—Parece que han mejorado y este ha sido tu primer combate real ¿Qué has sentido al pelear? ¿Has tenido problemas en el manejo de la partícula contra los índomes?
—No señor, en absoluto. Usted me ha enseñado que mis manos son valiosas herramientas en la batalla y no me defraudaron, cuándo necesité golpear lo hice con todas mis fuerzas y obtuve buenos resultados. Pero faltó algo.
— ¿Pero? —pregunta Belaziel inquieto.
—Aprendí dos cosas muy importantes hoy. Una de ellas, es que los centinelas son más resistentes de lo que imaginaba y los he subestimado por última vez. Son terriblemente peligrosos, no tengo manera de compararlos con los ínferas y los entrenamientos.
— ¿Y cuál ha sido la otra? — inquiere Rafael.
—Trabajar en equipo —el muchacho sonríe y mira a Gabriela —De no haber sido por su intervención, habríamos perecido. Y no sólo eso, ella me ha curado cuándo estuve malherido y nos ha protegido con sus flechas en varias oportunidades. No tengo dudas que es la más hábil de nosotros.
—Por supuesto que es hábil —le confirma orgulloso el guardián que la entrena —Ella está entre los mejores de mi grupo Matías, su dominio de la partícula, reflejos y puntería son excepcionales.
—Y el hecho que te haya sanado no ha sido una casualidad —agrega Renato.
—¡Es cierto! —exclama Ramiro —No sabía que los guerreros podemos curar también.
—Es que no pueden, nadie en realidad. Por eso mismo, he dedicado muchas horas de investigación para detectar y entrenar individuos que posean esa doble habilidad. En cada uno de sus respectivos grupos, hay pocos ínferas que reúnen lo necesario, y ninguno hasta ahora, había podido curar con Aguamantio, menos una. Matías me lo acaba de confirmar señores, Gabriela posiblemente, sea una inféricus, la primera en su tipo.
Ante la revelación de Renato, todos permanecieron en silencio. A Rafael, por supuesto, se le inflaba el pecho de orgullo, dado que ninguno de los otros guardianes poseía alguien así en sus filas.
— ¿Una inféricus? ¿Qué significa? Si ya tenemos médicos en nuestras filas, tú mismo los entrenas Renato —Afirma Ezequiel confundido.
—Sí, es cierto. Pero hay una diferencia aquí, así como ustedes los guardianes, forman guerreros para que despierten su partícula y la usen en combate, yo concentré mis esfuerzos en que aprendan a sanar. Como siempre hemos hecho hasta ahora, desarrollando una habilidad a la vez, ya que nunca ha existido en Inferania alguien que posea ambas características a ese nivel. Pero si esto ha funcionado, si ella bajo su condición de guerrera ha podido sanar efectivamente a un compañero, hemos llegado al punto que no podemos, ni debemos, encasillarla en una categoría. Gabriela confirma mi teoría, que una vez a cada tanto, pueden surgir ínferas con una partícula muy especial y maleable. Una que les permite ser soldados y médicos al mismo tiempo, o sea, combatir y sanar según lo requiera la situación.
—Eres impresionante, te felicito chica —Comenta Belaziel —Respetamos la palabra de Renato, y si él dice que eres especial, creo que deberías contarnos tu experiencia. Todavía necesitamos saber qué pasó allí afuera y cómo hicieron para resistir.
Gabriela se encontraba avergonzada, las palabras de elogio de los guardianes y el inférico hacían que se sonrojara y perdiera la compostura —Gracias señor, las enseñanzas de Renato y Rafael han sido todo para mí. Ahora, les contaré lo que sucedió.
La mujer hace una pausa, breve, sólo para acomodar algunos recuerdos y comienza a relatar su punto de vista —Nadie me lo habían pedido, pero igualmente, estaba de guardia en una de las atalayas cerca de los portones del frente, tenía esta botellita en mis manos. Unos días antes, Renato me la había dado llena de Aguamantio, la común, la que usamos para beber, junto a la orden de practicar con ella. Me sugirió que en esas horas “muertas” de vigilia, intentara transmitir mi partícula para, de cierta manera, transmutarla e impregnarle mi esencia, tal cual como hacen él y los médicos para curarnos. Cuando vi el movimiento y noté que los chicos habían salido, quise que enviaran un mensajero para que alerten a los guardianes, porque claramente había un problema, ellos no tenían autorización. Y como el grupo de exploradores ya estaba afuera, los vigías supusieron que se encontrarían y los mandarían de nuevo adentro. Entonces, no le dieron mayor importancia al asunto, dado que la orden principal ante el avistamiento de centinelas, es que ninguno de los ínferas abandone su puesto de combate, menos por unos niños inexpertos. Así que luego de discutir con ellos, porque nadie hacía nada, me lancé decidida a traerlos de vuelta. Engañé a los muchachos de los portones mintiéndoles, les dije que los chicos estaban al otro lado y que debían dejarlos pasar. Que yo era la asignada por ustedes para escoltarlos y que no tuvieron tiempo para escribir la autorización, porque asegurar su regreso, era algo urgente, de vida o muerte. Por suerte me creyeron, así que no se enojen tanto con ellos.
Los guardianes se miraron en silencio y sonrieron cómplices. Alguien o algunos, iban a llevarse un reto de su parte con total seguridad. Aunque, visto lo que ha ocurrido después, no serían tan severos. Gabriela continuó con su relato.
—Ya estaba afuera, mi corazón latía enérgico porque, a pesar de estar haciendo algo prohibido, en mi mente sabía que era lo correcto. No podía perder más tiempo y cuando los encontré ya habían hecho contacto con un índome. Como no se percataron de mi presencia, pude atacar a la bestia desde lejos, salvando a Matías con una de mis flechas. Antes, Ramiro le había clavado una espada, pero no fue suficiente, la criatura continuaba peleando y ellos no podían defenderse, estaban débiles así que tomé mi oportunidad y acabé con el centinela de un flechazo en la cabeza. Cuando me acerqué, vi que uno de los dos estaba malherido, así que puse en práctica las enseñanzas de Renato y milagrosamente, pude curarle el brazo con el Aguamantio. Ellos no estaban en condiciones de combatir, entonces, les ordené que volvieran a Inferania, porque escuchamos los gritos agónicos de nuestros camaradas y decidí ir en su ayuda.
