Aproximarse a este concepto implica un esfuerzo reflexivo que permita comprender que vivimos permanentemente en relaciones que nos permiten vivir el cuidado y dar cuidado. La Ética del cuidado, entonces, es necesario entenderla como un ejercicio relacional en el cual cualquier actor puede ser sujeto y objeto de cuidado; Gómez y Martínez (2016) proponen frente a este concepto:
"Situar al cuidado en el centro de las motivaciones éticas del comportamiento humano, a través de relaciones interdependientes que partan del reconocimiento de necesidades propias y ajenas para la construcción de comunidad, independientemente de la edad, el oficio, los intereses, gustos y creencias que determinan la ubicación de cada quién dentro del universo social" (p.203).
La propuesta de las autoras nos permite plantear una perspectiva alternativa del cuidado en la cual es fundamental que la comunicación entre los individuos y las comunidades sea clara y permanente. Esta premisa permite que se evidencien las necesidades de quien o quienes requieren cuidado teniendo en cuenta que esta comunicación implica que las relaciones entre los integrantes de una comunidad sean horizontales, es decir que quien asume en un momento ser cuidador, en otro puede ser cuidado. Finalmente al asumir esta postura del cuidado se facilita la comprensión y práctica del mismo como una práctica en la que el poder opresivo no tiene cabida y da paso a relaciones más democráticas orientadas a lograr el crecimiento conjunto.
Para sustentar este planteamiento de la Ética del cuidado como una cuestión práctica, cotidiana y de construcción de relaciones democráticas y participativas, Noddings (2011) como se cita en Gómez y Martínez (2016) plantea que la Ética del cuidado es una ética relacional: todos nosotros iniciamos la vida en relación, y es dentro de una relación es que somos reconocidos como individuos. Por esto, una ética del cuidado, en sí, es una ética de las relaciones, porque todas sus reflexiones están enfocadas sobre los seres humanos involucrados en dicha relación.
Como se mencionó anteriormente en cualquier encuentro dentro de una relación de cuidado, una parte cumple el rol de cuidador y otra el rol de receptor del cuidado. Es importante notar que estos roles no son permanentes, sino que, en relaciones maduras, se espera que las partes regularmente intercambian los roles: en un encuentro eres cuidador, y en el siguiente eres receptor de cuidado.
El intercambio de roles en la relación de cuidado es importante, dado que el cuidador tiene una especie de habilidad, conocimiento o recurso que el receptor de cuidado no tiene. Así, el que cuida es dominante, escoge lo que es bueno para el que es cuidado. En esa medida, el receptor de cuidado se pone en la posición de ser una persona a cargo (Rivera Franco, 2008). Como resultado, frecuentemente hay un desequilibrio de poder entre cuidadores y receptores de cuidado, llevando a la relación a un lío de poder, en donde algunas veces el receptor de cuidado se frustra por su persistente lugar en la relación.
Gómez Medina, C. y Martínez Rincón, L. (2016) Una Propuesta Pedagógica. Fundación Para La Reconciliación En Desarrollos De La PCR. Bogotá, 2016