Sitio de gerona (mayo-diciembre de 1809)

«Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitular ó de rendirse.» Tal pena impuso por bando, al acercarse los franceses á Gerona, su gobernador D. Mariano Álvarez de Castro; resolucion que por su parte procuró cumplir rigurosamente, y la cual sostuvieron con inaudito teson y constancia la guarnicion y los habitantes. Preludio fueron de esta tercera y nunca bien ponderada defensa las

otras dos, ya relatadas, de Junio y Julio del año anterior. Los franceses no consideraban importante la plaza de Gerona, habiéndola calificado de muy imperfecta el general Marescaut, comisionado para reconocerla; juicio tanto más fundado, cuanto, prescindiendo de lo defectuoso de sus fortificaciones, estaban entónces éstas, unas cuarteadas, otras cubiertas de arbustos y malezas, y todas desprovistas de lo más necesario. Corrigiéronse posteriormente algunas de aquellas faltas, sin que por eso creciese en gran manera su fortaleza.

Las defensas de Gerona

Gerona, cabeza del corregimiento de su nombre, situada en lo antiguo cuesta abajo de un monte, extendióse despues por las dos riberas del Oña, llamándose el Mercadal la parte colocada á la izquierda. La de la derecha se prolonga hasta donde el mencionado rio se une con el Ter, del que tambien es tributario por el mismo lado, y despues de correr por debajo de várias calles y casas el Gálligans, formado de las aguas vertientes de los montes situados al nacimiento del sol. Comunícanse ambas partes de la ciudad por un hermoso puente de piedra, y la circuia un muro antiguo, con torreones, cuyo débil reparo se mejoró despues, añadiendo siete baluartes, cinco del lado del Mercadal y dos del opuesto;habiendo sólo foso y camino cubierto en el de la puerta de Francia. Dominada Gerona en su derecha por várias alturas, eleváronse en diversos tiempos fuertes que defendiesen sus cimas. En la que mira al camino de Francia, y por consiguiente, en la más septentrional de ellas, se construyó el castillo de Monjuich, con cuatro reductos avanzados, y en las otras, separadas de ésta por el valle que riega el Gálligans, los del Calvario, Condestable, Reina Ana, Capuchinos, del Cabildo y de la Ciudad. Antes del sitio se contaban algunos arrabales, y abríase delante del Mercadal un hermoso y fértil llano, que bañado por el Ter, el riachuelo Guell y una acequia, estaba cubierto de aldeas y deleitables quintas.

La poblacion de Gerona, en 1808, ascendía á 14.000 almas, y al comenzar el tercer sitio constaba su guarnicion de 5.673 hombres de todas armas. Mandaba la plaza, en calidad de gobernador interino, D. Mariano Alvarez de Castro, natural de Granada, y de familia ilustre de Castilla la Vieja, quien con la defensa inmortalizó su nombre. Era teniente de rey D. Julian Bolívar, que se habia distinguido en las dos anteriores acometidas de los franceses, y dirigian la artillería y los ingenieros los coroneles D. Isidro de Mata y D. Guillermo Minali; el último trabajó incesantemente y con acierto en mejorar las fortificaciones.

Por la descripcion que acabamos de hacer de Gerona, y por la noticia que hemos dado de sus fuerzas, se ve cuán flacas eran éstas y cuán desventajosa su situacion. Enseñoreada por los castillos, tomado que fuese uno de ellos, particularmente el de Monjuich, quedaba la ciudad descubierta, siendo favorables al agresor todos los ataques. Ademas, si atendemos á los muchos puntos que habia fortificados, y á la extension del recinto, claro es que para cubrir convenientemente la totalidad de las obras se requerian por lo ménos de 10 á 12.000 hombres, número lejano de la realidad. A todo suplió el patriotismo. Animados los gerundenses con antiguas memorias, y reciente en ellos la de las dos últimas defensas, apoyaron esforzadamente á la guarnicion, distribuyéndose en ocho compañías, que, bajo el nombre de Cruzada, instruyó el coronel D. Enrique O’Donnell. Compusiéronla todos los vecinos, sin excepcion de clase ni de estado, incluso el clero secular y regular, y hasta las mujeres se juntaron en una compañía, que apellidaron de Santa Bárbara, la cual, dividida en cuatro escuadras, llevaba cartuchos y víveres á los defensores, recogiendo y auxiliando á los heridos.

Anteriormente habíase tambien tratado de excitar la devocion de los gerundenses, nombrando por generalísimo á San Narciso, su patrono. Desde muy antiguo tenían los moradores en la proteccion del Santoentera y sencilla fe. Atribuían á su intercesion prosperidades en pasadas guerras, y en especial la plaga de moscas que tanto daño causó, segun cuentan, en el siglo XIII, al ejército frances que, bajo su rey Felipe el Atrevido, puso sitio á la plaza; sitio en el que, por decirlo de paso, grandemente se señaló el gobernador Ramon Folch de Cardona, quien, al asalto, como refiere Bernardo Desclot, tañendo su añafil y soltadas las galgas, no dejó sobre las escalas frances que no fuese al suelo herido ó muerto. Ciertos hombres, sin profundizar el objeto que llevaron los jefes de Gerona, hicieron mofa de que se declarase generalísimo á San Narciso, y áun hubo varones cuerdos que desaprobaron semejante determinacion, temiendo el influjo de vanas y perniciosas supersticiones. Era el de los últimos arreglado modo de sentir para tiempos tranquilos, pero no tanto para los agitados y extraordinarios. De todas las obligaciones, la primera consiste en conservar ilesos los hogares patrios, y léjos de entibiar para ello el fervor de los pueblos, conviene alimentarle y darle pábulo hasta con añejas costumbres y preocupaciones; por lo cual el atento político y el verdadero hombre religioso, enemigos de indiscretas y reprensibles prácticas, disculparán, no obstante, y áun aplaudirán, en el apretado caso de Gerona, lo que á muchos pareció ridícula y singular resolucion, hija de grosera ignorancia.

Movimientos franceses: combate de la érmita de los Ángeles (31 de mayo de 1809)

Los franceses, preparándose de antemano para el sitio, se presentaron á la vista de la plaza el 6 de Mayo, en las alturas de Costa-Roja. Mandaba entónces aquellas tropas el general Reille, hasta que el 13 le reemplazó Verdier, quien continuó á la cabeza durante todo el sitio. Con este general, y sucesivamente, llegaron otros refuerzos, y el 31 arrojaron los enemigos á los nuestros de la ermita de los Ángeles, que fue bien defendida. Hubo várias escaramuzas, pero lo corto de la guarnicion no permitió retardar, cual conviniera, las primeras operaciones del sitiador. Solamente los paisanos de las inmediaciones de Montagut, tiroteándose con él á menudo, le molestaron bastantemente.

