Desde el principio de la cuarentena he intentado mantener la positividad, porque creo que es muy importante ahora mismo, ya que si no nos alegramos con pequeñas cosas cómo puede ser que tu madre te haga una comida que te gusta mucho o poder dormir más por semana, pues estás todo el día triste, pensando en lo que va a pasar o a las cosas que nos estamos perdiendo. Y esto hará que uno mismo se sienta mal y llevará mucho peor el estar encerrado en casa.
La verdad que mentiría si dijera que tengo una rutina porque salvo las clases online que tengo del colegio y de la carrera de danza, pues suelo variar mucho las cosas que hago durante las semanas que llevamos. Una semana pues me da por escuchar música todo el día, otra pues a hablar más con mis amigos por video llamada y ver series.En resumen cada semana ha sido diferente aunque a la vez parece que estaba repitiendo el mismo día cambiando dos cosas.
También he tenido mis momentos de bajón, en los que pensaba que en este túnel nunca se vería la luz, quizás porque veía demasiado el telediario y estaba muy pendiente de las cifras tanto de infectados como de muertes. Pero he aprendido qué con verlo una vez al día para estar un poco informada era suficiente, ya que escuchaba muchas noticias pero ninguna era la que mi esperanza quería oír .
Lo que peor llevo de todo esto es no poder ver a mis amigos ni a la familia que no vive conmigo, ya que por ejemplo; yo iba por semana varios días a comer con mis abuelas y hacía muchísima vida social con mis amigos ,los fines de semana quedábamos para hacer planes y por semana pues a veces quedábamos para estudiar en la biblioteca o los viernes íbamos todos juntos a cenar a casa de algún amigo. Al final esas pequeñas cosas eran las que me hacían más feliz y con las que me olvidaba de mis problemas. Y ahora las he tenido que cambiar por ver una película o hablar con ellos por teléfono, pero no es lo mismo, la verdad que ni parecido.
Pero de lo malo se aprende y yo he aprendido muchísimas cosas de esta situación cómo que tenemos que valorar el simple hecho de poder ir a tomar algo, ir al colegio o algo tan sencillo como puede ser pasear por el muro. Por eso estoy segura que cuando pueda volver a ir a la calle disfrutaré cada pequeño momento como nunca lo he hecho.
El pasado 14 de marzo, comenzó en España el estado de alarma por la crisis del coronavirus. Ya llevamos más de un mes de cuarentena y creo que podría hablar por todo el mundo si dijera que necesito salir ya con normalidad.
Este confinamiento tiene cosas buenas y malas, ya que no todo se puede mirar con malos ojos. Esto está ayudando al medio ambiente, a la contaminación concretamente. También nos está enseñando a que tenemos que valorar más todas las cosas que tenemos y podemos hacer ya que en estos momentos echamos de menos hasta un simple paseo por el muro.
Desde mi punto de vista, o por lo menos yo, cada vez llevo mejor el confinamiento, es decir, al principio el no poder salir me parecía una tortura, el no poder ver a mis amigos en clase, me parecía un infierno, pero poco a poco esta sensación se fue quitando cuando fui pensando en que así podría ayudar a que el virus desapareciera.
Como todos, tengo unos miedos, unas esperanzas y unos deseos. Lo que más deseo es poder salir y ver a mis amigos ya que mi familia no vive aquí y además preferiría no ponerlos en peligro. Tengo miedo de lo que pueda pasar con el futuro de este virus ya que, yo creo, que cuando volvamos a salir el virus se va a volver a expandir, porque si nos empezamos a despreocupar vamos a volver a estar igual. Y tengo la esperanza de que cuando esto acabe las personas van a ser mejores, vamos a empezar a pensar más en los demás y no solo en nosotros mismos, nos vamos a ayudar, apoyar… (o eso es lo que quiero pensar).
También hay algo que me desilusiona, y es el hecho de que esto no se haya parado antes, con esto me refiero a que sabiendo que este virus iba a llegar a España se podrían haber puesto unas medidas antes de que se expandiera tanto, pero también me alegra el hecho de que esto ya se esté acabando y haya menos muertos y contagiados.
Yo creo que de esto se pueden aprender muchas cosas, deberíamos empezar a pensar más en el bien de los demás, valorar las cosas más insignificantes, alegrarte de todo lo que tienes y no quejarte por lo que no…
Esto en Gijón se está llevando bastante bien, me parece, hasta que la gente comenzó a salir con los niños a la calle y se comenzaron a juntar. A mi parecer hay personas que no ven la gravedad del virus pero solo hace falta ver el alto número de muertos y contagiados. Cada uno es libre de hacer lo que quiera pero luego no me parecería justo que si el virus les afecta, se quejaran.
