Un nuevo día comenzaba para los ínferas. En Inferania había nuevos emergidos para entrenar, y entre ellos, estaba Ramiro, quien se encontraba sumamente impaciente y nervioso. De momento era el único en su habitación, y si bien pudo cerrar los ojos para dormir, cuándo los primeros rayos del alba atravesaron las ventanas, se despertó sin inconvenientes. Al levantarse se sintió rebosante de vida, su cuerpo era ligero como una pluma y fuerte como un nogal. Casualmente se disponía a salir de su habitación para ver si había gente en los pasillos como él, pero, antes que girara el picaporte para abrir la puerta, alguien golpeó del otro lado. Ramiro no dejó pasar ni un segundo, y al abrirla, se topó de frente con a una joven quién le traía un mensaje. Ella tenía rulos, ojos bien marrones, un vestido largo de color gris claro, un chaleco blanco y botas. Tenía los brazos descubiertos, estos se veían perfectamente trabajados y esculpidos. Ramiro intuyó que sería una luchadora como Matías, o una arquera con bíceps de acero.
—El señor Ezequiel los espera para comenzar.
— ¿Los? —preguntó inocentemente el muchacho, y miró adentro de la habitación, mostrando irónicamente que no había nadie más junto a él.
— Sí, a los cincuenta, son su grupo —Le responde con frialdad, prácticamente no pestañea. Dándole a entender que él ya debería saberlo, aunque en realidad nadie se lo había dicho con exactitud.
—Está bien —le contesta frotándose los ojos — ¿sabes dónde los encuentro?
—Sí, debes ir al patio central, allí estará el señor esperándolos.
Ramiro salió apresuradamente por las escaleras hasta llegar abajo y luego afuera. En el exterior, Ezequiel aguardaba pacientemente, a que llegaran sus jóvenes estudiantes. Sabía que era un gran día, pues comenzaba nuevamente su rol de maestro con las personas recién emergidas. La gran mayoría de los presentes, habían sido buscados y reclutados por él, siendo todos y cada uno de ellos, potenciales aspirantes a guerreros ínferas. Así fue que, de un momento al otro, terminaron de aparecer los últimos que faltaban. Entonces Ezequiel, al ver que ya estaban preparados, tomó distancia caminando unos metros hacia el frente, y se ubicó delante de todos.
—Inferas, hoy es un día muy importante. Desde que nacieron, la vida misma decidió que su propósito en este mundo, sería ir más allá de los límites de la muerte. Y todos los caminos que atravesaron para llegar hasta aquí han confluido en uno solo, precisamente, el que los reúne aquí conmigo. No es una casualidad el hecho que estén aquí, es una causalidad y a continuación les explicaré el por qué. Como sabrán, los seleccionamos porque, en su interior, llevan una partícula. Esta, es una poderosa energía, que representa una porción mínima de materia del universo y le pertenecía a Angelo. Ahora ¿Quién era Angelo? De a poco se los explicaremos, por lo pronto deben saber que fue alguien diferente a los humanos. En este gigantesco universo que nos rodea, existen muchas formas de vida inteligente, y el sujeto que sacrificó su vida para salvarnos, no era exactamente humano, era algo más. Su especie, físicamente igual a la nuestra, podía manejar energías biológicas para expandir sus capacidades físicas. Y fue justamente, haciendo uso de estas habilidades, que Angelo dedicó su vida para proteger a la humanidad, deteniendo el avance de los índomes, unos seres malignos que amenazaban la Tierra. Por desgracia, desapareció hace décadas, jamás lo conoceremos, pero todos llevamos su esencia en nuestro interior, fundida a nuestra sangre, cuerpo y espíritu, la verdadera razón de por qué estamos aquí.
El hombre hace una pausa, observa las expresiones en sus alumnos, se humedece los labios y continúa.
—Para que puedan tomar perspectiva de lo que es la partícula, permítanme compartir una frase con ustedes, un pequeño ejemplo de lo que es el poder “Podríamos no conocer la fuerza del océano. Pero, si tuviéramos en nuestras manos un vaso con agua de ese mar, al menos podríamos tocarla, beberla y conocer su sabor”.
Ante el silencio, desconcierto, y la mirada atenta de los alumnos, el guardián continuó con su cita.
—Imaginen que es sólo una pequeña cantidad de líquido, ínfima en comparación a los millones de litros que puede haber en el mar. Sin embargo, esa mínima fracción nos bastaría para conocer ciertas características del agua.
Ezequiel vuelve a hacer una pausa más larga esta vez dándoles tiempo a sus estudiantes para que asimilen lo que les ha dicho y prosigue.
—Ahora quiero que imaginen lo mismo con respecto a lo que llevamos dentro. Esa partícula misteriosa, la cual ignoraban hasta hace muy poco tiempo, y que les fue heredada hace tanto sin saberlo, ahora es pequeña y dócil, como agua en un vaso. Pero luego de mi entrenamiento la saborearán, la controlarán a voluntad y serán capaces de transformarla en un poderoso océano, como el que Angelo supo ser. Peleamos para continuar su legado, su lucha se ha vuelto nuestra y antes de marcharse, nos dio las herramientas para cumplir esa labor. A partir de ahora, yo les enseñaré a pelear como jamás en la vida se han imaginado. Les mostraré maneras de defenderse tan absurdamente útiles, que nunca más volverán a sentir miedo. Y por supuesto, lo más importante, a manifestar su propia partícula con tanta pasión y fe, que desearán haber muerto antes para vivir todo esto.
El hombre caminaba de lado a lado, de punta a punta y a lo ancho de los cincuenta aspirantes, asegurándose que todos escucharan. Las palabras del guardián brotaban de sus labios, pero salían del corazón, y los ínferas lo sabían. Lo sentían en sus propios latidos al acelerarse de la emoción.
