¿Podemos tener esperanza?
¿Podemos tener esperanza?
Buen día, fray Tomás... la gente de nuestro tiempo está muy pesimista, no tiene esperanza.
Humanamente hablando, nunca se pierde la esperanza, es un movimiento natural de nuestra afectividad. Todos los seres humanos apuntamos a algunos bienes que no son fáciles de alcanzar, a los que llamé "arduos"; esas realidades buenas no están en el presente, sino en el futuro. La desesperación nos llega cuando a esos bienes difíciles los consideramos imposibles. Por eso hay que tener una mirada clara sobre lo posible y lo imposible. El miedo y la desesperación sobrevienen cuando nada bueno nos parece posible; ¡pero muchas cosas que parecen imposibles son posibles en realidad!
Muchas veces, hemos vivido tantas cosas negativas, que no podemos confiar...
Efectivamente, a veces lo vivido nos hace parecer que lo bueno es imposible. Pero también la experiencia nos enseña que los seres humanos han salido adelante en muchas situaciones difíciles, y lo que se nos representaba como un mal insuperable deja en realidad abierta la puerta hacia otros bienes.
Pero a veces la esperanza es de los inconscientes... no toman nota de la gravedad de los males que tienen enfrente.
¡Es así! Y por eso escribí en mi Suma Teológica que los ebrios y los jóvenes a veces son más esperanzados, desde un punto de vista humano. Los jóvenes, porque tienen poco pasado, han tenido menos decepciones, y se sienten más fuertes, porque también estiman que tienen mucho futuro. Los viejos, en cambio, tienen mucho pasado (y por eso mismo muchas desilusiones) y poco futuro (y por eso escasas expectativas). Lo ideal es combinar equilibradamente ambas experiencias. Los jóvenes pueden animar a los mayores a seguir luchando; y los mayores, transmitir sus vivencias a los jóvenes para moderar sus ímpetus.
¿Y qué relación tiene la esperanza con el amor?
¡Mucha! El amor es causa de la esperanza: porque si quiero algo con mucha fuerza, haré todo, superaré todos los obstáculos para alcanzarlo. Y la esperanza es causa del amor: amamos a aquellos que pueden hacernos posibles nuestras expectativas.
Si uno tiene esperanza, ¿no corre el riesgo de quedarse inmóvil, y no hacer nada? Es lo que algunos piensan de la esperanza cristiana de la vida eterna, que nos paralizaría para trabajar por un mundo mejor...
¡Al contrario! La esperanza mueve a obrar, porque sabemos que alcanzaremos la felicidad y la vida eterna por don de Dios, pero también por nuestro esfuerzo. Y es lo más seguro que tenemos, por eso no hay esperanza sin fe genuina en Dios, que nos da la posibilidad de ser eternamente felices junto a Él. Por eso, el que tiene esperanza actúa con decisión y fuerza.
Háblenos un poco de la esperanza cristiana.
La esperanza cristiana es una virtud teologal, que espera recibir la felicidad eterna de Dios mismo; por eso, si bien podemos esperar muchos bienes intermedios, en última instancia estos no son tan necesarios. Por eso no debemos caer en la desesperación, que es el pecado que consiste en desconfiar de Dios y de su capacidad de salvarnos; al contrario, sabemos que Él nos salvará, aun en las circunstancias más difíciles. También hay que evitar la presunción, el pecado contrario: creer que Dios nos salvará sin que nosotros trabajemos por nuestra propia salvación con "temor y temblor", como dice San Pablo (Flp 2, 12).
¡Gracias, fray Tomás!
Suma Teológica, I-II, q. 40; II-II, qq. 17; 20; 21.