No a la caza

INTRODUCCIÓN

Antes de entrar en materia deseamos aclarar, que nuestra postura ante la caza es totalmente favorable, por lo que tiene de antigua y, sobre todo, por ser pieza clave en la selección de las especies para su continua evolución. Existen sobradas pruebas de los esfuerzos que los ecologistas y los conservacionistas han hecho y hacen por defender a los grandes cazadores; por ejemplo: tigres, águilas, murciélagos, lobos, etc y de la especie humana, Yanomamis, Esquimales, Masais, los Bosquimanos, etc.

Siendo una actividad que surge con la aparición de la vida, no cabe utilizar el diccionario de la lengua para definirla. Tampoco nos vamos a arriesgar a proponer una definición; pero sí a exponer los tres requisitos que, según nuestro criterio, un buen cazador debe cumplir para ser considerado como tal: buscar su subsistencia y la de sus cachorros,

contribuir en la mejora de las especies sobre las que preda mediante la selección natural y adaptarse a la competencia de otras especies.

Un indio Yanomami caza para alimentarse y alimentar a los suyos y no le importa que también cace el jaguar ya que él es tan bueno como el felino y no le hace sombra a la hora de conseguir sus piezas. En cambio, los que por aquí llamamos cazadores, cazan por diversión, les interesan los mejores ejemplares y culpan a cazadores de otras especies animales de la escasez de piezas en vez de reconocer el exceso de cazadores humanos.

PRIMEROS DESASTRES

Digan lo que digan, quien lo diga, la caza ha sido la causa directa de la extinción de muchas especies animales, aún antes de aparecer las armas de fuego. Y voy a citar algunos ejemplo llamativos.

El ave elefante (Aepyornis maximus), por ejemplo, vivía en Madagascar, medía 3 m y pesaba 500 Kg (un avestruz mide 1.85 y pesa 150 Kg.). Un huevo tenía una capacidad de 9 litros (llenaría un cubo de agua), lo mismo que 200 huevos de gallina o 3 huevos del mayor de los dinosaurios conocido. El hombre mató al último en torno al año 1700; o sea, que aún existía en los tiempos de Colón.

Nuevazelanda ha tenido hasta 25 especies de Moas. Vivieron durante 100 millones de años, compartiendo su existencia con los dinosaurios. 15 de estas fueron contemporáneas del hombre. Precisamente la mayor de ellas la moa gigante (Diornis maximus) que podéis ver, fue la última que se extinguió. Era incluso mayor que el Ave Elefante ya que medía 4 metros. Se extinguió en 1850; o sea, hace poco más de cien años. Esta magnífica ave que supero la época de la extinción de los dinosaurios, no pudo resistir el ataque del hombre en forma de cazador Maorí. En lo que respecta a las moas, no solo se trata de la extinción de una especie, si no de las 15, de la extinción de toda la familia Diornidae.

Si el tamaño no salvó, a estas gigantes, del hombre, el elevado número de ejemplares, tampoco: Quizás sea la paloma viajera (Ectopistes migratorius), el vertebrado más abundante que el hombre ha conocido. Wilson observó en 1810 un bando que estimó en 2.230 millones de aves, Schorger contabilizó 136 millones de aves en una colonia de Wisconsin; Audubon, pintor naturalista, padre de la ornitología americana, fue testigo en 1813 del paso, por el estado de Kentucky, de una bandada que estuvo migrando sin interrupción durante tres días estimando que pasaban unos mil millones de ellas cada tres horas.

Los indios americanos se habían alimentado de estas aves durante cientos de años; pero siempre respetando sus zonas nidificación. Pensaban que si las molestaban, nunca volverían. El hombre blanco las exterminó en cien años. Y eso que pensaba que, dado su elevado número, estas eran inagotables.

No se si seréis capaces de imaginaros una bandada de aves migrando sin interrupción durante tres días a razón de unos mil millones cada tres horas. No se si seréis capaces de imaginaros la cantidad de disparos que hicieron falta para aniquilarlas. La última murió en el zoo de Cincinati en 1914.