—Créanme que, de esa manera, no habrá imposibles. Porque somos la barrera que existe entre los índomes y la humanidad, fuimos elegidos para poseer más conocimientos que nadie y poder actuar en base a las situaciones que se nos presenten. Miren, comprendo que, en el fondo, no pedimos esto, no quisimos ser guerreros. Extrañamos a nuestros seres queridos ¿Qué hicimos para merecer esto? Tampoco elegimos arriesgar nuestras vidas, y menos luchando contra bestias peligrosas. Pero, ya estando aquí, sabiendo lo que ocurre a nuestras espaldas, sabiendo que existen grandes peligros que ignoramos todos los días. No podemos girar la cabeza para el otro lado, ya que tenemos la capacidad de intervenir y hacer la diferencia. Porque absolutamente todos ustedes y nosotros los guardianes, podemos decidir el destino del mundo tal cual como lo conocemos, y es por eso, por lo que están aquí, por tener las herramientas necesarias para proteger y sobrevivir.
Las palabras del hombre brotaban de su boca con vigor, llenas de fuerza y esperanza, dirigidas a la mente y el corazón de sus alumnos, eran justamente lo que necesitaban para comenzar el nuevo camino.
—Inferas —continuó el guardián, haciendo una reverencia con el brazo izquierdo atrás de la cintura, y el derecho adelante, con el puño cerrado, apoyado en el centro del esternón —les doy la bienvenida a Inferania, esta es nuestra ciudad, será su fortaleza y hogar. Adonde sea que miren a su alrededor es nuestra casa. Soy uno de los tres guardianes de este lugar y como la mayoría sabe, Ezequiel es mi nombre. Yo los guiaré para que puedan manifestar su partícula desde el interior de sus células, para que aprendan a usarla a través de sus manos y finalmente, canalizarla en la hoja de una espada.
Con esas palabras, oficialmente daba inicio el duro entrenamiento, y para cuando el hombre terminó con su discurso de bienvenida, los jóvenes respondieron con un leve, hasta tímido aplauso hacia su mentor. Esto se debió en mayor medida, a que aún muchos de los presentes conservaban sus dudas y escepticismo, dado que la mayoría de los alumnos, pensaba igual a Ramiro al principio, que todo era una farsa. Pero, había algo en las palabras de Ezequiel y en el tono de voz que usaba, que inspiraba mucha confianza y tranquilidad.
—Comenzaremos con lo esencial —dijo el maestro —Deben ser capaces de materializar su partícula, o como le decimos aquí “encenderla”. Cuando alcancen un alto nivel de control, esta puede llegar a cubrirlos de cuerpo entero o sólo una extremidad, como ahora tengo en mi mano ¿ven?
El guardián acompañaba sus palabras exhibiendo su propia partícula, reforzando con hechos, el deseo que todos le creyeran. Esta se parecía a un vapor muy luminoso que emanaba de su mano y emitía luz blanca. A partir de ese momento, incluso aquellos que se habían mostrado escépticos, se acercaron a ver de cerca para comprobar que era cierto.
—Es energía, como todo en el gran universo gente ¿Y saben algo? Nuestros cuerpos son pequeñas representaciones de universos. Cada uno con sus propias estrellas, sus propias reacciones químicas, sus propias poblaciones y absolutamente todo lo que se puedan imaginar en la vasta inmensidad del espacio, también habita dentro de ustedes. La energía y la materia no son ajenos, más bien son hermanas, entidades simbióticas que se necesitan para vivir y sobrevivir. Pero para hacer uso de ellas y hacerlas propias, primero deben buscar en su interior un sentimiento que la active, esto puede ser una emoción o un recuerdo, cualquiera de los dos sirve, no obstante, deben cumplir con la condición de ser puros y genuinos.
Ezequiel comenzaba a hablar rápido, su pulso se aceleraba, sus manos danzaban en el aire intentando ilustrar, reforzando a su manera, las palabras que emanaban de sus labios. La emoción que sentía al compartir sus conocimientos era genuina y se notaba.
—Hay tanto que me gustaría enseñarles, tanto que quiero sepan ya mismo, pero debemos ir de a un paso a la vez. Será lo más inteligente, y una vez que dominen sus emociones, la harán emerger cuándo quieran, sin importar lo que estén pensando podrán usar la partícula a su antojo, y les aseguro que, en este mundo, cuándo deban enfrentar a un índome, la necesitarán. En un principio los guiaré para que la manifiesten y luego, bajo mi tutela, aprenderán a transmitirla a sus espadas para defenderse. Más adelante, veremos si tienen lo necesario para hacerlo de cuerpo entero, aunque les repito, es extremadamente difícil, agotador y peligroso. Con mucha dedicación, entrega y compromiso, al cabo de unos meses, obtendrán la sabiduría necesaria para ejecutarla. Pero por ahora, iremos a lo primordial, necesito que estén atentos.
En efecto, todos y cada uno de los futuros ínferas, escuchaban con atención y en respetuoso silencio, para esos momentos, Ezequiel supo que había captado la curiosidad del grupo.
—En sus cerebros existen miles de disparadores de sustancias relacionadas a una situación o una emoción. Sin embargo, muy pocos de ellos son los responsables de activar la partícula. En mi caso fue y es el amor fraternal que siento por mi hermana, esos sentimientos, esos lazos nos dieron las fuerzas para continuar y activaron mi partícula cuándo fue necesario. Luego, cuándo transcurre el tiempo y lo han repetido varias veces, esto se vuelve automático y se transforma en un reflejo que controlamos a voluntad, como hablar, caminar o respirar. Aunque si lo pensamos en profundidad, esas acciones son prácticamente innatas para los humanos, a mí me gusta creer que manejar la partícula es similar a aprender a nadar o andar en bicicleta. Porque cultivar una habilidad requiere práctica, repetición, conocer cómo funciona, y una vez que nuestros cerebros la comprenden y establecen los lazos para desarrollarla de forma consciente, pueden ejecutarla de manera inconsciente.