Al comenzar Junio fué la plaza del todo circunvalada. Colocóse la division westfaliana de los franceses, al mando del general Morio, desde la márgen izquierda del Ter, por San Medir, Montagut y Costa-Roja; la brigada de Juvhan en Pont-Mayor, y los regimientos de Berg y Wurszburgo en las alturas de San Miguel y Villa-Roja, hasta los Ángeles; cubrieron el terreno del Oña al Ter, por Montelibi, Palau y el llano de Salt, tropas enviadas de Vich por Saint-Cyr, ascendiendo el conjunto de todas á 18.000 hombres. Hubiera preferido el último general bloquear estrechamente la plaza á sitiarla; mas, sabiéndose en el campo frances que no gozaba del favor de su gobierno, y que iba á sucederle en el mando el mariscal Augereau, no se atendieron debidamente sus razones, llevando Verdier adelante su intento de embestir á Gerona.

Comienza el sitio de Gerona (8 de junio de 1809): operaciones en torno a Monjuich

Reunido el 8 de Junio el tren de sitio correspondiente, resolvieron los enemigos emprender dos ataques, uno flojo, contra la plaza, otro vigoroso, contra el castillo de Monjuich y sus destacadas torres ó reductos. Mandaban á los ingenieros y artillería francesa los generales Sanson y Taviel.

Antes de romper el fuego, se presentó el 12 un parlamentario para intimar la rendicion; mas el fiero gobernador Álvarez respondió que no queriendo tener trato ni comunicacion con los enemigos de su patria, recibiria en adelante á metrallazos á sus emisarios. Hízolo así, en efecto, siempre que el frances quiso entrar en habla. Criticáronle algunos de los que piensan que en tales lances han de llevarse las cosas reposadamente, mas loóle muy mucho el pueblo de Gerona, empeñando infinito en la defensa tan rara resolucion, cumplida con admirable tenacidad.

Los enemigos habian desde el 8 empezado á formar una paralela en la altura de Tramon, á 600 toesas de las torres de San Luis y San Narciso, dos de las mencionadas de Monjuich, sacando al extremo de dicha paralela un ramal de trinchera, delante de la cual plantaron una batería de ocho cañones de á veinte y cuatro y dos obuses de á nueve pulgadas. Colocaron tambien otra batería de morteros detras de la altura Denroca, á 360 toesas del baluarte de San Pedro, situado á la derecha del Oña, en la puerta de Francia. Los cercados, á pesar del incesante fuego que desde sus muros hacian, no pudieron impedir la continuacion de estos trabajos.

Progresando en ellos, y recibida que fué por los franceses la repulsa del gobernador Álvarez, empezó el bombardeo en la noche del 13 al 14, y todo resonó con el estruendo del cañon y del mortero. Los soldados españoles corrieron á sus puestos, otro tanto hicieron los vecinos, acompañándolos á todas partes las doncellas y matronas alistadas en la compañía de Santa Bárbara. Sin dar descanso prosiguieron en su porfía los enemigos hasta el 25, y no por eso se desalentaron los nuestros, ni áun aquellos que entónces se estrenaban en las armas. El 14 incendióse y quedó reducido á cenizas el hospital general; gran menoscabo, por los efectos allí perdidos, difíciles de reponer. La junta corregimental, que en todas ocasiones se portó dignamente, reparó algun tanto el daño, coadyuvando á ello la diligencia del intendente D. Cárlos Beramendi y el buen celo del cirujano mayor D. Juan Andres Nieto, que en un memorial histórico nos ha transmitido los sucesos más notables de este sitio.

Ataque a los reductos de San Luis, San Narciso y San Daniel (14-21 de junio de 1809)

Al rayar del 14 tambien acometieron los enemigos las torres de San Luis y San Narciso, apagaron sus fuegos, descortinaron su muralla, y abriendo brecha, obligaron á los españoles á abandonar el 19 ambas torres. Lo mismo aconteció el 21 con la de San Daniel, que evacuaron nuestros soldados. Este pequeño triunfo envalentonó á los sitiadores, causándoles despues grave mal su sobrada confianza.

Combates en el arrabal del Pedret

En la noche del 14 al 15 desalojaron los mismos á una guerrilla española del arrabal del Pedret, situado fuera de la puerta de Francia, y levantando un espaldon, trataron de establecerse en aquel punto. Temeroso el Gobernador de que erigiesen allí una batería de brecha, dispuso una salida, combinada con fuerza de Monjuich y de la plaza. Destruyeron los nuestros el espaldon y arrojaron al enemigo del arrabal.

Llega el mariscal Saint Cyr

En tanto el general frances Saint-Cyr, habiendo enviado á Barcelona sus enfermos y heridos, aproximóse á Gerona. En su marcha cogió ganado vacuno que del Llobregat iba para el abasto de la ciudad sitiada. Sentó el 20 de Junio su cuartel general en Caldas, y extendiendo sus fuerzas hácia la marina, se apoderó el 21, aunque á costa de sangre, de San Feliu de Guijols. Con su llegada aumentóse el ejército frances á unos 30.000 hombres.

Los somatenes actúan en los alrededores

Los somatenes y varios destacamentos molestaban á los franceses en los alrededores, y ántes de acabarse Junio cogieron un convoy considerable y 120 caballos de la artillería, que venian para el general Verdier. Corrió así aquel mes, sin que los franceses hubiesen alcanzado en el sitio de Gerona otra ventaja más que la de hacerse dueños de las torres indicadas.

Intentos franceses de capturar Monjuich (3-8 de julio de 1809)

Pusieron ahora sus miras en Monjuich. Guarnecíanle 900 hombres, á las órdenes de D. Guillermo Nash, estando todos decididos á defender el castillo hasta el último trance. Al alborear del 3 de Julio empezaron los enemigos á atacarlo, valiéndose de várias baterías, y en especial de una, llamada imperial, que plantaron á la izquierda de la torre de San Luis, compuesta de 20 piezas de grueso calibre y dos obuses. En todo el dia aportillóse ya la cara derecha del baluarte del Norte, y los defensores se prepararon á resistir cualquiera acometida, practicando detras de la brecha oportunas obras. El fuego del enemigo habia derribado del ángulo flanqueado de aquel baluarte la bandera española, que allí tremolaba. Al verla caída se arrojó al foso el subteniente D. Mariano Montoro,

recobróla, y subiendo por la misma brecha, la hincó y enarboló de nuevo; accion atrevida y digna de elogio.

