Ay ! Madrecita que dolor de piernas.
José se fue incorporando de la hamaca, se calzó las sandalias, recién comenzaba a clarear. No había soñado, que extraño pensó, justo hoy tenemos que decidir que hacer, y yo no he soñado. Se calzó el sombrero y rumbeó para lo de su compadre Javierito.
Javierito como siempre ya tenía listo el mate.
-"Buen día compadre José, que le anda pasando que viene con el paso cansado".
-"Buen día Javierito, no pasa nadaa, no soñe, pero me desperté como si hubiera caminado un año entero, tengo de plomo las piernas".
-"No me diga compadre, yo ando igual, esppero que alguien en Mazila haya soñado que hacer".
José tomó el mate que le arrimaba Javierito. Que bueno sentir como se despegaba el estómago con un mate amargo, se estiró despacio, muy despacio.
-"Ya veremos esta noche Javierito, seguro que Fidel sabrá que hacer".
.......... El día pasó entre idas y venidas, atender el maizal, los animales, buscar agua o quedarse mirando la montaña. Así llegó la noche, que fue recordada, como la noche del "gran vacío". ..........
Javierito preparó el fuego, con grandes brasas como solo él sabía hacerlo. Cada uno de los hombres de Mazila se fue acomodando, de a una en una se fueron armando las rondas de mates.
Estaban todos, algunos eran por demás jovenes, casi niños, nadie en Mazila quería perderse una noche de sueños.
Fidel se incorporó, las conversaciones se hicieron murmullos, el silencio se posó sobre el claro.
Fidel comenzó diciendo: "José esta noche serás el último, tendrás que interpretar todos los sueños, tu palabra marcará el rumbo, tenemos toda la noche para escucharnos".
El silencio acomodó sus oscuras alas, comenzaron a escucharse los ruidos de la noche. El silencio fue mirando a cada hombre a los ojos, el ruido lejano del río se fue aproximando. Al principio los jadeos y respiraciones hacían un ruido desordenado, de a poco el claro respiraba al unísono.
José había cerrado los ojos cuando Fidel comenzó a hablar. El tiempo empezó a desgranarse, rápido al principio, después pareció detenerse.
Nadie pudo decir cuanto tiempo pasó. José sabía que cada hombre estaba buscando dentro suyo el sueño de la noche pasada.
José abrió los ojos, todos estaban con la cabeza gacha y los ojos cerrados. Rompió la respiración única, al llenar de aire sus pulmones y dijo: "compadres alcen la mano los que anoche soñaron".
Todos levantaron la cabeza y abrieron los ojos, pero nadie levanto la mano.
Prosiguió José: "levanten la mano los que se despertaron cansados, como si hubieran caminado toda la noche".
Un mar de manos se agitaron. Todos comenzaron a sonreir y a darse palmadas en la espalda. Después todas las miradas se volvieron a José.
José se paró, era la señal de la decisión, y les dijo a todos: "compadres esta claro, tenemos que ir al bajo de noche y traer a nuestra gente a la montaña, es por esto que nos despertamos cansados. Mañana vamos a preparar todo, los nuestros que están en el bajo volverán a su maizal, volverán a ser libre".
Entre abrazos y canciones se fueron dispersando, esa noche si habría muchos sueños. Unos soñarían que sembraban, otros que cosechaban y muchos soñarían que caminaban en la noche.
©Mario Antonio Herrero Machado
A El Cabeza