Para finalizar el primer día de entrenamiento, Ezequiel quería que sus alumnos despejaran sus mentes, dado que era mucha información de golpe para sus cerebros y debían procesarlo, calmados. Así que ordenó el grupo de cincuenta individuos, para que se coloquen en diez filas de cinco, y de esa manera, podía caminar entre ellos hablando en voz alta, calmada y aconsejándolos. La primera tarea que le asignó a los jóvenes ínferas, fue que descansaran en el suelo, apoyados sobre sus rodillas o sentados con las piernas cruzadas. Debían buscar en su interior, con los ojos cerrados, meditando e intentando de encontrar las emociones correctas. Por supuesto que los resultados al principio serían negativos y obviamente esperados por el maestro. Nadie había logrado despertar su partícula el primer día, ni el más brillante o prodigio de los ínferas, ni siquiera los guardianes. Igualmente, Ezequiel, en lo más recóndito de su alma, deseaba que algún día una persona lo sorprenda, sabía que un prodigio en el uso de la partícula aparecería.
—Al principio es igual a buscar una aguja en un pajar, pero no se desalienten, nunca lo hagan, la fe y confianza en ustedes mismos, los llevarán a vivir grandes momentos. A medida que avanzan dentro de ustedes, las emociones florecerán: enojo, alegría, pereza, angustia, euforia, todas se confabulan para lograr su objetivo. Recuerden que, por ser el primer día, no les pido que lo hagan ahora, sin embargo, les aconsejo que incluso cuándo no estén en el entrenamiento sigan intentándolo. Es de vital importancia que dominen lo primordial de la esencia, ya que el siguiente paso será el más difícil, porque no sólo deberán manifestar su partícula. También tendrán que unirla al arma que estén empuñando.
Uno de los aprendices le pidió la palabra a Ezequiel.
—Señor, no puedo hablar por los demás porque no los conozco, así que sólo le explicaré mi situación.
—Te escuchamos —le dijo atento el guardián, abriendo los brazos —Te sorprenderías al saber cuántos están en tu misma situación.
—Jamás en la vida he usado una espada, entonces ¿cómo pretende que dominemos ambas técnicas al mismo tiempo?
— ¡Eso! Justamente es el siguiente paso... y a lo que quería llegar ínferas.
El hombre se acercó hasta el muchacho y le dio una palmada en la espalda, para luego continuar caminando entre sus alumnos.
—El efecto “bola de nieve” ¿Se imaginan lo que es? La acumulación del interés compuesto, vive dentro de ustedes, en su cerebro. Algo en un principio pequeño, puede crecer de manera exponencial si se lo estimula de forma correcta. Como una pequeñita porción de nieve en una montaña, al comenzar a rodar cuesta abajo, acumula materia y puede transformarse en una gigantesca bola. La misma esencia de este concepto, se encuentra en el sector del aprendizaje y su partícula lo estimula, sobrepasando con facilidad los límites humanos, transformando la información, en una avalancha de conocimiento. Además, está presente en cada centímetro de su cuerpo, los recorre todo el tiempo desde arriba hacia abajo, la llevan en el pelo, en la piel, en los huesos y en la sangre. Les repito, esto ocurre ahora mismo dentro de ustedes, acelerando su capacidad de aprender nuevos talentos e ideas, interconectadas entre sí, con el fin de hacer real, todo lo que se propongan.
El guardián continuaba con su recorrido, dejando de hablar unos segundos solo para mirar a los ojos a su grupo, y percibir las expresiones en sus rostros. Luego de eso, prosiguió.
—Primero los observamos usando como conectores y trasladores a las tinas. Lo que hacemos es aprovechar las propiedades del Aguamantio para potenciar nuestras partículas, permitiéndonos extenderlas hasta la Tierra. Más adelante, dentro de unas clases, prometo que les enseñaré cómo funciona, aunque ahora, sólo les contaré lo básico para no marearlos con tanta información. En segundo lugar, ustedes son seleccionados en base a su poder oculto, el cual se hace más evidente, cuándo están por fallecer. Las partículas vibran e irradian luz con tal intensidad en esos momentos, que nosotros ya sabemos a quienes elegir. Evaluando sus capacidades por la forma en que esa energía estalla, y de esa manera, sabemos de antemano que estamos ante un guerrero ínfera. El último paso ya se da aquí, cuándo dirigimos su esencia a este lugar, podemos percibir la información que necesitamos a través de la partícula. Justamente, cuando el Aguamantio comienza a trabajar recreando sus cuerpos físicos, los guardianes ya sabemos si entrenarán alguna de nuestras doctrinas. Básicamente tienen tres corrientes o caminos predeterminados, conmigo entrenan aquellos que poseen entre otras habilidades, gran destreza, coordinación, habilidad, audacia, nobleza y un gran sentido protector. Si sus partículas están orientadas a la fuerza bruta, resistencia física, valentía e instinto, entrenarán combate cuerpo a cuerpo con Belaziel. O, si por el contrario a lo que dije, sus dotes son la velocidad de reflejos, excelente puntería, precisión, inteligencia y capacidad de análisis, su maestro será Rafael. En pocas palabras, el fragmento de Angelo los convierte en seres evolucionados, con sentidos muy superiores al humano común y nosotros los guardianes, los guiaremos para que exploten al máximo su potencial.
Luego de haber dado toda la vuelta alrededor del grupo, el hombre llegó nuevamente al ínfera que había hecho la pregunta.
—Entonces mi amigo, contestando a tu interrogante, la partícula que llevan en sus cuerpos, los va a ayudar a crecer, acumulando conocimientos y haciendo que los asimilen cada vez más rápido. No se preocupen por lo que aún no saben, será de a un paso a la vez, ya que todos los días, luego de despertarse de una jornada de entrenamiento, su mente habrá absorbido todo lo aprendido.
