9.1 EL ROL DEL PSICOMOTRICISTA

Bloque IX:

LA INTERVENCIÓN DEL PSICOMOTRICISTA

(PROGRAMA DE EXPERTO)

9.1 EL ROL DEL PSICOMOTRICISTA

Miguel Llorca Linares

Univ. de La Laguna

Ponente:

Miguel Llorca Llinares es Lcdo. en Psicología y doctor en Pedagogía. Profesor Titular de Universidad. Imparte docencia en Magisterio y Psicopedagógía: “Educación Psicomotriz” y “Bases didácticas de la Ed. Especial”. De sus publicaciones destacamos: “Psicomotricidad y globalización del curriculum en Ed. Infantil”, Psicomotricidad y Necesidades Educativas Especiales” y “Recursos y estrategias en psicomotricidad” en la editorial Aljibe.

Coordinador del Seminario de Formación Permanente en Psicomotricidad de la ULL.

Síntesis:

La práctica psicomotriz se caracteriza y diferencia de otras disciplinas en su manera de concebir al niño, al educador y a la relación educativa. Para dar una respuesta ajustada a la expresividad y al modelo teórico en que esta disciplina se sustenta es necesario situarse en la especificidad del rol del psicomotricista.

Los autores plantean la importancia de analizar las dimensiones del perfil profesional del psicomotricista como elemento fundamental para valorar la intervención de este profesional, ofreciendo un guión de observación que permita reflexionar y mejorar su práctica.

Las dimensiones del perfil profesional que se proponen en este artículo hacen referencia a “la capacidad de observación y escucha” para entender lo que el niño pone de manifiesto en la sala de psicomotricidad y dar una respuesta más ajustada a sus demandas y necesidades; “la expresividad psicomotriz” del psicomotricista, mediante la observación del uso de los diferentes mediadores corporales; “la capacidad de utilizar diferentes estrategias de implicación en el juego” para favorecer el desarrollo infantil, planteando una serie de estrategias generales y otras un función de los diferentes momentos de la sesión; “la competencia para elaborar de manera creativa y ajustada diferentes escenarios para la práctica psicomotriz”, analizando su capacidad para diseñar el espacio y la propuesta de materiales atendiendo a las características del niño/a o grupo con el que interviene; “la capacidad de comunicación con la familia y otros profesionales” para poder trasmitir de forma clara los objetivos y la evolución de su intervención; y por último “la capacidad de mirarse” como herramienta fundamental para mejorar su práctica.