En diversas situaciones de la vida cotidiana, el éxito o el fracaso en su realización, puede depender de la velocidad a la que se realizan: parar en un semáforo, coger un objeto que se nos cae antes de que llegue al suelo, o simplemente participar en una conversación.
A lo largo de la historia ha existido un interés por conocer los mecanismos que permiten que unos individuos respondan más rápido que otros. Gracias al estudio de pacientes con enfermedades del sistema nervioso y a la llegada de las nuevas técnicas de imagen y registro de la actividad cerebral, es posible empezar a aportar algo de luz sobre las bases neuroanatómicas de la velocidad de procesamiento.
Existen diferentes grupos clínicos que se caracterizan por perder la capacidad para responder con rapidez: traumatismos craneoencefálicos, enfermedad de Parkinson, esclerosis múltiple, esquizofrenia y, por razones distintas, el trastorno obsesivo compulsivo. Pero no sólo tiene interés su estudio en la patología, sino también en personas sanas a lo largo del ciclo vital, o en personas que dependen de esa velocidad para el éxito laboral, como los tenistas, futbolistas o los pilotos de fórmula 1.
A lo largo de la charla se revisarán estas cuestiones, se repasará la relación de la velocidad con la sustancia blanca y sustancia gris cerebrales y se abordarán algunas cuestiones relacionadas con su evaluación y su posible mejora con entrenamiento o rehabilitación.