Medellín

Los franceses cruzan el Tajo por Puente del Arzobispo

El general Cuesta continuó en Deleitosa hasta el mes de Marzo, no habiendo ocurrido en el intermedio sino un amago que hizo el enemigo hácia Guadalupe, de donde luégo se retiró, repasando el Tajo. Mas en dicho mes, acercándose el mariscal Victor á Extremadura, se situó en el pueblo de Almaraz para avivar la construccion de un puente de balsas que supliese el destruido, no pudiendo la artillería transitar por los caminos que salian á Extremadura desde los puentes que áun se conservaban intactos. Preparado lo necesario para llevar á efecto la obra, juzgó artes oportuno el enemigo desalojar á los españoles de la ribera opuesta, en que ocupaban un sitio ventajoso, para cuyo fin pasaron 13.000 hombres y 800 caballos por el puente del Arzobispo, así denominado de su fundador el célebre D. Pedro Tenorio, prelado de Toledo. Puestos ya en la márgen izquierda, se dividieron al amanecer del 18 en dos trozos, de los cuales uno marchó sobre las Mesas de Ibor, y otro á cortar la comunicacion entre este punto y Fresnedoso.

Despliegue del ejército de extremadura hacia Marzo de 1809: Combate de Mesa de Ibor (18 de Marzo de 1809)

Estaba entónces el ejército de D. Gregorio de la Cuesta colocado del modo siguiente: 5.000 hombres formando la vanguardia, que mandaba Henestrosa, enfrente de Almaraz; la

primera division, de ménos fuerza, y á las órdenes del Duque del Parque, recien llegado al ejército, en las Mesas de Ibor; la segunda, de 2 á 3.000 hombres, mandada por D. Francisco Trias, en Fresnedoso, y la tercera, algo más fuerte, en Deleitosa con el cuartel general, por lo que se ve que hubo desde Enero aumento en su gente. El trozo de franceses que tomó del lado de Mesas de Ibor acometió el mismo 18 al Duque del Parque, quien, despues de un reencuentro sostenido, se replegó á Deleitosa, adonde por la noche se le unió el general Trias. La víspera se habia desde allí trasladado Cuesta al puerto de Miravete, en cuyo punto se reunió el ejército español, habiéndosele agregado Henestrosa con la vanguardia al saber que los enemigos se acercaban al puente de Almaraz por la orilla izquierda de Tajo.

Retirada española; combate de Miajadas (20 de Marzo de 1809)

Entraron los nuestros en Trujillo el 19, y prosiguieron á Santa Cruz del Puerto; la vanguardia de Henestrosa, que protegia la retirada, tuvo un choque con parte de la caballería enemiga y la rechazó, persiguiéndola con señalada ventaja camino de Trujillo. Cuesta habia pensado aguardar á los franceses en el mencionado Santa Cruz; mas detúvole el temor de que quizá viniesen con fuerza superior á la suya. Continuó, pues, retirándose, con la buena dicha de que cerca de Miajadas los regimientos del Infante y de dragones de Almansa arremetiesen al del número 10 de caballería ligera de la vanguardia francesa y le acuchillasen, matando más de 150 de sus soldados.

Reunión con las fuerzas de Alburquerque

Entró Cuesta en Medellín el 22, y se alejó de allí, queriendo esquivar toda pelea hasta que se le uniese el Duque de Alburquerque, lo cual se verificó en la tarde del 27 en Villanueva de la Serena, viniendo, segun en su lugar dijimos, de la Mancha.

Batalla de Medellín (28 de marzo de 1809)

Juntas todas nuestras fuerzas, revolvió el general Cuesta sobre Medellin en la mañana del 28, resuelto á ofrecer batalla al enemigo. Estásituada aquella villa á la márgen izquierda de Guadiana y á la falda occidental de un cerro en que tiene asiento su antiguo castillo, muy deteriorado, y cuyo pié baña el mencionado rio. Merece particular memoria haber sido Medellin cuna del gran Hernan Cortés, existiendo todavía entónces, calle de la Feria, la casa en que nació; mas despues de la batalla de que vamos á hablar, fué destruida por los franceses, no quedando ahora sino algunos restos de las paredes. Llégase á Medellin viniendo de Trujillo por una larga puente, y por el otro lado ábrese una espaciosa llanura, despojada de árboles, y que yace entre la madre del rio, la villa de Don Benito y el pueblo de Mingabril.

