Inferania es más que una fortaleza para sus habitantes, es una representación de hogar en un mundo desconocido. Un refugio para los recién iniciados, una academia, o una escuela para los emergidos. Se sobre entiende, que lo primero que los guardianes les enseñan a sus alumnos, es saber pelear, defenderse o atacar, pero no siempre se está en momentos de guerra, así que las habilidades especiales que nos brindan las partículas, son volcadas para desarrollar otro tipo de beneficios. Porque saber combatir explotando esa preciada energía es muy importante, sin embargo, existen muchas más utilidades a la vista, ya que las personas no sólo son elegidas por sus habilidades innatas para blandir una espada o lanzarse a puño limpio contra los índomes, no. Inferania es, por su tamaño y cantidad de habitantes, prácticamente una ciudadela, entonces como tal, requiere de muchos más individuos que sólo guerreros. Entre un gran abanico de profesionales, necesita albañiles, carpinteros, herreros, fabricantes de espadas, y por consiguiente, lo que nos ocupa en este artículo, sastres, modistas, costureros, etc.
Hace milenios la raza humana ha dejado de andar desnuda por la vida, y ha adoptado los elementos de la naturaleza como propios del momento que se equipan sobre sus inherentes cuerpos. Hojas, madera, huesos, dientes, pieles y pelos, nos han adornado en los comienzos, dándonos un código, una característica que nos diferencian del resto. Comenzó con un individuo, luego otros lo siguieron, y al final, tuvimos comunidades hermanadas con atuendos y adornos similares. Realmente algo muy útil cuándo se trataba de identificar familias, tribus o personas, dado que la forma de vestir, nos mostraba como propio o extraño, y en el caso de un conflicto bélico, algo crucial: amigo o enemigo.
Ese concepto tan primitivo, se mantiene al día de hoy, ya que principalmente en tiempos de paz, la ropa nos da identidad, los colores y las formas en los deportes diferencian equipos contrarios. Para los cánones de moda actual, donde nos interesa crear impacto en alguien o resultarles atractivo, la primera impresión de una buena vestimenta nos otorga puntos extra, mostrándonos como seres atractivos para los demás y funge de aliado al momento de seducir. En el día a día y de forma generalizada, explica sin hablar nuestras costumbres, hobbies o gustos, potenciando características personales y distinguiéndolas del resto, dándonos una identidad única entre la multitud.
Esta introducción nos lleva al siguiente punto, que también se aplica en todos y cada uno de los ínferas, su forma de vestir suele acompañar un nivel, función o jerarquía en Inferania. Llevan atuendos, accesorios y ropas que los caracterizan, esto claro, tiene una razón de ser que más adelante de la historia se explica. Aunque en pocas palabras y sin hacer grandes spoilers, el tipo de ropaje, también va ligado a la partícula de su portador. Los guardianes visten de una manera, los estudiantes de otra, y por supuesto, los guerreros también tienen su código de vestimenta. Gracias a esto, es que surge la necesidad de crear atuendos, siendo que muchos sujetos son seleccionados para convertirse en sastres inferales, y generalmente, aprenden a manipular materias primas para crear trajes, antes de sostener una espada. La regla básica sigue siendo la misma, para trabajar los elementos correctamente, se debe tener pleno control de la partícula, ya que estos materiales responden a la misma. Por citar un ejemplo típico terrestre, cuándo queremos manipular un elemento sólido como el metal para doblarlo o darle una forma específica ¿Qué hacemos? ¿Lo forzamos con nuestras manos? ¿o lo calentamos?
Ambas ¿cierto? Esto se debe a que aprendimos a trabajar los elementos para darles la figura que necesitamos. En Inferania, no es la excepción, porque el gran inconveniente al que se enfrentaron los primeros ínferas herreros, fue que existen materiales capaces de desafiar las leyes de la naturaleza terrestre, y por consiguiente, los conocimientos humanos. En el terreno de la sastrería, no hubo excepciones, dado que las telas y elementos para vestir que les proveía la madre naturaleza, eran incapaces de ser doblados, incorruptibles a ser cortados o cocidos por manos humanas, hasta que comenzaron a utilizar la partícula. Afortunadamente, lograron acceder a ese poder tan especial, comprendiendo que una habilidad tan fructífera para la guerra, puede ser usada para crear todo lo que un cerebro creativo se proponga. Llevándola a un terreno más benévolo como lo es el arte y el diseño, dejando por un momento, a los elementos de combate, u objetos creados específicamente para lastimar.