No tardaron los enemigos en intentar el asalto del castillo. Emprendiéronle furiosamente á las diez y media de la noche del 4 de Julio; vanos fueron sus esfuerzos, inutilizándolos los nuestros con su serenidad y valentía. Suspendieron por entónces los contrarios sus acometimientos; mas en la mañana del 8 renovaron el asalto en columna cerrada y mandados por el coronel Muff. Tres veces se vieron repelidos, haciendo en ellos grande estrago la artillería, cargada con balas de fusil, particularmente un obus, dirigido por D. Juan Candy. Insistió el enemigo Muff en llevar sus tropas por cuarta vez al asalto, hasta que, herido él mismo, desmayaron los suyos y se retiraron. Perdieron en esta ocasion los sitiadores unos 2.000 hombres, entre ellos 11 oficiales muertos y 66 heridos. Mandaba

en la brecha á los españoles D. Miguel Pierson, que pereció defendiéndola, y distinguióse al frente de la reserva don Blas de Fournás. Durante el asalto tuvieron constantemente los franceses en el aire, contra el punto atacado, siete bombas y muchos otros fuegos parabólicos. Grandes y esclarecidos hechos allí se vieron. Fué de notar el del mozo Luciano Ancio, tambor apostado para señalar con la caja los tiros de bomba y granada. Llevóle un casco parte del muslo y de la rodilla, y al quererle trasportar al hospital, opúsose, diciendo: «No, no; aunque herido en la pierna, tengo los brazos sanos para con el toque de caja librar de las bombas á mis amigos.»

Enturbió algun tanto la satisfaccion de aquel dia el haberse volado la torre de San Juan, obra avanzada entre Monjuich y la plaza. Casi todos los españoles que la guarnecian perecieron, salvando á unos pocos D. Cárlos Beramendi, que, sin reparar en el horroroso fuego del enemigo, acudió á aquel punto, mostrándose entónces, como en tantos otros casos de este sitio, celoso intendente, incansable patriota y valeroso soldado.

Asalto a Palamós

Esto ocurria en Gerona, cuando el general Saint-Cyr, atento á alejar de la plaza todo género de socorros, despues de haber ocupado á San Feliude Guijols, creyó tambien oportuno apoderarse de Palamós, enviando para ello el 5 de Julio al general Fontane. Este puerto, casi aislado, hubiera podido resistir largo tiempo si le hubieran defendido tropas aguerridas y buenas fortificaciones. Pero éstas, de suyo malas, se hallaban descuidadas, y solamente las coronaban algunos somatenes y miqueletes, que, sin embargo, se negaron á rendirse y disputaron el terreno á palmos. Cañoneras fondeadas en el puerto hiceron al principio bastante fuego; mas el de los enemigos las obligó á retirarse. Entraron los franceses la villa y casi todos los defensores perecieron, no siéndoles dado

acogerse, segun lo intentaron, á las cañoneras y otros barcos, que tomaron viento y se alejaron.

Llega el mariscal Augereau a Perpiñán. Destrucción de destacamento francés en San Lorenzo de Muga

Por el mismo tiempo llegó á Perpiñan el mariscal Augereau. Confiado en que los catalanes escucharian su voz, dirigióles una proclama en mal español, que mandó publicar en los pueblos del Principado. Mas apénas habian fijado tres de aquellos carteles, cuando el coronel D. Antonio Porta destruyó en San Lorenzo de la Muga el destacamento encargado de tal comision, volviendo á Perpiñan pocos de los que le componian.

Un ataque de gota en la mano, y el ver que no era empresa la de Cataluña tan fácil como se figuraba, detuvieron algun tiempo al mariscal Augereau en la frontera, por lo que continuó todavía mandando el séptimo cuerpo el general Saint-Cyr.

Los españoles molestan a los franceses en los alrededores de Gerona

No desayudaban tampoco á los heroicos esfuerzos de Gerona las escaramuzas con que divertían á los franceses los somatenes, miqueletes y alguna tropa de línea. Don Antonio Porta los molestaba desde la raya de Francia hasta Figueras; de aquí á Gerona entreteníalos el Dr. D. Francisco Robira, infatigable y audaz partidario. El general Wimpffen, don Pedro Cuadrado y los caudillos Milans, Iranzo y Clarós corrían la tierra que media desde Hostalrich por Santa Colonia hasta la plaza de Gerona. Por tanto, para despejar la línea de comunicacion con Francia, tuvo Saint-Cyr que enviar el 12 de Julio una brigada del general Souham á Bañolas, al mismo tiempo que el general Guillot desde Figueras se adelantaba á San Lorenzo de la Muga.

Socorros a Gerona interceptados: combate de Castellar (10 de julio de 1809)

Muy luégo de comenzar el sitio habian los de Gerona pedido socorro, y en respuesta á su demanda, trataron las autoridades de Cataluña de enviar un convoy y alguna fuerza á las órdenes de D. Rodulfo Marshall, irlandes de nacion y hombre de bríos, que habia venido á España á tomar parte en su sagrada lucha. Pasaron los nuestros delante del general Pino en Llagostera sin ser descubiertos; mas avisado el enemigo por un soldado zaguero, tomó el general Saint-Cyr sus medidas, y el 10 interceptó en Castellar el socorro, entrando solo en la plaza el coronel Marshall con unos cuantos que lograron salvarse.

Siguen los ataques de Monjuich hasta su evacuación (12 de agosto de 1809)

Los sitiadores, despues del malogrado asalto de Monjuich, prolongaron sus trabajos, y abrazando los dos frentes del Nordeste y Noroeste, se adelantaron hasta la cresta del glácis. Nuevas y multiplicadas baterías levantaron, sin que los detuviesen nuestros fuegos ni el valor de los sitiados. Perecieron el 31 muchos de ellos en la torre de San Luis, que voló una bomba arrojada de la plaza, y en una salida que voluntariamente hicieron del castillo en el mismo dia varios soldados.

