La educación es un arte. Hay muchas maneras de diseñar una clase y de integrar la creatividad en ellas. Un buen educador debe ser capaz de enseñar los aspectos técnicos de una clase, pero a su vez brindar un espacio de expresión y de relación con el contexto de la vida cotidiana. Mi deseo primordial como educadora es enseñarles a los jóvenes a amar la educación, así como muchos aman el arte. A continuación, hablaré sobre: algunas características que me describen como persona, mi concepción acerca de ser una educadora, las razones que me impulsaron a ser instructora y las características que me hacen competente para asumir mi cargo.
Al pensar en cualidades que me distinguen pienso en mi amor por la naturaleza, mi pasión por el baile, mi interés por el ejercicio, entre otras cosas. Sin embargo, para el campo laboral considero que es importante resaltar tres particularidades: soy analítica, trabajadora y servicial. Desde pequeña, he sido el tipo de persona que cuestiona todo lo que ve y todo lo que le explican. No me conformo con respuestas generales o gastadas. Cuando se trata del conocimiento, siempre intento entender la lógica detrás de cada respuesta. Formo mis propias conclusiones a partir de dos factores: del conglomerado de respuestas que me han convencido a través de mis años de vida y de mis experiencias. En segundo lugar, me considero una persona que trabaja arduamente para alcanzar sus metas. Soy sumamente responsable y organizada. Son estas características las que me permiten exceder en mi trabajo. Me gusta que todo esté bien hecho. No me agrada la mediocridad. Ahora bien, a pesar de ser bastante analítica y rigurosa conmigo misma, pienso que una de las cosas que mejor me describe es mi deseo por aportar algo positivo en este mundo. Hoy en día la juventud pasa por muchas adversidades. Tener un buen maestro, puede ser una influencia positiva en sus vidas. Mi deseo es poner mis habilidades al servicio de mis estudiantes.
Esto me lleva al cuestionamiento, ¿cuál es la función de un educador? Un educador debe cultivar amor por el aprendizaje, fomentar la inclusión en el salón de clases y ser facilitador del conocimiento. Definitivamente, el propósito primordial de un educador debe ser sembrar en sus estudiantes amor por el aprendizaje. Aunque en el salón de clases los alumnos aprenden muchas cosas, el verdadero aprendizaje se sintetiza cuando los individuos lo aplican en su vida diaria o cuando se sienten movidos a buscar más sobre el tema discutido. Un maestro puede ser excelente explicando, pero si no le enseña a los jóvenes a querer aprender más, estos se limitarán al conocimiento aprendido en el aula. En segundo lugar, el educador debe desarrollar un ambiente que propicie la participación de todos. Cada individuo debe sentirse cómodo al expresar sus ideas y cuestionamientos. Un maestro jamás debe hacer sentir a sus estudiantes inferiores, humillados o intimidados. Debe crear una conexión sana con ellos y velar por que formen lazos positivos entre ellos. Por último, el educador debe enfocarse en la calidad de la formación que están recibiendo los adolescentes. Esto es mucho más importante que la cantidad de material enseñado. No debe aspirar a que sus estudiantes memoricen sin entender, sino a que aprendan a pensar lógicamente. Debe inyectar un pensamiento crítico, de manera tal, que cuando un estudiante se enfrente a una situación nueva, haya desarrollado las destrezas para solucionarla.
Yo quiero ser esa educadora que transforma vidas. Al pensar en experiencias que me han movido a tomar esta decisión, pienso en la experiencia que tuve en un salón de niños con autismo, y en profesores que me han inspirado. Al comienzo de mi año universitario, le pedí a mi prima ir como observadora a unos de los salones de la escuela donde ella trabajaba. Estuve un día completo en un salón con jóvenes, de 16-21 años, con autismo. Quedé completamente impactada. Una vez conocí una niña de 6 años con autismo y vi su comportamiento. Mientras tanto tenía este grupo de jóvenes que tenían la misma condición, pero tenían control, se sabían expresar, tenían metas… Para mí, el progreso de ellos era muestra de la educación que recibieron por parte de su maestra. Esta experiencia me enseñó el impacto de un buen educador. Esos jóvenes tenían las herramientas para hacer sus sueños realidad y todo gracias a que fueron bien preparados. De igual manera, yo tuve profesores que me marcaron. Mi maestra de matemáticas de secundaria siempre creyó en mí. Era una mujer que retaba mucho a mi grupo porque creía en nuestro potencial. Gracias a ella, y a profesores de la universidad, opté por esta carrera.
A mi entender las características idóneas que poseo que me ayudarán a desenvolverme como maestra son varias. En primer lugar, me considero una persona desinteresada. No estudio esta carrera para obtener prestigio o un salario alto. Al contrario, lo hago porque deseo ver el bienestar psicológico y académico de mis estudiantes. Recientemente, un profesor nos dijo: “no pretendo ser un rey que se cree superior a ustedes. Estoy aquí para servirles”. Sus palabras me impactaron porque, lamentablemente, no muchos piensan como él. Sin embargo, el servicio es una de mis cualidades más fuertes. Al entrar a un salón quiero que mis estudiantes sientan que estoy a su servicio, porque ese es mi oficio. Otra característica que considero que poseo es que busco ampliar el desarrollo de las personas. Siempre parto de expectativas realistas. Por ende, alento a las personas a que crean en ellas y desarrollen su máximo potencial. Para lograr mi cometido como maestra utilizaré la creatividad. Creo que es de suma importancia innovar la manera en la que se enseña. Por eso, como maestra, siempre optaré por métodos nuevos y eficientes que se adapten a las necesidades de mis estudiantes. Finalmente, pienso que tener un dominio del tema que se discute es esencial. Por eso, me dedico arduamente a mis estudios. Quiero desarrollarme lo mejor posible para poder aclarar cada duda y para poder transmitir las lecciones de la manera más clara posible.
Ser educadora es un arte y deseo ser una artista que realiza una obra maestra con cada uno de sus grupos. Tengo una concepción definida sobre lo que se necesita para ser una buena educadora. Por tal razón, utilizaré mis fortalezas para convertirme en esa gran maestra.