Alcañiz, María y Belchite

El ejército de Aragón y Valencia, o segundo ejército

Mas engañóse, habiendo la Junta Central acordado, con laudable prevision, medidas de que luégo se empezó á recoger el fruto. Debe mirarse como la más principal la de haber ordenado á mediados de Abril la formacion de un segundo ejército de la derecha, que se denominaria de Aragon y Valencia, y cuyo objeto fuese cubrir las entradas de la última provincia é incomodar á los franceses en la otra. Confióse el mando á D. Joaquin Blake, que se hallaba en Tortosa, habiéndole la Central poco ántes enviado á Cataluña, bajo las órdenes de Reding, quien, á su arribo, le destinó á aquella plaza, para mandar la division de Lazan, acuartelada en su recinto. El nuevo ejército debia componerse de esta misma division, que constaba de 4 á 5.000 hombres, y de las fuerzas que aprontase Valencia.

Discordias en Valencia

Rica y populosa esta provincia, hubiera, en verdad, podido coadyuvar grandemente á aquel objeto, si reyertas interiores no hubieran, en parte, inutilizado los impulsos de su patriotismo. Habíase su territorio mantenido libre de enemigos desde el Junio del año anterior. Continuaba á su frente la primera junta, que era sobrado turbulenta, y permaneció mucho tiempo mandando como capitan general el Conde de la Conquista, hombre no muy entusiasmado por la causa nacional, que consideraba perdida.

En Diciembre de 1808 se recogió allí desde Cuenca, hasta donde habia acompañado al ejército del centro D. José Caro, y con él una corta division. Luégo que llegó éste á Valencia fué nombrado

segundo cabo, y prontamente se aumentaron los piques y sinsabores, queriendo el D. José reemplazar en el mando al de la Conquista. No cortó la discordia el Baron de Sabasona, individuo de la Central, enviado á aquel reino en calidad de comisario; buen patricio, pero ignorante, terco y de fastidiosa arrogancia, no era propio para conciliar voluntades desunidas ni para imponer el debido respeto. Anduvieron, pues, sueltas mezquinas pasiones, hasta que por fin, en Abril de 1809, consiguió Caro su objeto, sin que por eso se ahogase, conforme despues verémos, la semilla de enredos, echada en aquel suelo por hombres inquietos. Así fué que Valencia, á pesar de sus muchos y variados recursos, y de tener cerca á Murcia, libre tambien de enemigos, y sujeta en lo militar á la misma

capitanía general, no ayudó, por de pronto, á Blake con otra fuerza que la de ocho batallones apostados en Morella á las órdenes de D. Pedro Roca.

Blake se pone en movimiento

Con éstos, y la division mencionada de Lazan, empezó á formar D. Joaquin Blake el segundo ejército de la derecha. Entónces sólo trató de disciplinarlos, contentándose con establecer una línea de comunicacion sobre el rio Algas y otra del lado de Morella. Mas poco después, animado con que la Central hubiese añadido á su mando el de Cataluña, vacante por muerte de Reding, y sabedor de que la fuerza francesa en Aragon se habia reducido á la del tercer cuerpo, como tambien que muchos de aquellos moradores se movian, resolvió obrar ántes de lo que pensaba, saliendo de Tortosa el 7 de Mayo.

Levantamientos en la región de Monzón

Manifestáronse los primeros síntomas de levantamiento hácia Monzon. Sirvieron de estímulo las vejaciones y tropelías que cometian en Barbastro y orillas del Cinca las tropas del general Habert. Dió la señal en principios de Mayo la villa de Albelda, negándose á pagar las contribuciones y repartimientos que le habian impuesto. Enviaron los franceses gente para castigar tal osadía; mas protegidas los habitantes por 700 hombres que de Lérida envió el gobernador D. José Casimiro Lavalle, á las órdenes de los coroneles D. Felipe Perena y D. Juan Baget, no sólo se libertaron del azote que los amagaba, sino que tambien consiguieron escarmentar en Tamarite á los enemigos, cuyo número se retiró á Barbastro, quedando unos 200 en Monzon. Alentados con el suceso los naturales de esta villa, y cansados del yugo extranjero, levantáronse contra sus opresores y los obligaron á retirarse de sus hogares.

