Por César Coloma Porcari
Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo
Hace exactamente un cuarto de siglo falleció uno de los artistas arequipeños más célebres de la historia, el pintor Manuel Domingo Pantigoso. Nació en Arequipa el 26 de julio de 1901 y murió en Lima el 24 de enero de 1991. Estudió en su ciudad natal y a los dieciséis años presentó sus primeras obras pictóricas en una exposición colectiva, en la Ciudad Blanca (1917).
No estudió en ninguna escuela de Arte y la calidad de su obra demuestra que fue un genial autodidacta. Pantigoso nació artista y desde sus primeros años se nutrió del ambiente de inigualable belleza de la Ciudad Blanca y su campiña. El sol esplendoroso que hacía reverberar los blancos muros de sillar; las sombras del atardecer que tornaban rojizas esas paredes blancas y el verde exuberante de los campos de cultivo, fueron plasmados en muchos de sus lienzos.
Su primera exposición individual tuvo lugar en 1919, en Arequipa, en el estudio fotográfico de Max T. Vargas. Más tarde, en 1923, en la Universidad Nacional de San Antonio Abad, del Cuzco, presentó una nueva exposición. En 1924 expuso en Potosí, Buenos Aires y Montevideo.
En Lima expuso su obra en 1926 y 1927, y ese mismo año se trasladó a París en donde presentó una exposición. El Dr. Alberto Tauro del Pino afirma que en ésta, “mereció el reconocimiento de la crítica por su inspiración nativista, las ágiles líneas de su dibujo y brillante colorido” (“Enciclopedia Ilustrada del Perú”, Lima, Peisa, 2001, tomo 12, página 1937).
Luego se trasladó a Madrid, donde presentó una exposición organizada por el prestigioso Círculo de Bellas Artes. Después, en Sevilla, se ocupó de la decoración pictórica que tendría el Pabellón del Perú de la Exposición Internacional de 1929. Cabe destacar que ese edificio se conserva en la actualidad en la ciudad del Guadalquivir. Se estableció en Lima en 1930 y al año siguiente fue fundador del Movimiento de los Independientes, en esa misma ciudad.
En 1964, en Arequipa, su ciudad natal, se le rindió un justo homenaje, organizado por el Concejo Provincial y la Escuela Regional de Bellas Artes, y obtuvo el Premio Nacional de Cultura en 1984.
El Dr Tauro del Pino señala que Pantigoso, “a través de los años definió un estilo personal que en forma indeclinable se sustentó en el mundo andino, pero cuyas imágenes evolucionaron desde lo pintoresco o lo realista hasta una sobria esquematización; y que, en sus vivas tonalidades cromáticas, hábilmente asociadas al dinamismo de sus trazos, volcó una concepción expresiva” (Idem, página 1938).
Es importante tener presente que en la famosa e histórica enciclopedia “Espasa”, iniciada en el reinado de Don Alfonso XIII, figura una biografía del célebre pintor arequipeño.
Allí se indica que “Su formación […], en un medio que tal vez no cuente con más arte que el popular de los indios, merece la mayor atención”, y “Este joven artista comienza a producir con fluidez, con soltura, con línea graciosa”. Agregan que “En las acuarelas es en donde este artista ha encontrado el medio de expresión más acorde con su temperamento”. (“Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana”, “Espasa”, Madrid, Espasa-Calpe S.A., 1933, “Apéndice”, tomo VIII, páginas 69-70).
Su hijo el Dr. Manuel Pantigoso Pecero ha publicado un voluminoso libro titulado “Manuel Domingo Pantigoso, fundador de los Independientes” (Lima, imprenta Ikono S. A., 2007). Allí se reproduce gran parte de su bella obra pictórica, en la que Arequipa está presente muchas veces: el Misti, el Chachani y el Pichu Pichu, las torres de la Catedral, Caima, la campiña, Sachaca y Paucarpata.
En este libro también se recoge amplia información sobre la vida del pintor mistiano. Encontramos allí (página 71), un comentario que él hace sobre su vida y obra: “Así como Arequipa es la fuente de mi inspiración y de mi amor, Puno y Cuzco son los eternos motivos para realizarla”.
Agrega el pintor, además, que “Arequipa es la mujer muy amada […] cuya bellísima imagen nos acompaña hasta el momento de morir. Todo es inspirador, desde que amanece hasta la hora del yaraví, sin contar con las embrujadas noches”.
(Publicado en "El Pueblo", Arequipa, viernes 22 de enero de 2016, p. 6).