Retirada del general Moore

Napoleon permanecia en Chamartin. Allí, afarado y diligente, agitado su corazon como mar por vientos bravos, ocupábale España, Francia,

Europa entera, y más que todo, averiguar los movimientos y paradero del ejército inglés. Posponia á éste los demas cuidados. Avisos inciertos ó fingidos le impelian á tomar encontradas determinaciones. Unas veces resuelto á salir via de Lisboa, se aprestaba á ello; otras, suspendiendo su marcha, aguardaba de nuevo posteriores informes.

Pareció al fin estar próximo el dia de su partida, cuando el 19 de Diciembre, á las puertas de la capital, pasó reseña á 70.000 hombres de escogidas tropas. Así fué: dos dias despues, el 21, habiendo recibido noticia cierta de que los ingleses se internaban en Castilla la Vieja, en la misma noche, con la rapidez del rayo, acordó oportunas providencias para que el 22, dejando en Madrid 10.000 hombres, partiesen 60.000 la vuelta de Guadarrama. Era, en efecto, tiempo de que atajase los intentos de contrarios tan temibles y que tanto aborrecia.

Movimientos de las tropas de Moore y de Bayrd

Sir Juan Moore, vacilante al principio, habia, por último, tomado la ofensiva con el ejército de su mando. Ya hablamos de su llegada á Salamanca el 23 de Noviembre. Apénas habia sentado allí sus reales, empezaron á esparcirse las nuevas de nuestras derrotas, funestos acontecimientos, que sobresaltaron al general inglés con tanta mayor razon, cuanto sus fuerzas se hallaban segregadas y entre sí distantes. Hasta el 23 del propio Noviembre no acabaron de concurrir á Salamanca las que con el mismo general Moore habian avanzado por el centro; de las restantes, las que mandaba sir David Baird estaban el 26 unas en Astorga, otras léjos, á la retaguardia; no habiendo aún en aquel dia las de sir Juan Hope atravesado en su viaje desde Extremadura las sierras que dividen ambas Castillas.

Moore titubea

Como exigia tiempo la reconcentracion de todas estas fuerzas, era de recelar que los franceses, libres de ejércitos españoles, avanzando é interponiéndose con su acostumbrada celeridad, embarazasen al de los ingleses y le acometiesen separadamente y por trozos; en especial cuando éste, si bien lucido en su apariencia, maravillosamente disciplinado, bizarrísimo en un dia de batalla, flaqueaba del lado de la presteza. Motivos eran éstos para contener el ánimo de cualquiera general atrevido, mucho más el del general inglés, hombre prudente y á quien los riesgos se representaban abultados; porque, aunque oficial consumado y dignísimo del buen concepto que entre sus compatriotas gozaba, adolecia, por desgracia, de aquel achaque, entónces comun á los militares, de tener por invencibles á Napoleon y sus huestes; juzgaba la causa peninsular de éxito muy dudoso, y por decirlo así, la miraba como perdida; lo cual no poco contribuyó á su irresolucion é incertidumbre. Se acrecentaron sus temores al entrar en España, no columbrando en los pueblos señales extraordinarias de entusiasmo; como si la manifestacion de un sentimiento tan vivo pudiera sin término prolongarse, y como si la disposicion en que veia á todos los habitantes de no querer entrar en pacto ni convenio con el enemigo no fuera bastante para hacerle fundadamente esperar que ella sola debia al cabo producir larga y porfiada resistencia.

Desalentado, por consiguiente, el general Moore, y no contemplando ya en está guerra sino una lucha meramente militar, empezó á contar bajo dicho respecto sus recursos y los de los españoles, y habiendo en gran parte desaparecido los de éstos con las derrotas, y siendo los suyos muy inferiores á los de los franceses, pensó en retirarse á Portugal. Tal fué su primer impulso al saber las dispersiones de Espinosa y Búrgos. Mas conservándose aún casi intacto el ejército español del centro, repugnábale volver atras ántes de haberse empeñado la contienda y de ser estrechado á ello por el enemigo. En medio de sus dudas resolvió tomar consejo con Mr. Frere, ministro británico cerca de la Junta Central, quien no estaba tan desesperanzado de la causa peninsular como el general Moore, porque, ministro ya de su córte en Madrid en tiempo de Cárlos IV, conocia á fondo á los españoles, tenía fe en sus promesas, y ántes bien pecaba de sobrada aficion á ellos que de tibieza ó desvío. Su opinion, por tanto, les era favorable.

Pero sir Juan Moore, noticioso el 28 de Noviembre de la rota de Tudela, sin aguardar la contestacion de Mr. Frere, determinó retirarse. En consecuencia, encargó al general Baird que se encaminase á la Coruña ó á Vigo, previniéndole solamente que se detuviera algunos dias para imponer respeto á las tropas del mariscal Soult, que estaban del lado de Sahagun, y dar lugar á que llegase sir Juan Hope. Se unió éste con el cuerpo principal del ejército en los primeros dias de Diciembre, no habiendo condescendido, al pasar su division por cerca de Madrid, con los ruegos de D. Tomas de Morla, dirigidos á que entrase con aquélla en la capital y cooperase á su defensa.

La Junta Central, recelosa por su parte de que los ingleses abandonasen el suelo español, y con objeto tambien de cumplimentar á sus jefes, habia enviado al cuartel general de Salamanca á D. Ventura Escalante y á D. Agustin Bueno, que llegaron á la sazon de estar resuelta la retirada. Inútilmente se esforzaron por impedirla; bien es que fundando muchas de sus razones en los falsos rumores que circulaban por España,en vez de conmover con ellas el ánimo desapasionado y cauto del general inglés, no hacian sino afirmarle en su propósito.

