La virtud de la prudencia
La virtud de la prudencia
¡Buenos días, fray Tomás! Empecemos a hablar de la virtud de la prudencia.
¡Buena idea! La prudencia es una virtud que perfecciona nuestra inteligencia. Según san Isidoro de Sevilla, prudente es el que ve a lo lejos, el perspicaz: el que sabe prever a pesar de la incertidumbre. Por eso, la prudencia no está en la parte teórica de nuestra inteligencia, sino en la práctica, la que compone las acciones adecuadas en cada momento y circunstancia.
Pero, ¿con qué criterio puedo saber qué es lo más adecuado?
El criterio de la prudencia no se basa en el cálculo de ventajas o desventajas, o en lo que resulte más cómodo o placentero, sino en lo que yo llamé "los fines de las virtudes". Entonces, la pregunta sería: ¿qué es lo verdaderamente justo, noble, bueno en este caso? Y la prudencia tiene el cometido de ayudar a las demás virtudes a encontrar el justo medio. Por ejemplo, sé que tengo que hacer algo, es justo hacerlo; pero cómo, cuándo, con qué intensidad, etc., eso, lo determina la prudencia. Cada uno de nosotros tiene inclinaciones naturales hacia la verdad, el bien, lo noble; pero esas inclinaciones deben desarrollarse por medio de las virtudes y ser dirigidas por la prudencia.
¿Y cuál es entonces el acto propio de la prudencia?
Hay algunos actos que son previos, que preparan la buena acción, como pedir consejo, reflexionar e indagar sobre los medios... Pero el acto propio de la prudencia es imperar o mandar, porque ahí se define la realización de la acción. Por eso también el prudente debe ser pronto para decidir, la demora o la pereza impiden la realización de buenas acciones.
Muchos piensan que la prudencia es algo puramente individual, lo prudente sería "salvarse solo"...
¡Y se equivocan! Como escribí en mi Suma Teológica, esa idea es contraria tanto a la razón como a la caridad. La prudencia busca ciertamente el bien propio, pero también debe dirigirse al bien común, que es mayor y más importante que el bien particular.
¿Prudencia sería lo mismo que cuidado o cautela?
No. Hay una idea errada de la prudencia, pensar que prudente es el que siempre da un paso atrás o no se compromete. La cautela es parte de la prudencia, pero el prudente siempre debe aconsejar y obrar de acuerdo con el fin bueno de toda la vida. Por eso a veces ser prudente es dar "un paso adelante" y no atrás.
¿Y qué sería lo que echa a perder la prudencia?
Nuestra inteligencia, nuestra voluntad y nuestros afectos están íntimamente relacionados; por eso, la prudencia se puede perder por el desorden de nuestras pasiones, pero también por el olvido, la ignorancia o la falta de experiencia. Cultivar la prudencia es, entonces, una tarea delicada y permanente de la vida humana.
¡Gracias! ¡Hasta la próxima!
Suma Teológica II-II, cuestión 47.