Necesario era que los franceses vengasen tamaña afrenta. Dirigieron, pues, crecida fuerza lo largo de la derecha del Cinca, y el 16 cruzaron este rio por el vado y barca del Pomar. Atacaron á Monzon, que guarnecia, con un reducido batallon y un tercio de miqueletes, D. Felipe Perena; creian ya los enemigos seguro el triunfo, cuando fueron repelidos y áun desalojados del lugar del Pueyo. Insistieron al dia siguiente en su propósito, y hasta penetraron en las calles de Monzon; pero acudiendo á tiempo, desde Fonz, D. Juan Baget, tuvieron que retirarse conpérdida considerable. Escarmentados de este modo, pidieron socorro á Barbastro, de donde salieron con presteza en su ayuda 2.000 hombres.

Desgraciadamente para ellos, el Cinca, hinchándose con las avenidas, salió de madre y les impidió vadear sus aguas. Separados por este incidente, y sin poder comunicarse los franceses de ambas orillas, conocieron su peligro los que ocupaban la izquierda, y para evitarle corrieron hacia Albalate, en busca del puente de Fraga. Habia ántes previsto su movimiento el gobernador español de Lérida, y se encontraron con que aquel paso estaba ya atajado. Revolvieron entonces sobre Fonz y Estadilla, queriendo repasar el Cinca del lado de las montañas situadas en la confluencia del Esera. Hostigados allí por todos lados, faltos de recursos y sin poder recibir auxilio de sus compañeros de la márgen derecha, tuvieron que rendirse éstos, que en vano habian recorrido toda la izquierda, entregándose prisioneros el 21 de Mayo á los jefes Perena y Baget, en número de unos 600 hombres. Encendióse más y más, con hecho tan glorioso, la insurreccion del paisanaje, y fué estimulado Blake á acelerar sus movimientos.

Batalla de Alcañiz (23 de mayo de 1809)

Ya este general, después de su salida de Tortosa, se habia aproximado á la division francesa que en Alcañiz y sus alrededores mandaba el general Laval, obligándole á evacuar aquella ciudad el 18 del

mes de Mayo. Los enemigos todavía no tenian por allí numerosa fuerza, pues dicha division no permanecia entera y reunida en un punto, sino que, acantonada se extendia hasta Barbastro, mediando el Ebro entre sus esparcidos trozos. Nada hubiera importado á los franceses semejante desparramamiento sino perdieran á Monzon y si impensadamente no se hubiera aparecido D. Joaquin Blake, cuyos dos acontecimientos supiéronse en Zaragoza el 20, á la propia sazon que Suchet acababa de tomar el mando.

Se desvanecieron, por consiguiente, los planes de este general de mejorar el estado de su ejército ántes de obrar, y en breve se preparó á ir á socorrer á su gente. Dejó en Zaragoza pocas tropas, y llevando consigo la mayor parte de la segunda division, marchó á reforzar la primera, del mando de Laval, que se reconcentraba en las alturas de Híjar. Juntas ambas ascendían á unos 8.000 hombres, de los que 600 eran de caballería. Arengó Suchet á sus tropas, recordándoles pasadas glorias, y yendo adelante, se aproximó á Alcañiz, en donde ya estaba apostado D. Joaquin Blake. Contaba por su parte el general español, reunidas que fueron la divisiones valenciana de Morella y aragonesa de Tortosa, 8.176 infantes y 481 caballos.