También por entónces D. Tomas de Morla, no habiendo alcanzado lo que deseaba de sir Juan Hope, despachó un correo á Salamanca pidiendo al general en jefe inglés que fuese al socorro de Madrid, ó que por lo ménos distrajese al enemigo, cayendo sobre su retaguardia. Tampoco hubiera suspendido este paso la resolucion de Moore, si al mismo tiempo sir Cárlos Stuart, habitualmente de esperanzas ménos halagüeñas, y á los ojos de aquel general testigo imparcial, no le hubiese escrito manifestándole que creia al pueblo de Madrid dispuesto á recia y vigorosa resistencia.

Empezó con esto á titubear el ánimo de Moore, y cedió al fin en vista de los pliegos que en respuesta á los suyos recibió el propio dia de Mr. Frere; quien, expresando en su contenido ardiente anhelo por asistir á

los españoles, añadia ser político y conveniente que sin tardanza se adelantase el ejército británico á sostener el noble arrojo del pueblo de Madrid. Lenguaje digno y generoso de parte de Mr. Frere, propio para estimular al general de su nacion, pero cuyos buenos efectos hubiera podido destruir un desgraciado incidente. Habia sido portador de los pliegos el coronel Charmilly, emigrado frances, y que por haber presenciado en 1.º de Diciembre el entusiasmo de los madrileños, pareció sujeto al caso para dar de palabra puntuales y cumplidos informes. Pero la circunstancia de ser frances dicho portador, y quizá tambien otros siniestros y anteriores informes, léjos de inspirar confianza al general Moore, fueron causa de que le tratase con frialdad y reserva. Achacó el Charmilly recibimiento tan tibio á la invariable resolucionque habia formado aquél de retirarse, y pensó oportuno hacer uso de una segunda carta que Mr. Frere le habia encomendado. La escribió este ministro, ansioso de que á todo trance socorriese á los españoles, y sin reparar en la circunspeccion que su elevado puesto exigia, encargó al Charmilly la entregase á Moore caso que dicho general insistiese en volver atras sus pasos. Así lo hizo el frances, y fácil es conjeturar cuál sería la indignacion del jefe británico al leer en su contexto que ántes de emprender la retirada «se examinase por un consejo de guerra al portador de los pliegos.» Apénas pudo sir Juan reprimir los ímpetus de su ira; y forzoso es decir que si bien habia animado á Mr. Frere intencion muy pura y loable, el modo de ponerla en ejecucion era desusado y ofensivo para un hombre del carácter y respetos del general Moore. Este, sin embargo, sobreponiéndose á su justo resentimiento, contentóse con mandar salir de los reales ingleses al coronel Charmilly, y determinó moverse por el frente con todo su ejército, cuyas divisiones estaban ya unidas, ó por lo ménos en disposicion de darse fácilmente la mano.

Moore avanza en dirección Valladolid y luego por Toro y Benavente

Próximo á abrir la marcha, fué tambien gran ventura que otros avisos llegados al propio tiempo no la retardasen ó la impidiesen. Habia ántes el general inglés enviado hácia Madrid al coronel Graham, á fin de quese cerciorase del verdadero estado de la capital. Mas dicho coronel, sin haber pasado de Talavera, cuyo rodeo habia tomado á causa de las circunstancias, se halló de vuelta en Salamanca el 9 de Diciembre, y trajo tristes y desconsoladoras nuevas. Los franceses, segun su relato, eran ya dueños del Retiro y habian intimado la rendicion á Madrid.

Por grave que fuese semejante acontecimiento, no por eso influyó en la resolucion de sir Juan Moore, y el 12 levantó el campo, marchando con sus tropas y las del general Hope camino de Valladolid, y con la buena fortuna de que ya en la noche del mismo dia un escuadron inglés, al mando del brigadier general Cárlos Stewart, hoy lord Londonderry, sorprendió y acuchilló en Rueda un puesto de dragones franceses.

El 14 se entregaron en Alaejos al general Moore pliegos cogidos en Valdestillas á un oficial enemigo, muerto por haber maltratado al maestro de postas de aquella villa. Iban dirigidos al mariscal Soult, á quien,después de informarle de hallarse el Emperador tranquilo poseedor de Madrid, se le mandaba que arrinconase en Galicia á los españoles y que ocupase á Leon, Zamora y tierra llana de Castilla. Del contenido de tales pliegos, si bien se inferia la falta de noticias en que estaba Napoleon acerca de los movimientos de los ingleses, tambien con su lectura pudieron éstos cerciorarse de cuál fuese en realidad la situacion de sus contrarios, y cuáles los triunfos que habian obtenido. Con este conocimiento alteró su primer plan sir Juan Moore, y en vez de avanzar á Valladolid, tomó por su izquierda del lado de Toro y Benavente para unirse con los generales Baird y Romana, y juntos deshacer el cuerpo mandado por el mariscal Soult ántes que Napoleon penetrase en Castilla la Vieja.

Estaba el general inglés ejecutando su movimiento á la sazon que el 16 de Diciembre se avistaron con él, en Toro, D. Francisco Javier Caro y sir Cárlos Stuard, enviados desde Trujillo, uno por la Junta Central, de que era individuo, y otro por Mr. Frere, con el objeto dehacer un nuevo esfuerzo y evitar la tan temida retirada. Afortunadamente ya ésta se habia suspendido, y si las operaciones del ejército inglés no fueron del todo conformes á los deseos del gobierno español, no dejaron, por lo ménos, de ser oportunas y de causar diversion ventajosa.