—Por lo que veo, no te han hecho caso —acota Ezequiel.
—No, pero qué bueno que vinieron, por lo que ocurrió después. Al llegar a un claro en el bosque, encontré los cuerpos esparcidos a varios metros de distancia, primero me contuve y no me acerqué, sentí miedo. La escena era grotesca, sangre por todos lados teñía la vegetación, así que me detuve detrás de un árbol para observar, ya que no parecía haber sobrevivientes y todo apuntaba a que había sido una masacre. Yo dudaba de acercarme, pues había demasiado silencio, el olor a muerte impregnaba el aire, cubriendo de dudas mi mente. Justo en ese momento llegaron ellos, así que ideamos un pequeño plan. Como teníamos ciertas sospechas, Matías se ofreció a investigar mientras yo lo cubría, porque Ramiro aún no había despertado su partícula y él ya se encontraba recuperado del brazo.
—Exacto —acota Matías —por supuesto que era horrible, una carnicería, pero necesitábamos saber si quedaban sobrevivientes. Lo peor de todo, era que, al acercarme a uno de los cuerpos, podía escuchar un sonido, muy bajo y grave.
Belaziel, quien escuchaba atentamente, lo interrumpe — ¿Cómo un ronroneo?
—Si, como el motor de auto encendido, suave al principio, aunque para cuándo nos dimos cuenta de donde provenía...
—Ya era tarde — completa Gabriela —los indomes nos emboscaron, fingiendo algo que no era. En realidad, estaban todos vivos señores, se levantaron al unísono, y tapando mi vista sobre Matías, ya no pude cubrirlo. A Ramiro y a mí nos rodearon con increíble velocidad, dándonos la sensación que estaban perfectamente sincronizados, como siguiendo los pasos de un plan. Dejado en evidencia, que los únicos muertos en ese lugar, eran nuestros camaradas.
Ezequiel se cruzó de brazos, pensativo —No lo puedo creer, los índomes nunca han hecho eso. Y si ahora son capaces, significa que luego de tantos años de enfrentamientos contra nosotros, han desarrollado inteligencia.
—Significa que están evolucionando —piensa en voz alta Rafael —significa que han dejado de ser bestias toscas e impulsivas, y que ahora pueden lanzar ataques coordinados. Alguien los ha entrenado, les ha enseñado nuevos trucos como a un perro.
Belaziel se levanta de su asiento, y golpea con ambas manos la mesa —Guardianes, sabemos perfectamente quién ha mejorado a los índomes. Ese tipo ha hecho grandes avances con esos animales, mientras nosotros seguimos jugando a la escuelita. Se los advertí, en ese momento me dijeron que no íbamos a combatir fuego contra fuego, que seríamos más inteligentes y menos impulsivos. Bueno, les aviso por si no quieren verlo, esas bestias ¡Acaban de comerse una docena de ínferas como desayuno!
El guardián bramaba sin tapujos. Con cada palabra que salía de su boca, golpeaba la mesa con el puño cerrado de sus manos. Los jóvenes permanecieron en silencio, suponiendo que este tipo de conversación, ya estuvo discutida entre los guardianes, y el más colérico de los tres, insistía en cambiar la manera de enseñar —Colegas, guardianes, hermanos, es hora que entrenemos a nuestros ínferas para ser más despiadados y fuertes.
Ante el silencio de sus camaradas, el hombre agregó — Ya vieron cómo acabó el grupo que enviamos hoy, y no eran novatos, ustedes lo saben muy bien, tampoco fue su primera incursión. Eran de los mejores ¿de qué sirve enseñarles el valor de la partícula si el enemigo cambia y los masacran? ¿eh? A este paso, la única herramienta que van a saber usar ¡Es la pala! Para cavar pozos de dos metros en la tierra.
Belaziel parecía enojado, furioso e irónicamente frío. Pero en el fondo, era dolor e impotencia lo que escondía. Podría ser el tipo más rudo de toda Inferania, nadie lo discutía. Sin embargo, su corazón lloraba lágrimas de sangre ante la pérdida de un ínfera.
Todos los presentes en la sala parecían estar al tanto sobre quién era ese tipo que mencionó el guardián. Menos por supuesto, los más jóvenes.
— ¿A quién se refieren? —Cuestiona Matías.
—Ya lo sabrán —responde Ezequiel, cortante. Luego intercambia miradas con Rafael, este le devuelve un gesto afirmativo. Pero no siguen hablando con el ínfera, en cambio, parece continuar con su colega.
—Bela, escúchame, ya lo sabemos. Pero hicimos un juramento ¿Lo recuerdas?
—Todos los días —contesta, un poco más calmado.
Ezequiel continúa —Juramos proteger la humanidad frente al mal, cualquiera sea su forma. Y lo que siempre nos ha diferenciado de ellos, es nuestra capacidad para comprender el ciclo de la vida y la muerte. Quédate tranquilo, no estamos jugando a la “escuelita” como dijiste, somos seres humanos, necesitamos tiempo para aprender también. Y si ellos han evolucionado, nosotros actuaremos en consecuencia. Mira el ejemplo de estos chicos, aprendamos de su experiencia, porque siendo novatos y muy desobedientes, han regresado con vida. Triunfando, donde otros más capaces perecieron.
Belaziel vuelve a sentarse y nuevamente se cruza de brazos, exhibiendo sus enormes músculos. Se lo ve apenas más calmo, pero igual de impaciente —Pienso que ya mismo, debemos ir a preparar a nuestros guerreros, con mejores técnicas y entrenamientos intensivos. Porque hablando así, perdemos tiempo mientras los índomes se hacen cada vez más inteligentes. Pero reconozco, que en algo tienes razón, ellos han triunfado, y antes de irme, quiero saber cómo. Los escucho y me voy.
—Me parece justo —contesta Ezequiel —Me alegra que pensemos igual. Gabriela, por favor, cuéntanos qué o cómo hicieron para sobrevivir al ataque.
La chica toma aire y mira los guardianes, luego hace lo mismo con cada uno de sus compañeros. Baja la vista y suelta el aire en forma de suspiro —No hicimos nada especial. Quisimos defendernos, pero eran muchos y al superarnos en número nos sometieron rápidamente.