Entrado Agosto, continuaron los franceses con el mismo ahinco en acometer á Monjuich, y en la noche del 3 al 4 quisieron apoderarse del rebellin del frente de ataque. Frustróse por entónces su intento; pero aldia siguiente se hicieron dueños de aquella obra, alojándose en la cresta de la brecha: 800 hombres defendian el rebellin, 50 perecieron, y con ellos su bizarro jefe D. Francisco de Paula Grifols. Ni áun así se enseñorearon los franceses de Monjuich. Los defensores, ántes de abandonarlo, hicieron una salida el 10 en daño de sus contrarios.

Sin embargo, previendo el gobernador del castillo, D. Guillermo Nash, que no le seria ya dado sostenerse por más tiempo, habia consultado en aquellos dias á su jefe, D. Mariano Álvarez, quien, opuesto á todo género de capitulacion ó retirada, tardó en contestarle. Nash entónces juntó un consejo de guerra, y con su acuerdo evacuó á Monjuich el 12 de Agosto á las seis de la tarde, destruyendo antes la artillería y las municiones. Ocuparon los franceses aquellos escombros, siendo maravillosa y dechado de defensas la de este castillo, pues los sitiadores sólo penetraron en su recinto al cabo de dos meses de expugnacion, y despues de haber levantado 19 baterías, abierto várias brechas y perdido más de 3.000 hombres. De los 900 que componian la guarnicion española, murieron 18 oficiales y 511 soldados, sin quedar apénas quien no estuviese herido.

Poco ántes de la evacuacion, y ya ésta resuelta, recibió D. Guillermo Nash pliegos del gobernador Álvarez, en los que, léjos de aprobar la retirada de Monjuich, estimulaba á la defensa con premios y ofrecimientos. No por eso se cambió de parecer, juzgando imposible prolongar la resistencia. Los jefes, al entrar en la plaza, pidieron que se les formase consejo de guerra si no habian cumplido con su obligacion; pero Álvarez, justo no ménos que tenaz y valeroso, aprobó su conducta.

Sitio de Gérona tras la caída de Monjuich

Miraba el enemigo como tan importante la rendicion de Monjuich, que al dar Verdier cuenta de ello á su gobierno, afirmaba que la ciudad se entregaria dentro de ocho ó diez dias. Grande fué su engaño. Cierto era que la plaza, con la pérdida del castillo, quedaba por aquella parte muy comprometida, cubriéndola sólo un flaco y antiguo muro, y ningunos otros fuegos sino los de la torre de la Gironella y los de dos baterías situadas encima de la puerta de San Cristóbal y muralla de Sarracinas. Tambien los franceses se habian posesionado el 2 del convento de San Daniel, en la cañada del Gálligans, é impedido la entrada de los cortos socorros que todavía de cuando en cuando penetraban en la plaza por aquel lado.

Nuevas baterías francesas contra Gerona (19 de agosto de 1809)

Hasta entónces, persuadidos los sitiadores de que con la ocupacion de Monjuich abriria la ciudad sus puertas, no habian contra ella apretado el sitio. Sólo por medio de una batería de cuatro cañones y dos obuses, plantada en la ladera del Puig Denroca, molestaban á los vecinos y hacian desde su elevada posicion daño en los baluartes de San Pedro, Figuerola y en San Narciso. Construyeron ahora tres baterías: una en Monjuich, de cuatro cañones de á veinte y cuatro; otra encima del arrabal de San Pedro, y la tercera en el monte Denroca. Rompieron todas ellas sus fuegos el dia 19, atacando principalmente la muralla de San Cristóbal y la puerta de Francia. Los sitiados, para remediar el estrago y ofrecer nuevos obstáculos, imaginaron muchas y oportunas obras; cerraron las calles que desembocan en la plaza de San Pedro, y abrieron una gran cortadura, defendida detras por un parapeto. Los franceses, que, escarmentados con el ejemplar de Zaragoza, huian de empeñar la lucha en las calles, no insistieron con ahinco en su ataque de la puerta de Francia, y revolvieron contra la de San Cristóbal y muralla de Santa Lucía, paraje, en verdad, el más flaco y elevado de la plaza. Adelantaron para ello sus trabajos, y construidas nuevas baterías de brecha y morteros, vomitaron éstas muerte y destrozos los últimos dias de Agosto, con especialidad en los dos puntos últimamente indicados y en los cuarteles nuevo y viejo de Alemanes.

Intento de penetración francesa en torre Gironella (25 de agosto de 1809)

Quisieron el 25 alojarse los enemigos en las casas de la Gironella; pero una partida española que salió del fuerte del Condestable impidió su intento, matando á unos y cogiendo á otros prisioneros. Pocos esfuerzos de esta clase le era lícito hacer á la guarnicion, escasa de suyo y menguada con las pérdidas de Monjuich y las diarias de la plaza. La corta poblacion de Gerona tampoco daba ensanche, como en Zaragoza, para repetir las salidas. Ni áun apénas hubiera quedado gente que cubriese los puestos, si de cuando en cuando, y subrepticiamente, no se hubiesen introducido en el recinto algunos hombres, llevados de verdadera y desinteresada gloria, de los cuales en aquellos dias hubo 100 que vinieron de Olot. No obstante, el gobernador D. Mariano Álvarez, activo al propio tiempo que cuerdo, no desaprovechaba ocasion de molestar al enemigo y retardar sus trabajos, y á un oficial que, encargado de una pequeña salida, le preguntaba que adónde, en caso de retirarse, se acogería, respondióle severamente: Al cementerio.

Mas luégo que vió atacado el recinto de la plaza, puso su conato en reforzar el punto principalmente amenazado; para lo cual, construyendo en parajes proporcionados várias baterias, hasta colocó una de dos cañones encima de la bóveda de la catedral. Aunque los enemigos desencabalgaron pronto muchas piezas, ofendíales en gran manera la fusileríade las murallas, y sobre todo las granadas, bombas y polladas que de lugares ocultos se lanzaban á las trincheras y baterías vecinas. Los apuros, sin embargo, crecian dentro de la ciudad, y se disminuia más y más el número de defensores, siendo ya tiempo de que fuese socorrida.

El general Blake se dispone a socorrer a Gerona: el convoy del 1 de septiembre de 1809

El general D. Joaquin Blake, quien, despues de su desgraciada campaña de Aragon, regresó, segun dijimos, á Cataluña, puesta tambien bajo su mando, salió en Julio de Tarragona con sólo sus ayudantes y recorrió la tierra hasta Olot. En su viaje, si bien detenido por una indisposicion, no permaneció largo tiempo, retrocediendo á Tortosa antes de concluirse el mes; de allí, tomadas ciertas disposiciones, pensó con eficacia en auxiliar á Gerona. Aguijábanle á ello las vivas reclamaciones de aquella plaza, y las que de palabra hizo D. Enrique O’Donnell, enviado por Álvarez al intento.