El ejército de la izquierda se concentra en León

Luégo que el general Moore se resolvió llevar á cabo el plan indicado, se lo comunicó al Marqués de la Romana. Hallábase este caudillo en Leon á la cabeza del ejército de la izquierda, cuyas reliquias, viniendo unas por la Liébana, segun dijimos, y cruzando otras el principado de Astúrias, se habian ido sucesivamente reuniendo en la mencionada ciudad. En ella, en Oviedo y en varios pueblos de las dos líneas que atravesaron los dispersos, cundieron y causaron grande estrago unas fiebres malignas contagiosas.Las llevaban consigo aquellos desgraciados soldados, como triste fruto delhambre, del desabrigo, de los rigurosos tiempos que habian padecido: cúmulo de males que requeria prontos y vigorosos remedios. Mas los recursos eran contados, y débil y poco diestra la mano que habia de aplicarlos.

Hablamos ya de las prendas y de los defectos del Marqués de la Romana. Por desgracia solos los últimos aparecieron en circunstancias tan escabrosas. Distraido y olvidadizo, dejaba correr los dias sin tomar notables providencias y sin buscar medios de que áun podia disponer. ¿Quién, en efecto, pensára que teniendo á su espalda y libre de enemigos la provincia de Astúrias, no hubiese acudido á buscar en ella apoyo y auxilios? Pues fué tan al contrario, que, pésanos decirlo, en el espacio de más de un mes que residió en Leon, sólo una vez y tarde escribió á la junta de aquel principado para darle gracias por su celo y patriótica conducta.

A pesar de tan reprensible abandono, no perseguido el ejército de la izquierda, más tranquilo y mejor alimentado, íbase poco á poco reparando de sus fatigas, y no ménos de 16.000 hombres se contaban ya alojados en Leon y riberas del Esla; pero de este número, escasamente la mitad merecia el nombre de soldados.

Atento á su deplorable estado, y en el intermedio que corrió entre la primera resolucion del general Moore de retirarse, y la posterior de avanzar, sabedor Romana de que sir David Baird se disponia á replegarseá Galicia, no queriendo quedar expuesto, solo y sin ayuda, á los ataques de un enemigo superior, habia tambien determinado abandonar á Leon. Súpolo Moore en el momento en que se movia hácia adelante, y con diligencia escribió á Romana, sentido de su determinacion y de que pensase tomar el camino de Galicia, por el que debian venir socorros al ejército de su mando, y marchar éste en caso de necesidad. Replicóle,y con razon, el general español que nunca hubiera imaginado retirarse si no hubiese visto que sir David Baird se disponia á ello y lo dejaba desamparado; pero ahora que, segun los avisos, habia otros proyectos, no sólo se mantendria en donde estaba, sino que tambien, y de buen grado,En toda su correspondencia habia el de la Romana animado á los ingleses á obrar é impedir la toma de Madrid.

Algunos historiadores de aquella nacion le han motejado, así como á otros generales nuestros y autoridades, de haber insistido en pedir una cooperacion activa, y de desfigurar los hechos con exageracion, y falsas noticias. En cuanto á lo primero, natural era que, oprimidos por continuadas desgracias, deseasen todos ofrecer al enemigo un obstáculo, que dando respiro, permitiese á la nacion volver en sí y recobrar parte de las perdidas fuerzas; y respecto de lo segundo, las mismas autoridades españolas y los generales eran engañados con los avisos que recibian. Hubo provincias en que más de un mes iba corrido ántes que se hubiese averiguado con certeza la rendicion de Madrid. Los pueblos oian con tal sospecha á los que daban tristes nuevas, que los pocos trajineros y viajantes que circulaban en tan aciagos dias, en vez de descubrir la verdad, la ocultaban, estando así seguros de ser bien tratados y recibidos. Si ademas los generales españoles y su gobierno ponderaban á veces los medios y fuerza que les quedaban, no poco contribuia á ello el desaliento que advertian en el general Moore, el cual era tan grande, que causaba, segun los mismos ingleses, disgusto y murmuraciones en su ejército. Por lo que, sin intentar disculpar los errores y faltas que se cometieron por nuestra parte, y que somos los primeros á publicar, justo es que tampoco se achaquen á nuestros militares y gobernantes los que eran hijos de tiempos tan revueltos, ni se olviden las flaquezas de que otros adolecieron, igualmente reprensibles, aunque por otro extremo.

Moore se une con Bayrd en Mayorga; combate de Sahagun.

Volvamos ahora al general Moore. Continuando éste su marcha, se le unió el 20 en Mayorga el general Baird. Juntas así las fuerzas inglesas formaban un total de 23.000 infantes y 2.300 caballos; algunos otros cuerpos estaban todavía en Portugal, Astorga y Lugo. Por su izquierda, y hácia Cea, tambien empezó á moverse Romana con unos 8.000 hombres, escogidos entre lo mejor de su gente. Sentaron los ingleses el 21 en Sahagun su cuartel general, habiendo ántes su caballería en el mismo punto deshecho 600 jinetes enemigos.

Las fuerzas de soult se reconcentran en Carrión

El mariscal Soult se extendia con las tropas de su mando entre Saldaña y Carrion de los Condes, teniendo consigo unos 18.000 hombres. Despues de haber salido á Castilla viniendo de Santander, se habia mantenido sobre la defensiva, aguardando nuevas órdenes. De éstas, las que le mandaban atacar á los españoles fueron interceptadas en Valdestillas; ademas de que noticioso Soult del paraje en donde estaban situados los ingleses (cosa que al dar aquéllas ignoraba Napoleon), no se hubiera, con sólo su fuerza, arriesgado á pasar adelante.Sabedor el mariscal frances de que los ingleses movian contra él su ejército, se reconcentró en Carrion.

Disponíanse aquéllos á avanzar, cuando en la noche del 23 recibieron aviso de Romana (que tambien por su parte ejecutaba el movimiento concertado) de que Napoleon venía sobre ellos con fuerzas numerosas. Confirmado este aviso con otros posteriores, no prosiguió su marcha el general Moore, y el 24 comenzó á retirarse en dos columnas; una, á cuyo frente él iba, tomó por el puente de Castro-Gonzalo á Benavente, y otra se dirigió á Valencia de Don Juan, cubriendo y amparando sus movimientos la caballería.

