El jueves 25 de enero, primer día de Práctica Docente II, arribamos a la Escuela Ana Josefa Jiménez a las 7:30 de la mañana. De primera, saludamos al portero, el cual nos informó que debíamos dirigirnos a la dirección académica. No obstante, esta estaba cerrada, de modo que en vez de reunirnos con la directora, junto con nuestros otros compañeros esperamos a que la maestra guía llegara. El tiempo estaba lluvioso, lo que causó que la directora se abstuviera de darnos el recorrido en la escuela; en cambio, nos reunimos en la biblioteca para presentarnos los practicantes y la directiva unos con otros, además de llegar a acuerdos y repartir informaciones.
Mientras aguardamos a que llegara la hora del receso, revisamos algunos de los libros que se encontraban en la biblioteca, con el fin de tener referencias para el futuro cercano. Luego del recreo, exploramos el recinto para conocerlo mejor, y seguidamente, la secretaria nos dio el recorrido oficial. Al finalizar el tour, sin más preámbulos nos dirigimos a un salón de clases con el propósito de observar, no sin antes pedirle permiso a la maestra; el curso que visitamos fue 4to grado.
Al entrar, nos encontramos con un silencio sepulcral; los estudiantes estaban copiando la información que la maestra escribía en la pizarra. Luego de un rato, la docente hizo preguntas alusivas al tema, y adaptaba el material a la realidad de sus estudiantes. Esto es esencial para que el aprendizaje sea natural y significativo. Según Moreira (1994), “el material a ser aprendido [debe ser] relacionable (o incorporable) a la estructura cognitiva del aprendiz, de manera no arbitraria y no literal. Un material con esta característica [es un material] potencialmente significativo”. Es decir, que cuando el contenido es contextualizado a la realidad del estudiante hay un aprendizaje verdadero. Por eso, entendemos que es importante que para lograr que los estudiantes entiendan el material, es necesario relacionarlo a sus realidades.
Más adelante, la docente se excusó y les avisó a sus estudiantes que se ausentaría por unos minutos; los alumnos permanecieron en su mayoría relativamente tranquilos mientras esperaban el regreso de su maestra. Sin embargo, pasados unos minutos, estos se alborotaron porque ya habían finalizado su trabajo diario y no tenían más nada que hacer. El docente siempre debe tener actividades previamente planificadas para que los alumnos siempre cuenten con algo que hacer. De acuerdo con Roger A. Kaufman, autor citado por Isasías Alvarez García en su libro: Planificación y desarrollo de proyectos sociales y educativos, “la planeación se ocupa solamente de determinar qué debe hacerse con el fin de que posteriormente puedan tomarse las decisiones prácticas para su implementación. La planificación es un proceso para determinar “a dónde ir” y establecer los requisitos para llegar a ese punto de la manera más eficiente y eficaz”. En otras palabras, si el docente tiene una planificación bien hecha y definida, las metas propuestas podrán ser realizadas, y no habrán brechas de tiempo perdido donde ni los estudiantes ni el docente sepan qué hacer.
En cuanto a la organización de las butacas, estas estaban organizadas en medio círculo, posibilitando una interacción heterogénea en el salón de clases. Por otro lado, referente a la relación de la maestra con sus estudiantes, podemos decir que a pesar de que estos la obedecieran, la docente los mandaba a callar de manera brusca y utilizaba el sarcasmo para corregir tanto conductas como respuestas a preguntas. El docente debe autorregularse y tener estrategias para asegurar el orden en clase. Cuando Schunk (1997) se refiere a la autorregulación, la define como un “proceso que se refiere a los pensamientos, sentimientos y actos generados por un mismo y que están orientados sistemáticamente a la consecución de una meta”. En otras palabras, si el educador no se considera ser autorregulado, no podrá llegar a completar las metas trazadas en sus alumnos.
Para finalizar, entre nuestras expectativas para esta segunda práctica docente se encuentra el poder aprender de los maestros, aprender a adecuar el contenido según el grado, y a controlar la disciplina en un salón de clases, además de asumir el rol docente.