En particular, la materia prima de las ropas es extraída de un árbol llamado “Talar”. Inferania está completamente rodeada por estos enormes árboles, siendo tremendamente conveniente y beneficioso para los guerreros, ya que sus extraordinarias hojas son enormes y abundan en cantidad. Tienen un tamaño inusualmente grande y poseen una textura similar al algodón, siendo suaves al tacto, pero muy fibrosas en su interior, con miles de nervios como finos hilos capaces de verse a trasluz, sin embargo, muy resistentes e imposibles de cortar a mano. Esta llamativa resistencia a los cortes y elementos filosos, fueron preponderantes a la hora de elegir estas hojas, ya que proveen gran protección ante los ataques de las siempre peligrosas garras de los índomes.
El árbol Talar, desarrolla un tronco que puede medir más de veinte metros de altura, es bastante recto y recuerda a la forma de una palmera, con la diferencia que, en vez de tener solo hojas en la parte superior, es cubierto en su totalidad prácticamente desde la base hasta arriba. Con una superficie completamente ramificada, los especímenes más longevos y altos, son los elegidos por los Inferas para cortarles sus hojas, las cuales caen como pesadas cortinas verdes. Todas tienen formas alargadas y dependiendo la especie del árbol, redondeadas o rectangulares, las elegidas suelen medir alrededor de un metro de largo y setenta u ochenta centímetros de ancho.
Todo se utiliza, nada se pierde. Las vainas y el nervio central que unen hoja con tronco, son usadas para crear flechas, ya que poseen buena flexibilidad y ligereza, sin sacrificar la dureza suficiente como para atravesar el aire sin doblarse.
Biológica y botánicamente hablando, aun no se ha podido determinar cómo consiguen su alimento. Aunque la principal hipótesis entre los ínferas, es a través de la fotosíntesis, de la misma manera que en la Tierra. Las hojas tienen un color verde suave y por sus nervios corre clorofila en estado puro, la cual reacciona curiosamente al entrar en contacto con la partícula, cambiando de color según la intensidad a la que se exponga. Este detalle espectacular, nos lleva al siguiente nivel de interrogantes.
Somos carne, pelos, huesos y sangre, pertenecemos al mundo animal, es imposible negar nuestras características primitivas. Por lo tanto, decimos con afirmaciones demostradas, que la partícula reacciona a todos los elementos que nos conforman. Y está comprobado por las acciones de los guardianes y los ínferas, que la partícula nos une y se vuelve simbiótica con cada átomo de nuestro cuerpo, como si fuera o fuese otro ser vivo, depende de nosotros para existir. Depende de nosotros para ser y demostrarse en acción, caso contrario, una energía tan delicada como esta, no sería distinta a otras vistas, como la energía eólica, o la térmica.
¿Qué tienen en común estas? Que el viento no podemos verlo con los ojos, pero sí sentirlo con el resto del cuerpo, especialmente con el sentido del tacto, y demostrarlo a través del movimiento de otros objetos que reaccionan a él, los cuales salen de su estado de reposo.
Un ejemplo más, la energía térmica, es la cantidad de movimiento que existe a nivel atómico en un objeto, a mayor exposición a este fenómeno, mayor será la temperatura. El calor o el frío tampoco podemos verlos como tales, pero allí están, y pueden percibirse por el resto de los sentidos del cuerpo.
Entonces ¿la partícula podemos verla? No, depende de nosotros manifestarla, darle movimiento, un propósito. Y al igual que nuestras vidas, si vamos por el caso contrario, puede estar allí durante décadas sin destacarse en ningún momento hasta acabarse y morir.
Por supuesto que sí. Aunque no lo hacen con cualquier material. La partícula responde a las hojas de los árboles talar ¿O acaso es al revés? Deberíamos afirmar que las hojas talar, son las que responden a la partícula ¿Y por qué?
Porque es allí, donde entra en juego la habilidad de los sastres ínferas, ya que ellos, son capaces de darle continuidad a la vida con la forma que necesiten trabajar la materia prima. En cuyo caso, no es de origen mineral como los metales de las armas que crean los herreros, no, es de origen vegetal, y por lo tanto, un ser vivo que nace, crece, se reproduce y muere, quien a diferencia de nosotros, posee clorofila en su interior.
Las hojas pueden estirarse, coserse y transformase en atuendos para los guerreros, adoptando formas variadas y cubriendo los cuerpos de los ínferas con vestiduras nacidas en el imaginario de un artesano de la moda.