Napoleón cruza el Guadarrama

Era ya tiempo de adoptar esta resolucion. Napoleon avanzaba con su acostumbrada diligencia. Al principio la marcha de su ejército habia sido penosa, y tan intenso el frio para aquel clima, que al pié de las montañas de Guadarrama señaló el termómetro de Reaumur nueve grados debajo de cero. Cruzaron los franceses el puerto en los dias 23 y 24 de Diciembre, perdiendo hombres y caballos con el mucho frio, la nieve y ventisca. Detúvose la artillería volante y parte de la caballería á la mitad de la subida, teniendo que esperar algunas horas á que suavizase el tiempo. Napoleon, siendo dificultoso continuar á caballo, deseoso tambien de animar con el ejemplo, se puso á pié y estimuló á redoblar el paso, llegando él á Villacastin el 24. Al bajar á Castilla la Vieja sobrevino blandura, acompañada de lluvia, y se formaron tales lodazales, que hubo sitios en que se atascaron la artillería y equipajes, aumentándose el desconsuelo de los franceses á la vista de pueblos por la mayor parte solitarios y desprovistos.

Tamaños obstáculos, aunque al fin vencidos, retardaron la marcha de Napoleon é impidieron la puntual ejecucion del plan que habia combinado. Era éste envolver á los ingleses si continuaban en ir tras del mariscal Soult, á quien el mismo Emperador escribia el 26 desde Tordesillas: «Si todavía conservan los ingleses el dia de hoy su posicion, están perdidos; si, al contrario, os atacan, retiraos á una jornada de marcha, pues cuanto más se empeñen en avanzar, tanto mejor será para nosotros.»

Moore inicia su retirada; combate de Benavente

Pero sir Juan Moore, previniendo con oportunidad los intentos de sus contrarios, prosiguió á Benavente, y aseguró su comunicacion con Astorga. La disciplina, sin embargo, empezaba á relajarse notablemente en su ejército, disgustado con volver atras. Así fué que la columna que cruzó por Valderas cometió lamentables excesos, y con ellos y otros que hubo en varios pueblos aterrado el paisanaje, huia, y á su vez seneral inglés la conducta de sus soldados; mas de poco sirvió.

Prosiguieron en sus desmanes, y en Benavente devastaron el palacio de los condes- duques del mismo nombre, notable por su antigüedad y extension; mas no fué entónces cuando se quemó, segun algunos nos han afirmado. Nos consta, por informacion judicial que de ello se hizo, que sólo el 7 de Enero apareció incendiado, durando el fuego muchos dias, sin que se pudiese cortar. Esta columna, que era la que mandaba Moore, despues de haber arruinado el puente de Castro-Gonzalo, se juntó el 29 en Astorga con la de Baird, que habia caminado por Valencia de Don Juan. La caballería permaneció aún en Benavente, enviando destacamentos á observar los vados del Esla. Engañado á su vista el general frances Lefebvre Desnouettes, y creyendo que ya no quedaba al otro lado ninguna fuerza inglesa sino aquélla, vadeó el rio con 600 hombres de la guardia imperial, y acometió impetuosamente á sus contrarios. Cejaron éstos al principio, excitando gran clamoreo las mujeres, rezagados y barajeros derramados por el llano que yace entre el Esla y Benavente. El general Stewart tomó luégo el mando de los destacamentos ingleses, se le agregaron algunos caballos más, y empezó á disputar el terreno á los franceses, que continuaron, sin embargo, en adelantar, hasta que lord Paget, acudiendo con un regimiento de húsares, los obligó repasar el rio. Quedaron en su poder 70 prisioneros, en cuyo número se contó al mismo general Lefebvre, de quien hicimos tanta memoria en el primer sitio de Zaragoza.

Combate de Mansilla

Era precursor este reencuentro de los muchos que unos en pos de otros en breve se sucedieron. Frustrada la primera combinacion del Emperador frances á causa de la retirada de Moore, determinó aquél perseguir á los ingleses por el camino de Benavente con el grueso de sus fuerzas, mandando al mismo tiempo al mariscal Soult que arrojase de Leon á los españoles. La destruccion del puente de Castro-Gonzalo retardó del lado de Benavente el movimiento de los franceses; pero del otro se adelantaron sin dificultad, no habiendo los españoles opuesto resistencia.

Ocupaba á Mansilla de las Mulas la segunda division del Marqués de la Romana, de la cual un trozo se habia quedado á retaguardia en el convento de Sandoval para conservar el paso del Esla en el puente de Villarente. Enfermos en Leon muchos de los principales jefes, no se habian tomado en Mansilla las precauciones oportunas, y el 29 fué sorprendido y entrado el pueblo por el general Franceschi, rindiéndose casi toda la tropa, que tan mal custodiaba aquel punto.Desapercibido el Marqués de la Romana, apresuradamente abandonó á Leon en la misma noche del 29, y los vecinos más principales, temerosos de la llegada del enemigo, tuvieron tambien que salvarse y esconderse en las montañas inmediatas, dejando, con el azoramiento, hasta las alhajas y prendas de mayor valor.

Los aliados en Astorga

Romana se unió el 30 en Astorga con el general Moore, lo cual desagradó en gran manera á éste, que le conceptuaba en las fronteras de Astúrias. Con la llegada á aquella ciudad de las tropas españolas, desnudas, de todo escasas y en sumo grado desarregladas, acreció el desórden y la confusion, yendo por instantes en aumento la indisciplina de los ingleses. Hasta aquí se habian imaginado muchos oficiales de este ejército que en Astorga ó entradas del Vierzo haria alto su general en jefe, y que aprovechándose de los favorables sitios de aquella escabrosa tierra, procuraria en ellos contener al enemigo y áun darle batalla, mayormente cuando la insubordinacion y el desconcierto no habian llegado todavía al extremo. Pero sir Juan Moore no veia ya seguridad ni salvacion sino á bordo de sus buques; por lo cual dió órdenes para proseguir su camino hácia Galicia y destruir todo género de provisiones de boca y guerra que no pudiesen sus tropas llevar consigo. Desde entónces soltóse la rienda á las pasiones, y el ejército británico acabó del todo de desorganizarse.

