Muestra: un adelanto de los temas tratados en el libro
Esta página ilustra algunos de los temas tratados en el libro, en un formato de preguntas y respuestas.
¿Una economía de mercado tiende al pleno empleo?
NO. Un mercado es una forma muy eficaz de intercambiar cosas (bienes o servicios) entre personas que tienen algo para ofrecer que otros quieren. Si el único que alguien puede ofrecer es su mano de obra, es muy posible que descubra que no hay demanda para ello porque los empleadores ya tienen todo el trabajo que quieren. [Véase el Capítulo 7. Dynamics of the Economy: The Labour Market]
¿Entonces, qué es lo que determina el nivel de empleo en una economía de mercado?
LOS “DESEOS” DE QUIENES POSEE ALGO PARA DAR A CAMBIO. Vivimos en un mundo muy desigual. La propiedad de los recursos (tierra, granjas, minas, fábricas) está en relativamente pocas manos. La cantidad de trabajadores necesarios a nivel mundial es la cantidad requerida para producir lo que los propietarios de los recursos quieren para su propio consumo, más la cantidad requerida para producir lo que los propios trabajadores empleados consumen. No hay razón para que el total sea igual a la población total de personas que necesitan trabajo. [Véase el Capítulo 5. Market Exchanges]
¿Pero, acaso los trabajadores pueden fijar sus propios precios para conseguir empleos si aceptan salarios más bajos?
NO LA FUERZA LABORAL EN SU CONJUNTO. Un trabajador individual podría desplazar a otro si estuviera dispuesto a trabajar por menos, pero si TODOS los trabajadores aceptan salarios más bajos, consumirán menos y, por lo tanto, se necesitará menos trabajo en total, lo que no resultará en más empleos sino en menos. [Véase el Capítulo 8. The Labour Demand Curve]
¿Por qué entonces los niveles de empleo son bastante altos, al menos en los países más ricos? ¿Dada toda la automatización desarrollada en los últimos dos siglos, no deberíamos requerir mucho menos mano de obra?
¡BUENA PREGUNTA! La respuesta es que nuestra economía de mercado tiene un impulso intrínseco para crear empleo. Ya sea que se trate de un individuo o de una empresa, la forma de ganarse la vida y prosperar es inventar cosas o servicios nuevos que otros quieran: nuevos deseos. Cualquier cosa sirve, ya sea un asiento de coche calentado eléctricamente, un telegrama con canciones o un teléfono mobil. Un nuevo producto creará un nuevo consumo por parte de quienes sí tienen recursos para intercambiar por el nuevo producto y, al crear más consumo, creará nuevo trabajo. [Véase el capítulo 9. Dynamics of the Economy: How Labour Demand is Increased]
¡Genial! Parece que el problema del empleo está resuelto: sólo hay que aumentar el consumo.
SÍ, PERO NO. El crecimiento del consumo ha hecho que, a pesar de toda la automatización, todavía haya niveles bastante altos de empleo. SIN EMBARGO, ese crecimiento del consumo tiene un coste desastroso para el medio ambiente en el que vivimos y del que dependemos. Estamos agotando los recursos, contaminando el planeta, acabando con la vida silvestre y generando un calentamiento global, todo ello a un ritmo que, como dijo el Secretario General de la ONU a la Asamblea General, “estamos al borde de un abismo”.
Esta catástrofe está ocurriendo a pesar de que la mayoría de los países “en desarrollo” aún no tienen niveles de propiedad de automóviles cercanos a los de Estados Unidos o Europa, y sólo una minoría de la población mundial ha viajado alguna vez en avión (los automóviles y la aviación son particularmente contaminantes y consumen muchos recursos). Pero no es sorprendente que la gente de todo el mundo aspire a los niveles de consumo de los países más ricos, por lo que lo peor está por venir a menos que todos en el mundo aprendan a vivir de manera sustentable. [Véase el Capítulo 13. Environmental Impact of the Market Economy]
¿Y qué tal el “crecimiento verde”? ¿No es esa la manera de salvar el planeta y tener empleos?
¡SI TAN SOLO PUDIERA! Lamentablemente, solamente reemplazando productos que consumen recursos y energía a partir de combustibles fósiles por alternativas eléctricas, no es una panacea. Un vehículo eléctrico (VE) en realidad produce MÁS emisiones de carbono durante su fabricación que un equivalente de gasolina o diésel, y si bien las emisiones en uso pueden ser menores (dependiendo de cómo se genere la electricidad utilizada), casi con certeza no serán cero. Necesitamos reducir el consumo, no aumentarlo. Los países más ricos deben aspirar a un estilo de vida que sea sostenible si se adopta en todo el mundo. [Véase el Capítulo 27. Changing Direction: Reducing Environmental Impact and Protecting the Natural World]
Dicho esto, si habrá empleos en la lucha contra la crisis ambiental, pero no en la generación de cada vez más bienes de consumo, es decir, no en el crecimiento. Los empleos que necesitamos estarán en la restauración de la naturaleza, la modernización de las casas, etc. Por lo general, deberán financiarse a traves de impuestos, no a traves de vender estos servicios comercialmente.
De acuerdo, entonces tenemos que dejar de producir más y más “cosas”. ¿Así porque no dejemos la economía como está y vendamos a la gente más servicios en lugar de cosas materiales?