— ¿Esa es la verdad? ¡No lo puedo creer! —exclama Belaziel, poniéndose de pie —Me voy.
— ¡Espere! —lo retiene la ínfera —Es cierto que no hubo una estrategia pensada. Tampoco tengo consejos para brindarle, salvo, la experiencia que le vamos a relatar. Porque al final, nuestras actitudes y la partícula de un individuo en especial, fueron lo que nos salvó la vida.
—Bela, escúchala, ella siempre fue de las mejores en mi grupo, leal, poderosa e inteligente. Su palabra es una de las que más vale ahora mismo —Rafael conocía perfectamente a su alumna, y al demostrar esa confianza en ella, destacando sus cualidades, hizo que el guardián se detuviera.
El hombre no volvió a sentarse. Aunque sí permaneció en la sala, a mitad de camino para marcharse, prestando atención los detalles —Continúe guerrera.
—Tal vez escuchar esto le resulte molesto, pero cuando su pupilo fue rodeado, los índomes comenzaron a golpearlo una y otra vez, de manera salvaje.
—Tienes razón —Afirma Belaziel —me molesta, ningún alumno mío debería ser sometido de esa manera. No los entreno para eso.
—Sin embargo, hay más. La contundencia de los ataques fue tal, que Matías no tardó en perder el equilibrio y caer al suelo. Justamente, es ese detalle que le quiero remarcar, porque estaba siendo molido a golpes hasta la muerte, pero jamás se rindió. Incluso, juraría que escuché una risa de su parte, se reía a carcajadas.
Todos los presentes desvían la mirada y recaen sobre Matías. Entonces, su entrenador, con tono cómplice le pregunta — ¿Es cierto eso? ¿Te reías como un loco?
—No me extrañaría —acota Ramiro.
—Algo así —contesta el joven —Muchas cosas se me pasaron por la cabeza mientras me la pateaban como a una pelota. Y la verdad es que, muerto por muerto, prefería irme luchando hasta el final, aguantando lo que sea. Es más, creo que inconscientemente lo hice para provocarlos, para demostrarles que no sería tan fácil derrotarme.
—Tremendo loco —murmura orgulloso Belaziel.
—Y en cuanto a mí —sigue Gabriela —ya no podía más tampoco, uno de los centinelas me tenía rodeada con sus alas, sosteniéndome en el aire por los brazos, bloqueando todos mis movimientos y, además, estrangulándome. Sin embargo, fue en ese agónico momento, que el milagro ocurrió, absolutamente todos los presentes, fuimos testigos de un despertar en extremo volátil y raro, el de Ramiro.
Se genera silencio en la sala. Renato y los guardianes miran al muchacho. Sólo Ezequiel atina a decir algo, sorprendido y orgulloso en partes iguales — ¿Tú los salvaste? Finalmente lo has logrado. Sabía que lo harías.
El joven, mueve la cabeza haciendo un gesto afirmativo. Sus ojos, indómitos, brillan y laten, denotando las emociones internas, conteniendo una alegría indescriptible, pero no dice nada, mantiene el silencio e intenta ocultarlos bajo un rostro frío e inexpresivo. Entonces Gabriela continúa con su relato.
—Sí, él nos salvó. De una manera sorprendente e inesperada, y verlo, además, ha sido todo un evento. Tanto, que inclinó la balanza a nuestro favor, sentenciando el destino de los índomes. Porque cuando estábamos a punto de morir, la ausente partícula de Ramiro emergió con violencia de su cuerpo, exhibiendo un nivel supremo desde el primer momento, bastándose él solo, para destrozar a los centinelas con su poder. Rami, quise hablarte, pero no te veías muy bien luego del despertar. Pienso que deberías contarnos como fue, cómo le has hecho, porque una cosa es que lo diga yo, que estuve ahí para verlo y vivirlo, pero tú eres el más idóneo en este asunto, porque desde ya, puedo afirmar que lo tuyo no ha sido normal. Dinos cómo fue tu experiencia ¿Qué sentiste? ¿Qué pensamientos afloraron en tu mente para activar la partícula de esa forma tan radical? Tal vez, con tu testimonio, puedas inspirar a aquellos ínferas que no encuentran el camino y necesitan consejo. Más que nada, por el nivel de emociones que se requiere, y que tanto te ha costado encontrar.
El muchacho se toma unos segundos para recordar, ya que debía organizar los hechos perdidos en su memoria, y no era tan simple. En esos momentos de desesperación, perdió la consciencia, actuando prácticamente por impulso.
—La verdad Gabriela, ni siquiera tuve tiempo de pensarlo, todo ocurrió tan deprisa, tan abrumadoramente, que darle un orden a todo me resulta difícil y es confuso, no sé a quién de ustedes ayudé primero, o qué me sucedió. Recuerdo que experimenté una profunda angustia, detonada por la culpa y el enojo de ser un inútil. Tuve mucho miedo Gabriela, estaba aterrorizado. Además, verlos en peligro y no poder hacer nada para salvarlos, me causó tanta desesperación, que simplemente no cabía en mi cuerpo. Fueron muchos sentimientos, apenas recuerdo vagamente lo que hice, lo único que sé, o al menos supe en ese momento, fue que al sentir la partícula emanar desde mi interior, debía hacer todo lo posible para mantenerla conmigo. Como cuándo aprendemos a andar en bicicleta, una vez que nos subimos a ella, sólo queremos mantener el equilibrio, y luchamos por no caer, sin importar el cómo o si se ve lindo ¿cierto? Sólo vale seguir andando, y creo que esa sensación es lo más cercano que tengo para explicarlo. Dado que, todos mis esfuerzos, radicaban en canalizar la partícula hacia la espada. Una espada, que ni siquiera me correspondía, pero al menos por esos segundos que la tuve en mis manos, pude utilizarla para salvarnos.
Ramiro hizo una pausa, cada vez que iniciaba una oración, tartamudeaba porque los recuerdos le llegaban a cuenta gotas. Además, el sólo hecho de intentar recordarlo, le provocaba dolor de cabeza y temblor en las manos.
—Discúlpenme, no sé cómo serán los demás despertares aquí, o si les pasa a todos por igual. Ya a esta altura, me cuesta decir qué es normal o raro.