Manzanal y Foncebadón

El Marqués de la Romana insistia por conservar la cordillera que divide el Vierzo del territorio de Astorga; mas fueron vanos sus ruegos y ociosas sus razones; y á la verdad, por poderosas que éstas fuesen, debilitábanse saliendo de la boca de un general cuyos soldados se mostraban en estado tan deplorable. Forzado, pues, el general español á someterse á la inmutable resolucion del británico, tuvo, asimismo, que dejarle libre el nuevo y hermoso camino de Manzanal, reservando para sí el antiguo y ágrio de Fuencebadon.

A las doce del dia del 31 de Diciembre empezó el ejército inglés su retirada, y el español la suya en la misma noche. La artillería del último,

que hasta entónces habia casi toda podido librarse del continuo perseguimiento de los franceses, tomó, segun convenio con el general

Moore, la via de Manzanal, para evitar las asperezas de la otra. Mas no teniendo cuenta los soldados británicos con las órdenes de sus jefes, arrancando á viva fuerza los tiros de mulas de nuestra artillería, hubo que abandonar algunas piezas y precipitar otras en los abismos de las montañas, perdiéndose así, por la violencia de manos aliadas, unos cañones que á tan duras penas y desde Reinosa se habian conservado libres de las enemigas.

Ni fué Romana más dichoso del lado de Fuencebadon. Creia, y fundadamente, que ya que le hubiese cabido la peor ruta, por lo ménos se le dejaria en su retirada solo y desembarazado; mas engañóse en su juicio. Una division inglesa de 3.000 hombres, mandada por el general Grawford, separándose en Bonillos, á una legua de Astorga, del grueso de su ejército, tomó el mismo rumbo que Romana, con intento de ir á embarcarse en Vigo. Turbó este incidente la marcha de los españoles, incomodando á todos el hallar casi cerrado con la nieve el paso de Fuencebadon.

Turienzo de los Caballeros

Uníase á tal conjunto de desgracias, estar capitaneadas las divisiones españolas por nuevos jefes, sucesores de los que habian muerto de

enfermedad ó en los combates. A tres se habia reducido el número de aquéllas, fuera de la llamada del Norte, y malaventuradas refriegas mostraron en breve su triste estado. De ellas, la primera, mandada por el coronel Rengel, fué al amanecer del 1.º de Enero cortada y en gran parte cogida por jinetes franceses en Turienzo de los Caballeros. Las otras, aunque á costa de trabajos, siempre acosadas y desbandándose muchos de sus soldados, se enmarañaron en la sierra. Romana no habia tratado de prevenir ó disminuir el mal con acertadas disposiciones. Dejó á cada division andar y moverse á su arbitrio; y cruzando con su estado mayor y algunos caballos por los barrios de Ponferrada, se metió en el valle de Valdeorras. Allí reunió las pocas reliquias de su ejército que le habian seguido, y situó su cuartel general en la Puebla de Tríbes, dejando en el puente de Domingo Flores una corta vanguardia, que pasó despues al de Bibey.

Bembibre

Los ingleses, en tanto, por el puerto de Manzanal, continuaron precipitadamente su retirada. Repartidos en tres divisiones y una reserva,

iban delante las de los generales Fraser y Hope, seguia la de sir David Baird, y cerraba la marcha, con la última, el mismo sir Juan Moore. Llegaron el 2 de Enero á Villafranca, habiendo andado en tan corto tiempo catorce leguas de las largas de nuestros caminos reales, de las que sólo entran diez y siete y media en el grado. Los males y el desconcierto rápidamente se aumentaban, ofreciendo lastimoso cuadro; el tiempo crudo, los bagajes abandonados, las municiones rezagadas, los fuertes y lucidos caballos ingleses desherrados y muertos por sus propios jinetes, los infantes descalzos y despeados, los soldados todos abatidos é insubordinados, y metiéndose muchos en los sótanos de las casas y las tabernas, se perdian de intento y se entregaban á la embriaguez y disolucion; fué Bembibre principal y horroroso teatro de sus excesos. Cruel castigo recibieron los que así se olvidaban de la disciplina y buen órden. Los franceses, corriendo en pos de ellos, duramente y cual merecian los trataban, matando á unos, hiriendo á otros y atropellando á casi todos. Los que de su poder se escapaban, llenos de tajos y cuchilladas, poníalos el general inglés como á la vergüenza delante de su ejército, á fin de que sirviesen de escarmiento á sus compañeros.

Napoleón en Astorga

Notábase en el perseguir de los franceses suma diligencia, mas no extraña. Aguijábalos poderosa espuela. Napoleon habia llegado á Astorga

el 1.º de Enero. Le acompañaban 70.000 infantes y 10.000 caballos, que este número componian los cuerpos de los mariscales Soult y Ney, una parte de la guardia imperial y dos divisiones del ejército de Junot, las cuales, ya de regreso, iban á pelear contra los mismos con quienes

pocos meses ántes habian capitulado.

Napoleon no pasó de Astorga, pero envió en seguimiento de las tropas británicas al mariscal Soult, con 25.000 hombres, de los cuales 4.200 de caballería. Tras de éstos caminaban las divisiones de los generales Loison y Heudelet, debiendo todos ser sostenidos por 16.000 hombres del cuerpo del mariscal Ney. Aceleradamente fueron los primeros en busca de sir Juan Moore, que no conservaba sino unos 19.000 combatientes, menguadas sus filas con los 3.000 que fueron la vuelta de Vigo, y con los perdidos en los diversos choques y retirada.

