Cierta historia de amor

Yo era un muchacho tranquilo

hasta que di con mi sueño

más dorado que era una mujer

algo mayor que yo.

Ella tenía treinta y cinco

y yo dieciocho para mi favor

(Favor dudoso).

Empezó por regalarme

dos camisas y un vestido

para que yo se los diera a mi mamá.

A eso le siguió una lluvia de pequeños

regalitos para mí

(Para mí entierro).

Hasta me froté las manos

cuando supe que vivía sola

desde que por fin se divorció.

Y en su casa hice meriendas,

comidas y desayunos hasta engordar

(Casi reviento, como verán).

Lo tenía todo, y me puse ocioso:

me pasaba el día de la lectura al amor.

"¿Qué quiere mi dueño?,

¿qué quiere mi encanto?",

me decía con voz azucarada

si me iba a mover.

Mi amigos comentaban

que yo sí era un bárbaro del diablo

y la fama de conquistador nació.

Las pepillas me buscaban,

yo me pellizcaba el brazo para ver

si era soñando.

Aprendí, de un buen amigo

a pegarle a mi mujer,

a llevar los pantalones

como es la tradición.

Y ella iba a mi trabajo,

para sorprenderme

en algo ilegal

(Era normal).

Me di cuenta que las cosas

ya no estaban es su sitio

cuando me empezó a coser

la ropa encima, al salir.

Después vino la algazara,

las denuncias y los llantos al dormir.

Y pasó el tiempo...

Decidí dejarla cuando una noche

desperté y la vi que se lanzaba sobre mí

con unas tijeras de podar sus matas

mientras me juraba que

no iba a ver

a otra mujer

jamás.

Me puse la ropa y salí corriendo

entre amenazas que no puedo repetir.

Me puse la ropa y salí corriendo

sin sueños dorados, pero a salvo el honor.

(1969)