Se estima que desde el año 1600 el número de mamíferos extinguidos a consecuencia de las actividades humanas es de 120 y el de aves de 150. Pero esta pauta se acelera bruscamente en el presente siglo, a causa de la aparición de las armas de fuego y del comportamiento de los cazadores, y se estima que al finalizar este siglo, el número de mamíferos en peligro alcance el millar de especies.

En España los cazadores acabaron con el bisonte europeo (entre otras especies), que era muy abundante según se refleja en las cuevas de Altamira y se ha dejado en muy mala situación a la avutarda, el urogallo, el lince, el oso, la nutria, etc, etc, etc.

IMPACTOS SOBRE EL MEDIO AMBIENTE.

Considerando un ecosistema en equilibrio (como la Selva Amazónica, la Antártida o las profundidades marinas por poner ejemplos lejanos de la influencia humana), la entrada de la actividad cinegética causa un indudable efecto desequilibrador.

Destrozo de flora, por salida de pistas y caminos; sobre todo, cuando se sale con todo terreno.

Contaminación acústica. El disparo produce un ruido que supera los máximos permitidos por la Organización Mundial de la Salud. Es breve; pero su machaconería supone un quebranto en el paisaje sonoro de quien desea disfrutar de la paz del campo, el espanto de la fauna y el acallar el canto de las aves.

Las vainas de los cartuchos, cajas y demás envoltorios forman parte de la basura que los cazadores suelen dejar por donde pasan.

Además, el plomo es un metal pesado altamente contaminante que las zonas de caza habituales suele concentrarse y producir el envenenamiento de la fauna. En España, cada año se disparan unos 300 Mll de cartuchos (84.000 Mll de perdigones), (10.500 Tn de plomo) ocasionando la muerte, por plumbismo, de multitud de anátidas, principalmente. En algunos países se ha prohibido este tipo de munición y se ha sustituido por acero.

Apertura de carreteras y pistas forestales. Desde que la caza se ha convertido en una actividad de esparcimiento de los cómodos habitantes de la ciudad, no se ha hecho más que facilitar el rápido acceso desde estas a los puntos de caza, estén donde estén; provocando el arrinconamiento de la vida natural en los puntos más inaccesibles.

Construcción de vallados. Los titulares de los cotos o las personas que no quieren que se transite por sus tierras, han multiplicado por 10 los tramos de cercados en los últimos años. Su instalación es precedida por la apertura de una franja en la vegetación de 3 a 8 m de ancho que hace aparecer la erosión en la zona al poco tiempo. Supone una ruptura del paisaje, una barrera que impide el paso y la comunicación de los animales silvestres, la causa de muerte de muchos animales por accidente y gran parte de ellos (ciervos, corzos, gamos, muflones, cabras...), son los que precisamente se pretendían proteger. Al mismo tiempo, el impedir la comunicación, imposibilita el intercambio de genes con los de su misma especie que hay al otro lado de la valla, lo que empobrece la especie y favorece la aparición de enfermedades y malformaciones.

Rayas de disparo. Se trata de calvas rectas de unos 30 a 40 m de ancho que se abren en la vegetación para poder disparar a los venados y jabalíes durante las monterías. Esta es una prueba de la falta de respeto hacia la Naturaleza ya que solo la coincidencia hace que se aprovechen los cortafuegos como rayas de disparo o línea de cercado cinegético.

Muerte directa de especies. En España se matan todos los años 15 Mll de conejos, (Oryctolagus cuniculus), 12 Mll de aves (5 Mll de perdices y 7 Mll de palomas, anátidas y zorzales) y 60.000 ejemplares de caza mayor (jabalí (Sus scrofa), ciervo (Cervus elephus), gamo (Dama dama), corzo, rebeco, muflón y cabra hispánica).

Redes, lazos, trampas, cepos, ligas, fosos, reclamos, armas y horarios prohibidos, son otras formas de matar ampliamente utilizadas aún siendo ilegales. Mediante estos métodos mueren, sobre todo animales pequeños o muy pequeños. La ilegalidad de estas acciones impiden una valoración exacta del impacto que producen, en el control de aves migratorias se estima que en los 17 países del área mediterránea son cazados unos 300 millones de pájaros al año a los que hay que añadir el centenar cazado legalmente.