Cacabelos; muerte del general Colbert

Entró el mariscal Soult en el Vierzo, dividida su gente en dos columnas, que tomaron una por Fuencebadon, otra por Manzanal, avanzando

el 3 su vanguardia hasta las cercanías de Cacabelos. Habian los ingleses ocupado con 2.500 hombres y una batería la ceja del ribazo de viñedos que se divisa no léjos de aquel pueblo y del lado de Villafranca. Más adelante, y camino de Bembibre, habian tambien apostado 400 tiradores y otros tantos caballos, á los cuales hacia espalda el puente del Gúa, rio escaso de aguas, pero crecido ahora por las muchas nieves, y cuya corriente baña las calles de Cacabelos. Venian al frente de la vanguardia francesa unos cuantos escuadrones, mandados por el general Colbert, quien, pensando ser de importancia el número de ingleses que le aguardaba en puesto ventajoso, pidió refuerzo al mariscal Soult; mas respondiéndole secamente éste que sin dilacion atacase, sentido Colbert de la imperiosa órden, acometió con temerario

arrojo y arrolló á los caballos y tiradores ingleses que estaban avanzados. De éstos los hubo que fueron cogidos al pasar por el puente

del Gúa; otros, metiéndose por los viñedos de la márgen del camino, de cerca y á quemaropa dispararon y mataron á muchos jinetes franceses,entre ellos á su general Colbert, distinguido por su belleza y denuedo. Llegó á poco la division de infantería del general Merle, y aunque quiso pasar adelante, detúvose al ver la batería que estaba en lo alto del ribazo, y tambien impedido de la noche, que sobrevino. Aquí hubiera podido empeñarse una accion general. Sir Juan Moore la evitó, retirándose despues de oscurecido.

Villafranca del Bierzo

En Villafranca escandalosamente se renovaron los excesos y demasías de otras partes; fueron robados los almacenes, entradas á viva fuerza muchas casas, y oprimidos é inhumanamente tratados los vecinos. El general inglés reprimió algun tanto los desmanes con severas providencias, mandando tambien arcabuceará un soldado cogido infraganti. Aceleró despues su partida, y como la tierra es por allí cada vez más quebrada, y está cubierta de bosques ú otros plantíos, no pudiendo la caballería ser de gran provecho, envióla delante con direccion á Lugo. En todo este tránsito hay parajes en que pocas fuerzas pudieran detener mucho tiempo á un ejército muy superior, pues si bien la calzada es magnífica, corre ceñida por largo espacio entre opuestas montañas de dificultoso y agrio acceso. Ningun fruto se sacó de tamañas ventajas; y encontrándose los soldados británicos con un convoy, no sólo inutilizaron vestuario y armamento que de Inglaterra iba para Romana, sino que tambien cerca de Nogales, y por órden del general Moore, arrojaron á un despeñadero, en vez de repartírselos, 120.000 pesos fuertes.

Llegó el desórden á su colmo; abandonábanse hasta los cañones y los enfermos y los heridos, acrecentando la confusion el gran séquito y embarazos que solian entónces acompañar á los ejércitos ingleses. En fin, fué esta retirada hecha con tal apresuramiento y mala ventura, que uno de los generales británicos, testigo de vista, nos afirma en su narracion , «á que por sombrías y horrorosas que fueran las relaciones que de ella se hubiesen hecho, áun no se asemejaban á la realidad.»

Constantín

Dos dias y una noche tardaron los ingleses en llegar á Lugo, diez y seis leguas de Villafranca; acosados en continuas escaramuzas, hubieran padecido cerca de Constantin recio choque, si el general Moore no le hubiese evitado, haciendo bajar con rapidez la cuesta del rio Neira, y engañando á sus contrarios con un diestro y oportuno amago.

Lugo

Hasta poco ántes habia permanecido dudoso el general Moore de si iria para embarcarse á Vigo ó á la Coruña. Informado de las dificultades

que ofrecia la primera ruta, decidióse á continuar por la segunda,avisando, en consecuencia, al almirante de su escuadra, á fin de que los transportes que estaban en Vigo pasasen al otro puerto. Y para dar tiempo á que se ejecutase dicha travesía, y tambien para rehacer algo su

ejército, cansado y desfallecido, determinó el mismo general pararse en Lugo y áun arriesgar una batalla, si fuese necesario. Al intento reunió

allí todas sus tropas, excepto los 3.000 hombres del general Crawford, que se embarcaron en Vigo sin ser molestados.

A legua y media, y ántes de llegar á Lugo, escogió sir Juan Moore un sitio elevado y ventajoso para pelear contra los franceses, los cuales asomaron el 6 por las alturas opuestas. Pasóse aquel dia y el siguiente sin otras refriegas que las de algunos reconocimientos. El mariscal Soult, hallándose inferior en número, no queria empeñarse en accion formal ántes de que se le uniesen más tropas. Los ingleses, por su parte, se mantuvieron hasta el 8 sin moverse de su posicion; mas al anochecer de aquel dia, pareciéndole peligroso al general Moore aguardar á que los franceses se reforzasen, resolvió partir á las calladas, con la esperanza de que ganando sobre ellos algunas horas, podria así embarcarse sosegadamente.