El primer día de instrucción llegaba a su fin, los ínferas de primer nivel como Ramiro habían tenido su primera experiencia y ya no eran los mismos. El conocimiento es poder, y Ezequiel con sus palabras, los había dotado de valiosa información, ahora, como ínferas, tenían un claro objetivo a cumplir. Debían poder exteriorizar su partícula con el fin de aplicarla en combate y, además, utilizando una espada. Era una de las pocas maneras que poseían para defenderse de las bestias, a las cuales eventualmente se enfrentarían.
El tiempo no para, y al sucederse los días siguientes, la dificultad e intensidad de las prácticas aumentaban. Ezequiel era un guardián considerado, pero también estricto y comprometido, dedicaba muchas horas del día en ayudar a todos y cada uno de sus ínferas. Su combinación de voz clara y sabias palabras, infundían respeto, gestando admiración en sus alumnos, a los cuales motivaba incansablemente, para que manifestaran su partícula. Algunos prodigios encontraban rápidamente la emoción o pensamiento correcto, y si bien otros tardaban más, nadie era dejado atrás. Aparte de las clases de meditación y psicología sobre cómo controlar sus emociones, los infers recibían entrenamiento de combate real. Esto significa que a cada uno se les otorgó una espada inferal, siendo una réplica hecha de madera, y si bien no era mortal, causaba dolor al impacto, dado que poseía el mismo peso, tamaño y características que una de acero.
Entonces Ezequiel, junto a sus guerreros más experimentados, se encargaron de enseñar pacientemente distintos movimientos y técnicas tanto de ataque como de defensa. Algunos infers paulatinamente lograron el control suficiente como para manifestar su fragmento, pero el mayor desafío seguía siendo aplicarlo a dicha arma. El maestro constantemente les recordaba la importancia de poseer tal habilidad y decidió lanzar un desafío para demostrarlo, aparte de las palabras, debía ayudarlos dando el ejemplo práctico. Ordenó que entre todos formaran un círculo enorme en torno a él y se ubicó en el centro. Luego, llamó al azar a uno de sus alumnos exigiéndole que lo atacara con todas sus fuerzas, sin dudar en hacerlo.
—Debes creer que puedes —dijo el guardián a su pupilo, mientras se colocaban frente a frente, a pocos metros de distancia —Debes querer golpearme con tu energía, con todo tu ser, es la única manera, tu voluntad de actuar lo hace real. No lo dudes, pues yo me defenderé como lo haría cualquier oponente, ni hablar de un índome, este va a cargar contra ti sin esperar a que estés listo.
Iniciaron el intercambio de golpes. Por supuesto, las diferencias entre ambos eran evidentes, porque un experto que ha librado decenas de batallas se enfrentaba a un joven recientemente “emergido” que repetía lo que se le decía que hiciera. Pero extrañamente, y contra todo pronóstico, la pelea en un comienzo estaba equilibrada dado que el aprendiz demostraba gran habilidad. Las armas de madera chocaban con intensidad, por momentos parecía que el nuevo ínfera vencería a su instructor hasta que finalmente así fue y acabó desarmándolo. Ezequiel hizo un paso en falso hacia atrás, perdiendo la posición dominante y trastabilló hacia atrás. Este hecho, fue provocado por el espadazo del joven, cargado con tal potencia, que luego del choque, el arma del guardián voló por los aires, hasta quedar clavada en la tierra a varios metros de distancia. Las acciones fueron claras, el hombre se hallaba felizmente sorprendido ante el avance del joven, entonces se levantó del suelo y caminó para a buscar su instrumento de batalla. El ambiente entre los ínferas era el de un murmullo generalizado, la imagen del guardián imponente e intocable, se veía debilitada ante las arremetidas de un joven inexperto.
— ¡Cuánta destreza! —exclamó Eze mientras caminaba a la posición original —Eso ha sido impresionante, tus aptitudes aumentan día a día y la curva de tu progreso es extraordinaria. Orgullosamente te lo digo, no esperaba menos de ti ni de todos ustedes ¿Cómo te llamas muchacho? —Preguntó el sorprendido maestro a su pupilo.
Al igual que los presentes, era un muchacho muy joven, que se acababa de destacar frente a todos por sus rápidos movimientos y excelente condición física. Un hombre de muy buena altura, piel morena oscura y ojos color esmeralda.
—Mi nombre es Chrysantos señor. Desde el principio sentí fascinación por el entrenamiento y en cómo usted nos lleva a descubrir nuestras capacidades, pero…
—Posees la habilidad, pero no la partícula ¿verdad? —Ezequiel lo interrumpió completando la frase de su aprendiz.
—Así es. Como muchos de los que estamos aquí, aun no encontramos ese sentimiento ni la forma de hacerla aparecer.
—No deben presionarse tanto ínferas, todos, todos los que estamos aquí desde antes que ustedes pasamos por la misma situación. Verán que en poco tiempo lo lograrán y una nueva etapa de la práctica comenzará. Verás, el motivo del porqué te pedí que me atacaras era para que aprecien la radical diferencia que harán a la hora de luchar y cómo ustedes pueden salvarse e incluso podrán salvar a los demás. Ahora, quiero que me ataques de la misma forma, con la misma intensidad. Tienes la obligación de desarmarme, y si es posible, en la menor cantidad de movimientos ¿crees que lo lograras?
El desafío estaba echado frente a la totalidad del grupo, alumno y maestro reanudaban su duelo, pero con una radical diferencia, ahora Ezequiel pelearía utilizando el poder de su partícula. Entonces, sostuvo su espada con ambas manos e instantáneamente, esta pareció incendiarse por la luz que irradiaba. Asimismo, un aura de energía cubría por completo el cuerpo de madera, dotándola de luz y mayor tamaño.
—Ahora Chrys, intenta hacer lo mismo que hace unos instantes. Desármame, si puedes.