Control de predadores. Según dicen los cazadores: "La 'buena gestión' de un coto pasa por controlar todo posible competidor"; y para ello, se utilizan lazos, trampas, venenos (estricnina, 4-amino-pirina, warfarina), etc. La utilización de venenos está prohibida en España desde hace mas de 35 años, pero aún se emplea.

La muerte por estricnina es larga y muy dolorosa y su persistencia en el cuerpo de la victima posibilita que otro animal, carnívoro o necrófago, lo coma y pueda morir. Y ahí no acaba todo; pues, se ha llegado a detectar en el agua, el suelo y las plantas. Se estima que es la causa de la muerte de 200.000 animales superiores en España.

Propagación de epidemias. Es cierto que los cazadores no son culpables de la aparición, en los conejos, de la mixomatosis y la neumonía hemorrágica vírica (NHV); pero sí de favorecer su propagación. Cualquier enfermedad que aparezca en nuestros campos es ridícula con la que pueda aparecer en Africa - por poner un ejemplo - pero las enfermedades aparecidas en este continente, rara vez adquieren el rango de epidemia gracias a la labor que los predadores realizan sobre los animales debilitados por los primeros síntomas o a la labor de limpieza realizada por los carroñeros. En nuestro país, la persecución a que son sometidos predadores (rapaces, zorros, etc) y carroñeros (buitres, córvidos, etc), impide que estos n su los conejos enfermos y muertos proliferan debido a la persecución a que son sometidos nuestros predadores .

Olores. Toda esta suerte de cadáveres abandonados en un monte desprovisto de carroñeros que lo limpien, propician el sustituir los olores a tomillo, romero, pino y otros típicos de nuestros campos, por el desagradable olor a cadáver en descomposición.

Competencia a la fauna silvestre. En condiciones normales, los animales silvestres tienen grandes dificultades en conseguir alimento para ellos y sus pequeños. La dura competencia ejercida por los cazadores les pone las cosas mucho más difíciles. Esta competencia; por ejemplo, incrementa en el índice de cainismo entre las rapaces. (¿Qué diferencia hay entre matar de un tiro y matar de hambre).

Modificación en el comportamiento de la fauna. Los cazadores realizan una selección a través de la cual, solo sobreviven los especímenes más desconfiados y los que toman mayores precauciones ante la presencia humana y, por lo tanto, al transmitir esta característica a sus descendientes, cada vez será más difícil disfrutar de la presencia de los animales en la naturaleza, será más difícil la fotografía de fauna, el estudio de esta, etc. La ornitología es la rama de la biología que tiene más seguidores por ser las aves mucho más fáciles de ver que el resto de los animales; pero, de seguir tecnificándose la caza, dentro de poco las aves serán tan difíciles de ver como cualquier mamífero.

Introducción de especies. El trasiego de especies cinegéticas ha sido la causa de auténticos desastres ecológicos, como los derivados de la bien conocida introducción de conejos en Australia. En España hay corzos de Polonia en los Montes de Toledo, arruis del Atlas en Murcia, colines de Virginia en Galicia, perdices griegas en Cádiz y codorniz roja japonesa en cualquier parte.

Los daños afectan a las comunidades vegetales y faunísticas, por el aumento brusco de las poblaciones que devastan la flora y desplazan a los animales autóctonos.

Domesticación de especies cinegéticas (pérdida de calidad de las piezas). Esta actividad va en deterioro, incluso, de la propia caza; ya que supone el limitarse a matar animales que acaban de salir de una granja.

EN RESUMEN.

Vistos aisladamente, os pueden parecer pequeñeces en comparación con otro tipo de actividades humanas; pero, en su conjunto y teniendo en cuenta que más del 90% del territorio nacional es coto de caza, se trata de una autentica transformación del medio natural. La "España Salvaje" puede convertirse, por cuestiones económicas, en una gigantesca granja, donde se eliminan competidores y donde se crían y sueltan animales domesticados para hacer tiro al blanco; un escenario donde representar una pantomima de "hombre salvaje", caricatura de nuestros antepasados.