Cuesta trajo allí su gente, en número de 20.000 infantes y 2.000 caballos, desplegándose en una línea de una legua de largo, á manera de media luna, y sin dejar la menor reserva. Constaba la izquierda, colocada del lado de Mingabril, de la vanguardia y primera division, regidas por don Juan de Henestrosa y el Duque del Parque; el centro avanzado, y enfrente de Don Benito, le guarnecia la segunda division, del mando de Trias; y la derecha, arrimada al Guadiana, se componia de la tercera division, del cargo del Marqués de Portago y de la fuerza traida por el Duque de Alburquerque, formando un cuerpo, que gobernaba el teniente general D. Francisco de Eguía. Situóse don Gregorio de la Cuesta en la izquierda, desde donde, por ser el terreno algo más elevado, descubría la campaña; tambien colocó del mismo lado casi toda la caballería, siendo el más amenazado por el enemigo.

Eran las once de la mañana cuando los franceses, saliendo de Medellin, empezaron á ordenarse á poca distancia de la villa, describiendo un arco de círculo comprendido entre el Guadiana y una quebrada de arbolado y viñedo que va de Medellin á Mingabril. Estaba en su ala izquierda la division de caballería ligera del general Lasalle; en el centro una division alemana de infantería, y á la derecha la de dragones del general Latour-Manbourg, quedando de respeto las divisiones de infantería de los generales Villatte y Ruffin. El total de la fuerza ascendia á 18.000 infantes y cerca de 3.000 caballos. Mandaba en jefe el mariscal Victor.

Dió principio á la pelea la division alemana, y cargando dos regimientos de dragones, repeliólos nuestra infantería, que avanzaba con intrepidez. Durante dos horas lidiaron los franceses, retirándose lentamente y en silencio; nuestra izquierda progresaba, y el centro y la derecha cerraban de cerca al enemigo, cuya ala siniestra cejó hasta un recodo que forma el Guadiana al acercarse á Medellin. Las tropas ligeras de los españoles, esparcidas por el llano, amedrentaban por su número y arrojo á los tiradores del enemigo; y como si ya estuviesen seguras de la victoria, anunciaban con grande algazara que los campos de Medellin serian el sepulcro de los franceses.

Por todas partes ganaba terreno el grueso de nuestra línea, y ya la izquierda iba á posesionarse de una batería enemiga, á la sazon que los regimientos de caballería de Almansa y el Infante, y dos escuadrones de cazadores imperiales de Toledo, en vez de cargar á los contrarios, volvieron grupa, y atropellándose unos á otros, huyeron al galope vergonzosamente. En vano D. José de Zayas, oficial de gran valor y pericia, y que en realidad mandaba la vanguardia, en vano les gritaba, acompañado de sus infantes firmes y serenos: «¿Qué es esto? Alto la caballería. Volvamos á ellos, que son nuestros.....» Nada escuchaban; el pavor habia embargado sus sentidos. Don Gregorio de la Cuesta, al advertir tamaño baldon, partió aceleradamente para contener el desórden; mas atropellado y derribado de su caballo, estuvo próximo ó caer en manos de los jinetes enemigos, que pasando adelante en su carga, afortunadamente no le percibieron. Aunque herido en el pié, maltratado y rendido con sus años, pudo Cuesta volver á montar á caballo y libertarse de ser prisionero.

Abandonada nuestra infantería de la izquierda por la caballería, fué desunida y rota, y cayendo sobre nuestro centro y derecha, que al mismo tiempo eran atacados por su frente, desapareció la formacion de nuestra dilatada y endeble línea como hilera de naipes. El Duque de Alburquerque fué el sólo que pudo por algun tiempo conservar el órden, para tomar una loma plantada de viña, que habia á espaldas del llano; pero estrechada su gente por los dispersos, y aterrada con los gritos de los acuchillados, desarreglóse simultáneamente, corriendo á guarecerse á los viñedos. Desde entónces todo el ejército no presentó ya otra forma sino la de una muchedumbre desbandada, huyendo á toda priesa de la caballería enemiga, que hizo gran mortandad en nuestros pobres infantes.

Durante mucho tiempo los huesos de los que allí perecieren se percibian y blanqueaban, contrastando su color macilento, en tan hermoso llano, con el verde y matizadas flores de la primavera. Fué nuestra pérdida, entre muertos, heridos y prisioneros, de 10.000 hombres; la de los franceses, aunque bastante inferior, no dejó de ser considerable.