La Coruña; fin de la retirada

A las diez de la noche, y encendidas hogueras en las líneas para cubrir su intento, emprendió la continuacion de la marcha, que un temporal deshecho de lluvia y viento vino á interrumpir y desordenar. Despues de padecer muchos trabajos y de cometer nuevas demasías, empezaron los ingleses á llegar á Betanzos en la tarde del 9, en un estado lamentable de confusion y abatimiento. Era tanta la fatiga y tan grande el número de rezagados, que tuvieron el 10 que detenerse en aquella ciudad. Prosiguieron su marcha el 11, y dieron vista á la Coruña, sin que en su rada se divisasen los apetecidos transportes; vientos contrarios habian impedido al almirante inglés doblar el cabo de Finisterre. Por este atraso veíase expuesto el general Moore á probar la suerte de una batalla, causando pesadumbre á muchos de sus oficiales el que se hubiesen para ello desperdiciado ocasiones más favorables y en tiempo en que su ejército se conservaba más entero y ménos indisciplinado.

Cerca de la Coruña no dejaba en verdad de haber sitios ventajosos, pero en algunos requeríanse numerosas tropas. Tal era el de Peñasquedo, por lo que los ingleses prefirieron á sus alturas las del monte Mero, que si bien dominadas por aquéllas, hallábanse próximas á la Coruña, y su posicion, como más recogida, podia guarnecerse con ménos gente.

El 12 empezaron los franceses á presentarse del otro lado del puente del Burgo, que los ingleses habian cortado. Continuaron ambos ejércitos sin molestarse hasta el 14, en cuyo dia, contando ya los franceses con suficientes tropas, repararon el puente destruido, y le fueron sucesivamente cruzando. Por la mañana se habia de propósito volado un almacen de pólvora sito en Peñasquedo, lo cual produjo horroroso estrépito, y por la tarde, habiéndose el viento cambiado al Sur, entraron en la Coruña los trasportes ingleses procedentes de Vigo. Sin tardanza se embarcaron por la noche los enfermos y heridos, la caballería desmontada y 52 cañones: de éstos sólo se dejaron, para en caso de accion, 8 ingleses y 4 españoles.

Batalla de Elviña; muerte de Moore

No faltó en el campo británico quien aconsejára á su general que capitulase con los franceses, á fin de poder libremente embarcarse. Desechó con nobleza sir Juan Moore proposicion tan deshonrosa. Puestos ya á bordo los objetos de más embarazo y las personas inútiles,

debia en la noche del 16, y á su abrigo, embarcarse el ejército lidiador. Con impaciencia aguardaba aquella hora el general inglés, cuando á

las dos de la tarde un movimiento general de la línea francesa estorbó el proyectado embarco, empeñándose una accion reñida y porfiada.

Disponiéndose á ella en la noche anterior, habia colocado el mariscal Soult en la altura de Peñasquedo una batería de 11 cañones, en que apoyaba su izquierda, ocupada por la division del general Mermet, guardando el centro y la derecha, con las suyas respectivas, los generales Merle y Delaborde, y prolongándose la del último hasta el pueblo de Pelavea de Abajo. La caballería francesa se mostraba por la izquierda de Peñasquedo hácia San Cristóbal y camino de Bergantiños; el total de fuerza ascendia á unos 20.000 hombres.

Era la de los ingleses de unos 16.000, que estaban apostados en el monte Mero, desde la ria del mismo nombre hasta el pueblo de Elviña.

Por este lado se extendian las tropas de sir David Baird, y por el opuesto, que atraviesa el camino real de Betanzos, las de sir Juan Hope. Dosbrigadas de ambas divisiones se situaron detras en los puntos más elevados y extremos de su respectiva línea. La reserva, mandada por lord Paget, estaba á retaguardia del centro, en Eyris, pueblecillo desde cuyo punto se registra el valle que corria entre la derecha de los ingleses, y los altos ocupados por la caballería francesa. Más inmediato á la Coruña, y por el camino de Bergantiños, se habia colocado con su division el general Fraser, estando pronto á acudir adonde se le llamase.

Trabóse la batalla á la hora indicada, atacando intrépidamente el frances con intento de deshacer la derecha de los ingleses. Los cierros

de las heredades impedian á los soldados de ambos ejércitos avanzar á medida de su deseo. Los franceses, al principio, desalojaron de Elviña á las tropas ligeras de sus contrarios; mas, yendo adelante, fueron detenidos y rechazados, si bien á costa de mucha sangre. La pelea se encarnizó en toda la línea. Fué gravemente herido el general Baird, y sir Juan Moore, que con particular esmero vigilaba el punto de Elviña, en donde el combate era más reñido que en las otras partes, recibió en el hombro izquierdo una bala de cañon, que le derribó por tierra. Aunque mortalmenteherido, incorporóse, y registrando con serenidad el campo, confortó su ánimo al ver que sus tropas iban ganando terreno. Sólo entónces permitió que se le recogiese á paraje seguro. Vivió todavía algunas horas, y su cuerpo fué enterrado en los muros de la Coruña.

Los franceses, no pudiendo romper la derecha de los ingleses, trataron de envolverla. Descubierto su intento, avanzó lord Paget con la reserva, y obligando á retroceder á los dragones de la Houssaye, que habian echado pié á tierra, contuvo á los demas, y áun se acercó á la altura en que estaba situada la batería francesa de 11 cañones. Al mismo tiempo los ingleses avanzaban por toda la línea, y á no haber sobrevenido la noche, quizá la situacion del mariscal Soult hubiera llegado á ser crítica, escaseando ya en su campo las municiones; mas los ingleses, contentos con lo obrado, tornaron á su primera posicion, queriendo embarcarse bajo el amparo de la oscuridad. Fué su pérdida de 800 hombres; asegúrase haber sido mayor la de los franceses. El general Hope, en quien habia recaido el mando en jefe, creyó prudente no separarse de la resolucion tomada por sir Juan Moore, y entrada la noche, ordenó que todo su ejército se embarcase, protegiendo la operacion los generales Hill y Beresford.