BUENA IDEA: el plan es evitar el problema de que “el crecimiento daña al medio ambiente” centrando todo el crecimiento en los servicios. De esa manera, la producción y el consumo pueden seguir creciendo, pero solo en términos de bienes no materiales (como la música, el teatro o el cuidado de los ancianos).
SIN EMBARGO, esto no funcionará a menos que se altere radicalmente la estructura actual de la sociedad. Esto se debe a que, tal como están las cosas, para seguir siendo competitivos, las empresas siempre querrán pagar a los trabajadores lo más cerca posible al nivel de subsistencia, lo suficiente para proporcionarles solo los elementos materiales básicos de la vida (comida, alojamiento, ropa y algún que otro lujo barato como un televisor o un teléfono mobil), no servicios no esenciales. Los ricos, por supuesto, ofrecen un mercado para los servicios, pero hay un límite en la cantidad de empleados domésticos, abogados, contables, asistentes personales, etc. que cualquiera podría necesitar o desear. Sin embargo, a los ricos se les pueden vender cantidades prodigiosas de productos materiales caros (yates, jets privados, coches de lujo) que crean mucho empleo en su diseño y fabricación, pero entonces volvemos a producir un exceso de cosas materiales.
Además, si quisiéramos diseñar una economía que sólo permitiera el crecimiento de las industrias de servicios, tendríamos que proporcionar ingresos a la gente de una manera que de alguna manera permitiera la compra de servicios, pero limitara la compra de bienes materiales. De lo contrario, ¿cómo se aseguraría de que la gente gastara su dinero en servicios como un viaje al teatro, y no en cosas como un televisor o un coche más grandes? [Véase el Capítulo 13, Sección 13.4. Can a Service Economy Save the Environment?]
Usted dice "a menos que se altere radicalmente la estructura actual de la sociedad". ¿Hay cambios que podríamos hacer que nos permitieran crear más puestos de trabajo en el sector de servicios?
SÍ, EXISTEN ESOS CAMBIOS ... y uno de los principales implicaría simplemente ampliar lo que ya hacemos. Muchos de los servicios que más benefician a la sociedad no pueden ser adquiridos fácilmente por individuos: cosas como infraestructura, educación, salud pública, parques, ley y orden, regulación y aplicación de la ley para mantener limpios el aire, los ríos y los mares, y mucho más. Las industrias modernas y complejas necesitan que el estado proporcione la mayoría de estas cosas para que las empresas y el mercado funcionen adecuadamente. Los estados a menudo pagan por cosas que se consideran de valor social o cultural, incluso cuando en teoría podría dejarse en manos del mercado cobrar a los usuarios; por ejemplo, cuando los estados subsidian museos y galerías para que la entrada sea barata o gratuita.
Los estados financian estos servicios a través de impuestos que estamos obligados a pagar: un gasto colectivo que no podemos optar por no pagar y derrochar el dinero en bienes de consumo materiales. Por lo tanto, una forma de avanzar es expandir este gasto que hacemos colectivamente, haciendo que nuestras ciudades estén mejor cuidadas, sean más seguras, más sostenibles y más hermosas, y al hacerlo, creando empleos. [Véase el Capítulo 26. Changing Direction: Livelihoods]
¿Si hacemos eso, no terminaremos con un Estado monolítico que lo controle todo?
ES UN RIESGO que tenemos que controlar. Tal como están las cosas ahora en la mayoría de los países desarrollados, el gasto colectivo ya está repartido entre muchos niveles de gobierno –local, regional, nacional–, así como entre ONG y organizaciones benéficas. Puede que haya otras formas de gasto colectivo que también podamos crear. Los gobiernos corruptos e ineficientes son horribles, pero un buen gobierno es una bendición. La gente suele huir de los países con estados débiles y dirigirse a países con gobiernos fuertes y eficaces donde el gasto estatal representa una gran parte del PIB nacional.
Independientemente de lo que queramos, sigue siendo muy probable que el gasto colectivo y la regulación gubernamental sigan creciendo en el futuro a menos que la sociedad se derrumbe, porque las nuevas tecnologías y productos que están apareciendo son muy numerosos, y muchos de ellos probablemente sean potencialmente peligrosos –como la modificación de bacterias o virus, por ejemplo–. No se puede dejar con seguridad que esas tecnologías se dejen al arbitrio de todos. Por lo tanto, nuestra tarea es implementar los mejores controles y contrapesos democráticos que podamos. [Véase el capítulo 15. Spending Alone or Together – Private or Public]
¿No dijo un economista que el gobierno siempre gasta mal el dinero en comparación con los consumidores?
¡SÍ, PERO CON POCA EVIDENCIA! Con frecuencia ocurre lo contrario, porque los gobiernos pueden crear instituciones sofisticadas para seleccionar la mejor calidad y valor (por ejemplo, en el Reino Unido, el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención [NICE]). En cambio, los consumidores individuales son bombardeados por anuncios de productos cuyas complejidades y riesgos a menudo no pueden ni siquiera entender. Además, los individuos no pueden elegir gastar en bienes públicos, como parques o aire limpio. [Ver Capítulo 15. Spending Alone or Together – Private or Public]
Hasta aquí llega la muestra. Solo mencionamos 8 capítulos en el adelanto, y hay 29 capítulos en el libro... ¡así que hay mucho más por explorar!