—Lo haré —Le respondió. Sin embargo, por unos segundos se detuvo, obnubilado ante la majestuosidad de su maestro. Este se veía poderoso, seguro, confiado y enorme con su presencia.
<<Sus manos irradian energía, su espada parece encenderse, y sus ojos, no lo puedo creer, sus ojos brillan con luz propia. Jamás en la vida había visto semejante demostración de poder, ni siquiera me ha atacado, y su mera presencia me llena de dudas>> Pensó el prodigio, maravillado y deslumbrado ante el poder de su maestro.
El infer se lanzó velozmente e inició el ataque. El primer movimiento fue contenido por Ezequiel con total facilidad, tanta, que ni siquiera tenía los ojos abiertos mientras Chrysantos arremetía utilizando todas sus fuerzas. Las espadas chocaron, una vez, pero fue el joven quién salió despedido hacia atrás, cayendo pesadamente sobre su trasero. Entonces, invadido por una mezcla de sorpresa e impotencia, se incorporó rápidamente y dio un salto hacia adelante, cayendo con todo su peso sobre Ezequiel, quién veloz de reflejos, realizó un rápido movimiento de corte mientras lo esquivaba. La acción se desarrolló a alta velocidad, tanta, que para cuándo Chrys tocó el suelo, sus compañeros apenas podían creer lo que había sucedido, porque este, sólo tenía la empuñadura entre los dedos. En cuanto a la hoja, descansaba en el suelo cortada con precisión quirúrgica.
Se dice que “descansaba” porque no presentaba signos de violencia en absoluto. Y mientras Ezequiel guardaba su espada en la vaina de la cintura, un sorpresivo silencio reinó sobre el grupo, dado que las armas no tenían filo y acababan de ver todo lo contrario. Los alumnos necesitaban explicaciones, y más aún el hábil alumno, quién no soltó la empuñadura en ningún momento. Le temblaban los dedos y los brazos hasta la altura del hombro, invadidos por una sensación de electricidad similar a un calambre.
Luego de avasallarlo con tal demostración de poder, el maestro comenzó a caminar hacia el chico, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para tomar sus manos y sentir el tiritar que este experimentaba.
—Impresionante ¿verdad? El temblor que tienes y no puedes evitar, lo conocemos como “primer contacto”. No te preocupes, en unos segundos se detendrá, intenta respirar profundo, calma tu corazón y deja que la sangre fluya suave.
El hombre tomó lo que quedaba de la espada de Chrys, y la alzó por sobre su cabeza para exhibirla al grupo entero, necesitaba que vieran cómo la había cortado, dejando fuera de combate al muchacho en un segundo. Luego la bajó, y comenzó a caminar entre los aprendices, procediendo con la explicación del ejercicio y qué había ocurrido en realidad.
—Como pudieron ver en nuestro primer encuentro, les he mostrado un pequeño ejemplo de lo que estábamos acostumbrados a ver en la Tierra. Él tiene la habilidad suficiente como para enfrentarme y vencerme en combate singular, lo han visto, trae consigo entrenamiento de antes. Yo ya sabía esto, por eso lo elegí, y de esa manera sería más evidente los resultados de utilizar la partícula en combate abierto. Eso me lleva al siguiente punto de nuestro ejemplo, porque indistintamente de la diferencia que puede haber en nuestras técnicas, aquí, eso representa sólo el cincuenta por ciento de la victoria. O menos incluso, dado que ya no dependemos solamente de cuánto entrenemos nuestros cuerpos, necesitamos mucho más, lo que proviene de la mente, de la sangre y la voluntad para vivir. Han visto que antes no necesitó grandes esfuerzos ni movimientos espectaculares para derrotarme y no, les aclaro, no me he dejado vencer. Él ya traía desde su vida anterior, entrenamiento y destreza con la espada, por eso, siempre ha sido un buen candidato a convertirse en ínfera cuándo falleció. Pero volviendo al ejemplo, y para ir concluyendo, pudieron ver que, en el segundo ejercicio, su destreza le sirvió poco y nada, porque aquí no basta sólo con la habilidad física para vencer, se necesita de mucho más.
El hombre hace una pausa y desenfunda una vez más su espada de madera, mientras la hace brillar con su propia energía frente a los alumnos.
—Esto que ven aquí lo es todo, puede ser pequeña su influencia, diminuta, o expandirse tanto como lo deseen. Hay límites por supuesto, porque todo poder, lleva una responsabilidad, y es por esa misma razón que los instruimos, para que ustedes gobiernen su partícula, y esta no los destruya, no los avasalle con su potencia. Verán, que apenas exploté un poco el dominio de mi partícula, la diferencia que les mencioné se volvió abismal, tanto, que no he tenido que esforzarme en lo absoluto para detener su ataque. Y no sólo eso, también inmovilicé sus brazos de tal manera, que ya no podría defenderse. Además, lo desarmé cortándole su espada como si fuera de papel, dejándolo desarmado, paralizado, y completamente indefenso ante un nuevo ataque.
Ezequiel caminaba, hablaba, sonreía, enseñaba. Sus ojos brillaban de emoción al compartir sus conocimientos con los ínferas y de su boca, solo brotaban palabras de admiración por lo que estaba haciendo. También dejaba que sus alumnos tocaran la empuñadura de la espada que había sido de Chrys, pues se reía y divertía al ver que todas las manos temblaban al mínimo contacto. Su partícula era fuerte y pura, pero su orgullo no radicaba en exhibirla como una fuente de poder absoluto sobre los demás. Al contrario, el buscaba educar con el ejemplo, transmitiendo esa alegría por aprender algo nuevo todos los días. Dejando bien claro, que su máximo orgullo, era ver un nuevo ínfera utilizando la partícula para hacer el bien.