Así terminó y tan desgraciadamente la batalla de Medellin. Gloriosa para la infantería, no lo fué para algunos cuerpos de caballería, que castigó severamente D. Gregorio de la Cuesta, suspendiendo á tres coroneles y quitando á los soldados una pistola hasta que recobrasen en otra accion el honor perdido. Pero, por reprensible que en efecto fuese la conducta de estos, en nada descargaba á Cuesta del temerario arrojo de empeñar una batalla campal con tropas bisoñas y no bien disciplinadas, en una posicion como la que escogió y en el órden que lo hizo, sin dejar á sus espaldas cuerpo alguno de reserva. Claro era que rota una vez la línea, quedaba su ejército deshecho, no teniendo en qué sostenerse ni punto adonde abrigarse, al paso que los franceses, áun perdida por ellos la batalla, podian cubrirse detras de unas huertas cerradas con tapia, que habia á la salida de Medellín, y escudarse luégo con el mismo pueblo, desamparado de los vecinos, apoyándose en el cerro del castillo.

Cuesta se retira a Monasterio

Don Gregorio de la Cuesta, con los restos de su ejército, se retiró á Monasterio, límite de Extremadura y Andalucía, y en cuyo fuerte sitio debiera haber aguardado á los franceses si hubiera procedido como general entendido y prudente. La Junta Central, al saber la rota de Medellin, no sintió descaido su ánimo, á pesar del peligro que de cerca le amagaba. Elevó á la dignidad de capitan general á D. Gregorio de la Cuesta, al paso que temia su antiguo resentimiento en caso de que hubiese triunfado, y repartió mercedes á los que se habian conducido honrosamente, no ménos que á los huérfanos y viudas de los muertos en la batalla. Púsose tambien el ejército de la Mancha á las órdenes de Cuesta, aunque se nombró para mandarle

de cerca á D. Francisco Venégas, restablecido de una larga enfermedad, y fué llamado el Conde de Cartaojal, cuya conducta apareció muy digna de censura por lo ocurrido en Ciudad-Real, pues allí no hubo sino desórden y confusion, y por lo ménos en Medellin se habia peleado.

Puente de Almaraz

Puente del Arzobispo

Medellín

Los franceses en Mérida

Despues de la batalla de Medellin habia sentado el mariscal Victor sus reales en Mérida, ciudad célebre por los restos de antigüedades que áun conserva, y desde la cual, situada en feraz terreno, se podia fácilmente observar la plaza de Badajoz y tener en respeto las reliquias del ejército de don Gregorio de la Cuesta. Para mayor seguridad de sus cuarteles fortificó el mariscal frances la casa del Conventual, residencia hoy de un provisor de la órden de Santiago, y ántes parte de una fortaleza edificada por los romanos, divisándose todavía del lado de Guadiana, en el lugar llamado el Mirador, un murallon de fábrica portentosa. En lo interior establecieron los franceses un hospital y almacenaron muchos bastimentos.

Se intima a Badajoz a la rendición

De Mérida destacaron los enemigos á Badajoz algunas tropas é intimaron la rendicion á la plaza, confiados en el terror que habia infundido la jornada de Medellin, y tambien en secretos tratos. Salió su esperanza vana, respondiendo á sus proposiciones la Junta provincial á cañonazos. Era en esta parte tan unánime la opinion de Extremadura, que por entónces no consiguió el mariscal Victor que pueblo alguno prestase juramento ni reconociese el gobierno intruso. Sólo en Mérida obtuvo de varios vecinos, casi á la fuerza, que firmasen una representacion congratulatoria á José; mas el acto produjo tal escándalo en toda la provincia, que al decretar la Junta contra los firmantes formacion de causa, prefirieron éstos comparecer en Badajoz y correr todo riesgo á mancillar su fama con la tacha de traidores. Su espontánea presentacion los libertó de castigo. No era extraño que los naturales mirasen con malos ojos á los que seguian las banderas del extranjero, cuando éste saqueaba y asolaba horrorosamente la desgraciada Extremadura.

Robert Wilson corta las comunicaciones entre Victor y Lapisse

Por lo demas, Victor habia permanecido inmoble despues de lo de Medellin, no tanto porque temiese invadir la Andalucía, cuanto por ser principal deseo del Emperador la ocupacion de Portugal. Ya dijimos fuera su plan que al tiempo que Soult penetrase aquel reino via de Galicia, otro tanto hiciesen Lapisse por Ciudad-Rodrigo y Victor por Extremadura.

La falta de comunicaciones impidió dar á lo mandado el debido cumplimiento, dificultándose éstas á punto de que se interrumpieron áun entre los dos últimos generales. Ocasionóles tamaño embarazo sir Roberto Wilson, quien, ántes de pasar á Portugal en cooperacion de Wellesley, habia destacado dos batallones al puerto de Baños, y cortado así la correspondencia á los enemigos.