La derecha, al mando de D. Juan Cárlos de Areizaga, se alojaba en el cerro de los Pueyos de Fórnoles; la izquierda, gobernada por D. Pedro Roca, permaneció en el Cabezo ó cumbre baja de Rodriguer, situándose el centro en el de Capuchinos, á las inmediatas órdenes del General en jefe y de su segundo, el Marqués de Lazan. Corria á la espalda del ejército el rio Guadalope, y más allá se descubria, colocada en un recuesto, la ciudad de Alcañiz.A las seis de la mañana del 23 aparecieron los enemigos por el camino de Zaragoza, retirándose, á su vista, la vanguardia española, que regía D. Pedro Tejada. Pusieron aquéllos su primer conato en apoderarse de la ermita de Fórnoles, atacando el cerro por el frente y flanco derecho, al mismo tiempo que ocupaban las alturas inmediatas. Contestaron con acierto los nuestros á sus fuegos, y repelieron despues con serenidad y vigorosamente una columna sólida de 900 granaderos, que marchaba arma al brazo y con grande algazara. Queriendo entónces el general Blake causar diversion al enemigo, envió contra su centro un trozo de gente escogida, al mando de D. Martin de Menchaca. No estorbó esta atinada resolucion el que Suchet repitiese sus ataques para enseñorearse de la ermita de Fórnoles si bien infructuosamente, alcanzando gloria y prez Areizaga y los españoles que defendian el puesto. Enojados los franceses al ver cuán inútiles eran sus esfuerzos, revolvieron sobre Menchaca, que acometido por superiores fuerzas, tuvo que recogerse al cerro de la mencionada ermita.

Extendióse en seguida la pelea al centro e izquierda española, avanzando una columna enemiga por el camino de Zaragoza con tal impetuosidad, que por de pronto todo lo arrolló. Mandábala elgeneral frances Fabre, y sus soldados llegaron al pié de las baterías españolas del centro, en donde los contuvo y desordenó el fuego vivísimo de los infantes y el bien acertado á metralla de la artillería, que gobernaba don Martin García Loigorri. Rota y deshecha esta columna, tuvieron los enemigos que replegarse, dejando el camino de Zaragoza cubierto de cadáveres. Nuestras tropas picaron algun trecho su retirada, y no insistió Blake en el perseguimiento, por la desconfianza, que le inspiraba su propia caballería, que anduvo floja en aquella jornada. Perdieron los españoles de 200 á 300 hombres; los frnaceses unos 800, quedando herido levemente en un pié el general Suchet.

Prosiguieron los últimos por la noche su marcha retrógrada, y tal era el terror infundido en sus filas, que esparcida la voz de que llegaban los españoles, echaron sus soldados á correr, y mezclados y en confusion llegaron á Samper de Calanda. Avergonzados con el dia, volvieron en sí, y pudo Suchet recogerse á Zaragoza, cuyo suelo pisó de nuevo el 6 de Junio.

Después de la batalla de Alcañiz

Satisfecho Blake de haber reanimado á sus tropas con la victoria alcanzada, limitóse durante algunos dias á ejercitarlas en las maniobras militares, mudando únicamente de acantonamientos. La Junta de Valencia acudió en su auxilio con gente y otros socorros, y la Central, estableciendo un parte ó correo extraordinario dos veces por semana, mantuvolos suficientes caudales. Reforzado el general Blake, y con mayores recursos, se movió camino de Zaragoza, confiando tambien en que el entusiasmo de las tropas supliria hasta cierto punto lo que les faltase de aguerridas.

Por su parte el general Suchet tampoco desperdició el tiempo que le habia dejado su contrario, pues acampando su gente en las inmediaciones de Zaragoza, procuró destruir las causas que habian algun tanto corrompido la disciplina. Formó igualmente, con objeto de evitar cualquiera sorpresa, atrincheramientos en Torrero y á lo largo de la acequia, barreó el arrabal, mejoró las fortificaciones de la Aljafería, y envió camino de Pamplona lo más embarazoso de la artillería y del bagaje.