Blake, resuelto á la empresa, atendió antes de su partida á distraer al enemigo en las otras provincias que abrazaba su distrito, por cuyo motivo envió una division á Aragon, dejó otra en los lindes de Valencia, y él,con la de Lazan, se trasladó en persona á Vich, en donde, no terminado todavía Agosto, estableció su cuartel general.

A su llegada agregó á su gente las partidas y somatenes que hormigueaban por la tierra, y pasó á Sant Hilari y ermita del Padró. Desde este punto quiso llamar la atencion del enemigo á varios otros para ocultar el verdadero por donde pensaba introducir el socorro. Así fué que el 30 de Agosto en la tarde envió á D. Enrique O’Donnell, con 1.200 hombres, la vuelta de Bruñolas, habiendo antes dirigido por el lado opuesto á don Manuel Llauder sobre la ermita de los Angeles. Don Francisco Robira y D. Juan Clarós debian tambien divertir al enemigo por la orilla izquierda del Ter.

El general Saint-Cyr, cuyos reales, desde el 10 de Agosto, se habian trasladado á Fornell, estando sobre aviso de los intentos de Blake, tomó, para estorbarlos, várias medidas de acuerdo con el general Verdier, y reunió sus tropas, desparramadas por la dificultad de subsistencias. Mas, á pesar de todo, consiguieron los españoles su objeto. Llauder se apoderó de los Angeles, y O’Donnell, atacando vivamente la posicion de Bruñolas, trajo hácia sí la mayor parte de la fuerza de los enemigos, que creyeron ser aquél el punto que se queria forzar.

Amaneció el 1.º de Setiembre, cubierta la tierra de espesa niebla, y Saint-Cyr, á quien Verdier se habia ya unido, aguardó hasta las tres de la tarde á que los españoles le atacasen. Hizo, para provocarlos, varios movimientos del lado de Bruñolas; pero viendo que al menor amago daban aquéllos trazas de retirarse, tornó á Fornells, en donde, con admiracion suya, encontró en desórden la division de Lecchi, que, regida ahora por Millossevitz, habia quedado apostada en Salt. Justamente por allí fué por donde el convoy se dirigió á la plaza, siguiendo la derecha del Ter. Componíase de 2.000 acémilas, que custodiaban 4.000 infantes y 2.000 caballos, á las órdenes del general D. Jaime García Conde. Cayó éste de repente sobre los franceses de Salt, arrollólos completamente, y miéntras que en derrota iban la vuelta de Fornells, entró en Gerona el convoy tranquila y felizmente. Álvarez dispuso una salida, que bajo D. Blas de Fournás fuese al encuentro de Conde, divirtiendo asimismo la atencion del enemigo del lado de Monjuich. A la propia sazon Clarós penetró hasta San Medir, y Robira tomó á Montagut, de donde arrojó á los westfalianos, que solos habian quedado para guardar la línea, matando un miquelete al general Hadeln con su propia espada. Clavaron los nuestros tres cañones, y persiguieron á sus contrarios hasta Sarriá. En grande aprieto estaban los últimos, cuando, repasando el Ter el general Verdier, volvió á su orilla izquierda, y contuvo á los intrépidos Clarós y Robira. Por su parte el general Conde, despues de dejar en la plaza el convoy y 3.287 hombres, tornó, con el resto de su gente, á Hostalrich, y á Olot D. Joaquin Blake, que habia permanecido en observacion de los diversos movimientos de su ejército. Fueron éstos dichosos en sus resultas, y bastante bien dirigidos, quedando completamente burlado el general Saint-Cyr, no obstante su pericia.

Dió aliento tan buen suceso á la corta guarnicion de Gerona, que se vió así reforzada; mas por este mismo aumento no se consiguió disminuir la escasez con los víveres introducidos. Los franceses ocuparon de nuevo los puntos abandonados, y el 6 de Setiembre recobraron la ermita de los Angeles, pasando á cuchillo á sus defensores, excepto á tres oficiales y al comandante Llauder, que saltó

por una ventana. No intentaron contra la plaza, en aquellos dias, cosa de gravedad, contentándose con multiplicar las obras de defensa. No desaprovecharon los sitiados aquel respiro, y atareándose afanadamente, aumentaron los fuegos de flanco y parabólicos, y ejecutaron otros trabajos no ménos importantes.

Pasado el 11 de Setiembre, renovaron los enemigos el fuego con mayor furor, y ensancharon tres brechas ya abiertas en Santa Lucía, Alemanes y San Cristóbal, maltratando tambien el fuerte del Calvario, cuyo fuego sobremanera los molestaba.

Dispuso el 15 D. Mariano Álvarez una salida con intento de retardar los trabajos del sitiador, y áun de destruir algunos de ellos. Dirigíala D Blas de Fournás, y aunque al principio todo lo atropellaron los nuestros, no siendo despues convenientemente apoyadas las dos primeras columnas por otra que iba de respeto, tuvieron que abrigarse todas de la plaza sin haber recogido el fruto deseado.

El asalto del 19 de septiembre

Aportilladas de cada vez más las brechas, y apagados los fuegos del frente atacado, trataron los enemigos de dar el asalto. Pero ántes enviaron parlamentarios, que, segun la invariable resolucion de Álvarez, fueron recibidos á cañonazos. Irritados de nuevo con tal acogida, corrieron al asalto á las cuatro de la tarde del 19 de Setiembre, distribuidos en cuatro columnas de á 2.000 hombres. Entónces brillaron las buenas y prévias disposiciones que habia tomado el gobernador español: allí mostró éste su levantado ánimo. Al toque de la generala, al tañido triste de la campana, que llamaba á somaten, soldados y paisanos, clérigos y frailes, mujeres y hasta niños, acudieron á los puestos de antemano y á cada uno señalados. En mediodel estruendo de 200 bocas de cañon, y de la densa nube que la pólvora levantaba, ofrecia noble y grandioso espectáculo la marcha majestuosa y ordenada de tantas personas de diversa clase, profesion y sexo. Silenciosos todos, se vislumbraba, sin embargó, en sus semblantes la confianza que los alentaba. Álvarez á su cabeza, grave y denodado, representábase á la imaginacion, en tan horrible trance, á la manera de los héroes de Homero, superior y descollando entre la muchedumbre, y cierto que si no se aventajaba á los demas en estatura, como aquéllos, sobrepujaba á todos en resolucion y gran pecho. Con no menor órden que la marcha, se habian preparado los refuerzos, la distribucion de municiones, la asistencia y conduccion de heridos.