Aunque, acompañando el estilo de Inferania y la tecnología disponible, los atuendos confeccionados recuerdan mucho más a la edad moderna que la media. La principal razón de esto, se debe a que los primeros emergidos fueron seres humanos de finales del medioevo, los primeros ínferas traídos por los guardianes. Para luego con el tiempo, darle más espacio a los recién llegados y sus nuevas tendencias. Aquellos quienes fueran los primeros en ser reclutados para formar las nuevas generaciones, y dado el desfase temporal que existen entre las Tierras, ya eran personas de un siglo diferente. Actualmente, la mayoría de los ínferas más experimentados son nacidos en la edad moderna, desde el Renacentismo hasta la época Victoriana. Precisamente, estamos en el medio de una enorme transición, ya que estos nuevos ínferas, llegaron con diferentes pensamientos sobre la creación de armamento, y por supuesto, los diseños de las vestimentas.
Gracias a estas corrientes de pensamientos, los sastres inferales se actualizaron, cambiaron la manera de darle forma a la materia prima, diseñando atuendos de calidad, proveyendo de excelente protección, y sin perder funcionalidad o atractivo. Sólo los guardianes llegaron a utilizar prendas de la edad media porque ellos sí provienen de ese momento histórico, y tenían conocimientos básicos para crear sus propias ropas. En el caso de estos, fue el mismo Adriel quien les compartió el método para trabajar las hojas de talar junto a la partícula, y lograr convertirlas en objetos prácticos como camisas, pantalones y demás. Este tipo de fabricación, afortunadamente, pudo ser transmitido a las nuevas generaciones y llevado a nuevos niveles, mucho más elaborados y elegantes. Actualmente, siguen emergiendo ínferas como nuestros protagonistas, quienes son generaciones nacidas durante el siglo 21 y lo que consideramos la edad contemporánea. Estos jóvenes, en la Tierra vivieron con prendas actuales como remeras, cierres o abrojos en los pantalones, junto a todo tipo de telas. No obstante, al emerger en Inferania, se encuentran con camisas de mangas largas sujetadas por botones, chalecos, capas largas, botas de media altura o largas, tanto para hombres como mujeres, que pueden alcanzar las rodillas. Incluso capas largas que nacen desde los hombros con capuchas para la cabeza, que llegan a bajar hasta la altura de los glúteos, o en el caso que el guerrero fuera a emprender una larga expedición, cubren hasta los tobillos. Todas confeccionadas y aunadas con las hojas de talar, las cuales tranquilamente, ocupan el lugar del terciopelo, el algodón o el cuero vacuno, dependiendo la cantidad de partícula empleada por el sastre inferal.
Las densas hojas al madurar, cuelgan hacia abajo, presas de su propio peso y la gravedad del planeta, pero no se desprenden de su árbol madre, jamás. Este detalle tan simple a la vista, puede pasar desapercibido, hasta que alguien intenta arrancarla con las manos. No se puede, su resistencia supera ampliamente la fuerza humana, e incluso un borde metálico de una daga o espada, se arriesga a perder su filo al querer cortar la unión entre hoja y rama. No obstante, gracias a este accionar, fue que los primeros habitantes de Inferania descubrieron tan nobles características, ya que la mismísima hoja de talar, tan celosa y testaruda, parecía desprenderse a voluntad de su árbol madre al sentir la partícula de un ínfera. Casi como si quisiera ser parte de algo más, siguiendo a aquel que exhibiera una partícula lo suficientemente fuerte, como para convencerla.
Una vez extraída, la hoja parece comportarse como una mascota viciada y adicta. Mostrándose dura, pesada, difícil de manipular e indómita, incluso muerta. Pero, del momento que un sastre inferal la acaricia y comienza a trabajar con sus herramientas bañadas en partícula, la materia vegetal reacciona sumisa, maleable y fiel, dejándose manipular y adoptando las formas que requiera el artista. Poseen, como gran característica, que al momento de entrar en contacto con las partículas pueden cambiar su resistencia, dureza y grosor, además de la maravillosa habilidad de cambiar de colores de acuerdo al nivel de su portador. Pasando del típico color verde cuándo la hoja está viva y es recién separada de su árbol madre, a una gama completamente diferente. Esto ocurre casi de inmediato al ser cortada de la rama, la hoja se oscurece, pero como todo en la vida, no muere, cambia. Entonces, al pasar por el proceso de transformación, de ser parte del reino vegetal, a servir como vestimenta para los ínferas, cambia, se vuelve un elemento de protección y distinción. Así, dependiendo del nivel de su portador, la prenda reconoce y se une a su nueva matriz, la partícula del guerrero, remarcando su estado y poder, exhibiendo la gama de los grises.
Gris plomo, grafito, acero, ceniza y topo, para los más básicos, como los ínferas recién emergidos, hasta alcanzar el blanco en contacto con la partícula de seres tan poderosos como los guardianes y Adriel. Estableciendo a su propia manera, con su propio lenguaje de colores, una escalada inaudita en el mundo, entablando una relación muy personal con su portador.