En las apuradas circunstancias que le rodeaban, no sólo tenía que prevenirse contra los ataques de Blake, sino también contra las asechanzas de los habitantes y los esfuerzos de varios partidarios. De éstos se adelantó orillas del Jalon un cuerpo franco de 1.000 hombres, al mando del coronel don Ramon Gayan, y por el lado de Monzon é izquierda del Ebro acercóse al puente del Gállego el brigadier Perena. De suerte que otro descalabro como el de Alcañiz bastaba para que tuviesen los franceses que evacuar á Zaragoza y dejar libre el reino de Aragon.

La batalla de María (15 de junio de 1809)

Afanado así el general Suchet, y lleno de zozobra, ocupábase, sobre todo, en averiguar las operaciones de D. Joaquin Blake, cuando supo que éste se aproximaba. Preparóse, pues, á recibirle, y dejando la caballería en el Burgo, distribuyó los peones entre el monte Torrero y el monasterio de Santa Fe, camino de Madrid, al paso que destacó á Muel al general Fabre con 1.200 hombres.

El ejército español proseguia su movimiento, y engrosadas sus filas con nuevas tropas reunidas de várias partes, pasaba su número de 17.000 hombres. De ellos hallábase el 13 avanzada en Botorrita la division de D. Juan Cárlos de Areizaga, estando en Fuendetodos, con los demas, D. Joaquin Blake. Noticioso este general de que Fabre se habia adelantado de Muel á Longares, apresuró su marcha en la misma tarde con intento de coger al francés entre sus tropas y las de Areizaga. Mas aquél, viéndose cortado del lado de Zaragoza, abandonó un convoy de víveres y se retiró á Plasencia de Jalon. Inútilmente corrió en su ayuda la segunda division francesa, que ni pudo abrir la comunicacion ni apoderarse del puesto que en Botorrita ocupaba Areizaga, teniendo al fin que replegarse, sabedora de que venía sobre ella el grueso del ejército español.

Cerciorado de lo mismo el general Suchet, y resuelto á combatir, tomó sus disposiciones. La fuerza con que contaba ascendia á unos 12.000 hombres, debiéndose juntar en breve dos regimientos procedentes de Tudela, y Fabre, que desde Plasencia caminaba á Zaragoza. La disciplina de sus soldados se habia mejorado, mostrándose más serenos y animados que en Alcañiz.

En la mañana del 15 el general Blake, luégo que llegó á María, distante dos leguas y media de Zaragoza, pasó más allá y cruzó el arroyo que pasa por delante de aquel pueblo. Su ejército estaba distribuido en columnas, mandadas por coroneles, y le colocó sobre unas lomas, repartido en dos lineas. La primera de éstas la mandaba D. Pedro Roca, y en ella se mantuvo desde el principio D. Joaquin Blake. Estaba al frente de la segunda el Marqués de Lazan. Situóse sobre la derecha, que era la parte más llana, la caballería, capitaneada por el general Odonojú, con algunos infantes, apoyándose en el Huerba, cuyas dos orillas ocupaba.

La fuerza allí presente no pasaba de 12.000 hombres, continuando destacada en Botorrita la division de Areizaga, compuesta de 5.000 combatientes. Enfrente, y á corta distancia del nuestro, se divisaba el ejército francés, guiado por su general Suchet. Los españoles permanecian quietos en su puesto, y los enemigos no se apresuraron á empeñar la accion hasta las dos de la tarde, que les llegó el refuerzo de los regimientos de Tudela. Entónces, habiendo dejado de antemano en Torrero al general Laval para tener en respeto á Zaragoza, movióse Suchet por el frente, haciendo otro tanto los españoles. Dieron éstos muestras de flanquear con su izquierda la derecha de los enemigos, lo cual estorbó el general frances, reforzándola, hasta querer por aquella parte romper nuestras filas.