—Ramiro tranquilo —le dice Ezequiel — Es un evento muy personal y la manifestación es única en cada individuo. A partir de mañana cambiarás de grupo, y trabajarás con los muchachos que están más avanzados. Verás que entre todos te apoyaremos, para que manifestar tu energía, sea menos traumático y más natural. Por lo pronto, necesitamos un pequeño esfuerzo más de ti. Los guardianes y Renato aquí presentes, estamos para oírte, para que compartas tus sensaciones, así aprendemos contigo y podemos guiarte en este duro camino.
—Gracias, les diré todo lo que se me venga a la mente. Recuerdo que la espada en mi mano, se sentía ligera, como si no tuviera peso alguno y al mismo tiempo, los músculos de todo el cuerpo parecían ser más fuertes, desbordaban energía. Al menos eso era a nivel físico, porque la mente, digamos que no era yo.
— ¿A qué te refieres? —consulta Renato.
—Sentía que la única forma de liberar toda esa tensión acumulada, era con violencia. Quería más, lejos de calmarme, cada vez que blandía mi espada y atacaba a uno de los centinelas, mi pasión por matarlos aumentaba, casi, como si me gustara hacerlo. Me di cuenta que podía destrozarlos a voluntad, es más, les confieso que el poder me embriagó y no hice nada por evitarlo.
Ramiro hace una pausa, se acaba de dar cuenta de lo que dijo y baja la mirada hacia sus manos. Tiene las palmas abiertas, tiemblan ligeramente —Yo, la verdad es que no, no quiero, no soy malo, y tengo miedo. Necesito de su ayuda, Ezequiel nos dijo y se encargó de recordárnoslo todos los días, al terminar los entrenamientos, que la partícula, debemos usarla para proteger a los nuestros. Jamás habló de disfrutar matando indomes o de volvernos asesinos porque sí.
—Por supuesto que no —dice Belaziel —incluso yo, que no dudaría en acabar con el enemigo, he aprendido a manejarlo. Precisamente, ese control y la capacidad de discernir entre tomar una vida o perdonarla, es lo que nos separa de las bestias. Porque el poder, por más grande que sea, sin control, no es nada.
Ramiro continúa — Sí, lo entiendo. Supongo que ustedes ya lo saben, y lo manejan a la perfección, no sucumben a sus instintos más primitivos ¿Cómo hacen? Simplemente se siente de maravilla, como si no fuera mi cuerpo, como si no fuera yo. Hasta que, de un segundo al otro, se agotó. Ya no tenía esa energía y como muestra de ello, la hoja de la espada, tan luminosa y radiante, se había oscurecido por completo. El dolor se apoderó de mis músculos y caí rendido por tanto esfuerzo, arrodillándome sobre la pierna izquierda y sosteniéndome con la empuñadura de la espada, la misma que permaneció clavada de punta en el terreno, porque se me cayó de la mano. Fui incapaz de tenerla en el aire ya que, literalmente, pesaba una tonelada. Por fortuna, Gabriela estuvo ahí para cuidarme, porque las fuerzas no me alcanzaron para acabar con todos los índomes. Había uno, que luego de recibir mi ataque y haberlo dado por muerto, se levantó sorpresivamente. Este, se alzó detrás de mí, apenas pude verlo girando un poco la cabeza, sangraba a borbotones por un profundo corte que le hice en su abdomen, y si bien estaba agonizando, gravemente herido, no dudó en arrojarse sobre mí, con la intención de matarme antes de caer. Cerré los ojos, entregado, esperando el dolor de la mordida, y nunca llegó, porque justo cuando iba a abalanzarse sobre mi cabeza, esta preciosa mujer, disparó una flecha, atravesándole el cráneo y salvándome la vida. Todo esto que les estoy contando, fue pura experiencia con los oídos, porque ya me había resignado a morir, y no temo reconocerlo delante de ustedes, me había rendido, no quería ver más este mundo. Por suerte, a mi lado había alguien que no se resignó, y luchó para salvarme de las garras de la muerte, por lo que sentí el silbido de la flecha, acompañado luego, por el estrepitoso caer del centinela a pocos centímetros de mi cuerpo. Recién después de eso, abrí los ojos y me encontré con el cadáver.
—Impresionante —murmura Rafael. Luego de decirlo casi para sí mismo, su voz va cobrando estridencia —No se conocían y han hecho un gran trabajo en equipo. Ni siquiera nosotros pudimos hacer algo así al principio ¿Recuerdan? Éramos un desastre, nos llevábamos muy mal y casi morimos también. Afortunadamente, encontramos el camino y ese día vencimos, como ustedes hoy. Pero nosotros, además, tuvimos que hacer nuestras diferencias a un lado para trabajar como equipo, como hermanos. Comprendiendo que la parca, siempre nos estará rondando y que ser ínfera, no es gratis. Gracias al poder de la partícula, trascendimos los límites de la vida, y burlamos una vez a la muerte ¿comprenden? Siempre hay un costo por ser lo que somos guerreros, entonces, ya desde hoy, quiero que piensen muy bien esto que les voy a contar, aprovechen mi experiencia y trabajen en ello.
El maestro de arqueros guarda silencio, antes de proseguir, se asegura que los tres ínferas estén atentos y concentrados en lo que él les va a decir. Luego, toma aire, suspira y prosigue.
—Lo que valga su vida en este lugar, y el valor que le den a la del prójimo, es lo que va a definir sus acciones. Ese precio, lo pondrán ustedes con su voluntad y esmero, procuren ser fieles a sus principios y honrados con sus amigos, para que ese número sea infinito, imposible de calcular. Busquen ser los mejores, para beneficiar al máximo al ínfera que tienen a su lado, les aseguro que el progreso individual de cada uno de ustedes, elevará el nivel de aquellos que los rodean. Un ínfera talentoso y bien entrenado, es peligroso, pero batible. Ahora, si ese mismo ínfera trabaja en equipo con otros como él, les aseguro que serán los mejores.
— ¿Cómo los que asesinaron hoy? —Pregunta Ramiro, dudoso de las palabras del guardián.
Belaziel sonríe. Ezequiel hace un gesto negativo. Renato baja la cabeza y mira al suelo.
