Higuera

Nombre científico: Ficus carica L.

Familia: Moraceae

Procedencia: Originario de Asia sudoccidental

DESCRIPCIÓN:

Arbolillo o arbusto que no suele superar los 6-8 m de altura.

Tiene la corteza grisácea y lisa, que al “herirla” deja brotar un líquido lechoso –que se llama látex- irritante.

La copa es grande en relación a su altura, porque sus ramas son muy largas –algunas de ellas casi horizontales; casi parece que el árbol no puede con ellas-.

Las hojas son caducas, muy grandes, ásperas al tacto, largas y anchas, profundamente lobuladas y con peciolos grandes. Tienen color verde oscuro por el haz, y algo más pálido y con pelillos por el envés.

Las flores están en el interior de un receptáculo carnoso en forma de pera que se llama sicono o higo, que progresivamente se va volviendo más y más carnoso. El modo de fecundación de las flores depende de la variedad. Los frutos, propiamente, no son estos higos, sino los pequeños granitos que tiene el higo en su interior. Algunas higueras producen dos cosechas al año: en junio las brevas, y a finales de agosto o principios de septiembre los higos. La forma y el color de los higos dependen de las variedades, oscilando entre el color verde y el negruzco.

Las higueras cultivadas se reproducen muy bien por esquejes, o por división de los retoños.

CURIOSIDADES Y USOS

La madera es de muy mala calidad y no tiene usos relevantes; ni siquiera como combustible. Se encuentran algunas referencias a su uso para varear los olivos.

Su utilización por parte del hombre es muy antigua (la revista Science dice que se han encontrado higos fosilizados en poblados del neolítico, lo que sugiere que su utilización por el hombre es anterior al cultivo por parte del hombre de los cereales y las legumbres).

De hecho en la Biblia, en el libro del Génesis (Gn 3, 7), se dice de Adán y Eva que cuando comieron del fruto del árbol prohibido y descubrieron que estaban desnudos, “entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron”; cubrieron con ellas su desnudez. También en la Biblia (Is 38, 1-21) se narra la historia de cómo el rey Ezequías enfermó mortalmente. Suplicó al Señor con ruegos y con lágrimas, y Dios escuchó su plegaria. El profeta Isaías dio entonces instrucciones de que preparasen un emplasto de higos y se lo aplicasen a la herida. El rey Ezequías quedó sano, y entonó un cantíco de alabanza a Dios que queda recogido en Is 38, 9-20. Muchos otros pasajes bíblicos dan muestra de cómo era valorada la higuera por el pueblo de Israel ya desde tiempos muy antiguos.

Los higos se consumen tanto frescos –de temporada- como “pasiques” –secos-. Para este segundo modo, el higo se somete a una técnica de secado –el más natural es, simplemente, colocándolos al sol- que permite conservar la fruta durante más tiempo, y cubrir así, en otros tiempos, períodos de escasez de alimento. Este proceso de secado se sigue haciendo hoy día al menos en Extremadura y Andalucía. Los higos son muy ricos en azúcares y en vitaminas A, B y C, por lo que son nutritivos y muy energéticos.

El líquido lechoso o látex que mencionábamos anteriormente, se ha utilizado en la medicina popular para curar las verrugas.