VARGAS LLOSA

Y AREQUIPA



La Arequipa

de Vargas Llosa


Por: César Coloma Porcari

Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo

Nuestro Premio Nobel es un arequipeño amante de la tierra que lo vio nacer, gran admirador de su patrimonio arquitectónico y de la solidez y belleza de las fachadas de sillar desnudo, blanco, que reverberan con los rayos del sol y se tornan rojizas al atardecer.

Vargas Llosa recuerda que “La ciudad en que nací, Arequipa, situada en el Sur del Perú, en un valle de los Andes, ha sido célebre por su espíritu clerical y revoltoso, por sus juristas y sus volcanes, la limpieza de su cielo, lo sabroso de sus camarones y su regionalismo” (“Diccionario del amante de América Latina”, Barcelona, Ediciones Paidos Ibérica S. A., 2006, p. 33).

El 3 de abril de 1936, Luis Llosa Ureta se presentó ante el Registro Civil de Arequipa, para declarar el nacimiento de su sobrino Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, ocurrido el veintiocho marzo de 1936, en la casa ubicada en el Boulevard Parra N° 101.

En su obra titulada “El pez en el agua. Memorias” (Barcelona, Editorial Seix Barral S. A., 1993, pp. 10, 15, 16), Vargas Llosa recuerda su casa natal, señalando que sus padres “Se casaron el 4 de junio de 1935, en la casa donde vivían los abuelos, en el bulevar [sic] Parra, adornada primorosamente para la ocasión”.

Agrega que “En el segundo piso de la casa […], nací en la madrugada del 28 de marzo de 1936, después de largo y doloroso alumbramiento”. Y “El abuelo [don Pedro Llosa y Bustamante] envió un telegrama a mi padre, a través de la Panagra, anunciándole mi venida al mundo. No respondió, ni tampoco una carta que mi madre le escribió contándole que me habían bautizado con el nombre de Mario”.

Además, “Un año después de nacido yo, el abuelo firmó un contrato de diez años […] para ir a trabajar unas tierras […] en Bolivia […] y la tremenda incomodidad que les causaba el abandono y el divorcio de mi madre, impulsaron al abuelo a aceptar aquel trabajo que sacó a la familia de Arequipa, adonde nunca volvería”.

Vista del patio de la casa de Vargas Llosa en Arequipa




La casa natal de Mario Vargas Llosa fue declarada Monumento Nacional por el Ministerio de Cultura (Diario Oficial “El Peruano”, Lima, 18 de noviembre de 2010, pp. 429294-429296). Figura en esta norma legal el informe N° 001-2010-MC/FBCP, presentado por nosotros, solicitando esta declaración.

El Nobel afirma que “Aunque al año de haber nacido, mi familia me sacó de Arequipa y nunca he vuelto a vivir en esa ciudad, siempre me he sentido muy arequipeño, y yo también creo que las bromas contra nosotros que corren por el Perú –dicen que somos arrogantes, antipáticos y hasta locos– se deben a que nos tienen envidia” (“Diccionario…”, p. 33).

Afirma, además, que a su ciudad natal “la llamaban Arequipa la Blanca por haber sido erigida con sillar, ese fuego de sus tres volcanes que se convierte en una piedra dócil donde están atrapados todos los matices del blanco” (“Diccionario…”, p. 33).

Asimismo, recuerda sus “conventos de clausura, otro distintivo de Arequipa, que, además del blanco sillar de sus iglesias y viviendas, de sus terremotos y revoluciones, se jactaba de ser la más católica de las ciudades del Perú, y, a lo mejor, del mundo”. Además llama a Arequipa la “Ciudad Blanca”, por haber sido siempre blancas las fachadas de sillar de las casas, templos y conventos (“El paraíso…”, pp. 222, 224, 225, 262, 303).

En la obra mencionada, Vargas Llosa recuerda que a Flora Tristán le llamó la atención “el verdor y la armonía del valle regado por el río Chili […] y los tres soberbios volcanes coronados de nieve a cuyos pies se esparcían las casitas blancas, hechas de piedra sillar”. Se alojó en casa de su tío Pío Tristán: “la gran casona de blanca fachada de sillar esperaba a Flora”, en la calle de Santo Domingo, y su habitación privada fue un “dormitorio de techo abovedado, altísimo”.

Además, afirma que “En la ciudad en que nací, en el Sur del Perú, hay un convento de clausura que es orgullo turístico local. El visitante que franquea los altos muros de blanco sillar de Santa Catalina se siente, de pronto, desarraigado de aquellas faldas andinas e instalado en el corazón de Andalucía” (“Diccionario…”, p. 161).

Regresó a Arequipa, con su madre y su abuela en 1940, con motivo del Congreso Eucarístico. Permanecieron poco tiempo, retornando a Cochabamba. En 1945, volvió a Arequipa, en camino a Piura, ya que su abuelo Pedro Llosa y Bustamante había sido nombrado Prefecto de allí (“El pez en el agua…”, pp. 22, 23).

Hace cinco años que la casa natal de Mario Vargas Llosa fue declarada Monumento Nacional. Ahora, restaurada, es un nuevo atractivo cultural, en la ciudad que nuestro Premio Nobel, recuerda, era llamada “Arequipa la Blanca por haber sido erigida con sillar, ese fuego de sus tres volcanes que se convierte en una piedra dócil donde están atrapados todos los matices del blanco”.

(Publicado en “El Pueblo”, Arequipa, viernes 4 de diciembre de 2015, p. 6).