Presentóse la primera columna enemiga delante de la brecha de Santa Lucía, que mandaba el irlandés D. Rodulfo Marshall. Dos veces tomaron en ella pié los acometedores, y dos veces rechazados, quedaron muchos de ellos allí tendidos. Tuvieron los españoles el dolor de que fuese herido gravemente, y de que muriese á poco, el comandante de la brecha, Marshall, quien, antes de espirar, prorumpió diciendo «que moria contento por tal causa y por nacion tan brava.»

Otras dos columnas enemigas emprendieron arrojadamente la entrada por las brechas, más anchurosas, de Alemanes y San Cristóbal, en donde mandaba D. Blas de Fournás. Por algun tiempo alojáronse en la primera, hasta que al arma blanca los repelieron los regimientos de Ultonia y Borbon, apartándose de ambas, destrozados por el fuego que de todos lados llovia sobre ellos. No ménos padeció otra columna enemiga,que largo rato se mantuvo quieta al pié de la torre de la Gironella. Herido aquí el capitan de artillería D. Salustiano Gerona, tomó el mando provisional D. Cárlos Beramendi, y haciendo las veces de jefe y de subalterno, causó estrago en las filas enemigas.

Amenazaron tambien éstas, durante el asalto, los fuertes del Condestable y del Calvario, igualmente sin fruto. Tres horas duró funcion tan empeñada. Todas las brechas quedaron llenas de cadáveres y despojos enemigos; el furor de los sitiados era tal, que dejando á veces el fusil, sus membrudos y esforzados brazos cogian las piedras sueltas de la brecha, y las arrojaban sobre las cabezas de los

acometedores. Don Mariano Álvarez animaba á todos con su ejemplo y áun con sus palabras, precavia los accidentes, reforzaba los puntos más flacos, y arrebatado de su celo, no escuchaba la voz de sus soldados, que encarecidamente le rogaban no acudiese, como lo hacia, á los parajes más expuestos. Perdieron los enemigos varios oficiales de graduacion y cerca de 2.000 hombres; entre los primeros contaron al coronel Floresti, que en 1808 subió á posesionarse del Monjuich de Barcelona, en donde entónces mandaba D. Mariano Álvarez. De los españoles cayeron aquel dia de 300 á 400, en su número muchos oficiales, que se distinguieron sobremanera, y algunas de aquellas mujeres intrépidas que tanto honraron á Gerona.

Escarmentados los franceses con leccion tan rigorosa, desistieron de repetir los asaltos, á pesar de las muchas y espaciosas brechas, convirtiendo el sitio en bloqueo, y contando por auxiliares, como dice Saint- Cyr, el tiempo, las calenturas y el hambre.

Convoy del 26 de septiembre de 1809

Don Joaquin Blake, á quien algunos motejaban de no divertir la atencion del enemigo del lado de Francia, intentó de nuevo avituallar la plaza. Para ello, preparado un convoy en Hostalrich, apareció el 26 de Setiembre, con 12.000 hombres, en las alturas de la Bisbal, á dos leguas de Gerona. Gobernada la vanguardia por D. Enrique O’Donnell, desalojó á los franceses de los puntos que ocupaban desde Villa-Roja hasta San Miguel. Salieron al propio tiempo de la plaza y del Condestable 400 hombres, guiados por el coronel de Baza D. Miguel de Haro, que tambien ha trazado con imparcialidad la historia de este sitio. Seguia á O’Donnell Winipffen con el convoy, el cual constaba de unas 2.000 acémilas y ganado lanar. Quedó el grueso del ejército, teniendo al frente á Blake, en las mencionadas alturas de la Bisbal.

Enterado Saint-Cyr de la marcha del convoy, trató de impedir su endose entre O’Donnell y Wimpffen, y todo lo apresó, excepto unas 170 cargas, que se salvaron y metieron en Gerona. Achacóse la culpa á la sobrada intrepidez de O’Donnell, que se alejó más de lo conveniente de Wimpffen, y tambien á la tímida prudencia de Blake, que no acudió debidamente en auxilio del último. Así no llegaron á Gerona víveres tan necesarios y deseados, y perdió malamente el ejército de Cataluña unos 2.000 hombres. O’Donnell y Haro se abrigaron de los fuertes del Condestable y Capuchinos. Trataron los franceses cruelmente á los arrieros del convoy, ahorcando á unos y fusilando á otros en el Palau, á vista de la ciudad.

Corta compensacion de tamaña desdicha fueron algunas ventajas conseguidas en el Llobregat y Besós por los miqueletes y tropas de línea. Tampoco pudo servir de consuelo el haber dispersado los ingleses y cogido en parte un convoy que escoltaban navíos de guerra franceses, y que llevaba víveres y auxilios á Barcelona; ventura que no habian tenido poco ántes con el que mandaba el almirante frances Cosmao, que entró y salió de aquel puerto sin que nadie se lo estorbase.

Augereau sustituye a Saint Cyr (5 de otubre de 1809): la escasez

Realmente en nada remediaba esto á Gerona, cuyas enfermedades y penuria crecian con rapidez. Se esmeraban en vano para disminuir el mal la Junta y el Gobernador. No se habian acopiado víveres sino para cuatro meses, y ya iban corridos cinco. Imperceptibles fueron, conforme manifestamos, los socorros introducidos en 1.º de Setiembre, aumentándose las cargas con el refuerzo de tropas.

Por lo mismo, y segun lo requeria la escasez de la plaza, D. Enrique O’Donnell, que desde la malograda expedicion del convoy de 26 de Setiembre permanecia al pié del fuerte del Condestable, tuvo que alejarse, y atravesando la ciudad en la noche del 12 de Octubre, cruzó el llano de Salt y Santa Eugenia, uniéndose al ejército por medio de una marcha atrevida.

En aquel día llegó, igualmente, al campo enemigo el mariscal Augereau, habiendo partido el 5 el general Saint-Cyr. Con el nuevo jefe frances, y posteriormente, acudieron á su ejército socorros y refuerzos, estrechándose en extremo el bloqueo. Levantaron para ello los sitiadores várias baterías, formaron reductos, y llegó á tanto su cuidado, que de noche ponian perros en las sendas y caminos, y ataban de un espacio ó otro cuerdas con cencerros y campanillas; por cuya artimaña cogidos algunos paisanos, atemorizáronse los pocos que todavía osaban pasar con víveres á la ciudad.