Parece mentira que el jueves que comenzó el Estado de alarma estuviéramos todos tan contentos de no volver al colegio. Hoy nos damos cuenta, casi un mes y medio después, que aquello fue en realidad el comienzo de algo muy serio. Está siendo la etapa más dura de nuestra vida hasta ahora y, que sin duda vamos a recordar hasta que ya nos falte la memoria.
En estos cuarenta días hemos pasado por muchos puntos de nuestro estado de ánimo pero creo que en general, todos, como sociedad y como individuos estamos aprendiendo muchas cosas nuevas. Aquellos momentos que antes nos parecían insignificantes ahora lo son todo. Antes queríamos un móvil nuevo, ahora preferiríamos mil veces más un paseo con amigos por el Muro o una visita a casa de nuestros abuelos. Son ellos los que más necesitan ahora que les ayudemos y los que más se merecen que lo hagamos, ellos que han vivido toda su vida para sus hijos y para sus nietos y que son lo que más queremos.
Yo de esta experiencia me quedo con los días en los que nos dimos cuenta que nuestra vida cambiaría para siempre, puede que para peor en algunos aspectos, pero al fin y al cabo, todo cambia. Esta experiencia también me deja cosas nuevas y buenas.
estar con nuestras familias, parar del trajín diario de la cotidianeidad, volver a jugar, a ser un poco más niño… También te hace pensar muchas cosas que antes no te habías planteado, te hace que te preocupes más de cómo están los demás y de cómo estás tú.
Otra cosa novedosa es que echamos de menos ir al colegio, aunque haya que madrugar, ver a tus amigos todos los días en directo, sentirlos, tocarlos, es algo que antes ni siquiera apreciamos y que en cambio ahora nos damos cuenta del privilegio que era.
Creo, en definitiva, que el confinamiento y este virus van a marcar un antes y un después en nuestras vidas.
La pandemia del coronavirus sin duda será un acontecimiento muy importante a lo largo de la historia. Llevamos desde hace un mes y medio confinados en casa con mucha incertidumbre. Nuestro esfuerzo de estar encerrados y conviviendo minuto a minuto con algunas personas de nuestra familia hará que gran cantidad de personas no pierdan la vida; sobretodo nuestros abuelos y las personas más mayores. Ellos cuidaron de nosotros a lo largo de nuestra vida y ahora nos toca a los más jóvenes.
La cuarentena me está sirviendo para reflexionar mucho. Nos ha tocado aislarnos de la sociedad, de amigos y de la familia. Ahora valoro más lo que es respirar aire fresco, lo que es disfrutar semanalmente con nuestros seres queridos, lo importante que es ser solidario…El valor que tiene la vida. También me doy cuenta de lo rápido que pueden cambiar nuestras vidas, que nunca se sabe que pasará mañana. Este tiempo me sirve para también para meditar mi vida, para pensar en nuevas metas y propósitos que espero cumplir cuando todo esto acabe.
Estoy viviendo esta situación de la mejor manera posible, estando pendiente de las noticias constantemente. Los primeros días me resultaron amenos, ya que aproveché a hacer cosas que no podía hacer en la vida normal anteriormente: hacer deporte, ordenar, escribir nuevos propósitos, cocinar, planificar mi futuro…; pero a medida de que iba pasando un mes ya no tuve la misma sensación. Los días se me hacían pesados y la convivencia no es que sea especialmente buena ya que la preocupación de la pandemia y estar todos juntos en nuestros hogares hace que discutamos unos con otros y perdamos la paciencia.
Respecto a “¿qué pasará cuando todo esto acabe?”, tengo mis dudas. Cuando nos dejen salir a la calle todo será muy raro. Pisar de nuevo una tienda, una calle, un colegio… Ver a tus amigos, a tus abuelos, a la gente del día a día… Poder caminar sin mascarillas ni guantes, no ver coches de policías asiduamente… Sinceramente estas sensaciones me resultan muy lejanas. Tengo miedo de que esto dure hasta dentro de mucho tiempo, de que haya muchos más enfermos, de la economía y por ello la preocupación de nuestros antecesores. Aún así, veo la luz al final del túnel y tengo alguna esperanza de que esto acabe pronto.