Separaba á entrambos ejércitos una quebrada, que recibió órden de cruzar el general Musnier, á quien no sólo repelieron los españoles, sino que reforzada su izquierda con gente de la derecha, le desordenaron y deshicieron. Acudió en su auxilio, por mandato de Suchet, el intrépido general Harispe, consiguiendo, aunque herido, restablecer entre sus tropas el ánimo y la confianza. En aquella hora sobrevino una horrosa tronada, con lluvia y viento, que casi suspendió el combate, impidiendo á ambos ejércitos el distinguirse claramente.

Serenado el tiempo, pensó Suchet que sería más fácil romper la derecha, no colocada tan ventajosamente, y en donde se hallaba la caballería, inferior á la suya en número y disciplina. Así fué que con una columna avanzó de aquel lado el general Habert, precediéndole Vattier con dos regimientos de caballería. Ejecutada la operacion con celeridad, se vieron arrollados los jinetes españoles y rota la derecha, apoderándodetras de nuestra provision. Permaneció, no obstante, firme en ésta D. Joaquin Blake, y ayudado de los generales Lazan y Roca, resistió durante largo rato, y con denuedo á las impetuosas acometidas que por el frente y oblicuamente hicieron los franceses. Al fin, flaqueando algunos cuerpos españoles, se arrojaron todos abajo de las lomas que ocupaban, en cuyas hondonadas, formándose barrizales con la lluvia de la tormenta, se atascaron muchos cañones, de los que en todo se perdieron hasta unos quince. Fueron cogidos prisioneros el general Odonojú y el coronel Menchaca, siendo bastantes los muertos.

Retiráronse después los españoles sin particular molestia, uniéndose en Botorrita á la division de Areizaga, que lastimosamente no tomó parte en la accion. Ignoramos las razones que asistieron á don Joaquin Blake para tenerla alejada del campo de batalla. Si fué con intento de buscar en ella refugio en caso de derrota, lo mismo le hubiera encontrado teniéndola más cerca y á su vista, con la diferencia de que empleados oportunamente sus soldados al desconcertarse la derecha, muy otro hubiera sido el éxito de la refriega, bien disputada por nuestra parte, recientes todavía los laureles de Alcañiz, y desasosegados los franceses con la terrible imágen de Zaragoza, que á la espalda aguardaba silenciosa su libertad.

El general Suchet volvió por la noche á aquella ciudad, mandando al general Laval que de Torrero caminase á amenazar la retaguardia de los españoles. Permaneció D. Joaquin Blake el 16 en Botorrita, resuelto á aguardar á los franceses; pudiera haberle costado cara semejante determinacion, si el general Laval, descarriado por sus guías, no se hubiese retardado en su marcha. Admiróse Suchet al saber que Blake, aunque derrotado, se mantenia en Botorrita, de cuyo punto no se hubiera tan pronto movido si el amo de la casa donde almorzó Laval no le hubiese avisado de la marcha de éste. Así el patriotismo de un individuo preservó quizás al ejército español de un nuevo contratiempo.

Batalla de Belchite (18 de junio de 1808)

Advertido Blake, abrevió su retirada, sin que por eso hubiese ántes habido ningun empeñado choque. Siguióle Suchet, el 17, hasta la Puebla de Alborton, y el 18 ambos ejércitos se encontraron en Belchite. No era el de Blake más numeroso que en María, pues si bien por una parte se le unió la division de Areizaga y un batallon del regimiento do Granada, procedente de Lérida, por otra habíase perdido en la accion mucha gente entre muertos y extraviados, y separádose el cuerpo franco de don Ramon Gayan. Ademas, la disposicion de los ánimos era diversa, decaido su antiguo aliento y contando casi las mismas fuerzas, podian confiadamente ponerse al riesgo de nuevos combates.