La escasez, por tanto, tocaba al último punto. Los más de los habitantes habian ya consumido las provisiones que cada uno en particular habia acopiado, y de ellos y de los forasteros refugiados en la plaza veíanse caer muchos en las calles, muertos de hambre. Apénas quedaba otra cosa en los almacenes para la guarnicion que trigo, y como no habia molinos, suplíase la falta machacando el grano en almireces ó cascos de bomba, y á veces entre dos piedras, y así y mal cocido se daba al soldado.

Nacieron de aquí, y se propagaron, todo género de dolencias, estando henchidos los hospitales de enfermos, y sin espacio ya para contenerlos. Sólo de la guarnicion perecieron en este mes de Octubre 793 individuos, comenzando tambien á faltar hasta los medicamentos más comunes.

Intento de socorro del 20 de octubre

Inútilmente D. Joaquin Blake trató por tercera vez de introducir socorros. De Hostalrich aproximóse el 18 de Octubre á Bruñolas, y aguantó el 20 un ataque del enemigo, cuya retaguardia picó despues

O’Donnell hasta los llanos de Gerona. Acudiendo el mariscal Augereau con nuevas fuerzas, retiróse Blake camino de Vich, dejando solo á O’Donnell en Santa Coloma, quien, á pesar de haber peleado esforzadamente, cediendo al número, tuvo que abandonar el puesto y su bagaje. Quedaban así á merced del vencedor las provisiones reunidas en Hostalrich, que pocos días despues fueron por la mayor parte destruidas, habiendo entrado el enemigo la villa, si bien defendida por los vecinos con bastante empeño.

Operaciones en torno a Gerona durante el sitio de 1809:

Toreno documenta los siguientes convoyes de socorro a Gerona, con las correspondientes rutas:

    • Convoy del 10 de julio (por el este); capturado en Castellar por los franceses.

    • El gran convoy del 1 de septiembre (por el oeste) , en conjunción con operaciones en otros frentes; entra en Gerona con éxito.

    • Convoy del 26 de septiembre (por el este) ; capturado en su mayor parte por los franceses en la zona del satuario de los Ángeles.

    • Convoy del 20 de octubre (por el oeste); fracasa y posteriormente la mayor parte de las provisiones son capturadas en una incursión francesa en Hostalrich.

Hambre, enfermedades y muerte

Dentro de Gerona, no dió Noviembre lugar á combates, excusados y peligrosos, en concepto de los sitiadores. Renováronse, sí, de parte de éstos las intimaciones, valiéndose de paisanos, de soldados y hasta de frailes, que fueron ó mal acogidos ó presos por el Gobernador. Pero las lástimas y calamidades se agravaban más y más cada dia . Las carnes de caballo, jumento y mulo, de que poco ántes se habia empezado á echar mano, íbanse apurando, ya por el consumo de ellas, ya tambien porque, faltos de pasto y alimento, los mismos animales se morian de hambre, comiéndose entre si las crines. Cuando la codicia de algun paisano, arrostrando riesgos, introducia comestibles, vendíanse éstos á exorbitantes precios: costaba una gallina 16 pesos fuertes, y una perdiz 4. Adquirieron tambien extraordinario valor áun los animales más inmundos, habiendo quien diese por un raton 5 reales vellon, y por un gato 30. Los hospitales, sin medicinas ni alimentos, y privados de luz y fuego,

habíanse convertido en un cementerio, en que sólo se divisaban, no hombres, sino espectros. Las heridas eran, por lo mismo, casi todas mortales, y se complicaban con las calenturas contagiosas, que á todos afligian, acabando por manifestarse el terrible escorbuto y la disentería.

A la vista de tantos males juntos, de guerra, hambre, enfermedades y dolorosas muertes, flaqueaban hasta los más constantes. Solo Álvarez se mantenia inflexible. Habia algunos, aunque contados, que hablaban de capitular; otros, queriendo incorporarse al ejército, proponian abrirse paso por medio del ejército enemigo. De los primeros hubo quien osó pronunciar en presencia del Gobernador la palabra capitulacion; pero éste, interrumpiéndole prontamente, dijole: «¡Cómo! ¿solo V. es aquí cobarde? Cuando ya no haya víveres, nos comerémos á V. y á los de su ralea, y despues resolveré lo que más convenga.»

Entre los que con pensamientos más honrados ansiaban salir por fuerza de la plaza se celebraron reuniones y áun se hicieron várias propuestas; mas la Junta, recelando desagradables resultas, atajó el mal, y todos se sometieron á la firme condicion del Gobernador. Éste, cuanto más crecia el peligro, más impertérrito se mostraba, dando por aquellos dias un bando así concebido: «Sepan las tropas que guarnecen los primeros puestos que los que ocupan los segundos tienen órden de hacer fuego, en caso de ataque, contra cualquiera que sobre ellas venga, sea español ó frances, pues todo el que huye hace con su ejemplo más daño que el mismo enemigo.»

La larga y empeñada resistencia de Gerona dió ocasion á que la Junta Central concediese á sus defensores iguales gracias que á los de Zaragoza, y provocó en el principado de Cataluña el deseo de un levantamiento general para ir á socorrer la plaza. Con intento de llevar á cabo esta última medida, se juntó en Manresa, ántes de concluirse Noviembre, un congreso, compuesto de individuos de todas clases y de todos los puntos del Principado.

Pero ya era tarde. Tras del triste y angustiado verano, en el que ni las plantas dieron flores, ni cría los brutos, llegó el otoño, que, húmedoy lluvioso, acreció las penas y desastres. Desplomadas las casas, desempedradas las calles, y remansadas en sus hoyos las aguas y las inmundicias, quedaron los vecinos sin abrigo, y respirábase en la ciudad un ambiente infecto, corrompido tambien con la putrefaccion de cadáveres, que yacian insepultos en medio de escombros y ruinas. Habian perecido en Noviembre 1.378 soldados y casi todas las familias desvalidas. No se veian mujeres encinta, falleciendo á veces de inanicion en el regazo de las madres el tierno fruto de sus entrañas. La naturaleza toda parecia muerta.