Por otra parte, estas semanas están haciendo que estemos cambiando de personalidad, que estemos renovando nuestro interior. Sé que igual algunos le cogieron el gusto a pasar tiempo en casa, y otros que pasaban bastante tiempo en casa, seguramente cuando todo vuelva a la normalidad ya no lo estén tanto. Me pregunto cuándo exactamente volverá todo a ser igual que antes.
Deberíamos de aprender muchas cosas de esta crisis. Hay muchos ejemplos. Uno de ellos es la valía de los médicos, enfermeros y sanitarios que están al pie del cañón con los hospitales llenos, salvando la vida a miles de personas. Otro aspecto es la responsabilidad de millones de ciudadanos que han seguido paso a paso las indicaciones de los expertos. En resumen: muchísimas lecciones de vida nos deja esta crisis, que sin duda aportando nuestro granito de arena lograremos todos juntos superar.
TODO SALDRÁ BIEN
El 31 de enero ocurrió algo que cambiaria el rumbo de la historia reciente, algo con consecuencias solo comparables a una guerra. Ese día el gobierno chino detecto en la ciudad de Wuhan un nuevo virus, de la rama de los coronavirus, posteriormente bautizado como SARS-CoV-2.
Poco a poco y pese al escepticismo inicial de prácticamente toda la población mundial, este virus se fue extendiendo y con él las restricciones que se nos han ido imponiendo para evitar su propagación
El 31 de enero se detectaron los primeros casos en España, y el dos de marzo ya se habían detectado mas de 100 casos en territorio nacional. Ante el imparable avance del virus por el país el gobierno, no sin reticencias y probablemente demasiado tarde, decretó el estado de alarma, acompañado del confinamiento obligatorio. Ahí es cuando muchos nos dimos cuenta de que la situación iba en serio, entre ellos yo, que siempre, al contrario que mis padres, le quitaba hierro diciendo que era una gripe y que nunca llegaríamos a tal extremo.
La primera semana de confinamiento causó una mezcla de sensaciones en mí, tales como miedo, incertidumbre y frustración. Fueron días que se hicieron muy largos, ya que hay ciertas personas a las que cuando les dices que no a algo se empeñan en hacerla, y ese era mi caso; se me hizo muy difícil acostumbrarme a la nueva situación.
Mi rutina diaria pasó en apenas unos días de estar mas de 8 horas diarias fuera de casa a agradecer el poder salir 5 minutos a tirar la basura o comprar el pan. Cuando iba a empezar la segunda semana ilusionado por acabar el confinamiento el gobierno anunció una nueva prórroga y advirtió que habría más.
En el momento en el que leí aquella noticia sentí una gran desilusión al igual que frustración, al no poder ver un final y saber que los 15 días confinado se iban a convertir en muchos más durante los cuales sólo iba a poder ver a mis amigos y al resto de mi familia que no eran mis padres y hermana por videoconferencia.
Una cosa que está ayudando mucho a pasar el confinamiento es la pequeña terraza de mi casa, donde a diario tomamos el aperitivo y desde donde me di cuenta de las proporciones de esta situación, ya que a pesar de que yo vivo en una calle muy transitada, tanto por personas como por vehículos, a partir de la primera semana me fijé en que había la misma actividad un sábado de confinamiento a las 12 del mediodía que un domingo a las 2 de la madrugada de un día ordinario.
Poco a poco entre clases virtuales, llamadas con los amigos y con la familia y tras mucho cocinar fueron pasando las semanas, y actualmente, mientras escribo estas líneas estamos entrando en la 7 semana de confinamiento.
Actualmente parece que ya estamos al inicio del proceso para acabar con esta situación, el desconfinamiento. Los primeros agraciados en poder salir de casa han sido los niños de menos de 14 años, que deben de ir acompañados de un adulto. Este es el caso de mi hermana, por la que me alegro, aunque espero poder acompañarla lo antes posible.
La siguiente etapa del desconfinamiento será poder salir a hacer deporte, lo cual ansío muchísimo, ya que es una de las cosas que mas echo de menos. Si todo va correctamente el sábado 2 de mayo ya se podrá salir, aunque aún no se sabe en qué condiciones y para eso es necesario que todos seamos responsables.
En ese sentido, en el de la responsabilidad colectiva, en el sentimiento de sociedad es en lo único que creo que vamos a salir reforzados de la situación actual, ya que, aunque parezca nimio los aplausos a las 8, el respeto por las medidas del gobierno y los 2 meses de confinamiento (y sumando) nos unirán como sociedad, y a mí en particular a mi familia, con la cual estoy pasando mucho más tiempo del que solía y he vuelto a hacer cosas que no hacia desde hace mucho tiempo, como jugar a juegos de mesa y ver películas en familia.