En la mañana siguiente, viendo los franceses que estaba abandonado el monte Mero, y que sus contrarios les dejaban la tierra libre, acogiéndose á su preferido elemento, se adelantaron, y desde la altura de San Diego, con cañones de grueso calibre, de que se habian apoderado en la de las Angustias de Betanzos, empezaron á hacer fuego á los barcos de la bahía. Algunos picaron los cables, y se quemaron otros que con la precipitacion habian varado. Los moradores de la Coruña no sólo ayudaron á los ingleses en su embarco con desinteresado celo, sino que tambien les guardaron fidelidad, no entregando inmediatamente la plaza. Noble ejemplo, rara vez dado por los pueblos cuando se ven desamparados de los mismos de quienes esperaban proteccion y ayuda.

Así terminó la retirada del general Moore, censurada de algunos de sus propios compatriotas, y defendida y áun alabada de otros. Dejando

á ellos y á los militares el exámen y crítica de esta campaña, pensamos que sirvió de mucho para la gloria y buen nombre del general Moore la casualidad de haber tenido que pelear ántes de que sus tropas se embarcasen, y tambien acabar sus dias honrosamente en el campo de batalla.

Por lo demas, si un ejército veterano, disciplinado como el inglés, provisto de cuantiosos recursos, empezó ántes de combatir una retirada,

en cuya marcha hubo tanto desórden, tanto estrago, tantos escándalos, ¿quién podrá extrañar que en las de los españoles, ejecutadas despues de haber lidiado, y con soldados bisoños, escasos de todo y en su propio país, hubiese dispersiones y desconciertos? No decimos esto en menoscabo de la gloria británica; pero sí en reparacion de la nuestra, tan vilipendiada por ciertos escritores ingleses de los mismos que se hallaronen tan funesta campaña.

Rendición de La Coruña

Difícil era que despues de semejante suceso resistiese la Coruña largo tiempo. El recinto de la plaza sólo la ponia al abrigo de un rebate; mas ni sus baterías, ni sus murallas estaban reparadas, ni eran de suyo bastante fuertes. No haber mejorado á tiempo sus obras pendió en parte del descuido que nos es natural, y tambien de la confianza que con su llegada dieron los ingleses. Era gobernador D. Antonio Alcedo, y el 19 capituló. Entró el 20 en la plaza el mariscal Soult y puso autoridades de su bando. Dispersóse la junta del reino, y la Audiencia, el Gobernador y los otros cuerpos militares, civiles y eclesiásticos prestaron homenaje al nuevo rey José.

Rendición de El Ferrol

No tardó Soult en volver los ojos al Ferrol, y ya el 22 empezaron á aproximarse á la plaza partidas avanzadas de su ejército. Aquel arsenal,

primero de la marina española, era inatacable del lado del mar, de donde sólo se puede entrar con un viento y por boca larga y estrecha; no estaba por tierra tan bien fortalecido. Hallábase el pueblo con ánimo levantado, sosteniéndole unos 300 soldados que habian llegado el 20.

Era comandante del departamento D. Francisco Melgarejo, anciano é irresoluto, y comandante de tierra D. Joaquin Fidalgo. No se habia tomado medida alguna de defensa, ni tenido la precaucion de poner á salvo los buques de guerra allí fondeados. Dichos jefes y la junta peculiar del pueblo desde luégo se inclinaron á capitular; mas no osando declararse, tuvieron que responder con la negativa á la reiterada intimacion de los franceses, Al fin, el 26, habiendo éstos descubierto algunas obras de batería, y apoderádose de los castillos de Palma y San Martin, pudieron las autoridades prevalecer en su opinion y capitularon, entrando el 27 de mañana en el Ferrol el general Mermet. Fueron los términos de la rendicion los mismos de la Coruña, y por los que sometiéndose á reconocer á José, sólo se añadieron algunos artículos respecto de pagas, y de Obregon, preso desde el levantamiento de Mayo, fue nombrado comandante del departamento, en cuya dársena, entre buenos y malos, habia 7 navíos; 3 fragatas y otros buques menores.

Que estas plazas se hubiesen rendido visto su mal estado y el desmayo que causó el embarco de los ingleses, cosa natural era; pero no que en una capitulacion militar se estipulase el reconocimiento de José, ejemplo no dado todavía por las otras partes del reino, ni por la capital de la monarquía, de donde provino que las mencionadas capitulaciones excitaron la indignacion de la Junta Central, que fulminó contra sus autores una declaracion tal vez demasiadamente severa.

Marchand persigue a La Romana

Aterrada Galicia con la pérdida de sus dos principales plazas, y sobre todo con la retirada de los ingleses, apénas dió por algun tiempo señales de vida. Hubo pocos pueblos que hiciesen demostracion de resistir, y los que lo intentaron fueron luégo entrados por el vencedor. A

todas partes cundió el desaliento y la tristeza. Solo en pié y en un rincon quedó Romana con escasos soldados. Los franceses no le habian en un principio molestado; pero posteriormente, yendo en su busca el general Marchand, trató de atacarle en el punto de Bibey. Replegóse á Orense el general español; persiguióle el frances, hasta que continuando aquél hácia Portugal, desistió el último de su intento, pasando poco despues á Santiago, en donde habia entrado el 3 de Febrero el mariscal Soult sin tropiezo y camino de Tuy.

El Marqués de la Romana, luégo que salió de Orense, estableció su cuartel general en Villaza, cerca de Monterey, trasladándose despues á

Oimbra. En los últimos dias de Enero celebró en el primer pueblo una junta militar para determinar lo más conveniente, hallándose con pocas

fuerzas, sin recursos, y los ingleses ya embarcados. Opinaron unos por ir á Ciudad-Rodrigo, otros por encaminarse á Tuy; prevaleciendo el dictámen, que fué más acertado, de no alejarse del país que pisaban, ni dela frontera de Portugal