internándose á marea alta por los caños de las salinas, flanqueaban al enemigo y le incomodaban sin cesar.

Desmantelamiento de baterías y castillos

Cuando se supo que los franceses avanzaban, comenzóse, aunque tarde, á destruir y desmantelar todas las baterías y castillos que guarnecian la costa desde Rota, y se extendían bahía adentro por Santa Catalina, Puerto de Santa María, rio de San Pedro, Caño del Trocadero y Puerto-Real, pues Cádiz estaba más bien preparado para resistir las embestidas de mar que las de tierra; siendo dificultoso vaticinar que tropas francesas, descolgándose del Pirineo y atravesando el suelo español, se dilatarian hasta las playas gaditanas.

Intimación a la rendición

Confiados los franceses en esto, en el descuido natural de los españoles y en el desánimo que produjo la invasion de las Andalucías, miraban á Cádiz como suyo, y en ese concepto intimaron la rendicion á la ciudad y al ejército mandado por el Duque de Alburquerque. Para el primer paso se valieron de ciertos españoles, parciales suyos, que creian gozar de opinion é influjo dentro de la plaza, los cuales, el 6 de Febrero, hicieron desde el Puerto de Santa María la indicada intimacion. La Junta superior contestó á ella, con la misma fecha, sencilla y dignamente,diciendo: «La ciudad de Cádiz, fiel á los principios que ha jurado, no reconoce otro rey que al Sr. D. Fernando VII.» Aunque más extensa, igualmente fué vigorosa y noble la respuesta que dió sobre el mismo asunto al mariscal Soult el Duque de Alburquerque. De consiguiente por ambos lados se trabajó desde entónces con grande ahínco en las obras militares: los franceses para abrigarse contra nuestros ataques y molestarnos con sus fuegos; nosotros para acabar de poner la isla gaditana en unestado inexpugnable. Así, pues, corrió el mes de Febrero sin choque ni suceso alguno notable.