Hace unos años, si me dijeran que una pandemia mundial haría que todas las personas permanecieran en casa por tiempo indefinido, no me lo creería. Hablar de este tema es un tanto impactante, es una situación completamente nueva, de la que desconocemos soluciones y solamente podemos hacer frente teniendo paciencia. En mi día a día el ser paciente es un poco complicado, no vivo bajo un techo tan grande como me gustaría para estar unas semanas sin poder salir, pero también entiendo que hay gente que no dispone de las facilidades que tengo yo, por tanto no es algo de lo que me queje. Mi rutina diaria está basada en levantarme por las mañanas para asistir a las llamadas grupales por parte del colegio, completar mi tarea, y por la tarde de la misma forma que en el colegio, las videollamadas de la academia. Por la tarde puedo relajarme para hacer otro tipo de tareas, reflexionar, o hacer aquellas actividades que no dependan de un espacio exterior. Esto supone, por ejemplo, la pérdida del volleyball. Quizás es una de las cosas por las que más triste me he puesto, porque uno nunca sabe cuando es el final de una etapa, y quizás esta temporada era la última. Al igual que la selección asturiana, que era el último año que podíamos asistir. Del colegio no estoy tan preocupada porque con nuestros dispositivos, las llamadas y los trabajos, estoy convencida de que no perderemos el ritmo y saldremos hacia delante. Quizás el tema que más me preocupe y supongo que al resto también, son mis seres queridos. Es inevitable que algo tan pequeño, difícil de eliminar y demostrado muy dañino, como es el Coronavirus, se lleve a gente por delante. No sabemos cuándo será la próxima vez que veremos a nuestras familias que no viven junto a nosotros, y en mi opinión es lo que nos tiene más preocupados, ya que son los más vulnerables. Por tanto mi mayor miedo de toda esta situación sería que les pasara algo y no poder disfrutar de ellos todo el tiempo que quisiera. También otra gran preocupación que tengo es que no se encuentre la cura para este virus, o simplemente que tarde más de lo esperado, ya que impediría la vuelta a la normalidad y básicamente es mi gran esperanza. Yo confío en que, no en un tiempo muy lejano, podamos volver a la normalidad, abrazar, pasar tiempo tiempo con los nuestros sin preocuparse de estar a una serie de metros, cumplir unas normas, o tener miedo de contagiarles. A pesar de haber perdido quizás lo más importante para mí, mis rutinas, etc. Pienso que dentro de todo esto hay que permanecer positivos, a mi en particular lo que más me alegra de esto es pasar más tiempo con mi hermana, que al ser su primer año de carrera estaba muy ocupada para hacer cosas que solíamos hacer juntas. También puedo estar más tiempo con mis padres y hacer otras actividades que antes no entraban en nuestros planes. También aunque no tenga un jardín, o una terraza, en algunas horas nos asomamos por la ventana para que nos de un poco de luz y charlamos durante horas, la verdad que nos ayuda bastante a despejar. Este tiempo en parte nos vendrá bien para reflexionar sobre muchos aspectos y al final poder sacar algo bueno. Otro aspecto del que estoy muy contenta es que, aunque el itinerario de bachiller, es una decisión que me resulta muy complicado, ya he decido que estudiar en la universidad, y estoy investigando mucho sobre este tema y tratando de tener ideas que me ayuden, y quizás en una rutina normal no hubiera tenido tiempo.
Todos estamos en la misma situación, quizás unos con más facilidades para tener otro tipo de rutinas más entretenidas, pero creo que de esto deberíamos aprender que ante la misma situación no es como la vives sino cómo decides vivirla, es decir, no es el problema sino la actitud que tengamos ante él. También deberíamos aprender una gran lección de aprovechar todos los días como si fueran el último, ya que nunca sabemos cuando eso que consideramos normal, puede cambiar. Creo que también debemos presentar una gran responsabilidad, si nos dejaran salir a pasear, hacer deporte, despejar… espero que actuemos de forma ordenada para dar poco a poco pasitos hacia delante, y no retroceder y tener que volver a empezar lo que hemos progresado. También creo que la situación hubiera sido distinta si otras medidas se hubieran tomado, pero hay que hacer frente a las dificultades que se nos pongan de la mejor forma posible.