Rafael primero lo mira fijamente, con total y franca seriedad. Luego de unos segundos, cambia su expresión por una leve y casi paternal sonrisa —No muchacho, te equivocas. Me refería a ustedes. Y si bien nosotros mismos hemos vivido algo similar, lo que han hecho hoy, no tiene precedentes, y quiero que sean el vivo ejemplo para los demás, de que se puede ¡Ojo! No quiero que salgan todos a buscar índomes porque sí, no me malinterpreten. Quiero que sean el modelo a seguir, que tal vez los guardianes no alcanzamos a ser con palabras. Compartan sus vivencias con los demás y apóyenlos a cultivar su partícula, háganlos mejores personas de lo que ya son, inspiren a los otros con esta experiencia.
El hombre se dirige a sus camaradas guardianes, intercambia miradas cómplices con Eze y Bela. Todos recuerdan sus inicios como ínferas y extrañamente, reconocen que hay similitudes con los hechos ocurridos por mañana, y los de ellos en el pasado. Saben que Rafael dio en el clavo con lo que les está diciendo.
El maestro de Gabriela continúa —Han salido victoriosos de una situación claramente desfavorable, unidos. Me alegra que comprendan la importancia de tener siempre a sus amigos presentes, y que vale la pena arriesgarse por ellos. Aunque les confieso, una parte de mí, no puede evitar pensar que han tenido mucha suerte, casi como que era la única manera que tenían de vencer. Y según por lo que nos cuentan, los índomes han evolucionado, son más inteligentes, impredecibles e impetuosos que antes.
—Pienso igual —agrega Belaziel —me duele lo que le pasó al otro equipo, eran excelentes guerreros. Vivieron y murieron como tal, en el campo de batalla. Igualmente, sigo pensando que ustedes tres, deberían haber tenido el mismo destino. Pero no me quedaré con eso, como guardián debo concentrarme en mis muchachos y enseñarles todo lo que tenga a mi alcance para que vivan. Los índomes han cambiado, son más fuertes e inteligentes que nunca, y lo acaban de demostrar allí afuera masacrando a los otros.
El guardián abandona su pose de brazos cruzados, elevando sus manos con las palmas hacia él y cerrándolos con fuerza, tanta, que le temblaban de la presión ejercida —Malditos. Ya vamos a ver si se atreven a hacer lo mismo conmigo —Dijo, y sus manos ardieron, bañadas en su poderosa partícula inferal.
Renato intenta calmarlo un poco —Oye, con calma, ten en cuenta las consecuencias de hacer las cosas sin pensarlas bien.
—Actuaremos en consecuencia si, debemos hacerlo ahora mismo. Ellos movieron primero y les salió bastante bien la jugada. Pero no más, basta, no dejaré que mueran más ínferas bajo mi tutela. Mucho menos, dejar que unos novatos dependan de la suerte para ganar.
Ezequiel nota que su compañero está siendo muy duro con los jóvenes, así que interviene en pos de calmarlo un poco —Bueno amigo, no necesitas ser tan directo. Tienen una victoria que celebrar, ellos también demostraron que se puede hacer el milagro, y lo hicieron con lo que les enseñamos, recuerda que tú eres el que entrena a Matías.
—Por eso mismo, ahora sabemos qué pasó y qué hicieron. Ya he oído todo lo que necesitaba de ustedes, Matías, en cuanto te sientas mejor, regresa a las prácticas, es una orden. Tenemos tareas por cumplir y vamos a trabajar en mejorarlos a todos, tú me ayudarás con tu experiencia. Luego de estos eventos, los ínferas nos necesitan más que nunca.
Belaziel finalmente salió de la habitación, cerrando con estridencia una de las puertas.
— ¡Qué carácter! —exclama Ramiro.
Ezequiel le sonríe y aclara —tiene mucha personalidad y es directo. Pero que no te confunda con su aspecto frío y duro, te aseguro que está así porque le duele cada una de las almas que perdimos hoy. En estos momentos, mientras baja por esas escaleras y va hacia el patio principal, ya está adaptando toda su rutina de entrenamiento. Quiere mucho a sus ínferas y los va a ayudar para que sean los mejores. Nosotros vamos a hacer lo mismo.
—Señor ¿podría explicarme por qué ha sido tan doloroso mi despertar? Todavía tengo los brazos y las piernas entumecidas. Cuando le sucedió a Chrys o a los demás, vi que ellos estaban bien.
Ezequiel se cruza de brazos, pensativo. Al cabo de unos segundos contesta —Es normal Ramiro, y a la vez no tanto. Si me preguntas a mí, fueron dos factores los que determinaron eso. Tu despertar por supuesto, sometido y activado en base a una situación de mucho estrés, y la otra, la espada.
— ¿La espada? ¿No se supone que es el arma que le corresponde como ínfera? —pregunta Renato.
—Si, aunque por lo que escuchamos, no era la de él. Era la de otro individuo, es posible que tuviera un remanente de su fallecido dueño. Y entró en conflicto, potenciando la partícula de Ramiro, activando no sólo la de él, sino también la de otra persona. Por lo que pienso, podría ser una especie de doble despertar, tan intenso, que se manifestó sobrecargando hasta el cansancio su cuerpo, agotándolo hasta el dolor. No tuvo la oportunidad siquiera de controlar su propia partícula, que acabó sometido a dos al mismo tiempo.
Ramiro abre grandes los ojos, puesto que Ezequiel dio en el clavo sin saberlo, ahora todo tenía sentido.
— ¡Es cierto! ¿Como pude olvidarlo? Cuando fui a buscar la espada de uno de los ínferas caídos, el hombre seguía vivo, aferrado a ella. En su última exhalación, me miró a los ojos y transmitió la partícula que le quedaba, siendo la que usé para derrotar al primer centinela.
—Eso explica tu situación —confirma Ezequiel —No es fácil, y sí peligroso hacer eso. Cuando utilizamos las armas de los demás, sea alguien vivo o muerto, podemos experimentar este tipo de molestias. Gracias a que todos estamos unidos por la partícula y la podemos sentir a través de los objetos. Pero no te preocupes más por eso, lentamente tu ser se acostumbrará y sanarás. Te daremos tu propia espada, y a medida que adquieras experiencia, verás que no habrá dolor, sólo poder, energía y conocimiento.
Ramiro se recuesta hacia atrás sobre el asiento y permanece pensativo. Con la mirada hacia abajo.