Este detalle tan particular, no fue descubierto hasta llegado el momento de combatir, Adriel y los guardianes vestían todos de la misma manera, juntos, como ínferas, hasta que manifestaron sus partículas y experimentaron los cambios. Luchando contra los índomes, descubrieron cómo sus ropas reaccionaban al poder, dejando el típico gris de las hojas de talar fallecidas, hacia un blanco radiante, de un nivel digno de dioses. Por esa misma razón, hoy en día, los guardianes y Adriel suelen ir vestidos de blanco entre los pasillos y calles de Inferania. No pueden evitarlo, porque ya han alcanzado un nivel básico muy superior al de los ínferas normales. Y mientras los atuendos inferales lleven como materia prima las hojas talar, cada una de sus partes reaccionará de la misma manera.
En cuanto a los jóvenes en general, sus atuendos de estudiantes o guerreros, continúan siendo grises, sin grandes cambios, dado que su nivel de partícula básico suele ir del nivel uno hasta el tres. Desde que emergen, hasta que aprenden a manifestar su partícula en combate, este color los acompaña. Desgraciadamente, muchos perecen usando este tono, porque los encuentros con los índomes son generalmente mortales, pocos sobreviven para hacer crecer lo suficiente su nivel y demostrarlo con el cambio simbiótico de sus prendas.
Sin embargo, no todo es fatalidad pura y dura, muchos otros sí sobreviven a ese encuentro fatal, aquel momento crucial donde enfrentan, hieren, hacen huir o matan a un índome haciendo explotar su partícula. Muchas veces, este evento se conoce entre los guerreros como “bautismo inferal” ya que culmina con poner en práctica las enseñanzas y la experiencia adquirida. Aunque unos pocos lo logran, con tiempo suficiente y gran entrega, alcanzan el nivel necesario para que sus vestimentas cambien de color, aclarándose, exhibiendo la nueva habilidad de su portador.
Camisas y chalecos (gris clarito, chaleco oscuro)
Tampoco iba a esperar a que alguien lo viniera a buscar por lo que observó a su alrededor y divisó una enorme caja de madera con varias puertas y cajones. Al abrirlo, encontró ropas que le podrían servir, había gran cantidad de pantalones largos y camisas de mangas largas, todas de color gris en un tono muy claro. Al comenzar a vestirse notó una sensación extraña al tacto, la tela de la camisa era suave, pero a su vez se veía muy rústica y resistente, no era lana ni seda, en su simpleza no parecía ser ningún material conocido, sin embargo, le resultaba cómoda. La prenda poseía cuatro botones de madera al frente para cerrarla
Pantalones y cinturón (gris oscuro, cinto negro)
Entre la pila de pantalones, encontró uno de su talla, gris oscuro, este se ajustaba con botones como la camisa, aunque luego dar unos pasos, notó que se le caía un poco. Por suerte, de una varilla dentro del armario, colgaba un cinturón negro con hebilla de dos agujas plateadas.
Botas y medias (negros)
Este calzado en particular, era de un material similar al del cinturón, parecía un tipo de cuero liso, negro. Eran de altura media, cubrían los tobillos y llegaban hasta la mitad de la tibia y peroné. Se ajustaban con unos cordones y Ramiro sintió al colocárselas, que jamás en la vida, había caminado sobre algo tan cómodo en los pies.
DESCRIPCION DE UNOS GUERREROS TIPICOS DE INFERANIA — CAPITULO 1 .9 Indomes
Mientras los amigos caminaban, un escuadrón conformado por ínferas de un nivel superior al de ellos, se dirigió a las puertas principales y se disponían a salir. Portaban ropas muy diferentes a las que acostumbraban ver en los días normales, todos llevaban pantalones de un tono similar al gris plata. Con robustas botas, protecciones de metal en piernas, antebrazos y esternón de color negro. En la parte superior, llevaban una pesada capa color gris grafito, que los cubrían de cuerpo entero. Estas capas, además, dependiendo cómo le llegaba la luz y los movimientos, irradiaban un brillo azul aterciopelado que les daba gracia y elegancia. Arriba de todo, poseían máscaras para cubrirse hasta la mitad del rostro y abrigarse de las inclemencias del tiempo. Desde arriba, en las torres de vigilancia, los arqueros desviaron su atención hacia adelante y se preparaban para enfrentar cualquier actividad hostil, pero no lograban ver nada, al menos en las cercanías. Entonces, una vez que los vigías les dieron el visto bueno, la docena de soldados se dirigió hasta el último puesto de control dentro del terreno amurallado. Y una vez allí, las enormes hojas de madera fueron abiertas por los porteros de cadena, aquellos ínferas encargados de cuidar las aberturas acorazadas.