—Inferas, esta clase de poder es la que les permitirá a ustedes triunfar sobre sus enemigos, o proteger a un compañero herido. Y por sobre todas las cosas, siempre tengan presente que los combates aquí en Inferania, se deciden y los gana aquel que maneje mejor su partícula. No lo olviden, hay más variantes que sólo la fuerza bruta, y todas habitan en sus cerebros.
Luego de esa primera enseñanza, durante semanas el maestro continuó con los entrenamientos de combate, compartiendo todo lo que sabía en el manejo de las espadas. Pues quería y necesitaba, que todos sus alumnos fueran excelentes espadachines, además de ser los mejores ínferas.
A partir de cierto día, más pronto que tarde, Ezequiel decidió intensificar y volver más drásticos los entrenamientos, agrupando de a dos a los infer para que comenzaran a practicar movimientos de ataque y defensa, simulando un combate real. El principal objetivo era que aprendieran más rápidamente a pelear, ya que tendrían a un adversario real enfrente. En cuanto a Ramiro, terminó asignado junto a Chrys, y si bien sus habilidades en el manejo de la espada eran muy diferentes, Ezequiel sentía que era lo correcto, dado que los niveles de sus respectivas partículas eran similares y su despertar, inminente. Físicamente, ambos tenían la misma altura, pero el joven que enfrentó al guardián, tenía mejor desarrollados los músculos que su compañero, el pelo negro levemente rizado largo y de ojos claros con una prominente nariz al frente de su rostro. De descendencia afroamericana, su país de origen era Estados Unidos, y la causa de su muerte en la Tierra era desconocida por los ínferas, excepto Ezequiel quien fue el responsable de traerlo de nuevo a la vida. Aunque se guardaba ese tipo de detalles, puesto que era muy conservador respecto a las vidas pasadas de sus guerreros.
En uno de esos momentos, durante el descanso entre las sesiones de entrenamiento, uno de los muchachos del grupo preguntó en voz alta sobre un detalle extraño y a la vez inadvertido por la mayoría. La duda del joven consistía en cómo podía ser que siendo personas de distinto país de origen, costumbres e idiomas principalmente, entendieran a la perfección lo que quería decir el otro, hablara en el dialecto que se hablara. Ezequiel se disculpó con los suyos por no haberles aclarado antes, dado que se concentró en las cosas que debían aprender y nunca tuvo el tiempo para explicarles correctamente. Entonces tomó distancia de su grupo para que todos pudieran verlo y les dijo así:
—Gente, hagamos un alto en las prácticas, que les quiero explicar la razón de por qué entendemos lo que dice el otro. En algún tiempo de nuestra humanidad, hablamos todos un único idioma y seguramente era con señas y gemidos antes que palabras. Luego el lenguaje apareció, gracias a que las cuerdas vocales evolucionaron junto a nuestros cerebros para interpretar lo que queríamos decir e incrementaron la cantidad de sonidos que podíamos articular. Entonces, cuándo los hombres más intrépidos salieron de la comodidad de sus hogares, viajaron a través del mundo, mezclándose con otros individuos y conociendo otras culturas, haciendo más rica y nutrida la comunicación. Esto fue parte de un desarrollo que demandó miles de años y así fue como surgieron distintas palabras y dialectos de acuerdo con la región en la que se ocupara.
El hombre, respira, toma aire y sigue —Aquí viene lo bueno. Partiendo de ese punto, eso es en cuanto a los humanos, y la respuesta a tu pregunta muchacho, una vez más, es Angelo. Fue un habitante de este mundo, que vivió aquí hace muchos años, y encontró El puente, la que fuera en su momento, la única manera de cruzar hacia la Tierra, nuestra Tierra. Al llegar a nuestro planeta madre, se topó con la raza humana y quedó fascinado por aprender de ellos. Sin embargo, él no hablaba nuestros idiomas, pero su mente y los millones de partículas que conformaban su cerebro, le permitieron aprender a un ritmo tan acelerado que comprendía casi en tiempo real las palabras que se le dijeran. Según mí maestro, entre los primeros idiomas que aprendió al cruzar, fueron los orientales como el chino y japonés. Más tarde conoció los griegos y latín, de los cuales adoptó su nombre por cómo estos le llamaban, que significa “mensajero”. Tranquilamente podríamos asegurar que Angelo fue un políglota por excelencia. Ahora, el fragmento que vive activo en ustedes mantiene esta esencia, y en una medida más pequeña nos brinda aptitudes similares, aunque suficientes como para darnos la capacidad de comprender lo que otros individuos vocalizan. En forma práctica, podría decirte que ahora mismo yo hablo un idioma y a la vez tú el mío, siendo que de esa manera nos entendemos tan rápidamente, que no distinguimos si utilizamos un dialecto o el otro. Es como su hubiéramos nacido en el mismo lugar y criados con la misma familia. Así que allí tienes tu respuesta, una vez más, el secreto “a viva voz” que nos mantiene unidos y comunicados aquí, es justamente la partícula de aquel ser.
— ¿Entonces, mientras alguien posea esta partícula, voy a poder comprender lo que me quiere decir, sin importar su idioma o país de origen? —Pregunta Ramiro.
—¿Difícil de asimilar? No ¿Verdad? Con el tiempo hemos aprendido que el dialecto es superficial, y existe un nivel mucho más profundo, ligado directamente a nuestro cerebro. Como el de las emociones y las palabras que definen sentimientos, aquellas que nacen a partir de lo que queremos expresar, y viajan al exterior a través de las cuerdas vocales. Siendo nuestra propia voz, una de las tantas demostraciones de poder frente al silencio, emergiendo del interior hacia afuera, vibrando en forma de sonidos en código.
—O sea, como un idioma —dice Chrys.