— ¿Qué sucede? —pregunta Gabriela.
Cuando el joven vuelve a mirar hacia adelante, todos se percatan que tiene los ojos vidriosos, entonces, con voz temblorosa expresa sus sentimientos a los presentes.
—Ezequiel. Este hombre, ese guerrero, aquel ínfera, me gustaría saber su nombre, quién era y cuánto tiempo llevaba aquí. Quisiera devolverle su espada y agradecerle por salvarme la vida.
El guardián le contestó de inmediato —Por supuesto, más tarde te lo diré. Aquí también enterramos a los nuestros y les damos el adiós como debe ser. Hoy al atardecer habrá una ceremonia para ellos, te avisaré cuándo, así te despides de él.
—Gracias señor —responde acongojado el muchacho.
—Nosotros también iremos —agrega Matías mirando cómplice a Gabriela. Ella le responde con un gesto afirmativo.
—Ramiro, ya has dado el primer paso y ayudaste a tus amigos en la peor de las situaciones, pero habrá más. Obviamente, continuarás con mis entrenamientos y trabajaremos especialmente en aquellos sentimientos oscuros que tuviste. Es nuestro deber como guardianes guiarlos por el camino del bien, dado que jamás quitamos una vida por deporte, sólo es para cuidar de los nuestros, defendernos y evitar que invadan Inferania. Jamás olviden que los índomes son animales y como tales los tratamos, con cuidado y el respeto que se les debe tener. Lo que sucedió hoy fue terrible y ustedes se vieron obligados a asesinarlos porque no les dieron otra opción, fueron atacados y como ínferas respondieron defendiéndose. Eso está bien ¿comprendes? No debes mortificarte por tus acciones. Tienen un don, todos lo poseemos y es tu obligación poder manejarlo a voluntad cuánto antes sin que este te domine a ti. Yo te ayudaré Ramiro y sé que tus compañeros también lo harán.
Ezequiel como buen maestro, le brindaba apoyo a su estudiante. Mientras, Rafael y Renato se levantaron de sus asientos, ya era tiempo de acabar la reunión y seguir con sus tareas. Entonces, el mentor de Gabriela, tomó la palabra antes de salir.
—Bien, cada guardián le contará a su grupo lo que ocurrió con los exploradores allí afuera. Todos deben saber a lo que nos enfrentaremos a partir de ahora, y dada las circunstancias, intensificaremos los entrenamientos amigos, prepárense, porque vamos a ser mucho más exigentes y rigurosos. Los índomes han mostrado mejoras en su inteligencia y eso debe competernos, por lo tanto, actuaremos en consecuencia. Señores y señorita, debemos ser mejores guerreros, debemos ser más estrictos y cuidar especialmente de los nuevos, la experiencia de hoy los coloca en un nivel muy por arriba de los iniciados, compartan lo que vivieron con sus compañeros. Siento que este podría ser el nuevo nivel de los índomes de ahora en más, y me preocupa que no sea un ataque aislado. Podríamos llegar a tener más en camino, así que reforzaré el perímetro agregando más arqueros en las torres.
Renato también dedicó unas palabras a los jóvenes —Ustedes son la muestra que los ínferas, si nos lo proponemos, somos capaces de hacer milagros, incluso en las condiciones más adversas. Es verdad, hoy hubo muerte, pero no podemos dejar que siga ocurriendo, por lo que les juro, que voy a trabajar en crear un método de sanación. Quiero que cada persona sea capaz de curarse o salvar a un compañero. Y creo que tú podrías ayudarme Gabriela, mañana temprano ven a verme, me gustaría compartir algunas ideas contigo.
—Ahí estaré, lo prometo.
Guardián e inférico se marchaban, pero aún permanecía Ezequiel, y sin que los jóvenes lo notaran, hubo una mirada cómplice entre los mayores. En cuanto ambos salieron y cerraron la puerta, el hombre, se levantó de su asiento y caminó hacia el enorme ventanal para contemplar la vista de Inferania. Luego se llevó las manos hacia atrás de la espalda, se giró y les habló sonriente.
—Pienso que hicieron lo correcto. Nadie les dijo cómo ni cuándo, instintivamente quisieron ayudar a los demás sabiendo del peligro que corrían. Y a pesar de tener estrictas órdenes, si debían desobedecerlas, ese era el momento. Los guardianes estamos orgullosos de ustedes y hoy nos demostraron que haberlos elegido fue la mejor decisión que tomamos. Es más, en el pasado, yo he hecho lo mismo, pero no me malentiendan. También deberán aprender a medir las consecuencias, no olviden que les pudo haber salido muy mal, y en estos momentos, podría estar hablando de quince fallecidos.
Los ínferas estaban sorprendidos, porque esas palabras eran las últimas que esperaban oír. Debido a que, cuando ingresaron a la sala con los guardianes, creyeron que recibirían una reprimenda, seguida de un castigo. Sin embargo, acabó siendo un halago junto a un consejo, y antes que pudieran decir nada, Ezequiel continuó.
—A veces para tomar una decisión correcta deben ignorar las reglas ¿entienden? Me gustaría decirles o enseñarles a cómo darse cuenta, pero en esos momentos, lo más probable es que estén solos, acompañados de su templanza y principios. Justamente, en esos momentos de dudas e incertidumbres, ellos serán sus más sabios consejeros. Y siempre, sin importar lo que ocurra a su alrededor, sean fieles a sus instintos ¿Les quedó claro? Improvisen con el corazón.
Los tres asintieron con la cabeza. Las palabras de aliento de Ezequiel los dejó perplejos y aliviados.
—Quiero darles unos consejos y sé que hablo por mis camaradas también. Al principio de nuestros caminos como ínferas, tenemos dos grandes momentos que nos definen para siempre y la forma de ver esta vida. En el caso de Ramiro, experimentó los dos al mismo tiempo, y requiere un proceso de asimilación. El primero, se da cuándo logramos despertar nuestra partícula, y el segundo, es cuándo nos enfrentamos a los índomes por primera vez. Por más que los guardianes trabajemos meses y meses en prepararlos, nadie les puede decir o enseñar la experiencia que conlleva pelear a muerte, o tener que defender a alguien para salvarle la vida. Es precisamente, luego de superar esa terrible prueba, que tomamos consciencia, maduramos, afianzando nuestro lazo con la partícula de Angelo. Y ustedes, mis queridos ínferas, acaban de superar todo ese proceso, de una sola vez.