Los enemigos, aunque prosiguieron arrojando bombas é incomodando con sus fuegos, no habian renovado sus asaltos, escarmentados en sus anteriores tentativas. Mas el mariscal Augereau, viendo que el congreso catalan excitaba á las armas á todo el Principado, recelóse que Gerona con su constancia diese tiempo á ser socorrida, por lo que en la noche del 2 de Diciembre, aniversario de la coronacion de Napoleon, emprendió nuevas acometidas. Ocupó de resultas el arrabal del Cármen, y levantando áun más baterías, ensanchó las antiguas brechas y abrió otras. El 7 se apoderó del reducto de la ciudad y de las casas de la Gironella, en donde sus soldados se atrincheraron y cortaron la comunicacion con los fuertes, á cuyas guarniciones no les quedaba ni áun de su corta racion

sino para dos dias. Imperturbable Álvarez, si bien ya muy enfermo, dispuso socorrer aquellos puntos, y consiguiólo, enviando trigo para otros tres dias, que fué cuanto pudo recogerse en su extrema penuria.

El fin del sitio (11 de diciembre de 1809)

En la tarde del 7, despues de haber inútilmente procurado los enemigos intimar la rendicion á la plaza, rompieron el fuego por todas partes, desde la batería formada al pié de Montelibi hasta los apostaderos del arrabal del Cármen, imposibilitando de este modo el tránsito del puente de piedra. Gerona, en fin, se hallaba el 8 sin verdadera defensa. Perdidos casi todos sus fuertes exteriores, veíase interrumpida la comunicacion con tres que áun no lo estaban. Siete brechas abiertas, 1.100 hombres era la fuerza efectiva, y éstos convalecientes ó batallando, como los demas, contra el hambre, el contagio y la continua y penosa fatiga. De sus cuerpos no quedaba sino una sombra, y el espíritu, aunque sublime, no bastaba para resistir á la fuerza física del enemigo. Hasta Álvarez, de cuya boca, como de la de Calvo, gobernador de Maestricht, no salian otras palabras que las de «no quiero rendirme», doliente, durante el sitio, de tercianas, rindióse, al fin, á una fiebre nerviosa, que el 4 de Diciembre ya le puso en peligro. Continuó, no obstante, dando sus órdenes hasta el 8,en que entrándole delirio, hizo el 9, en un intervalo de sano juicio, dejacion del mando en el teniente de rey D. Julian Bolívar. Su enfermedad fué tan grave, que recibió la extremauncion y se le llegó á considerar como muerto. Hasta entónces no parecia sino que áun las bombas en su caida habian respetado tan grande alma, pues destruido todo en su derredor, y los más de los cuartos de su propia casa, quedó en pié el suyo, no habiéndose nunca mudado del que ocupaba al principio del sitio.

Postrado Álvarez, postróse Gerona. En verdad ya no era dado resistir más tiempo. Don Julian Bolívar congregó la junta corregimental y una militar. Dudaban todos qué resolver; ¡tanto les pesaba someterse al extranjero! pero habiendo recibido aviso del congreso catalan de que su socorro no llegaria con la deseada prontitud, tuvieron que ceder á su dura estrella, y enviaron para tratar, al campo enemigo, á D. Blas de Fournás. Acogió bien á éste el mariscal Augereau, y se ajustó entro ambos una capitulacion honrosa y digna de los defensores de Gerona. Entraron los franceses en la plaza el 11 de Diciembre por la puerta del Areny, y asombráronse al considerar aquel monton de cadáveres y de escombros, triste monumento de un malogrado heroismo. Habian allí perecido de 9 á 10.000 personas, entra ellas 4.000 moradores.

Carnot nos dice que, consultando la historia de los sitios modernos, apénas puede prolongarse más allá de 40 dias la defensa de las mejores plazas, ¡y la de la débil Gerona duró siete meses! Atacáronla los franceses, conforme hemos visto, con fuerzas considerables; levantaron contra sus muros 40 baterías, de donde arrojaron más de 60.000 balas y 20.000 bombas y granadas, valiéndose, por fin, de cuantos medios señala el arte. Nada de esto, sin embargo, rindió á Gerona. «Sólo el hambre, segun el dicho de un historiador de los enemigos, y la falta de municiones pudo vencer tanta obstinacion.»

Sitio de Gerona (24 de mayo-11 de diciembre de 1809)

Los hechos de armas con más bajas (marcados en rojo) son:

    • Asalto francés fallido al castillo de Monjuich (8 de julio)

    • Victoria del convoy del 1 de septiembre

    • Asalto francés fallido a Gerona (19 de septiembre)

Muerte de Mariano Álvarez (24 de diciembre de 1809)

Dirigieron los españoles la defensa, no sólo con la fortaleza que infundia Álvarez, sino con tino y sabiduría. Mejor avituallada, hubiera Gerona prolongado sin término su resistencia, teniendo entónces los enemigos

que atacar las calles y las casas, en donde, como en Zaragoza, hubieran encontrado sus huestes nuevo sepulcro. El gobernador D. Mariano Álvarez, aunque desahuciado, volvió en sí, y el 23 de Diciembre le sacaron para Francia. Desde allí tornáronle á poco á España y le encerraron en un calabozo del castillo de Figueras, habiéndole ántes separado de sus criados y de su ayudante, D. Francisco Satué. Al dia siguiente de su llegada susurróse que habia fallecido, y los franceses le pusieron de cuerpo presente, tendido en unas parihuelas, apareciendo la cara del difunto hinchada y de color cárdeno, á manera de hombre á quien han ahogado ó dado garrote. Así se creyó generalmente en España, y en verdad la circunstancia de haberle dejado solo, los indicios que de muerte violenta se descubrian en su semblante, y noticias confidenciales que recibió el gobierno español, daban lugar á vehementes sospechas. Hecho tan atroz no mereceria, sin embargo, fe alguna, á no haber mancillado su historia con otros parecidos el gabinete de Francia de aquel tiempo.

La Junta Central decretó «que se daria á D. Mariano Álvarez, si estaba vivo, una recompensa propia de sus sobresalientes servicios, y que si, por desgracia, hubiese muerto, se tributarian á su memoria y se darian á su familia los honores y premios debidos á su ínclita constancia y heroico patriotismo.» Las Córtes congregadas más adelante en Cádiz mandaron grabar su nombre en letras de oro, en el salon de las sesiones, al lado de los ilustres Daoiz y Velarde. En 1815 D. Francisco Javier Castaños, capitan general de Cataluña, pasó á Figueras, hízole las debidas exequias, y colocó en el calabozo en donde habia espirado una lápida que recordase el nombre de Álvarez á la posteridad. Honores justamente tributados á tan claro varon.