—Exacto gente. De lo contrario, no podríamos entendernos, porque los guardianes reclutamos personas de todos los rincones del planeta, sin importar su país de origen o lenguaje. Imagínelo por un momento, sería casi imposible comunicarnos con la facilidad que lo hacemos. Verán, el lenguaje es la herramienta que utiliza nuestro cerebro para comunicarse con el exterior y otros seres vivos, pero la partícula va más allá, no sólo posee utilidades bélicas o de fuerza bruta. También se convierte en un canalizador de sentimientos e ideas. Justamente, al encontrarse fundida a nuestra esencia más íntima, a nuestra propia sangre, podríamos decir que nos escuchamos y hablamos con el corazón. Ya que en nuestro caso, adquiere el carácter de universalidad, permitiéndonos interpretar los sentimientos de los demás con sólo escuchar su voz, y por supuesto lo que quieren, o queremos decir —Le responde Ezequiel.
Chrys y Ramiro, por ejemplo, y al igual que la mayoría, no manejaban el mismo idioma. El primero utilizaba el inglés, y la lengua natal del segundo, era el español de Argentina. E incluso ahora, que ya sabían la razón de porqué podían entenderse, no se hablaban mucho más que para intercambiar ideas durante los entrenamientos.
Aunque ninguno de los dos lo admitía abiertamente, desde el primer día que fueron asignados a trabajar juntos, nació cierta rivalidad o competencia por ver quién sería el primero en despertar su poder latente. La personalidad fuerte y orgullosa de ambos, salía a la superficie cuándo competían y entrenaban juntos. En un principio, Ramiro era el que necesitaba más ayuda, dada la experiencia que Chrys ya traía de antes, pero este se sorprendió al ver que su compañero argentino, aprendía rápidamente, a pasos agigantados, absorbiendo cada instrucción y nuevo truco, con gran facilidad. Una vez que el día de prácticas llegaba a su fin y se despedían, el estadounidense sabía que habían mejorado, pero cuándo volvían a verse a la mañana siguiente, y comenzaban los entrenamientos, sentía que Ramiro era más rápido, fuerte y hábil que hace unas horas atrás. Y si bien aún ninguno de los dos dominaba la partícula como para sostenerla en combate, era evidente que cada enseñanza que Ezequiel les inculcaba, Ramiro la absorbía como una esponja, demostrando que el despertar de su partícula estaba próximo.
Los días transcurrieron en Inferania y sin querer, poco a poco, se fueron convirtiendo en semanas para los estudiantes, quienes mejoraban sus habilidades de una manera espectacular, combatiendo y dominando sus técnicas para lograr el tan ansiado despertar inferal. Muchos ya lo iban logrando, y cada vez más conseguían el título de ser llamado “ínferas”, pero Chrys y Ramiro no. Quienes, a pesar de tener maravillosas aptitudes como guerreros, y haberse vuelto excelentes espadachines, aún no lograban su bautismo inférico.
Igualmente, eso no los detenía. Al ser ambos muy orgullosos, no cedían ante nada y para colmo, de tanto practicar juntos, sus técnicas se habían vuelto sutilmente diferentes, aunque reactivas entre sí. Por un lado, como Chrys tenía mayor habilidad y velocidad en el manejo, normalmente sostenía la espada a una mano. Él gustaba de hacer ataques rápidos, eficaces y moverse alrededor del oponente, buscando una brecha en la defensa o distracción para atacar. Por el otro, como Ramiro desde el principio no tenía ningún tipo de experiencia, había basado sus entrenamientos en lo opuesto a lo que proponía el norteamericano, defenderse. Desarrollando afinidad por empuñar a dos manos para tener mayor fortaleza, protección en la defensa y fuerza al contraatacar. Dado que Chrys era el que acometía el noventa por ciento de las veces, el joven inexperto se volvió especialista en defender. Adoptaba posturas firmes, se movía menos que su contraparte, y utilizaba la velocidad de giro de las muñecas, para contener o desviar las estocadas. De esa manera, generaba presión, desesperación y frustración en su oponente, al ver que no podía ser dañado. Este desarrollo singular, con el tiempo, no hizo más que causar una sana rivalidad entre ellos para demostrar quién era el más competente. Teniendo, además, el beneficio tácito que, si uno de los dos mejoraba, el otro lo alcanzaría proporcionalmente, envueltos en un perpetuo bucle de progreso compuesto.
Una tarde, antes de terminar las prácticas, los muchachos se hallaban muy animados y concentrados. Ramiro llevaba ventaja sobre Chrysantos, ejerciendo presión hacia adelante, un paso a la vez, logrando que este último retrocediera hasta arrinconarlo contra un árbol. Uno de los tantos que había en el enorme campo de entrenamiento. El estadounidense al verse acorralado, comenzó a desesperarse, por su mente pasaban recuerdos de las miles de horas practicando en la Tierra. Todas y cada una de ellas, desperdiciadas por culpa de su falta de compromiso y las condenadas adicciones. Las imágenes que asaltaban su mente y le traían recuerdos de la vida anterior, de alguna manera convergieron hasta llegar a hoy. Una segunda oportunidad de ser alguien, de hacer algo por los demás, de acabar por destacarse y romper con sus propias cadenas opresoras de vida. Y allí estaba, nuevamente, envuelto en un ciclo de cientos de horas que llevaban entrenando, luchando codo a codo, persiguiendo un objetivo en común y siempre terminaban en empate. Ambos sabían que el único camino posible era hacer uso de la partícula, la cual se mostraba esquiva a manifestarse en ellos, pero esta vez, Chrys pudo sentirlo, algo estaba cambiando dentro de él.
Ramiro, ajeno a los sentimientos que se arremolinaban en su oponente, continuaba feroz, lanzando estocadas, las cuales Chrys hábilmente desviaba hacia un lado, con un detalle no menor. Tenía los ojos cerrados, y de alguna manera estaba presente, pero a la vez, ausente, envuelto un trance, completamente ajeno a lo que ocurría. Sin embargo, en ese contacto, sintieron que hubo algo diferente, hubo una estática, una ligera sensación eléctrica en las espadas de madera que se transmitió a las manos de los muchachos. Era similar a un temblor que se extendía arriba hasta el codo. Y si bien ambos lo sintieron, como nunca lo habían experimentado en carne propia, no supieron quién de los dos estaba despertando su partícula. Chrys abrió los ojos, Ramiro se detuvo un instante y retrocedió un paso, dado que la mirada del chico parecía perdida. Sus pupilas danzaban enloquecidas sin un rumbo fijo, mirando a cualquier lado.
