Mayo

Una temperatura más alta y más horas de luz directa sobre los cultivos provocan una aceleración en el huerto, siendo la germinación, crecimiento y fructificación, procesos que se producen de forma más rápida que durante el invierno. Esta mayor rapidez requiere una mayor atención por nuestra parte.

Entutorar los cultivos que lo requieran

En el caso de tomates y judías, al ser de crecimiento vertical deberemos entutorarlas. Necesitaremos tutores, cañas que se clavan en suelo o sustrato, que servirán de soporte al tallo de estas matas que no deja de crecer, y de algún tipo de atadura para sujetarlos, de un material que no dañe los tallos, ya que si causa heridas podemos favorecer el ataque de hongos u otros patógenos. En el caso de las tomateras, aparte del entutorado también es necesaria una poda de los tallos secundarios.

Otra consecuencia del calor sobre los cultivos de hoja, acelgas, espinacas, y sobre todo, lechugas, es que se suben con facilidad, es decir se espigan más pronto que antes para formar la flor y posteriormente las semillas.

Para evitarlo, mejor si las plantamos en aquellos sitios que durante el verano no reciban tanta luz directa. Pero si ya lo hemos hecho tarde, al mal tiempo buena cara, ya que si colocamos una malla fina sobre las flores podremos recoger las semillas para futuras siembras.

Prevenir la aparición de plagas:

La mariposa de la col (Pieris brassicae) es de las más abundantes, tanto en el campo como en los parques de las ciudades, fáciles de reconocer por el color blanco de sus alas en la que resalta una mancha circular oscura. Sin embargo, tan bello insecto, antes de transformarse, en su fase de larva resulta un verdadero desastre para coles y otras crucíferas, como coliflores, colza, nabos o rábanos, y también para cultivos de hoja como rúcula, lechugas, acelgas, etc.

La época de reproducción va de abril a septiembre y, tras la eclosión de los huevos, a los 10 días las larvas son unas extraordinarias devoradoras de hojas. Para evitar su aparición existen algunas plantas aromáticas que funcionan como repelentes sólo con su presencia en el huerto, tales como salvia, menta, artemisa o tomillo.

Pero si tenemos una verdadera plaga que pone en riesgo nuestros cultivos, el método de tratamiento más eficaz contra estos indeseados invasores es el Bacillus thuringiensis, una bacteria que es capaz de producir una toxina que, una vez ingerida por la larva, produce la parálisis del intestino, por lo que el insecto deja de alimentarse. 

El preparado que se encuentra en el mercado se compone de esta toxina, que por su especificidad resulta inocuo para insectos que nos pueden ser útiles para nuestro huerto, animales domésticos, pájaros y peces y, lo más importante, para nosotros.

El método de empleo es por pulverización, con una dosis de 1 a 2 gramos por litro, debiéndose mojar bien toda la planta. El uso óptimo de este producto es cuando las orugas son lo más pequeñas posibles y si es posible lo aplicaremos al atardecer para evitar que la radiación ultravioleta lo destruya.

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