Como ya he dicho esta situación me está haciendo hablar de cosas y abrirme emocionalmente a mi familia, es decir hablar más aspectos que quizás antes me guardaba para mí. Es una manera muy bonita de pasar la cuarentena, además también ayuda sincerarse con gente que no sean siempre tus amigos, para recibir más puntos de
vista. Mi consejo aquí sería reflexiona y comparte tu reflexión, es bonito escuchar pero también que te escuchen. Por último, en mi entorno, está situación se hace más llevadera a las ocho de la tarde, cuando salimos a las terrazas, balcones y ventanas a aplaudir. Creo que es un gesto que aunque no ayude físicamente, si lo hace mentalmente, y es una manera muy bonita de agradecer lo que el cuerpo sanitario hace por resolver
todo esto. Aunque sea tan solo un minuto, en mi barrio no nos lo aplicamos mucho, empezamos antes y terminamos más tarde. Cantamos canciones, charlamos, a veces hacemos algún juego como el “veo veo” y yo durante ese tiempo pienso, un día más es un día menos. Parece mentira, pero esta frase me ayuda mucho a que mis días se hagan más amenos y pasen antes.
No sé muy bien cómo debería comenzar esta redacción, básicamente porque nunca pensé que tendría que hacerlo.
Llevamos más de un mes encerrados en casa, sin poder ver a nuestros amigos y familiares, y aunque tenemos todas estas nuevas tecnologías y podemos video llamarnos y escribirnos, creo que todos nos sentimos insatisfechos en cierta parte.
Aunque yo no me pueda quejar (ya que tengo una familia numerosa con la que nunca o casi nunca discuto) echo de menos absolutamente todo, pasear sola, pasear con amigos, los ruidos de la calle, el sonido de las olas... Si lo pienso, echo de menos hasta subir las interminables escaleras del colegio por la mañana y encontrarme a todos mis compañeros con caras de dormidos. Echo de menos la rutina que tanto detestaba.
Sinceramente lo estoy llevando mucho mejor de lo que pensé que lo haría, no me encuentro desanimada ni excesivamente aburrida, pero aun así, no me abandona el sentimiento de que me han impuesto un castigo sin haberme portado mal. Que alguien me ha obligado a poner mi vida en pausa y lo único que puedo hacer es ver las fotos que tengo en la galería del móvil y querer rebobinar y disfrutarlo todo un poquito más de lo que lo hice.
Sé que no es el fin del mundo ni mucho menos, y que cuando termine, haré absolutamente todo con muchas más ganas que antes.
Las únicas preguntas de las que ansío obtener una respuesta pronto son; ¿cuándo se acabará todo esto? ¿Cuándo podré recuperar mi vida?
Sé que no tiene sentido hacérselas porque nadie tiene la respuesta, pero no puedo parar de crear escenarios en la cabeza con las distintas respuestas.
“Se ha encontrado una vacuna contra el Covid-19, la vuelta a la normalidad ocurrirá a principios de Septiembre”
Bueno, de entre lo malo, me he perdido el verano de los 16. La primera vez en las fiestas a las que quise ir el año pasado y me prometieron que iría en año que viene. Me he perdido el último verano de la ESO, el último campamento…
“La vuelta a la normalidad se pospondrá hasta principios de 2021 por motivos de seguridad”
Además de lo anterior, me perdería el primer día de clase sin uniforme, la llegada de los nuevos compañeros, mis amigos que ganaron la beca FAO no podrían ir… Primero de bachiller (no sé si debería decir esto, espero que no lo lean mis padres) es el año con más fiestas antes de terminar el colegio (porque en segundo hay que preocuparse mucho más por las notas) y perderme aunque sea sólo una de ellas, me daría muchísima rabia.6
Estos son los escenarios que más me preocupan y en realidad son los más probables. Nada de playa este verano. Nada de campamentos… Sé que parece muy pesimista pero en realidad es lo más probable, si quisiese ser optimista y esperar un verano “normal”, (el que me habría esperado de no ser por toda esta situación) en realidad estaría siendo ingenua.
Pese a esta información, no quiero que el mensaje de esta redacción se centre en lo que estoy perdiendo (aunque sea mucho) sino en lo que voy a ganar. En primer lugar ya tengo una historia de ciencia ficción para contarles a mis sobrinos (que hijos no pienso tener). Se van a hartar de que les cuente cómo bajar al súper era como ir a la guerra o que la gente empezó a comprar papel higiénico como si se fuese a terminar para siempre.
