Las dos quintas parroquias

Las dos quintas parroquias

A lo largo de su historia, Vitoria ha conocido como ‘la quinta parroquia’ a dos iglesias, la de San Ildefonso en el Casco Medieval y la de San Cristóbal

Desde el año 1256 hasta 1839, la capital alavesa tuvo cinco parroquias. Las tradicionales y medievales Santa María, San Pedro, San Miguel y San Vicente y la menos conocida de San Ildefonso. Las famosas cuatro torres que formaron durante ocho siglos el ‘skyline’ de la ciudad fueron en realidad cinco. La ahora perdida la mandó construir el rey Alfonso X ‘el Sabio’ al ampliar la ciudad por el Este (calles de Cuchillería, Pintorería y Judería). No hay huellas de ella. Ni siquiera dibujos ni grabados. Una cruz en el suelo del patio de la actual residencia San Prudencio evoca su existencia . El escritor y periodista Becerro de Bengoa le dedica estas líneas en su ‘Libro de Álava’: “En 1254 estuvo en Vitoria Alfonso X y vivió frente al templo que entonces se edificaba bajo la advocación del santo de su nombre, san Ildefonso, donde hoy está el hospicio”. Este monarca fue fundamental en la historia vitoriana y alavesa. Además de ampliar la villa y hacer de ella una corte temporal del reino, tuvo una literaria peripecia personal al enfermar y ser curado mientras estaba en Vitoria por un milagro que atribuyó en sus célebres cantigas a la Virgen. También en 1256, dio los fueros a Salvatierra (Agurain), Contrasta, Santa Cruz de Campezo y Corres.

Aparte de que debía tener una excelente fábrica gótica, de San Ildefonso nos ha llegado la historia triste, otra más de la ciudad perdida. En 1838 la defensa de Vitoria frente a los carlistas hizo necesario mucho material de construcción para levantar muros, parapetos y fortines. No se les ocurrió otra cosa que reciclar las piedras de esta iglesia, que entonces se usaba de cuartel, y de algunas casas situadas en el extrarradio. La parroquia desapareció junto a un portal abierto en la muralla que se llamaba también Arco de San Ildefonso. Afortunadamente, si se guardó una imagen muy venerada, ‘El Cristo del Portalejo’ que estaba ligada a la historia del arco y la iglesia. Lo hicieron los vecinos de la segunda vecindad de la calle Pintorería que tenían mucho aprecio al Cristo. En 1845 se levantó una pequeña capilla, que se amplió en 1887, en la actual esquina de las calles San Vicente de Paúl con la calle de San Ildefonso. Además de la devoción de muchos vitorianos a este cristo con fama de milagrero, la capilla se utiliza para el encuentro y la oración por parte de jóvenes cristianos.

San Cristóbal

La expansión urbana de Vitoria comenzó a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Fue el momento de la construcción de la larga lista de parroquias vitorianas. Todas fueron levantadas en los últimos 55 años. Pero la más antigua de las parroquias de la Vitoria moderna, la que hizo el número cinco, se acabó de edificar en plena República, en 1935, como el aeropuerto de Salburua. Fue abierta al culto en 1936 y el autor del proyecto y director de la obra fue el sacerdote Pedro de Asua, fusilado por milicianos poco después y diseñador también de uno de los grandes edificios de la capital, el seminario diocesano. Seguramente, el arquitecto Jesús Guinea hizo los planos.

La iglesia es de una gran sencillez. Tan blanca, recuerda a los templos de las misiones americanas con su espadaña de tres vanos, simple y racional. Es rectangular con tres naves construidas con ladrillos y enlucidas con cemento en el exterior y pintura en el interior. Una de las cosas que más llaman la atención es su techumbre de madera de pino, pintada de color oscuro, plana sobre la nave central y con ligero desnivel sobre las laterales, descendiendo suavemente hacia el presbiterio.

San Cristóbal es muy rara como iglesia porque no es un edificio exento, entroncado en la manzana de casas sin solución de continuidad. El motivo es que se levantó sobre unos talleres de carpintería que donó un feligrés, Mendoza. Adosados al edificio parroquial hay una serie de locales adscritos como las dos viviendas para los sacerdotes y salones diversos. Es evidente el estilo funcional y el abandono de lo suntuoso. Edificios amplios y baratos que sirven para el culto y hechos con materiales poco nobles como el cemento o el ladrillo. La madera es la que le da un toque regionalista, al estilo de las iglesias de Iparralde.

Fue inaugurada el 3 de noviembre de 1935. Se le puso San Cristóbal porque este era el nombre del barrio, más allá de las vías. Hubo un gentío enorme, satisfecho porque se hubiera dotado a la zona de parroquia y escuela católica, según las crónicas. El obispo Mateo Múgica tenía un lema ”debajo de cada campanario una escuela católica”. Fue levantada con dinero de los feligreses y la propia diócesis.

El más generoso de aquellos feligreses tiene una placa que recuerda su gesto. Se llamaba Norberto Mendoza. El mármol recuerda también a su esposa Mari Carmen Caballero. Donaron los terrenos y pabellones industriales de carpintería y pintura que habían sido reconvertidos en templo y escuela; el centro escolar era conocido como ‘Escuela Mendoza’. Daban clases los religiosos de San Viator y una gran maestra, Nati Lengarán.

Norberto Mendoza fue un personaje particular. Escribía en la prensa del momento y usaba el seudónimo ‘El Duende del Campillo’. Llegó a ser concejal y alcalde en funciones en los años cuarenta. Promovió la construcción del paso inferior sobre las vías del ferrocarril que unen las calles Rioja y Comandante Izarduy que fue finalizado en 1950 y que se conoce precisamente con el nombre de ‘El paso del duende’. Posteriormente, creó una industria de rótulos y carteles. Contaba con 257 obreros.

Entre las imágenes destaca el cristo crucificado procedente de la parroquia de San Prundecio de Armentia. Es de formas clásicas, de finales del siglo XVI. En uno de los ángulos está colocada la imagen de San Cristóbal del siglo XVIII.