Ezequiel hace una pausa, observa al trío de ínferas y sabe que ha captado su atención. Entonces, humedece sus labios, toma aire y continúa.
—Ahora saben que hacer uso de la partícula es agotador, que activarla es sólo el principio de una gran cadena de esfuerzos, los cuales, tarde o temprano, sobrecargan nuestras capacidades físicas y mentales. Precisamente, ahí es donde aparecemos los guardianes, para eso los cuidamos, para eso los entrenamos. Nuestro objetivo es que todos los ínferas usen la partícula de forma natural e intuitiva, como caminar o respirar. Así, una vez que la dominen, comprenderán que las batallas son ganadas cuándo hacemos un buen uso de nuestra energía, y esto requiere de cierta picardía e inteligencia. Deben saber cuándo un combate será una carrera de cien metros, o una maratón ¿Lo entienden?
Ante el silencio, y la confusión evidente de los jóvenes, Ezequiel continúa la lección —Por ejemplo, Matías, si enciendes todo el tiempo tus puños y los haces arder sin descansar ni respetar intervalos, te agotarás. Y si en ese tiempo, no llegas a derrotar a tu oponente, ya te imaginarás el final. El primero de tus golpes será contundente y demoledor, pero los que vengan detrás, si no los administras bien, parecerán caricias para tus enemigos, volviéndote un blanco fácil. Lo mismo para ti Ramiro, concentrar toda esa energía en tu espada una y otra vez te conducirá irremediablemente a la fatiga, llegando al punto que no podrás sostener tu propia arma. Te puedo asegurar que no serás capaz de levantarla del suelo ni diez centímetros.
<<Ahora entiendo, eso fue lo que me sucedió>> Pensó el chico.
—Por eso ínferas, deben saber administrarla, realizando breves activaciones sólo cuándo ataquen o defiendan, de lo contrario, se cansarán rápidamente. Y sin esta maravillosa energía que heredaron, siguen siendo tan frágiles como cuando eran humanos. Con todas las ventajas y desventajas que eso supone ¿comprenden?
— ¿Y conmigo señor? ¿Qué sucede con las flechas? —Consulta la chica.
—También consumen tu energía. Sin embargo, en tu caso Gabriela, puedes decidir cuánta carga tendrá cada disparo, con la diferencia que la concentras y la liberas de a una por vez. Lo más peligroso para ti, sería cargar una flecha concentrando toda tu partícula en un solo punto, convirtiéndose en un arma de doble filo. Por un lado, ningún ser vivo resistiría el impacto de tamaña energía, y por el otro, podrías perder la vida drenando toda tu partícula en pocos segundos. El riesgo en tus amigos es diferente, pero como puedes ver, el peligro es igual para todos. Siendo que, a la hora de combatir, están en contacto con sus armas todo el tiempo, aunque eso no quita, y te lo repito porque es muy importante, que tú puedas volcar una peligrosa cantidad de energía en un solo disparo. Lo he visto ejecutarlo en ínferos de gran poder y créeme que el efecto en el enemigo es devastador, aunque tremendamente nocivo para el usuario. Dado que, incluso alguien como Rafael, casi pierde la vida intentando ese disparo. Representa el riesgo máximo, y si no te cuidas, podrías acabar desmayándote, perdiendo el control de tu cuerpo, la batalla, e incluso la vida en un instante.
—Entiendo, no estaba al tanto de ese peligro, Rafael tampoco me lo ha dicho.
—Es que es un concepto más avanzado de partícula, se lo enseñamos a aquellos ínferas que acceden al siguiente nivel de control. Además, él es muy cuidadoso con sus alumnos, jamás les diríamos algo que les hiciera daño. Supongo que tal vez, te lo contaría más adelante, cuándo viera un mayor progreso en ti.
El guardián se aleja de la ventana y acorta la distancia con los ínferas, siente que, por el momento, ya les ha dicho todo lo que debía, así que los invita a retirarse con una última indicación.
—Inferas, ahora que saben materializar su partícula y canalizarla a sus armas, deben ser los primeros en modificar el entrenamiento y ayudar a sus guardianes a subir el nivel de los demás. Porque concentrarla al máximo en un punto es fácil para cualquier iniciado, sin embargo, como les dije hace instantes, el verdadero poder proviene en usarla al máximo de a intervalos controlados. Ramiro, debes cargar tu partícula sólo cuándo sepas que te defenderás o atacarás y nunca todo el tiempo. Matías es igual para ti, lo ideal sería que tus puños se encendieran apenas unos segundos antes de dar el golpe, y una vez que hagas el contacto, la quites, volviendo a estado de alerta. Sé que al principio costará y que deberás entrenar mucho para conseguir ese control, pero créeme que cuándo lo hagas, serás simplemente, el mejor. Y tú Gabriela, si bien es verdad que no sufrirás tanto ese tipo de fatiga, deberías de aplicar la misma técnica que ellos en el uso de las flechas. Y por supuesto, con la daga lo mismo ¿me han comprendido?
—¡Sí señor! —Exclaman al unísono.
Los ínferas se levantaron de sus correspondientes asientos para marcharse, sin embargo, el de los guantes tenía una duda más.
—Ezequiel ¿por qué nos dice esto a nosotros? ¿Y los demás?
—Mira Matías, simplemente no puedo pensar en la hipótesis de la suerte. Hoy, por primera vez en años, tres novatos se deshicieron de un grupo de centinelas. Ustedes, solos, sin experiencia, sin ningún tipo de ayuda sobrevivieron al ataque de una nueva especie de índome, más inteligente, robusta y peligrosa.
—Perdóneme señor, es que las cosas se dieron así, no planeamos nada. Fueron sucesos casuales —le interrumpe Matías —casi irreales.
—No —continúa Ezequiel —Casuales no, causales. Si dependiera sólo de mí, ustedes representan meses de entrenamiento puro y duro. Son el maravilloso resultado de nuestro trabajo como guardianes, y déjame decirte algo muy real. Belaziel es directo en su forma de hablar, hasta chocante incluso, pero es muy inteligente en los combates y, así y todo, no puedo negar que tiene razón.