También estoy ganando en cierta forma conmigo misma. Creo que nunca había pasado tanto tiempo a solas (aunque esté con mi familia) por lo que he reflexionado mucho y he decidido hacer algunos cambios con mi vida. Prometo que estos no serán como los propósitos de Año Nuevo que nunca se cumplen.
Igual me he alargado demasiado con esta redacción, pero escribir me relaja y creo que en cierta parte me ayuda a pararme para poder asimilar lo que está pasando. A veces me sigo encontrando pensando que todo esto es un sueño y que cuando despierte todo va a seguir como lo dejé.
Sin mucho más que añadir, termino aquí mi redacción. Espero que no se me olvide nunca lo que estoy aprendiendo durante este tiempo y que me ayude en algo para el futuro.
El 31 de enero ocurrió algo que cambiaria el rumbo de la historia reciente, algo con consecuencias solo comparables a una guerra. Ese día el gobierno chino detectó en la ciudad de Wuhan un nuevo virus, de la rama de los coronavirus, posteriormente bautizado como SARS-CoV-2.
Poco a poco y pese al escepticismo inicial de prácticamente toda la población mundial, este virus se fue extendiendo y con él las restricciones que se nos han ido imponiendo para evitar su propagación
El 31 de enero se detectaron los primeros casos en España, y el dos de marzo ya se habían detectado más de 100 casos en territorio nacional. Ante el imparable avance del virus por el país el gobierno, no sin reticencias y probablemente demasiado tarde, decretó el estado de alarma, acompañado del confinamiento obligatorio. Ahí es cuando muchos nos dimos cuenta de que la situación iba en serio, entre ellos yo, que siempre, al contrario que mis padres, le quitaba hierro diciendo que era una gripe y que nunca llegaríamos a tal extremo.
La primera semana de confinamiento causó una mezcla de sensaciones en mí, tales como miedo, incertidumbre y frustración. Fueron días que se hicieron muy largos, ya que hay ciertas personas a las que cuando les dices que no a algo se empeñan en hacerla, y ese era mi caso; se me hizo muy difícil acostumbrarme a la nueva situación.
Mi rutina diaria pasó en apenas unos días de estar más de 8 horas diarias fuera de casa a agradecer el poder salir 5 minutos a tirar la basura o comprar el pan. Cuando iba a empezar la segunda semana ilusionado por acabar el confinamiento el gobierno anunció una nueva prórroga y advirtió que habría más.
En el momento en el que leí aquella noticia sentí una gran desilusión al igual que frustración, al no poder ver un final y saber que los 15 días confinado se iban a convertir en muchos más durante los cuales sólo iba a poder ver a mis amigos y al resto de mi familia que no eran mis padres y hermana por videoconferencia.
Una cosa que está ayudando mucho a pasar el confinamiento es la pequeña terraza de mi casa, donde a diario tomamos el aperitivo y desde donde me di cuenta de las proporciones de esta situación, ya que a pesar de que yo vivo en una calle muy transitada, tanto por personas como por vehículos, a partir de la primera semana me fijé en que había la misma actividad un sábado de confinamiento a las 12 del mediodía que un domingo a las 2 de la madrugada de un día ordinario.
Poco a poco entre clases virtuales, llamadas con los amigos y con la familia y tras mucho cocinar fueron pasando las semanas, y actualmente, mientras escribo estas líneas estamos entrando en la 7 semana de confinamiento.
Actualmente parece que ya estamos al inicio del proceso para acabar con esta situación, el desconfinamiento. Los primeros agraciados en poder salir de casa han sido los niños de menos de 14 años, que deben de ir acompañados de un adulto. Este es el caso de mi hermana, por la que me alegro, aunque espero poder acompañarla lo antes posible.
La siguiente etapa del desconfinamiento será poder salir a hacer deporte, lo cual ansío muchísimo, ya que es una de las cosas que mas echo de menos. Si todo va correctamente el sábado 2 de mayo ya se podrá salir, aunque aún no se sabe en qué condiciones y para eso es necesario que todos seamos responsables.
En ese sentido, en el de la responsabilidad colectiva, en el sentimiento de sociedad es en lo único que creo que vamos a salir reforzados de la situación actual, ya que, aunque parezca nimio los aplausos a las 8, el respeto por las medidas del gobierno y los 2 meses de confinamiento (y sumando) nos unirán como sociedad, y a mí en particular a mi familia, con la cual estoy pasando mucho más tiempo del que solía y he vuelto a hacer cosas que no hacía desde hace mucho tiempo, como jugar a juegos de mesa y ver películas en familia.