Lapisse se une a Victor y saquea Alcántara

Incomodados éstos con tales obstáculos, estuviéronlo mucho más con la insurreccion del paisanaje, que cundió por toda la tierra de Ciudad-Rodrigo, de manera que temiendo Lapisse no entrar en Portugal á tiempo, determinó pasar á Extremadura y obrar de acuerdo con Victor. Así lo verificó, haciendo una marcha rápida sobre Alcántara por el puerto de Perales.

Los vecinos de aquella villa trataron de defender la entrada, apostándose en su magnífico puente; mas, vencidos, penetraron los franceses dentro, y en venganza todo lo pillaron y destruyeron, sin que respetasen ni áun los sepulcros. Diéronse, no obstante, los últimos priesa á evacuarla, continuando por la noche su camino, temerosos del coronel Trant y de D. Cárlos de España, que seguian su huella, y los cuales, entrando por la mañana en Alcántara, se hallaron con el espantoso espectáculo de casas incendiadas y de calles obstruidas de cadáveres.

Se incorporó en seguida Lapisse con Victor, en Mérida, el 19 de Abril. Entónces, prevaleciendo ante todo en la mente de los franceses la invasion de Portugal, mandó José al mariscal Victor que en union con el general Lapisse marchase la vuelta de aquel reino. Parecia oportuno momento para cumplir, á lo ménos en parte, el plan del Emperador, pues á la propia sazon se enseñoreaba el mariscal Soult de la provincia de Entre-Duero-y-Miño.

Victor y Lapisse marchan hacia Portugal; destrucción del puente de Alcantara

(destrucción del puente de Alcantara)

Encaminóse, pues, Victor hácia Alcántara, poniendo al cuidado de Lapisse repasar el puente, ocupado á su llegada por el coronel inglés Mayne, quien en ausencia de Wilson al norte de Portugal, mandaba la legion lusitana. Quiso el inglés volar un arco del puente, y no habiéndolo conseguido, se replegó el 14 de Mayo á su antigua posicion de Castello-Branco. Hasta allí, despues de cruzar el Tajo, envió Lapisse sus descubiertas por querer el mariscal Victor ir más adelante; mas, aunque resuelto á ello, detuvieron á éste temores del general Mackenzie,

el cual, segun apuntamos en el libro anterior, apostado en Abrántes al avanzar Wellesley á Oporto, salió al encuentro de los franceses para prevenir su marcha. El movimiento del inglés, y voces vagas que empezaron á correr de la retirada de Soult de las orillas del Duero, decidieron á Victor, no sólo á desistir de su primer propósito, sino tambien á retroceder á Extremadura.

Insurrección en Extremadura; Victor se retira a Plasencia

Por su parte D. Gregorio de la Cuesta, luégo que supo la partida de aquel mariscal, movióse con su ejército, rehecho y engrosado, y puso los reales en la Fuente del Maestre, amagando, sin estrecharle, al Conventual de Mérida, que guarnecian los franceses. Victor, al volver de su correría, se colocó en Torremocha, vigilando sus puestos avanzados los pasos

de Tajo y Guadiana. Pero su inútil tentativa contra Portugal, el haber asomado ingleses á los lindes extremeños, y el reequipo y aumento del ejército de Cuesta dieron aliento á la poblacion de las riberas del Tajo, la cual, interceptando las comunicaciones, molestó continuadamente á los enemigos.

Mucho estimuló á la insurreccion la Junta de Extremadura, enviando para dirigirla á D. José Joaquin de Ayesteran y á D. Francisco Longedo, quienes, de acuerdo con D. Miguel de Quero, que ya ántes habia empezado á guerrear en la Higuera de las Dueñas, provincia de Toledo, juntaron un cuerpo de 600 infantes y 100 caballos, bajo el nombre de voluntarios y lanceros de Cruzada del valle de Tiétar.

Recorriendo la tierra, molestaron los convoyes enemigos, y fueron notables más adelante dos de sus combates, uno trabado el 29 de Junio, en el pueblo de Menga, con las tropas del general Hugo, comandante de Ávila; otro el que sostuvieron el 1.º de Julio en el puente de Tiétar, y de cuyas resultas cogieron á los franceses mucho ganado lanar y vacuno.

Se agregó despues esta gente á la vanguardia del ejército de Cuesta. Miéntras tanto el mariscal Victor, viendo lo que crecia el ejército español, y temeroso de las fuerzas inglesas, que se iban arrimando á Castello-Branco, repasó el Tajo, situándose el 19 de Junio en Plasencia. Poco ántes envió un destacamento para volar el famoso puente de Alcántara, admirable y portentosa obra del tiempo de Trajano, que nunca fuera tan maltratada como esta vez, habiéndose contentado los moros y los portugueses en antiguas guerras con cortar uno de sus arcos más pequeños.

Monasterio