La víspera de la Batalla

La víspera de la Batalla

El sábado 19 de junio de 1813 llegaron a Vitoria las tropas imperiales y los refugiados civiles, con sus enemigos, el ejército “aliado”, pisándoles los talones

Entrada de los franceses a Vitoria. Una pintura de Branche.

El sábado 19 de junio de 1813 llegaron a Vitoria las tropas imperiales y los refugiados civiles, con sus enemigos, el ejército “aliado”, pisándoles los talones. Acamparon alrededor de la ciudad, mientras esperaban los refuerzos del general Clauzel, que no llegaría a tiempo. La caravana estaba compuesta por un ejército de casi 60.000 hombres al mando del mariscal JeanBaptiste Jourdan, más de un centenar de piezas de artillería, un millar de carros con intendencia, logística, documentación militar y unos cinco millones y medio de duros de oro.

Junto a ellos viajaban unos dos mil carruajes civiles cargados de oro y joyas. Se trataba de miembros de la Administración de José Bonaparte, así como de muchos civiles españoles colaboradores de su Gobierno (a quienes se les denominaba afrancesados), acompañados de sus familias y servidumbre. En total, más de 10.000 personas.

José I y su séquito se alojaron en la ciudad, en el palacio de Montehermoso (que había sido vendido a Bonaparte por María del Pilar Acebedo y Sarria, marquesa de Montehermoso, de quien se dice que era su amante). Mientras tanto, su mano derecha, el mariscal Jean Baptiste Jourdan, yacía aquejado de fuertes fiebres. El día 19, sábado, José Bonaparte ordenó la salida hacia Francia de los carruajes, dejando a los civiles acampados en Arana. Pero no modificó la disposición del ejército imperial ni comprobó la posición de su enemigo.

A muy corta distancia les seguía el general británico Arthur Wellesley, Duque de Wellington, con su ejército formado por británicos, portugueses, alemanes y españoles, a quienes se añadieron buena parte de los ex componentes de las guerrillas vascas. Las fuerzas aliadas se acercaron a Vitoria por diversos caminos: por la carretera de Bilbao desde Murgia; llegando a Lapuebla desde Pobes; a Nanclares de Oca desde SubijanaMorillas; y a Hueto Arriba atravesando la sierra de Badaia.

Unos días antes de la Batalla, Wellington, junto a su colaborador y amigo, el vitoriano Miguel Ricardo de Álava y Esquibel (el general Álava), se adelantó hasta llegar a la sierra de Morillas, desde donde se dominaba el escenario de la batalla que se avecinaba. Rápidamente el estratega británico se dio cuenta de la debilidad que presentaba el despliegue de los franceses en esa zona. Pudo observar grandes espacios entre las unidades que lo componían y, además, los franceses no habían tenido la precaución de destruir, o al menos proteger debidamente, los 11 puentes del campo de batalla.

Según algunas crónicas, a las cinco de la mañana del lunes 21 de junio, el mariscal Jourdan se sintió con fuerzas para montar a caballo y pasar revista a sus posiciones. En primer lugar, acudió al palacio de Montehermoso, donde literalmente sacó de la cama a José Bonaparte. Juntos se dirigieron al Alto de San Juan de Jundiz. Cuentan los historiadores que el mariscal se quedó horrorizado ante lo que vio. Sus fuerzas estaban divididas en varias líneas demasiado débiles y no había un solo puente protegido. Inmediatamente ordenó concentrar las tropas en una sola línea, pero la mayoría de sus generales acataron aquellas órdenes a su manera.

Según los historiadores, desde finales de mayo (de ese año 1813) el mariscal Jean-Baptiste Jourdan intentaba abandonar el suelo español para poner a salvo la corte de José Bonaparte. Por su lado, el duque de Wellington planeaba ya atacar, en una clásica maniobra de “tenaza”, bloqueando sus posibles rutas de huida en dirección a Bayona y al territorio francés. Wellington ordenó a sus tropas posicionarse siguiendo el curso del río Zadorra. El centro del despliegue de los ejércitos aliados estaba bajo su control directo, sus tropas estaban integradas por unos 78.000 hombres y casi 100 cañones.