Está Belchite situado en la pendiente de unas alturas que le circuyen de todos lados, excepto por el frente y camino de Zaragoza, en donde yacen olivares y hermosas vegas, que riegan las aguas de la cuba ó pantano de Almonacid. Don Joaquin Blake puso su derecha en el Calvario, colina en que se respalda Belchite; su centro en Santa Bárbara, punto situado en el mismo pueblo, habiendo prolongado su izquierda hasta la ermita de Nuestra Señora del Pueyo. En algunas partes formaba el ejército tres líneas. Guarneciéronse los olivares con tiradores, y se apostó la caballería camino de Zaragoza. Aparecieron los franceses por las alturas de la Puebla de Alborton, atacando principalmente nuestra izquierda la division del general Musnier. Amagó de léjos la derecha el general Habert, y tropas ligeras entretuvieron el centro con várias escaramuzas. A él se acogieron luégo nuestros soldados de la izquierda, agrupándose al rededor de Belchite y Santa Bárbara, lo que no dejó ya de causar cierta confusion. Sin embargo, nuestros fuegos respondieron bien, al principio, á los de los contrarios, y por todas partes se manifestaban al ménos deseos de pelear honradamente. Mas á poco, incendiándose dos ó tres granadas españolas, y cayendo una del enemigo en medio de un regimiento; espantáronse unos, cundió el miedo á otros, y terror pánico se extendió á todas las filas, siendo arrastrados en el remolino, mal de su grado, áun los más valerosos. Solos quedaron, en medio de la posicion, los generales Blake, Lazan y Roca, con algunos oficiales; los demas casi

todos huyeron ó fueron atropellados. Sentimos, por ignorarlo, no estampar aquí, para eterno baldon, el nombre de los causadores de tamaña afrenta. Como la dispersion ocurrió al comenzarse la refriega, pocos fueron los muertos y pocos los prisioneros, ayudando á los cobardes el conocimiento del terreno. Perdiéronse nueve ó diez cañones que quedaban despues de la batalla de María, y perdióse, sobre todo, el fruto de muchos meses de trabajos, afanes y preparativos.

Aunque es cierto que no fué D. Joaquin Blake quien dió inmediata ocasion á la derrota, censuróse, con razon, en aquel general la extremada confianza de aventurar una segunda accion tres dias despues de la pérdida de María, debiendo temer que tropas nuevas como las suyas no podian haber olvidado tan pronto tan reciente y grave desgracia.

Los franceses avanzaron el mismo dia 18 á Alcañiz. Los españoles se retiraron en más ó en ménos desórden á puntos diversos; la division aragonesa de Lazan á Tortosa, de donde habia salido; la de Valencia á Morella y San Mateo; acompañaron á ambas varios de los nuevos refuerzos; algunos tiraron á otros lados. Tambien, repartiendo en columnas su ejército el general frances, dirigió una la vuelta de Tortosa, otra del lado de Morella, y apostó al general Musnier en Alcañiz y orillas de Guadalope. En cuanto á él, despues de pasar en persona el Ebro por Caspe, de reconocer á Mequinenza y de recuperar á Monzon, volvió á Zaragoza, habiendo dejado de observacion en la línea del Cinca al general Habert.

Ganada la batalla de Belchite, si tal nombre merece, y despejada la tierra, figuróse Suchet que sería árbitro de entregarse descansadamente al cuidado interior de su provincia. En breve se desengañó, porque, animados los naturales al recibo de las noticias de otras partes, y engrosándose las guerrillas y cuerpos francos con los dispersos del ejército vencido, apareció la insurreccion, como verémos despues, más formidable que ántes, encarnizándose la guerra de un modo desusado.

Desde Tortosa volvió el general Blake la vista al norte de Cataluña, y en especial la fijó en Gerona, de cuyo sitio y anexas operaciones suspenderémos hablar hasta el libro próximo, por no dividir en trozos hecho tan memorable. En lo demas de aquel principado continuaron tropas destacadas, somatenes y partidas incomodando al enemigo, pero de sus esfuerzos no se recogió abundante fruto, faltando en aquellas lides el debido órden y concierto.