— ¡Ezequiel! ¡Debe ver esto, venga! —Advirtió el muchacho.
El hombre estaba a unos metros de distancia con otros alumnos y hasta ese momento, no los había mirado. Pero como buen guardián de la partícula, supo, presintió, que un despertar se aproximaba. Uno de los dos emergería como ínfera, así que se volteó para ver quién era, e hizo que los demás estudiantes detuvieran sus actividades y prestaran atención al momento.
En cuanto a los chicos, Chrysantos parecía haber vuelto en sí. Primero miraba al suelo, luego elevó la vista y adoptó su postura de combate. Sus ojos brillaban y latían de emoción, parecía que finalmente lo había encontrado, su cuerpo reaccionaba, estaba preparado para lo que vendría.
— ¿Listo Ramiro? —Lo desafió.
Dispuestos a dejarse llevar por el fervor del combate, y el éxtasis de estar alcanzando el objetivo máximo, se alejaron uno del otro, alistándose para lo que vendría. El argentino contestó el desafío con una sonrisa cómplice, preparándose para lanzar un fendiente a dos manos. Sentía que algo en su compañero había cambiado, y estaba dispuesto a ayudarlo a descubrirlo. Entonces, sabía que, al concluir su duelo, ocurriría una de las dos alternativas posibles, si lo atacaba de esa manera, con esa potencia, Chrys terminaría con la espada destrozada. O, por el contrario, sería él mismo quien saldría lastimado ante un eventual choque de partículas. Por su parte, el norteamericano captó la intención de atacar de su oponente, así que decidió permanecer en el lugar y sostener con fuerza su arma, anteponiéndola a tiempo, para protegerse y rechazar cualquier ataque.
El desafío estaba en el aire, Ramiro cargó a toda velocidad contra su oponente hasta que ambas espadas chocaron, las hojas de madera se tocaron reaccionando entre sí con un espectacular impacto de luz y energía inferal. La respuesta finalmente llegó para todos, porque uno de los muchachos cayó hacia atrás, su arma explotada, hecha añicos. Mientras que la otra continuó íntegra, brillante, flamante, cargada de partícula y exhibiendo un tenue resplandor dorado, saludando orgullosa a su nuevo portador, quien permanecía de pie victorioso. Un nuevo ínfera había nacido, y se llamaba Chrysantos.
Justo en ese último intento, el norteamericano encontró la respuesta a sus interrogantes, y la tan ansiada partícula afloró. Precisamente, como Ezequiel les había dicho que ocurriría y se esperaba que lo hicieran, basándose en los sentimientos más profundos y ocultos de sus mentes. Esto se debía principalmente, a que el guardián fungía de mentor, compartiendo sus conocimientos, enseñándoles un camino, pero sus consejos tenían límites.
<< “Yo estoy para acompañarlos hasta la puerta, dependerá de ustedes atravesarla”>> Les repetía todos los días, antes de comenzar y a finalizar cada entrenamiento.
El resto depende de cada ínfera, como Chrysantos, quien sólo necesitó de un empujoncito, un sentimiento encontrado, un detonante que rompiera sus límites y los llevara al máximo. Las pupilas se encendieron, su energía avanzó desde el mismísimo corazón, viajando a través de la sangre y canalizándose en las manos hasta cubrir la hoja de la espada y esta, brilló radiante, como si estuviera viva. Desde mucho antes, Chrys había dejado de ser un humano ordinario, para convertirse en un aprendiz de ínfera, y ahora, manifestando su partícula, se había realizado como guerrero, convirtiendo simple un trozo de madera afilada, en la espada definitiva. Rechazando así, de manera espectacular a un derrotado Ramiro, incapaz de mover los brazos a causa del entumecimiento del contacto. Un Ramiro alucinado y desconcertado, que presenciaba el éxito de su compañero, bajo una insólita mezcla de alegría y decepción.
Por un lado, de todo corazón, sentía orgullo y felicidad que su camarada lograra despertar su partícula, para ser finalmente considerado un guerrero ínfera. Y a su vez, le dolía en el alma, sintiendo un poco de envidia, porque aún le faltaba alcanzar ese momento glorioso y satisfactorio.
El joven norteamericano le sonrió desafiante y orgulloso ante las sorprendentes pruebas, dado que, a partir de ese momento, la diferencia de poder entre ambos ya no era nula. Comenzaba a agrandarse, y nada sería lo mismo, porque bien como Ezequiel les había demostrado, la habilidad era importante, pero no bastaba para vencer a un ínfera.
Los aprendices rodearon a los muchachos, con palabras de aliento y felicitaciones. Lo mismo con el guardián, quien también se acercó y mostró muy alegre con ellos por igual. Felicitando a ambos por el progreso que llevaban, tanto por el que acababa de activar su partícula, como con el otro, quien lejos de desmerecerlo, destacó que aprendía a una velocidad increíble. Destacando, además, que en cuestión de días sus novatos se estaban convirtiendo en guerreros diestros en el control de la partícula. Y si bien era una realidad que a muchos les faltaba manifestarla, él estaba seguro de que lo lograrían y entre esos estaba Ramiro. Su camino al descubrimiento se había vuelto más largo y complicado que el de los demás, pero el guardián siempre se encargaba de tranquilizarlo. Cálidamente, les brindaba esperanzas a aquellos que no cumplían las expectativas aún, alentándolos a no rendirse jamás, por más difícil que pareciera.