César COLOMA PORCARI
Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo
Las ciudades antiguas de Europa se caracterizan por sus calles adoquinadas, que son parte integrante de su ambiente monumental.
Las piedras empleadas, generalmente, fueron las que se encontraron en canteras cercanas, y por ello se podría decir que cada ciudad tiene su propio estilo y color de adoquines.
Es necesario tener presente que algunas veces los adoquines eran fabricados en las canteras para venderlos como lastre para los barcos, los cuales los transportaban a lugares muy lejanos donde eran vendidos para utilizarlos como pavimento de lujo.
Según la piedra empleada, hay adoquines grises, rojizos, amarillentos y hasta jaspeados. Además, los hicieron de varios tamaños. Por ejemplo, los de Milán son de grandes dimensiones, mientras que los de París son más pequeños.
Los de Arequipa también son muy vistosos. La piedra escogida fue la más adecuada, ya que tiene un color uniforme, gris obscuro, y una rugosidad apropiada para brindar más seguridad a los vehículos y peatones y evitar patinadas o traspiés.
Estos adoquines de Arequipa son un valioso aporte del siglo XX a la cuatricentenaria ciudad, y ya han cumplido setenta años de existencia en las calles del centro histórico.
En el periódico “La Colmena” Nº 603, de Arequipa, 3 de marzo de 1934, página 1, con el título de “El adoquinado de la Plaza de Armas”, se informa de los trabajos iniciales de la magna obra de adoquinado de las calles de Arequipa, que como veremos en la documentación que sacamos a luz en estas notas, es un ejemplo del esfuerzo enorme que tuvieron que realizar los vecinos de la ciudad a fin de darle el aspecto señorial y magnífico que soñaron para la Ciudad Blanca.
Encontramos en el notable diario “El Sur” Nº 151, de Arequipa, sábado 31 de agosto de 1935, página 8, una interesante información, con el título de “27 cuadras de adoquinado”, quejándose que “El adoquinado de las calles de Arequipa marcha con una lentitud desesperante. La nueva pavimentación no abarca hasta ahora sino un total de 27 cuadras, extensión mínima para las necesidades del tráfico de vehículos, que cada día adquiere mayor intensidad”.
Otro dato sumamente valioso que nos ofrece la nota de ese diario que fuera tan importante para Arequipa y toda la región del Sur del Perú, es que “Las postergaciones en el pago de cuotas de adoquinado por los vecinos propietarios, no permiten un considerable avance”.
Así comprobamos que todo el enorme costo del adoquinado de las calles de la ciudad lo pagaron los propios vecinos, incluyendo el tallado de adoquín por adoquín, su transporte y colocación en un suelo especialmente preparado para recibirlos.
A diferencia de muchas de las obras que se hicieron en Lima, con fondos del Estado, en Arequipa este trabajo de mejora urbanística lo tuvieron que pagar los mismos arequipeños.
Por esta razón la noticia del periódico que comentamos señalaba que “Todo esto sugiere la iniciativa de que el gobierno aporte una suma de emergencia, en calidad de empréstito, ya que los dos millones con destino al cuatricentenario parecen lejanos, para que sea posible adoquinar pronto el total de 284 cuadras, que constituyen el radio urbano, labor que precisa cumplir por el mejoramiento y uniformidad en la pavimentación”.
De esta noticia también obtenemos otro dato interesante, que la zona urbana más valiosa de Arequipa, en 1935, comprendía doscientas ochenta y cuatro cuadras.
Además, en “La Colmena” Nº 727, de Arequipa, 14 de noviembre de 1936, página 1, se informaba que el Municipio había decidido adoquinar la totalidad de calles de la ciudad de Arequipa con motivo de la celebración del IV centenario de su fundación.
Como vemos, la titánica labor del adoquinado de las calles de la ciudad duró varios años, desde 1934 hasta la década de 1940.
El centro de Lima también fue adoquinado a principios del siglo XX, pero, lamentablemente, por la novelería propia de la huachafería criolla, la totalidad de éstos fueron retirados de las calles en las décadas de 1940 y 1950 y utilizados como relleno sanitario, es decir, basura, reemplazándolos con frías pistas de asfalto, permanentemente llenas de baches.
Lamentablemente, cuando fue remodelada la plaza mayor de Lima, hace pocos años, a ninguno de los expertos que intervinieron en la obra se les ocurrió reponer los adoquines, porque seguramente a ellos les parecían repelentes, e hicieron las pistas de asfalto, afectando gravemente el ambiente monumental.
Y como en Lima actualmente no hay pistas adoquinadas y todos los errores y horrores de la Capital se copian en el Perú, la gente ignorante está convencida de que los adoquines son antiestéticos, no son aceptables como pavimento y deben ser sustituidos por cemento o asfalto.
Por ello en Arequipa, hace algunos años, comenzaron a botar los adoquines, y así fueron destruidas varias calles, so pretexto de la “modernización”, como dirían sus autores.
Afortunadamente no tuvieron tiempo de terminar de destruir todas las calles y por ello es que hasta la fecha podemos disfrutar del deleite estético que constituye ver una calle adoquinada.
Es indispensable y de suma urgencia, que el Concejo Provincial vuelva a adoquinar todas las calles que perdieron su pavimento pétreo por el ataque de los vándalos.
Los adoquines forman hoy, parte integral e indesligable, del patrimonio urbano de la ciudad de Arequipa, ya que nadie, en su sano juicio, imaginaría a la Ciudad Blanca con las pistas asfaltadas o encementadas. Sería una aberración y un atentado a la estética.
Por ello llama la atención el por qué los decoradores que han hecho tarrajear y pintar de colorines el centro histórico no hayan exigido arrancar los adoquines, tirarlos a la basura, y reemplazarlos con losetas de todos los colores del arco iris, para que su obra destructora fuera completa.
(Publicado en “Arequipa al Día”, Arequipa, domingo 18 de junio de 2006, páginas 1, 2).
(y publicado en "El Pueblo", Arequipa, domingo 3 de abril de 2016, páginas 6, 7).