— ¿Sobre qué? —pregunta Ramiro.
El hombre se pone serio, su rostro oscurece y los ojos se dirigen al suelo por un segundo, como si pensara muy bien lo que va a decir. Luego sube la vista, lo encara mirándolo a los ojos y les dice la verdad, a los tres.
—En que deberían haber muerto Ramiro. Básicamente, porque lo que lograron hoy, no tiene precedentes. Es claro que poseen algo diferente, ya que doce ínferas de los más diestros, entrenados y experimentados hasta ahora, perecieron en combate. Es más, antes de conocerlos a ustedes, te hubiera asegurado que todos y cada uno de ellos, los superaban en poder, ahora tengo dudas. Llevaban años de emergidos y no era su primera misión afuera.
El guardián lleva adelante ambas manos y hace un gesto con las palmas hacia arriba, emulando una balanza, subiendo y bajando, como si midiera diferentes pesos —Te repito, doce ellos, tres ustedes ¿entienden? No da la cuenta.
Ezequiel hace una pausa para suspirar y luego les sonríe.
—No obstante, siempre fui un optimista. Reconozco que hasta a veces demasiado. Por eso es que quisiera creer, no, perdónenme, eso sería subestimarlos. Creo, que las cosas ocurren por algo. Entonces, si los índomes se han vuelto más inteligentes y feroces como para vencer a nuestros mejores guerreros, me gustaría afirmar que ustedes son la respuesta a esa evolución. Una nueva generación de ínferas que ha emergido para contrarrestarlos. Ni un día antes, ni un día después, hoy. Sé que han tenido suerte, o dicha, como quieran llamarlo, todos la necesitamos en mayor o menor medida, pero esa fortuna jamás podría emerger sin propósito. Una gran, enorme, y poderosa fuerza de voluntad, llevada a la victoria, gracias a la partícula que habita en sus corazones.
El trío de ínferas escuchaba con atención las palabras del guardián. El hombre era muy elocuente y cándido en su forma de hablar, principalmente, por la pasión que transmitía, tanta, que lograba acelerar las pulsaciones de los jóvenes.
—Me gustaría decirles un asunto más y luego los dejaré marchar. Cuando Adriel, maestro de ínferas; nos seleccionó como guardianes hace mucho tiempo, no teníamos ni la mitad del conocimiento sobre la partícula, que ustedes poseen ahora. Afortunadamente, eso ha cambiado, todos los días tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas e inmediatamente las compartimos con los ínferas, somos autodidactas y así continuaremos. Por ahora, les toca escuchar y aprender, así que háganlo bien, porque tal vez, algún día, uno de ustedes estará en mi lugar.
— ¿Adriel? —pregunta extrañada Gabriela —Nunca lo han mencionado.
—Ya lo conocerán, está de viaje —contesta el hombre, sin dar mayor información. Envuelto bajo un manto de misterio —Gabriela, hay tanto que queremos decirles, tanto que tienen por saber todavía. Pero vamos de a poco ínferas, hoy han tenido más que suficiente y ya es hora que regresen a descansar. Sé que Belaziel quiere a Matías en su práctica, es más, lo debe estar esperando. Pero muchacho, esta vez, tienes que descansar, se los digo a los tres. Su prioridad es curar esas heridas y si están dispuestos, más tarde pueden acompañarnos a despedir a los fallecidos.
—Gracias por sus consejos. Practicaré todos los días para que mis puños sean cada vez más fuertes.
—Gracias por todo señor. Por reconocer la dura batalla que enfrentamos hoy, por compartir sus enseñanzas y por creer en nosotros —Le agradecía Gabriela, al igual que los dos inseparables amigos.
Ezequiel los escuchó sonriente y permaneció de pie hasta que todos abandonaron la habitación. El día lentamente llegaría a su fin, y al atardecer habría una ceremonia a la cual querían asistir, por lo que ninguno de los tres jóvenes volvió a su habitación para curarse. La última orden del guardián fue que se retiraran a descansar, sin embargo, decidieron tomar caminos diferentes. Gabriela se despidió de los muchachos y fue en busca de Renato. Matías y Ramiro bajaron por las escalinatas principales hasta llegar al patio central, donde los estaba esperando Chrysantos. Este, se alegró de verlos con vida y les recriminó que no lo hayan tenido en cuenta a la hora de escaparse.
—Cuéntenme todo, quiero saber qué sucedió allí afuera —les dijo impaciente, y los invitó a sentarse debajo de un árbol —hay mucho revuelo y miedo. Algunos dicen estupideces, otros hablan como si hubieran estado allí, porque se sabe que hoy, murieron ínferas de altísimo nivel. Por eso les pregunto chicos, díganme ¿Qué pasó?
Los amigos le explicaron lo ocurrido, poniéndolo al tanto de la situación que vivieron y del rumbo que tomarían los entrenamientos a partir de ese momento.
—Vaya que han tenido una experiencia rica, interesante —Exclamó Chrys, sosteniéndose la barbilla con la mano izquierda y la mirada perdida en el horizonte.
— ¿Te parece interesante? —le recrimina Matías —Hoy murieron doce guerreros, ínferas, personas como nosotros, como tú.
Chrys lo escucha, luego se gira hacia sus camaradas y les dice con tono decidido —Lo sé, aunque me estás malinterpretando, justamente por eso quiero participar, para estar a la altura del enemigo y evitar que vuelva a ocurrir. Si ustedes tienen una partícula diferente o son más hábiles, quiero formar parte de ese entrenamiento especial que van a tener. El juego ha cambiado chicos, la realidad es mucho más cruda que como nos la han pintado. Ha fallecido gente, lo sé, lo entiendo y lo lamento, pero....
— ¿Pero? —lo interrumpe Ramiro.
—Eso significa, que, si nos enfrentamos a los índomes con lo que sabemos hasta ahora, esa habilidad nos llevaría a una muerte segura, y no pienso morir de nuevo. Quiero ser más fuerte, que vivir no sea una casualidad. Vamos a entrenar para ser los mejores, para sobrevivir y no acabar como los ínferas de hoy. Porque se los puedo asegurar, lo siento en mi corazón, todos los hechos que han vivido hoy, sólo serán el comienzo.